miércoles, 28 de diciembre de 2016

Infiltrado (The Infiltrator, 2016)****

Dir: Brad Furman
Int: Bryan Cranston, John Leguizamo, Diane Kruger, Amy Ryan, Joseph Gilgun, Benjamin Bratt, Juliet Aubrey, Rubén Ochandiano, Simón Andreu, Saïd Taghmaoui, Elena Anaya, Jason Isaacs, Olympia Dukakis, Niall Hayes, Yul Vazquez

En la boca del lobo     


Cuarta película de Brad Furman con guión de Ellen Brown Furman basado en la novela homónima y autobiográfica escrita por Robert Mazur. Director que se estrenó  en el largometraje con The Take (2007), un interesante thriller en el que ya contó con John Leguizamo y Yul Vázquez. Su obra más interesante hasta ahora había sido El inocente (The Lincoln Lawyer, 2011) un thriller legal de calidad notable protagonizado por Matthew Mc Conaughey. 

Basada en hechos reales, Infiltrado nos sitúa en la década de los ochenta, cuando el denominado Cártel de Medellín, dirigido por el despiadado Pablo Escobar, introducía en Estados Unidos veinte toneladas de cocaína por semana. Robert Mazur, un agente experto en infiltración, se introducirá  en la cúpula del cártel con la ayuda de la agente Kathy Ertz (Diane Kruger), que se hará pasar por su esposa. Contará también con el apoyo de de Emir Abreu (John Leguizamo), un policía poco ortodoxo. Juntos trabajarán, codo a codo, para ganarse la confianza de la cúpula de la organización criminal. 

Con un tono de falso documental que recuerda a grandes filmes policíacos de los años setenta y ochenta como Serpico (1973), El príncipe de la ciudad (1981),  ambas de Sidney Lumet, y también al The French Connection, dirigido en 1971, por William Friedkin, que se basó en la que fue una de las mayores operaciones de aprehensión de droga denominada “Conexión francesa”. Todos estos filmes son referencias indudables de las que bebe este Infiltrado que, salvo por una “s” coincidiría plenamente con el más reciente Infiltrados, dirigida en el 2006 por el genial Martin Scorsese. En esta cinta de Scorsese, se trataba también con maestría la figura del agente encubierto introducido en una red criminal para torpedearla. Furman, nuestro Infiltrado, es incorporado por un actor que sobresale muy por encima de sus compañeros de reparto, y éste no es otro que un excepcional Bryan Cranston que ya dio sobradas muestras de su talento en la serie Breaking Bad (2008-2013), la reciente Trumbo (Jay Roach, 2015), así como en Drive, otro thriller con aura ochentera dirigido por el danés Nicolas Winding Refn. 




Infiltrado introduce de lleno al espectador en este submundo tan sórdido como real en el que conviven grandes narcos y agentes de la ley que se juegan la vida en cada momento, pues cualquier desliz, cualquier pequeño fallo puede resultar fatal.  

Bien ambientada y con la alargada sombra de Pablo Escobar planeando durante toda la historia (aunque no esté físicamente presente salvo en un momento puntual), Infiltrado avanza liderada de forma brillante por Cranston, que va arropado en todo momento tanto por Diane Kruger como por un elenco de secundarios entre los que destaca John Leguizamo (un actor al que le van como anillo al dedo este tipo de papeles). Hay que sumar además a los españoles Rubén Ochandiano, Simón Andreu y la maravillosa Elena Anaya, que ejerce de esposa de uno de los hombres de confianza de Escobar. 

Por cierto, comentar en este punto que la figura de Pablo Escobar está ahora de nuevo de plena actualidad gracias a la afamada serie Narcos y al biopic que está preparando el director español Fernando León de Aranoa y que, con estreno previsto para el ya cercano 2017, contará en sus papeles protagonistas con los internacionales Javier Bardem, Penélope Cruz y Peter Sarsgaard.  

Con una fotografía de tonos terrosos, característica de los filmes policíacos de finales de los sesenta y setenta, Infiltrado, a pesar de sus dos horas de metraje, se disfruta con interés mientras nos muestra la evolución de este agente encubierto que se mueve sobre la delgada y difusa cuerda floja que separa el bien del mal y que, como en los mejores clásicos de cine negro, resulta implicado y salpicado por los comportamientos y actitudes del mundo criminal, mientras al mismo tiempo forja lazos de cordialidad y casi amistad con algunos de sus componentes. De este modo, el bueno y blanco se va tiñendo de toda esa escala de grises que esculpe a los mejores personajes de los thrillers neo noir (como el protagonista de El príncipe de la ciudad, de Lumet). Al fin y al cabo, consecuencias inevitables de lo que finalmente no dejan de ser relaciones humanas entre seres con diferentes inquietudes y límites morales y empresariales. El tono realista que impregna el filme de principio a fin (una historia absolutamente real basada en las propias vivencias de Robert Mazur, agente de la DEA y posterior escritor de la novela sobre la que pivota el guión de Infiltradoproporciona a la película una veracidad fuera de toda duda. Además, como también ocurría en obras  maestras ya citadas del Neo Noir, de los 70 y primeros años 80, como Serpico o  El príncipe de la ciudad, donde la figura del agente infiltrado estaba brillantemente retratada por directores de la talla de Sidney Lumet, la crítica al sistema (con sus evidentes claroscuros y corrupción), es uno de los pilares fundamentales sobre los que se sustenta, al igual que lo son la violencia y su lenguaje propio.  

