martes, 30 de abril de 2019

Mia y el león blanco (2018)***

Dir: Gilles de Maistre
Int: Daniah De Villiers, Mélanie Laurent, Langley Kirkwood, Ryan Mac Lennan, Lionel Newton, Lillian Dube, Brandon Auret

Cuando el amor amansa a la fiera 

Mía y el león blanco es de esas películas, aparentemente intrascendentes, pero que te reconcilian con la vida y la naturaleza, y que te hacen ver el lado más humano de ese ser bípedo y contradictorio que habita y arrasa el planeta azul en el que vive. También, el lado tierno y afectivo del animal considerado “salvaje”, aunque habría que ver quien es más salvaje de ambos. 

Lo que nos narra la película está basado en la historia real de Jean Paul Husson que demuestra, que el amor y la amistad funcionan como mágico catalizador para romper con la ley natural que coloca, a un gran felino, como cazador y cúspide de la pirámide de depredadores, y al hombre como presa. Prune de Maistre, adapta esta historia de Husson, y trabaja codo a codo con Gilles de Maistre y nos propone la amistad y el amor como valores supremos de unión con la naturaleza. Una unión mágica, que puede crear un vínculo poderoso entre un enorme león albino y una chica preadolescente, hasta el punto de lograr que vivan como un único ser, como un alma fusionada con destinos diferentes, pero con esa unión mental que mostraban E.T. y Elliot en el gran filme de Steven Spielberg. 




Mía y el león blanco nos narra la historia de una niña, casi ya adolescente, que emprende un peligroso viaje para salvar la vida de su querido león, su mejor amigo, Charlie. Cuando la muchacha tiene ya 14 años y Charlie es un león adulto (realmente es impresionante verlos juntos), ella lo arriesgará todo para devolverlo a su hábitat natural y preservar su vida, amenazada por el sucio negocio de los safaris con cacerías encubiertas, en África.  

El respeto a la naturaleza, la conservación de especies amenazadas por la codicia y la sinrazón del hombre, y por su ansia de cazar y matar por matar, simplemente por exhibir esa muerte como un trofeo en su hábitat occidental, son temas presentes en todo el metraje del filme. Imposible olvidar y no citar el principal referente de este trabajo de Gilles de Maistre, el oscarizado filme Nacida libre, dirigido por James Hill en 1966. Aquí la protagonista era Elsa, una leona que se convertía en la mascota de la conservacionista Joy (interpretada por Virginia McKenna). Durante tres años, el director de Mía y el león filmó en Sudáfrica el crecimiento y desarrollo del vínculo emocional de Charlie con la joven actriz Daniah de Villiers, bajo la supervisión del experto en felinos salvajes Kevin Richardson. No hay efectos digitales y todo es real, lo que nos aporta unas impresionantes estampas del león con la niña.  

Es la segunda película de Gilles de Maistre, que debutó en 2017 con el largometraje La quète 
de Alain Ducasse, documental sobre uno de los mejores cocineros de Francia, propietario de 23 restaurantes y con un total de 18 estrellas Michelin. La pasión por la buena gastronomía y, por la vida, es patente y notable en la forma de narrar de Maistre. La hermosa fotografía de Brendan Barnes  y la partitura de Armand Amar, hacen el resto para componer un filme hermoso, sencillo y con claros mensajes, entendible por todo tipo de público. Sensible y bien contado. 




En el reparto, destacar a la actriz francesa Mélanie Laurent, como siempre magnífica (su 
filmografía es ya amplia, recordar en este punto su inolvidable papel en el Malditos bastardos de Tarantino), y que en Mia y el león hace pareja con un correcto Langley Kirkwood. Estupendo, también, el trabajo de la jovencísima Daniah de Villiers. Gran parte del equipo de este fime es francófono, y ese carácter europeo lo dota de un ritmo más sereno y menos agresivo que si el filme fuera de factura yanqui. 




