jueves, 20 de octubre de 2022

Cerdita (2022)***

 Dir: Carlota Pereda

Int: Laura Galán, Claudia Salas, Camille Aguilar, Pilar Castro, Carmen Machi, José Pastor, Chema del Barco, Julián Valcárcel, Irene Ferreriro, Stéphanie Magnin Vella, Fernando Delgado-Hierro.


El terror slasher como vehículo de denuncia del bullying y la gordofobia

Sara es una joven que vive en un entorno rural que, durante el verano, es aún más asfixiante, pues mostrar su cuerpo solo significa tener que soportar las continuas burlas de las otras chicas del pueblo. Estas circunstancias se verán alteradas por la aparición de un desconocido. A raíz de esta llegada, algunas de sus acosadoras desaparecen. Sara sabe más de lo que dice, y tendrá que decidir entre hablar y salvar a las chicas, o no decir nada. Será el espectador quien quedará también atrapado en todas estas situaciones a nivel de reflexión. 


El germen de Cerdita es un cortometraje homónimo que la misma directora dirigió en 2018, también con 
Laura Galán como protagonista, que se llevó ese año el codiciado Goya y el premio Forqué al mejor corto. 

Cerdita es el primer largometraje en solitario en la dirección de Carlota Pereda, aunque ya había participado en La cola del diablo (2021), un largo de terror dirigido coralmente por varios cineastas. Pereda ha ejercido además como guionista de todos sus trabajos, tarea que comenzó a través de la serie Periodistas (1999-2001). Actualmente, Pereda prepara un segundo largometraje basado en Rubias (2016), otro cortometraje suyo anterior, apostando por que coseche un éxito similar a la actual adaptación de la que estamos hablando.



Cerdita tiene sus virtudes y sus defectos. Como todas las óperas primas, posee esa frescura y fuerza producto de la pasión y el entusiasmo. Además, hace gala de un humor negro impagable que utiliza para ejercer una crítica social soterrada, un retrato de la España rural del siglo XXI, que poco ha cambiado en lo sustancial respecto a aquella España en blanco y negro de los filmes de Berlanga o de Nieves Conde. En ese sentido, entronca también con el humor gore que caracteriza a cineastas patrios expertos en este humor negro cañí, como Alex de la Iglesia (La comunidad, El día de la bestia, Veneciafreniaetc.) o Santiago Aguilar y Luis Aguilar (La Cuadrilla), autores de la maravillosa Justino, un asesino de la tercera edad (1994).


En Cerdita, Pereda juega con el slasher, ese subgénero del cine de terror caracterizado por el body 
count, es decir, por una sucesión de víctimas que van componiendo el menú del asesino psicópata, aunque, en este caso, sin caer en las reglas “de libro” de este tipo de filmes. No faltan tampoco guiños a la violencia machista y a crímenes espeluznantes y mediáticos, como el cometido por “El chicle” contra la hermosa Diana Quer (los más observadores podrán cazar una secuencia clave sobre esto), aunque el tema central de Cerdita es el bullying hacia una muchacha con obesidad mórbida por parte de una cuadrilla de chicas de pueblo que se ensañan cruelmente con ella a cada instante. Tras ese bullying se esconde la extendida gordofobia de una sociedad del siglo XXI más preocupada por lo externo y por alcanzar una apariencia física perfecta que solo vemos en los anuncios de publicidad. Una obsesión por la vigorexia, por alcanzar esos cuerpos perfectos que se muestran en las redes sociales retocados con filtros que falsean la realidad incluso de los cuerpos “perfectos” de las/los modelos, objeto de deseo y de las ventas de los fabricantes. 

En cuanto a referencias, como ya apuntaba antes, el cine slasher de los 70 y 80, especialmente con guiños a La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1975), mítico filme en el que una joven Marilyn Burns acababa bañada en sangre tras intentar evitar los ganchos y demás herramientas usadas por Leatherface, un villano sanguinario y psicópata que aparece encarnado aquí por el actor Richard Holmes. 


No en vano, uno de los carteles del filme que muestra a la protagonista cubierta de dicha sustancia hemoglobínica. 