La figura del agente duro y estoico vuelve a cobrar protagonismo como aquellos extraordinarios Frank Bullitt, Popeye Doyle, Danny Ciello o Frank Serpico, que protagonizaron brillantes thrillers de finales de los sesenta y década posterior. Por todo ello, Infiltrado se erige en un filme imprescindible para los amantes del cine policíaco y del thriller, en especial del Neo Noir de las décadas sesenta a ochenta, etapa que he desarrollado a fondo en Balas, sirenas, patillas y jazz: las décadas del Neo Noir (Esebook/Vivelibro 2016), un amplio estudio-ensayo sobre el tema. 

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia-

Assassin´s Creed (2016 )***

Director: Justin Kurzel
Int: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Ariane Labed, Jeremy Irons, Brendan Gleeson, Michael Kenneth Williams, Charlotte Rampling, Brian Gleeson, Carlos Bardem, Hovik Keuchkerian, Matias Varela, Denis Ménochet, Mohammed Ali, Javier Gutiérrez, Dino Fazzani, Gabriel Andreu, Megan Affonso.

Los guionistas Adam Cooper, Bill Collage y Michael Lesslie, y el realizador Justin Kurzel, tenían una compleja misión: convertir en cine la popular serie de videojuegos
Assassin´s Creed, que hizo su primera entrega en 2007. Tiene dos creadores originales, Patrick Désilets y Jade Raymond, que junto a Corey May, figuran como generadores (no acreditados) de la base argumental del film. Esta franquicia de videojuegos, desarrolada por las empresas Ubisoft Montreal, Gameloft (Francia) y Griptonite Games (USA), ha generado éxitos de ventas para todas las plataformas de juego al menos hasta 2015. Ahora, con el apoyo de un conglomerado de productores europeos y norteamericanos, entre los que está el mismísimo Michael Fassbender, han dado el salto al cine.





Debo confesar que tengo una grave carencia para juzgarla con plenitud de conocimientos. No he jugado nunca al videojuego de marras y estoy, por una cuestión generacional, fundamentalmente, desahuciado como "gamer". Vagamente recuerdo que una vez lo intenté eran otro videojuego y otros tiempos–  y mi desesperación y hastío, ante la incongruencia de los planteamientos y mi nula habilidad debo reconocerlo, no me permitieron estar con el artilugio más de 10 minutos. Y lo digo por que algunos iniciados en el juego encontrarán claves en la película que al resto de los mortales desconocemos y que pueden hacer mucho más entretenido el espectáculo propuesto. 

Lo primero que llama la atención a cualquier aficionado (al cine), es el reparto de lujo,

encabezado por Michael Fassbender (Cal Lynch/Aguilar), Marion Cotillard (Sofia) y Jeremy Irons (Rikkin); complementado por secundarios de lujo como Brendan Gleeson (Joseph Lynch), Charlotte Rampling (Ellen Kaye), Denis Ménochet (McGowen), Ariane Labed (Maria), Carlos Bardem (Benedicto), Javier Gutiérrez (Torquemada) o Hovik Kouchkerian (Ojeda). También llama la atención el esfuerzo que ha supuesto que algunos actores no hispanos hablen en español (por cierto, sin abandonar sus acentos originarios), en los momentos en los que la historia transcurre en la una España reinventada del siglo XV, durante la toma de Granada y un poco después.

El videojuego ya se inspiraba libremente en una historia real: la secta de los Hashsha-shin, creada por Hassan Al Sabbah (que vivió entre 1034 y 1124), conocido como “El viejo de la montaña” que era el título que recibían los que presidían la secta. Sus "Asesinos" se formaban en una recóndita fortaleza llamada Alamut, al sur del Mar Caspio. Siempre han estado envueltos en una leyenda que todavía se afianzó más con la publicación de la novela Alamut en 1938, escrita por el esloveno Vladimir Bartol. Por cierto, un relato absolutamente apasionante, más que recomendable y que nunca, que yo sepa, ha sido adaptada de forma directa al cine. 