Lo dicho, un filme que gustará a niños y a grandes, ideal para ir a ver en familia una tarde de fin de semana. Con valores y escenas de gran belleza. Entre tanta violencia, “Lloronas” digitales, y elecciones en ciernes, una apuesta segura para pasar un rato agradable y reflexionar sobre el exterminio de animales salvajes en África. Apenas quedan ya leones y, como siempre, el ser humano es el culpable de su lenta extinción. Hasta entonces, disfrutemos de esa preciosa relación entre Chralie y Mía, y soñemos con un mundo algo mejor y más justo para todas las especies que en él habitan.
                                        
Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, C. Grancasa, Cinemundo Huesca, Puerto Venecia, Yelmo-

lunes, 15 de abril de 2019

Enganchados a la muerte (Flatliners, 2017)** Referencia exprés 35

Dir: Niels Arden Oplev
Int:  Ellen Page, Diego Luna, Nina Dobrev, Kiersey Clemons, James Norton, Kiefer Sutherland, Daniela Barbosa, Charlotte McKinney, Beau Mirchoff, Tyler Hynes.

Cinco estudiantes de medicina, con la esperanza de desentrañar el misterio de lo que aguarda más allá de los confines de la vida, emprenden un atrevido y peligroso experimento. A base de detener su corazón durante un breve lapso de tiempo, cada uno de ellos sufre una experiencia cercana a la muerte clínica. A medida que la investigación se vuelve cada vez más peligrosa, se verán obligados a afrontar los pecados de su pasado, además de vérselas con las consecuencias paranormales de sus incursiones en el más allá... 

Una de las peores cosas de ir cumpliendo años es que uno tiene que terminar por tragarse los "remakes" de de películas como Línea mortal (1990), de Joel Schumacher, que tenía un guion original de Peter Filardi. La premisa argumental de navegar más allá de la vida, tenía y tiene su atractivo y por eso el nuevo guionista Ben Ripley, no ha transformado demasiado la historia. En realidad, parece una ligera "actualización", con mejoras parciales sobre el original que tienen más que ver con las apariencias (efectos especiales) que con otra cosa. El danés Niels Arden Oplev, que lo había hecho bastante bien con Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009), parece que simplemente cumple con el expediente de "manufacturar" con eficacia y cierta frialdad nórdica un producto de consumo, y poco más...

Roberto Sánchez

Dolor y gloria (2019)****

Dir: Pedro Almodóvar
Int: Penélope Cruz, Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia, Raúl Arévalo, Julieta Serrano,Nora Navas, Rosalía, Susi Sánchez, Pedro Casablanc, Julián Lópe, Eva Martín, Agustín Almodóvar, Alba García,

Vuelve, ahora sí, el mejor Almodóvar, cineasta capaz de rebuscar en su vida, en sus recuerdos más íntimos y convertirlos en pura belleza. Me ha costado aceptarlo, pero estoy plenamente convencido de que está a la altura de Todo sobre mi madre (1909) o Hable con ella (2002), para mí sus mejores trabajos, aquellos en los que el equilibrio entre la sobriedad clásica (del melodrama) y el juego pop (del puro divertimento), alcanzan la perfección. 

Salvador Mallo (Antonio Banderas), un director de cine en su ocaso, experimenta varios reencuentros, algunos de ellos físicos, otros recordados: su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres  a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad; el primer deseo; su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80; el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante; la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable; el temprano descubrimiento del cine y el vacío, y el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando...



Pedro Almodóvar, en una íntima y estrecha colaboración con Antonio Banderas, logra el milagro de transfigurarse, de rehacerse a sí mismo. Les confieso que me sigue interesando muy poco la trayectoria vital de Salvador, ni siquiera las afinidades que existen entre el personaje y el autor, pero me rindo y me dejo llevar por la sabiduría de Pedro Almodóvar al narrarlo, con la frescura de casi siempre y la sobriedad de un cineasta que, ahora sí, entró en la madurez creativa. Los homenajes al mejor cine vuelven a aparecer, pero muy bien integrados en la historia. Admirable es esa recreación de las lavanderas, al estilo del musical folclórico español, en el que se lucen Penélope Cruz y Rosalía cantando el tema "A tu vera". Ese estilo lírico y preciosista "a lo Florián Rey" parece renacido y hasta moderno, rehecho por el estilo "lleno de colores" de un cineasta que siempre sacó provecho de los cañí, de lo kitchs..., para trascenderlo, para superarlo...