El film juega también con la difusa línea ética que separa el bien del mal, esa línea que es mucho más fácil de traspasar cuando el ser “humano” deja de lado su lado civilizado para convertirse en un animal preocupado únicamente por sobrevivir a costa de lo que haga falta. Esa línea que se puede traspasar también cuando la presión y el acoso social sobre el individuo se hacen insoportables. Es entonces cuando emerge el imparable ansia de venganza. Y es que ya se sabe, el ser humano es capaz de los mejor y, también, de lo peor.



Grandes actuaciones por parte, sobre todo, de una enorme Carmen Machi, y también buenas aportaciones de Julián Valcárcel (padre de Sara) o Pilar Castro. En cuanto a la protagonista, Laura Galán, cumple bien con su cometido, aunque sería deseable une mejor dicción en varios de los diálogos, un mal por desgracia demasiado habitual en nuestro cine. 

Poniendo todo en la balanza, Cerdita (que se presentó fuera de competición en la recién terminada edición del Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges 2022), es una película recomendable para amantes del cine de terror próximo al gore y al slasher, pero también es un filme interesante para todo tipo de público adulto o a punto de serlo, especialmente por el retrato de denuncia del bullying, una verdadera plaga de la sociedad “civilizada” del siglo XXI. Y es que, en el fondo, de civilizado, el ser humano tiene más bien poco. Por desgracia, no hay más que ver un telediario, cualquier día de la semana, para comprobarlo.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

miércoles, 12 de octubre de 2022

The Innocents / De uskyldige. (2021)****

Dir: Eskil Vogt

Int: Rakel Lenora Fløttum, Sam Ashraf, Alva Brynsmo Ramstad, Kadra Yusuf, Mina Yasmin Bremseth Asheim, Ellen Dorrit Petersen, Morten Svartveit, Marius Kolbenstvedt, Lisa Tønne, Birgit Nordby, Kim Atle Hansen, Irina Eidsvold Tøien, Nor Erik Vaagland Torgersen, Tone Grøttjord-Glenne 


Cine de terror inteligente desde la Europa del norte

De uskyldige es el título original de esta co-producción nórdica dirigida por el cineasta noruego Eskil Vogt (nacido en Oslo en 1974), y que fue co-guionista junto con Joachim Trier de la excelente La peor persona del mundo (2021). Su anterior largometraje Blind (2014) se llevó ese año el premio a mejor guion en el festival de cine independiente de Sundance y cuatro premios de la academia de cine noruego. 


The Innocents
es su título en inglés con el que también se ha estrenado en España y remite directamente, al homónimo de Jack Clayton dirigió en 1961, y que también tenía como protagonistas a unos extraños niños que vivían en una apartada mansión en el campo. Además de ésta "cita", el filme de Vogt contiene otras muchas referencias cinéfilas que los aficionados al género fantástico reconocerán con mayor o menor claridad y que voy a ir desgranando en este artículo. Pero antes, vamos a contar de qué va la historia que nos presenta este interesante director noruego. 



Cuatro niños que viven en una tranquila urbanización noruega se hacen amigos durante las vacaciones de verano y, fuera de la vista de los adultos, descubren que tienen poderes ocultos. Mientras exploran sus nuevas habilidades en los bosques y parques infantiles cercanos, su juego inocente toma un giro oscuro y comienzan a suceder cosas extrañas. 

Tal cual está el panorama del cine fantástico y de terror de los últimos años, caracterizado por el abuso de los efectos digitales e historias realmente flojas, da gusto encontrar una película que, a través del suspense y el terror psicológico, narra y atrapa al espectador con inteligencia, sin apenas efectos salvo los estrictamente necesarios.