La película del australiano Justin Kurzel, que nos aportó hace poco la apreciable Macbeth (2015), es un intento continuo de "ennoblecer" una historia incoherente y sin sentido. ¿Cómo lograrlo? 


La apuesta es una fusión irregular pero efectista no sé si del todo efectiva entre el cine contemporáneo de acción con envolventes trucajes digitales que me cuentan, tienen mucho que ver con el diseño y el "look" de los videojuegos y un argumento grandilocuente en el que la secta de "Los Asesinos" defenderían el libre albedrío (¿la democracia?), eternamente enfrentados a los "Templarios", que defenderían un orden basado en el control absoluto, erradicando la violencia primigenia de la raza humana, pero aplicando a su vez una violencia extrema hasta el "destino final". O, al menos, eso parece contar una trama bastante enrevesada e incoherente, como ya comenté.





Algunos han llegado a decir que es la mejor adaptación al cine de un videojuego. A mi, no me

lo parece, y aunque ya confesé mis carencias en cuanto a los videojuegos, en el año 2006 
disfruté mucho más con Silent Hill, dirigida por Christophe Gans, con guión de Roger Avary, adaptando la legendaria saga de videojuegos de terror y aventura, creada por el japonés Keichiro Toyama. En ella, en mi humilde opinión, sí que había un apreciable transfiguración de un videojuego en cine de calidad, empleándose a fondo en la reutilización de los códigos del cine de terror y fantasía, válidos para todos los formatos y épocas. 

De todos modos, si cualquier cinéfilo quiere conocer de primera mano lo que le está ocurriendo al cine de aventuras, deberá arriesgarse a descubrir estas conexiones ya inevitables entre los videojuegos, la industria del ocio que más dividendos produce, y la industria del cine, algo ajada por el paso del tiempo y que intenta rejuvenecerse al precio que sea. Ya veremos eso espero dónde termina este maridaje...

    

Roberto Sánchez     


-Aragonia, C. Grancasa,  Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

jueves, 22 de diciembre de 2016

Éternité (2016 )***

Director: Tran Anh Hung
Int: Mélanie Laurent, Audrey Tautou, Bérénice Bejo, Jérémie Renier, Pierre Deladonchamps, 
Félix Bossuet, Quentin Demon, Travis Kerschen, Dorian Salkin, Romàn Malempré, Maxime Rennaux.


El realizador vietnamita Tran Anh Hung, nacido en 1962, adapta L'Élégance des veuves  (editada en 1995), una novela de la francesa Alice Ferney (la traducción del título sería "La elegancia de las viudas"). Este cineasta destacó siempre por el cuidado estético, por la delicadeza visual y por un estilo poético que indaga en el paso del tiempo con gran elegancia.  

La dirección de fotografía es del taiwanés Ping Bin Lee, que ya había colaborado con el vietnamita en Tokio Blues (2010), según la novela Norwegian Wood Noruwei no mori, de Haruki Murakami. Sin duda, conocía los trabajos de este fotógrafo chino para Hsiao Hsien Hou,  Kar-Wai Wong (en especial su film Deseando amar, de 2000) o el evidente gusto por el impresionismo pictórico que reproduce de modo magistral en el film Renoir (2012), de Giles Bourdos, y que vuelve a utilizar en Éternité.






Sin estar a la altura de El olor de la papaya verde (1993) o Cyclo (1995), Tran Anh Hung,  nos somete a un largo recorrido temporal, una saga familiar que nos lleva desde finales del siglo XIX, cuando Valentine (Audrey Tautau) se casa con 20 años con Jules (Arieh Worthalter), hasta finales del siglo XX. En realidad, la película íntenta ser una reivindicación de la subsistencia (de la eternidad) a través de tus descendientes, pero se convierte en una sutil danza macabra, un recorrido sintético por el amor y la muerte, ritmado por textos en off procedentes de la novela de Alice Ferney, excelentes piezas de música clásica para piano y guitarra (Bach, Beethoven, Tárrega, John Corigliano), largos y estudiados planos secuencia y ese elegante tratamiento del color de Ping Bin Lee.




El resultado es una bella sinfonía de colores y sentimientos (muchas veces excesivamente melosos), un ritmo narrativo con largos planos secuencia que se parecen a una fusión entre el cine de Kar-Wai Wong y las últimas películas de Terrence Malick, sin olvidar que este modo de contar ya estaba presente en el cine del vietnamita desde los inicios de su trayectoria. 

Si no conocen el cine de Tran Anh Hung, si están dispuestos a introducirse en esta sugerente danza mortuoria, repleta de luces y colores, esta es su oportunidad...Si prefieren guerras estelares y revueltas planetarias no deben llamar a esta puerta..., aunque si realmente aman el cine, si creen que puede albergar arte, poesía y creación pura (con evidentes riesgos y apuestas autorales), deberían darle una oportunidad... a Éternité..., imperfecta pero bella...