Una vez más, demuestra que es un gran director de actores y actrices, brillando especialmente Julieta Serrano, esa Madre que siempre estuvo presente en su cine y que ahora resplandece gracias al profundo verismo que sabe darle la veterana actriz. Antonio Banderas también logra uno de sus mejores registros de los últimos años y al igual que Penélope Cruz, la deuda que tiene con el director manchego se acrecienta día a día.



Los detalles más técnicos, en cuanto al uso de la música y la fotografía, también han alcanzado, ya hace unos cuantos años, una perfección incuestionable. Con Alberto Iglesias (en la banda sonora) y José Luis Alcaine (en la fotografía) ha logrado una compenetración que va mucho más allá de la historia, facilitando el exquisito trabajo de su nueva montadora Teresa Font (habitual de Vicente Aranda, pero también al servicio de historias recientes, en 2018, tan complejas como La enfermedad del domingo, de Ramón Salazar o El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam, junto a Lesley Walker).

Al público fiel, nunca lo perdió, a todos los demás creo que se los ganará con esta historia que nos habla sobre el cine, las crisis creativas, el inevitable envejecimiento, sobre los necesarios 
rituales de paso hacia la madurez y, en definitiva, de la vida y nada más...

Roberto Sánchez

-Aragonia,Cinemundo (Huesca), Maravillas (Teruel),Palafox, Yelmo- 

lunes, 8 de abril de 2019

La caída del imperio americano (2018)****

Dir: Denys Arcand
Int: Alexandre Landry, Maripier Morin, Rémy Girard, Louis Morissette, Maxim Roy, Pierre Curzi, Vincent Leclerc, Yan England, Claude Legault, Florence Longpré, Paul Doucet, James Hyndman, Benoît Brière, Gaston Lepage.

La decadencia humana: el perfume de la destrucción     
Pocas veces está uno ante una película que, a un nivel altísimo, logra comunicar, trasmitir sus argumentos, cautivar y, lo que es más difícil, trascender ahondando en los senderos de la ética con un análisis certero e irónico de la sociedad que tenemos. De estos tiempos tan complejos que nos han tocado vivir (y no tenemos otros, pues los venideros son una incógnita que deberán despejar las nuevas generaciones). 

Denys Arcand, es un director y guionista (también actor en más de veinte trabajos) canadiense, que se ha caracterizado, desde el pincipio de su carrera, por elaborar un cine con carga crítica a nivel social y político. De este modo, allá por 1973, trata ya la alianza de la corrupción, el poder y el dinero en Réjeanne Padovani, la historia y circunstancias personales de un contratista corrupto. Tras Gina (1975), un thriller protagonizado por una justiciera femenina al más puro estilo “Charles Bronson”, y otro poco conocido Neo Noir en forma de mini-serie televisiva de 6 episodios titulado Le crime d'Ovide Plouffe (1984), llegará su primer gran éxito internacional con la demoledora El declive del imperio americano (1986), filme que fue candidato al Oscar a la mejor película extranjera, y que recibió numerosos premios y menciones en diversos festivales internacionales. Con este trabajo, y con una fina ironía, Arcand demostró ya su maestría a la hora de ejecutar una perfecta disección de las sociedades burguesas instaladas en el confort de sus propias burbujas. En 1993, con La verdadera naturaleza del amor, Denys Arcand continuó profundizando en las relaciones personales con un fino tono de comedia y sin dejar de lado esa ironía que le caracteriza. Podría decirse que, su segunda obra maestra, Las invasiones bárbaras (2003), constituye el segundo eslabón de una trilogía que se cerraría con la actual La caída del imperio americano (2019).