Roberto Sánchez     

-Aragonia-

martes, 20 de diciembre de 2016

Rogue One: Una historia de Star Wars (2016)***

Dir: Gareth Edwards
Int: Felicity Jones, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Donnie Yen, Jiang Wen, Mads Mikkelsen, Forest Whitaker, Alan Tudyk, Riz Ahmed, Jonathan Aris, Jimmy Smits, Alistair Petrie, Genevieve O'Reilly, Valene Kane, Warwick Davis.



La maquinaria de Hollywood no podía dejar un año en blanco sin la entrega correspondiente de la renovada saga de Star Wars. Para ello puso a trabajar un equipo multidisciplinar de "jóvenes" sobradamente preparados. Responsables de la historia, por supuesto inspirada en los personajes creados por George Lucas en una lejana galaxia y en el siglo pasado (vale, en 1977), han sido John Knoll, un especialista en efectos visuales que ya trabajó en La guerra de las galaxias, de 1977 y en El retorno del Jedi, de 1983;  y también Gary Whitta, un guionista y productor conocido por su buen hacer en los guiones de El libro de Eli (2010, The Hughes Brothers) o en el videojuego The Walking Dead: The Game - Season 1 (2012), siempre vinculado al mundo del cómic. 

A partir de esa historia trabajaron Chris Weitz y Tony Gilroy. Chris Weitz, un productor y guionista que ha hecho posible proyectos como Antz (1998, de Eric Darnell y Tim Johnson), La brújula dorada (2007, dirigida por él mismo), o la Cenicienta, de Kenneth Branagh (en 2015); y Tony Gilroy, productor , director y guionista, uno de los responsables de otra saga de éxito iniciada en 2002 con The Bourne Identity

Para la dirección se pensó en Gareth Edwards, un joven británico, nacido en 1975, un fan de la serie, que demostró con Monsters (2010) y su Godzilla (2014) estar sobradamente capacitado para dirigir este spin-off. Curiosamente, ha aplicado lecciones aprendidas en esos dos recomendables largometrajes. El primero se resolvió con un muy bajo presupuesto y para el segundo ya contó con una mayor inversión, pero en los dos supo crear productos nuevos a partir de materiales muchas veces ya tratados (invasión extraterrestre y monstruos fantásticos). Rogue One es una de las series "B" más espectaculares que puedan concebirse y, ya de entrada, debo decir que es muy superior a la primera entrega de la saga renovada por Jim Abrams y la Disney. 





La acción que se relata transcurre entre los episodios III y IV de Star Wars. El Imperio ha 
terminado de construir el arma más poderosa de todas, la Estrella de la muerte. Un grupo de 
rebeldes decide realizar una misión suicida: robar los planos de dicha estación antes de que 
entre en operaciones, mientras se enfrentan también a Darth Vader, discípulo del despiadado 
Emperador Palpatine. 

Una de las razones por las que esta historia de Star Wars me parece muy convincente es por la fuerte idiosincrasia que sus actores han regalado a sus personajes. Felicity Jones (Jyn Erso) y  Diego Luna (Cassian Andor), construyen con sencillez pero eficiencia a dos rebeldes dispuestos a todo por conseguir vencer al Imperio. Otros personajes secundarios, adquieren también mucho peso gracias a la calidad de Mads Mikkelsen (Galen Erso), Forrest Whitaker (Saw Guerrera) o Donnie Yen (Chirrut Îmwe); y, entre los malvados, destaca el australiano Ben Mendelshon, el  director Orson Krennic,  junto a Grand Moff Tarkin, un personaje cuyo "cuerpo" ha tomado el actor británico Guy Henry, todo un veterano de la Royal Shakespeare Company, pero metamorfoseado mediante trucajes digitales en el legendario y original Peter Cushing (Moff Tarkin en la película de Lucas de 1977), fallecido en 1994, pero resucitado para este film.

Otra de las razones es la sutileza con la que han ido colocando los personajes y situaciones que complementan y enlazan con la serie. Así, las sensaciones son las de ver una parte de la historia que todavía no se nos había desvelado. La abrumadora sensación de "déjà vu" que tuve en Star Wars: El despertar de la fuerza, de 2015, ha desaparecido milagrosamente en esta aparente entrega secundaria, pero que tiene visos de ser la mejor de la saga renovada...


 Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

lunes, 19 de diciembre de 2016

El faro de las orcas (2016)**

Dir: Gerardo Olivares
Int: Maribel Verdú, Joaquín Furriel, Joaquín Rapalini Olivella, Ana Celentano, Osvaldo Santoro, 
Federico Barga, Ciro Miro, Alan Juan Pablo Moya, Zoe Hochbaum, Juan Antonio Sánchez.



Lola (Maribel Verdú) es una española que viaja con su hijo autista, Tristán (Joaquín Rapalini Olivella), hasta las costas de la Patagonia para encontrarse con Beto (Joaquín Furriel), un guardafauna argentino que tiene una relación muy especial con las orcas salvajes. Tristán ha mostrado una extraña empatía ante estos espectaculares cetáceos. Lola está decidida ha intentar que su hijo mejore en su percepción del mundo y que pueda interactuar mejor con él, y para ello hará todo lo necesario, aunque la personalidad de Beto, un ser que vive aislado en su "faro del fin del mundo", marcado por una desgracia familiar, será también todo un reto, una experiencia que le abrirá nuevas perspectivas vitales..

El español Gerardo Olivares ha mezclado con fortuna el cine documental y la drama ficcionado en La gran final (2006) o en sus excelentes trabajos documentales para televisión. Mucho ha quedado de su voluntad documentalista en 14 kilómetros (2007), en Entrelobos (2010), Brothers of the Wind (2015) y, ahora también, en El faro de las horcas, se sirve de una historia en la que la naturaleza salvaje, la vida y el intento de superarse ante las adversidades tienen estrechas conexiones. 

No abusa de las escenas a lo "National Geographic", aunque la tentación de mostrar a los leones marinos y orcas es constante y justificada. El trabajo de los actores es igualmente reseñable. Maríbel Verdú, en los últimos años, es toda una garantía de eficiencia y el actor argentino Joaquín Furriel (al que vimos recientemente en Cien años de perdón) cumple igualmente con su cometido. Los problemas vienen de un guión que no ha podido profundizar más en sus personajes y que, además, tiene una trama muy ligera, que queda planteada y resuelta muy pronto en la película. No conozco la novela de Beto Bubas (adaptada por Gerardo Olivares, Lucía Puenzo y Sallua Sehk) pero no es difícil intuir que pueda ir un poco más allá en ese terreno y que la producción española haya, además de simplificado, modificado algo el punto de partida del original literario para imponer, entre otras cosas, la presencia de una coprotagonista española. 



El paisaje duro de la zona (que incluye algunas localizaciones de la Isla de Fuerteventura en Las Canarias), los animales (orcas, leones marinos y los caballos) que conviven con  Beto, Lola y Tristán, adquieren el necesario protagonismo, sin desplazar del todo a los actores humanos. El esfuerzo de producción para que haya una convincente intearactuación con las orcas es más que  convincente y  a pesar de la ligereza del guión y de que resulta en exceso previsible, la película tiene momentos atractivos y emotivos que justifican su visionado.


Roberto Sánchez

-Palafox-

La comuna (Kollektivet,2016 )**

Director: Thomas Vinterberg
Int: Ulrich Thomsen, Trine Dyrholm, Martha Sofie Wallstrøm Hansen, Helene Reingaard Neumann, Lars Ranthe, Fares Fares, Julie Agnete Vang, Lise Koefoed, Adam Fischer, Magnus Millang, Oliver Methling Søndergaard, Rasmus Lind Rubin, Sebastian Grønnegaard Milbrat.


Los guionistas Tobias Lindholm y Thomas Vinterberg nos invitan a conocer las peculiaridades de la vida en una comuna formada en los años 70 en Dinamarca. 

Thomas Vinterberg, nacido en 1969,  es uno de los más destacados directores daneses actuales. En 1998 realizó la estupenda y provocadora Celebración, dónde mostró, narradas con pureza y pulso firme, situaciones límite en las relaciones familiares. Allí ya participaron Ulrich Thomsen y Trine Dyrholm, dos de sus actores preferidos que ahora incorporan a Erik y Anna, la pareja que decidirá convertir su casa en una comuna. 

Como suele ser habitual en el cine de Vinterberg el trabajo de los actores es brillante y muy convincente, transmitiendo un grado alto de realidad, no importando lo inverosímil de las situaciones. En La caza (Jagten, 2012), otra de sus películas más destacadas, lograba trascender la historia relatada, gracias a esa brillante dirección de actores y un contenido argumental (también co-escrito con Lindholm) cuyas claves (las relaciones de poder), podrían extrapolarse a cualquier colectivo social. Sin embargo en La comuna parece faltar ese ingrediente extra y todas las situaciones son demasiado forzadas. Los recursos para  lograr una cierta emotividad también resultan facilones, aunque hay que insistir en que el modo de narrar de Vinterberg es de gran perfección (clásico, podría decirse) y el trabajo del colectivo de actores magnífico. 