Con este ciclo bajista de paulatino descenso y caída, Arcand traza una milimétrica diagonal descendente que ilustra la decadencia social y personal de las sociedades occidentales capitalistas que, tan orgullosas ellas de haberse conocido, prosiguen sus vidas cómodas y burguesas sin importarles un bledo el resto del mundo y sus problemas. 




Arcand narra y disecciona, con precisión de cirujano, las miserias vitales y morales de una sociedad en declive de la que, como también ocurre con la actual La caída del imperio americano (imperio americano en el que él, por supuesto, incluye a Canadá, muy cercana e inmersa en la cultura yanqui, a pesar de su francofonía). Entre medio de ambos títulos, Arcand, que no es un director muy prolífico, dirigió la también interesante La edad de la ignorancia (L'âge des ténèbres, 2007),  La edad de las tinieblas, si la traducimos literalmente del francés, filme que podría considerarse un posible cierre de la trilogía anteriormente indicada si no fuera por la reciente “La caída del imperio americano”, que ahonda y profundiza, aún más, en esa crítica mordaz y demoledora con la que Arcand no deja títere con cabeza. Financieros, políticos, policías...toda la sociedad, en realidad, ninguno de sus individuos, se libra de la sombra de la corrupción, la avaricia, el ansia de poder y las bajas pasiones. Ni siquiera un joven doctor en filosofía, que malvive trabajando como repartidor, y que ve la oportunidad de aprovechar un golpe de suerte que puede cambiar su vida, y lo aprovecha sin remordimientos. 




Con el thriller como esqueleto y guía conductora de la historia que se nos narra, Arcand construye una obra perfecta, una fábula caústica y demoledora, muy actual, de la que nadie sale indemne. 

Yo que ustedes no me perdería La caída del imperio americano, y correría a su cine más cercano antes de que la quiten de la cartelera. Ya se sabe que, en estos tiempos, las películas que mueven a la reflexión y hacen trabajar la mente, no son muy del favor del público y su rentabilidad comercial es dudosa. Debe ser que nuestra sociedad, nuestro particular imperio europeo, también está en claro declive. Y los bárbaros, ahí fuera, ¿frotándose las manos para preparar una nueva invasión? Me da que esto no tiene remedio y caemos en picado. Menos mal que, al menos, nos queda el séptimo arte y directores como Denys Arcand. Quizá, a fin 
de cuentas, no esté todo perdido.

GONZALO J. GONZALVO

-Aragonia-  

miércoles, 3 de abril de 2019

Nosotros (Us, 2019)**

Dir: Jordan Peele.
Int: Lupita Nyong'o, Winston Duke, Elisabeth Moss, Tim Heidecker, Shahadi Wright Joseph, Evan Alex, Yahya Abdul-Mateen II, Anna Diop, Cali Sheldon, Noelle Sheldon, Madison Curry, Ashley Mckoy, Napiera Groves, Lon Gowan, Alan Frazier,

El cine de terror vive horas bajas 

Comenzaré este artículo diciendo que sé que más de un compañero crítico (y algunos, además, son amigos), va a estar en desacuerdo conmigo, aunque , en esta ocasión, voy a coincidir más con el público (viendo sus caras y escuchando sus comentarios al salir de la proyección, ya lo decían todo). Voy a empezar jugando fuerte. Nosotros se anuncia y se vende como cine de terror. El público seguidor de este género cinematográfico (entre los cuales me encuentro) es entusiasta, se traga prácticamente todo con agrado y es, en su mayoría, (como decía Ortega y Gasset), inasequible al desaliento. Pero, últimamente, el público amante y seguidor del cine de terror está cansado. Cansado y harto de que le “estafen” vendiéndole, ya desde hace unas años (como películas de género) auténticos bodrios como la reciente EliminadoDark Web (Stephen Susco, 2018), entre otras. Afortunadamente, también hay excepciones, y en los últimos tiempos, títulos como La bruja (Robert Eggers, 2015), Babadook (Jennifer Kent, 2014) o Hereditary (Ari Aster, 2018), han sido algunos de los trabajos que me han parecido más interesantes (aunque también cuentan con sus detractores). Incluso ha habido nuevas versiones o recuperaciones muy positivas, como la última y reciente La noche de Halloween (David Gordon Green, 2018), una visión muy respetuosa del original de John Carpenter de 1978, y gran éxito de taquilla. 