Roberto Sánchez     

-Aragonia-

sábado, 17 de diciembre de 2016

El editor de libros (Genius,2016)***

Dir: Michael Grandage
Int: Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pearce, Dominic West, Vanessa Kirby, Demetri Goritsas, Katherine Kingsley, Andrew Byron, Jacqui Boatswain, Leon Seth.

La magia de las palabras.      

Thomas Wolfe es un escritor tan perdido como el título inicial de su manuscrito (¡Oh perdido!). Tras enviarlo a numerosas editoriales que lo desestiman una tras otra, conocerá a Max Perkins, lector jefe de la prestigiosa editorial Charles Scribner & Sons, que se sentirá fascinado por el texto y cambiará para siempre la vida del escritor. Perkins es un editor con gran olfato, y a descubierto genios de la literatura como Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o John Steinbeck.

Este es el planteamiento argumental de un filme nominado al Goya 2016 como mejor película extranjera  que se presentó en el festiva de Berlín de este año. 

Ópera prima de Michael Grandage, actor de series de televisión metido ahora a labores de dirección. Con un guión de John Logan basado en la novela Genius de Scott Berg. Filme muy británico en cuanto a su puesta en escena, perfecta ambientación y una dirección impecable y elegante. Con un excelente reparto en el que sobresale el siempre perfecto Colin Firth y la bella Nicole Kidman, que aunque no tiene demasiadas escenas destaca por su fuerza en pantalla (y una voz que se luce especialmente en versión original). Jude Law, en el papel de Wolfe, sobreactúa y resulta histriónico en exceso, quedando por debajo de Firth, aunque cumple con su cometido. Laura Linney resulta también impecable como sufrida esposa del editor y madre de familia numerosa (todas hijas). Con todos estos elementos deberíamos tener un filme que, a todos los que nos gustan los libros y la literatura, nos debería resultar fascinante e interesante. Ver reencarnados a grandes escritores como Wolfe, Fitzgerald o Hemingway, acompañados de un editor que parece más un mago a la hora de preparar la publicación de una novela de éxito y poder penetrar en el secreto mundo de la creación de la mano de unos genios debería resultar algo atractivo. Pues bien, a pesar de todos esos ingredientes antes citados: buen reparto, correcta dirección,  excelente ambientación, fotografía y banda sonora; la superficialidad en la que se queda tras intentar rascar y no alcanzar lo profundo de los personajes, merma estas expectativas. 



La película queda bastante reducida a ciertos clichés y tópicos (el escritor de mente torturada, bebedor y mujeriego), algo bastante alejado de la realidad, pues la poesía y, especialmente, las novelas, exigen mucho esfuerzo, tesón y concentración, aparte de talento para la escritura, claro está. Hay, sin embargo, algunos breves momentos, quizá los más sutiles, que resultan muy bellos (como los de el editor con sus hijas y esposa). A pesar de estar enfrascado en un trabajo que le absorbe por completo, Perkins valora una familia comprensiva y los esfuerzos de ésta por soportar su carga de trabajo.  

El editor de libros es una película sobre la dificultad de la creación literaria (algo que, desde luego, conocemos bien los escritores); sobre la magia que surge de las palabras cuando éstas se combinan para crear personajes, ambientes y universos propios. Pero también es una película sobre la amistad y el amor. Sobre la amistad que surge entre un editor y un escritor, y también sobre el amor a la vida, sobre la pasión, la creatividad. Creo que, en efecto, podría haber sido un filme mucho más pleno y apasionante. Aún así, merece una oportunidad, en especial para cualquier persona amante de la cultura y, en especial, de los libros y la literatura.  

El filme, en versión original subtitulada, nos permite disfrutar de las espléndidas voces de Colin Firth y Nicole Kidman. Desafortunadamente, el aforo de la sala daba buenas muestras del nivel de interés por la cultura y la literatura que tenemos en este país, contrastando con la cola para ver una determinada comedia de humor ramplón y zafio con pocas o nulas virtudes cinematográficas. Que pensarían hoy figuras como Hemingway, John Steinbeck (autor de esa maravilla llevada al cine por John Ford titulada Las uvas de la ira) o el propio Wolfe si vieran el poco interés que despiertan hoy en día en esta sociedad del siglo XXI lobotomizada por la televisión-basura y el fútbol. Afortunadamente ellos vivieron en una época mucho mejor para la 
literatura, y sus obras siguen ahí para quien desee descubrirlas y soñar y vivir a través de ellas 
otras vidas y otras realidades. 

Esta ópera prima de Michael Grandage, en la que también ha ejercido de productor junto a Riverstone Pictures, da la impresión de ser un proyecto personal con el que quiere rendir homenaje a Thomas Wolfe y a Maxwell E. Perkins, dos hombres muy distintos a los que, sin embargo, les unió la pasión común por las letras. Wolfe murió prematuramente poco antes de cumplir treinta y ocho años, y William Faulkner dijo de él que era el mejor escritor norteamericano y que lo había dejado a él en segundo lugar. La editorial Charles Scribner & Sons, a través de su lector jefe Maxwell E. Perkins, publicó en plena Gran Depresión El ángel que nos mira (1929). En 1938 llegaría su segunda novela  El tiempo y el río. Después de muerto, de Wolfe se publicarían dos novelas más: The Web and the Rock (La tela y la roca) y You can´t Go Home Again (No puedes volver a casa). Sólo cuatro obras, pero que influyeron de forma notable en posteriores generaciones de escritores de Norteamérica y del mundo.  

Y es que, la magia de las palabras, siempre estará ahí esperando que abramos las solapas de un buen libro. Como un tesoro escondido.



Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Palafox-

jueves, 15 de diciembre de 2016

Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge,2016 )***

Director: Mel Gibson
Int: Andrew Garfield, Vince Vaughn, Hugo Weaving, Teresa Palmer, Sam Worthington, Luke Bracey, Rachel Griffiths, Richard Roxburgh, Matt Nable, Nathaniel Buzolic, Ryan Corr, Goran D. Kleut, Firass Dirani, Milo Gibson, Ben O'Toole.

Los guionistas Robert Schenkkan y Andrew Knight (y Randall Wallace, aunque sin acreditar), inspirándose en hechos reales nos cuentan la historia de Desmond Doss (interpretado brillantemente por Andrew Garfield-The Amazing Spiderman), un joven médico militar que participó en la Batalla de Okinawa, en la II Guerra Mundial, y se convirtió en el primer objetor de conciencia en la historia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso de manos del presidente Harry Truman.


Estos son los hechos, y a ellos intenta ajustarse la historia que tiene tres partes muy marcadas. La primera relata la infancia (aquí es el joven Darcy Bryce quien interpreta a Desmond) y juventud, con un tono costumbrista y apacible; la segunda, el entrenamiento en el campo militar, que muestra el trato vejatorio (¿justificado?) por parte del ejercito ante su postura de no querer tocar un arma de fuego, y una larga coda final dedicada a la batalla, una aparatosa y espeluznante muestra de horror, muerte y destrucción, en la que el único hálito de esperanza lo pone nuestro protagonista intentando (y logrando) salvar a unos cuantos compañeros (y a algún japonés) en mitad de ese infierno descrito con minuciosidad.



Mel Gibson, nacido en Nueva York en 1956, criado en Australia, dónde comenzó su carrera como actor (acredita, desde 1976 más de 50 trabajos), está demostrando tener una más que apreciable trayectoria como director. Hacksaw Ridge, es su quinto largometraje de ficción. Los anteriores han llamado siempre la atención y, como ocurre con este film bélico, siempre ha buscado y logrado provocar reacciones bastante viscerales (a favor y en contra). El hombre sin rostro (1993), es todavía un melodrama bastante controlado, pero en Braveheart (1995), la historia de William Wallace, el rebelde escocés, ambientada en la Edad Media (finales del siglo XIII), prefigura, en muchos momentos, el tratamiento barroco y recargado de la violencia, expuesto sin tapujos en La pasión de Cristo (2004). Si con la película de ambiente medieval tuvo un alto reconocimiento (ganó 5 Premios Oscar), con su personal visión de la Pasión, las críticas negativas (más desde el punto de vista ideológico religioso que formalista) bombardearon de tal modo a su trabajo como director que tuvo que refugiarse en la televisión (dirigió episodios de la serie La familia salvaje, en 2004), para volver a resultar provocativo en Apocalypto (2006), su espectacular visión de los estertores de la cultura maya. Desde ese año, y después de no pocos problemas personales (con el alcohol y la violencia como compañeros de viaje) ha regresado a la dirección. 

Más allá de sus posturas ideológicas (muy a la derecha), religiosas (un pernicioso ultracatolicismo) y los problemas personales (marcados por el alcohol y la violencia, como comentamos), Mel Gibson es seguramente, después de Clint Eastwood, el actor pasado a la dirección que mejor lo ha hecho. La comparación con Eastwood es pertinente, ya que parece ser su perfecto reverso. Allí dónde Eastwood propone mesura, control y dominio, Gibson apuesta por el puro expresionismo, pasando habitualmente de la candidez casi babosa de las relaciones familiares a la exposición del lado más atroz del ser humano durante las guerras o en una sociedad marcada por las mafias del poder o de la delincuencia organizada. Su estilo como director, y el tipo de personajes que ha interpretado en muchas ocasiones (por poner algún ejemplo el Teniente Coronel Hal Moore en Cuando éramos soldados, de Randall Wallace, en 2002; Bejamin Martin en la estupenda El patriota, de Roland Emmerich, en 2000; o el Martin Riggs de las cuatro entregas de Arma letal) ha contagiado su cine. Y, en ese sentido, debemos hablar sin lugar a dudas de un creador muy personal que en muchos casos ha construido películas muy recomendables, aunque siempre sea necesario matizar algunas cuestiones.