Es cierto y patente, que la originalidad, calidad y nuevas ideas no abundan demasiado, aunque otras cinematografías como las asiáticas, también están ofreciendo trabajos muy recomendables, como la poética y, a la vez, apocalíptica, Tren a Busán (Yeon Sang-Ho, 2016), lo que, en cierto modo, compensa la pobre oferta mayoritaria. El problema es que, muchas de estas películas, se disfrutan en festivales especializados como el de Sitges, pero luego pocas llegan a las salas comerciales. 



Y, volviendo a Nosotros, he de decir que si tuviera que definirla, me parece una película desconcertante. Desconcertante por su indefinición en cuanto a género. Desconcertante por su absurdo guion (se supone que toda la historia se desarrolla, como máximo, en 14 minutos reales, y esto no es hacer spoiler, aunque si la han visto saben por qué digo esto). Está bien mezclar comedia con terror, pero si nos decantamos hacia ella para hacer disfrutar al público, como en el caso de la divertida Zombies Party (Una noche... de muerte) (Shaun of the Dead, de Edgar Wright, 2004), Nosotros flirtea sin tapujos con la comedia, pero cae en la trampa de ésta, pues su planteamiento “a priori” de historia seria y escalofriante, cae a menudo en escenas y situaciones que, lejos de asustar al público, le producen risa (y esto ocurre, como saben, con las películas de terror realmente malas). Por otra parte, sus ínfulas de crítica social y política, con el tema racial de por medio, (pues casi todos los personajes son de color, al igual que su director, un actor de televisión de extensa filmografía y autor de tan solo dos títulos como cineasta), se queda en un extraño limbo, pues a los blancos “malos” (los polis blancos) nunca los llegamos a ver, lo que supone (sin hacer spoiler) un fallo garrafal de guion, y los que han visto el filme saben por qué digo esto. 



Respeto la opinión de quienes hayan visto en Nosotros, una disertación sobre la dualidad (todos tenemos nuestro lado amable y oscuro), un filme de trasfondo filosófico, o un filme rompedor e innovador dentro del género de terror. Como le dije a un buen amigo, muy cinéfilo, y también compañero crítico y autor de libros y artículos de cine, quizá tuve un mal día, pero yo no he visto en Nosotros más que una ligera sombra de estas virtudes. Me gustó bastante el comienzo, quizás lo mejor de la película, pero como decía Cecil B. De Mille, “una buena película ha de comenzar como un terremoto y, de ahí, ir hacia arriba”. Y, desgraciadamente, en Us ocurre todo lo contrario. Cierto que hay ecos y referencias hacia filmes como el, para mí, estupendo, Funny Games (Michael Haneke, 1997) de Michael Haneke. Incluso algunos críticos han visto similitudes con La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers1956), de Don Siegel, para mí una de las obras maestras del fantástico de los 50. Guiños y referencias se pueden apuntar muchos (también con el cine de zombies), pero el batiburrillo de esos guiños y referencias es tan confuso y extraño que, al menos en mí, no sólo como espectador sino también como crítico de cine, me deja muy frío. Para mí, Nosotros, no deja de ser un filme de autor, pretencioso, con marchamo racial (parece ser que este director aspira a ser el “Spike Lee” del Terror), que supone su segundo trabajo como cineasta (para mí está aún muy verde y sin claridad de ideas) de un Jordan Peele al que, desde luego, daré más oportunidades, pero que, por ahora, me parece un cineasta, actor y productor absolutamente sobrevalorado. El tiempo lo dirá.

GONZALO J. GONZALVO

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-