Es el caso de Hasta el último hombre (el explicativo título español), cuyas escenas del infierno bélico serán repudiadas por muchos, y, doy fé, provocarán que los más sensibles dejen la sala; a mi me parecen necesarias y son perfectamente lógicas en el universo de Gibson. Aquí no ha participado en el guión (sólo lo ha hecho en La pasión de CristoApocalypto, y Vacaciones en el infierno, de Adrian Grunberg, en 2012), pero su firma personal es constante precisamente por la búsqueda de ese contraste entre la relativa placidez de los primeros años (la violencia aparece incrustada con habilidad también en esa época, pero la aceptamos en el discurso como algo natural), que empieza a resquebrajarse en el campamento militar y se rompe con los casi cuarenta minutos finales marcados por la exposición a la violencia más extrema entre la que deberá moverse Desmond Doss.



Al final, para justificar la veracidad de los hechos, se recuperan imágenes documentales del verdadero héroe que, aunque parezca imposible, sobrevivió a la carnicería de la batalla de Okinawa y además salvó a más de 70 hombres, después de un esfuerzo sobrehumano. 

Me quedan unas últimas preguntas inevitables. ¿Cuál es el verdadero mensaje de la película? ¿Es Mel Gibson, con sus antecedentes, un antibelicista? El modo de contar la historia, ¿puede hacer que rechacemos las guerras o la violencia? 

Yo, a pesar de los reparos que tengo al señor Gibson en el plano ideológico-personal, me quedo con su cine, capaz de provocar, de entretener y de apostar por un estilo de contar al alcance de muy pocos realizadores norteamericanos en la actualidad.   

Roberto Sánchez     

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

martes, 13 de diciembre de 2016

María (y los demás) (2016)***

Dir: Nely Reguera
Int: Bárbara Lennie, José Ángel Egido, Pablo Derqui, Vito Sanz, Julián Villagrán, María Vázquez, Rocío León.

Nely Reguera ha aprendido el oficio como asistente de dirección o directora de segunda unidad a las órdenes del alemán Tom Twyker (El perfume, historia de un asesino, de 2009), el griego Yannis Smaragdis (El Greco, de 2007) o la catalana Mar Coll (Tres dias amb la família,de 2009) y además tiene como directora dos cortometrajes anteriores: Ausencias (2002) y Pablo (2009). Ahora se ha responsabilizado, además de debutar en la dirección de un largo, de la escriture del guión junto a Valentina Viso, Eduard Solà, Roguer Sogues y Diego Ameixeiras.

Desde que murió su madre cuando ella tenía 15 años, María (Bárbara Lennie) ha cuidado de su padre y de sus hermanos. Responsable y controladora, siempre ha sido el pilar de la familia, y se siente orgullosa de ello. Por eso, cuando su padre se enamora repentinamente de su enfermera y anuncia su inminente compromiso, María siente que su vida se desmorona. Con 35 años y sin novio a la vista, deberá atreverse a cambiar su destino.



María es Bárbara Lennie, que demuestra, una vez más, su ductilidad como actriz. De hecho, aunque tiene como compañeros de reparto a unos actores más que competentes (José Ángel Egido, Pablo Derqui, etc...), la historia que se nos cuenta (como ratifica el mismo título) tiene que ver con María y sus circustancias. Es cierto que María (sobre todo) es un buen personaje-símbolo que representa a una generación de mujeres (fácil es pensar que a ella pertenece la misma Nely Reguera) un tanto frustada en su crecimiento personal  y creativo, condicionada por las cargas familiares y otros factores más personales, que es retratada con relación a su entorno familiar y profesional (los demás), que para mi gusto está tan solo esbozados, mereciendo quizá algo más de dedicación. Nely Reguera prefiere centrarse en María y sus ensueños "literarios". En buena medida vemos la historia sólo a través de la mirada de María y, en ese sentido, es Bárbara Lennie la que lleva todo el peso, introduciendo con sutileza variados registros que nos permiten aproximarnos a la "verdad" del personaje y a sus sentimientos más profundos.





La realización de Nely Reguera es sobria y eficiente, más que apreciable en una primera incursión en el largometraje. A sus 38 años, y después de una larga vinculación con el oficio cinematográfico, ha logrado poner en marcha esta elegante película sobre una joven que podría ser ella misma...


Roberto Sánchez



-Aragonia-