 

Un estilo que entronca más con clásicos de los años 50, 60 y 70, y aquí es donde vamos a volver a las influencias y referentes que yo he encontrado en este interesantísimo trabajo de Eskil Vogt y que voy a pasar a desglosar. Una de ellas, en cuanto al tema de la maldad infantil en el cine, sería La mala semilla (Mervin LeRoy, 1956), protagonizada por una perfecta e inquietante Patty McCormack, aunque en The Innocents el elemento malvado estaría encarnado en un elemento masculino. La principal , y más importante, sería El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960), un más que inquietante filme, protagonizado por unos niños con poderes psíquicos, basado en una novela de John Wyndham y con guion del propio Rilla y del gran guionista Stirling Silliphant, sin duda, una obra maestra de la serie B del género fantástico que rehízo en 1995, con buen gusto y criterio, otro maestro del fantástico llamado John Carpenter. La tercera y, no menos importante, es la también obra maestra del cineasta español, recientemente fallecido, Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador titulada ¿Quién puede matar a un niño? (1976), basada en una historia de Juan José Plans y con guion del propio Serrador.


El filme de Vogt se mueve en ese terreno de la serie B de un fantástico renovado y actualizado, en el 
que el frío y aséptico ambiente nórdico ayuda al tono inquietante que domina todo el filme de principio a fin. La película engancha al espectador muy rápido, y juega con esa doble cara enternecedora, y también perversa y cruel, que poseen los niños. Su aparente fragilidad y su mundo propio, alejado del de los adultos, inmersos en los problemas y cuestiones rutinarias de su vida diaria, refuerza el universo cerrado y fantástico en el que atrapan al espectador y le hacen partícipe de todas sus peripecias. 

Vogt consigue someter, con inteligencia visual y narrativa, a un público hipnotizado, con un filme asfixiante, que mantiene el misterio sobre muchos de los interrogantes hasta el final. Sin necesidad de abusar de los efectos especiales, solo los justos, eso es lo que logra que, en ese aspecto, sea brillante y diferente a la mayoría de las propuestas actuales que se han visto en los últimos años. 

Nominado a los Oscar 2022 por su guion en la ya citada La peor persona del mundo, y tan solo dos cortometrajes y dos largos, Eskil Vogt ha escrito el guion del último filme del cineasta danés Martin Skovbjerg, un thriller que promete en el que una joven llamada Ida desaparece en Copenhage sin dejar rastro. Su novio será el principal sospechoso de la familia de la chica. 

Habrá que estar pues muy atentos pues a la trayectoria y futuros trabajos de Vogt como director y también como guionista. El género fantástico actual tiene, junto a sólidos valores como Guillermo del Toro, Ari Aster, Julia Ducournau o Robert Eggers a otro nombre más a considerar: Eskil Vogt.



GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine 

viernes, 7 de octubre de 2022

Modelo 77 (2022)***

 Dir: Alberto Rodríguez

Int: Miguel Herrán, Javier Gutiérrez, Jesús Carroza, Fernando Tejero, Xavi Sáez, Catalina Sopelana, Polo Camino, Alfonso Lara, Javier Lago, Iñigo Aranburu, Iñigo de la Iglesia, Víctor Castilla, Javier Beltrán, Julián Valcárcel, Aimar Vega, José Gabriel Campos, Daniel Mantero, Marc Pujol, Carlos Bernardino, Jordi Minguella, Xesco Palacín, José Luis Rasero, Julio Vargas, Ana Cecilia Mendes.


El subgénero carcelario con genuino sello español

El director Alberto Rodríguez mostró musculo y buenas maneras, ya en 2005, con Siete vírgenes, una historia, muy en la línea del cine quinqui de los 70, ambientada en el sur de España. Con Grupo 7 (2012) y, especialmente con la estupenda La isla mínima (2014), se metió más a fondo en el terreno del thriller y el policíaco, demostrando buen ritmo, dominio visual y unas historias con potencia (de las que también fue guionista). 

Tras El hombre de las mil caras (2016), basada en la extraña vida y muerte del espía español, que se llevó 2 Goyas de 11 nominaciones, y tras diversos cortometrajes y trabajos para series de televisión, nos llega ahora a la gran pantalla Modelo 77, de nuevo con guion suyo y de su habitual colaborador en esta labor, Rafael Cobos.


Modelo 77 nos traslada a la convulsa década española de los 70 (década que vuelve a estar muy de moda 
en el cine junto con la de los 80), una etapa marcada por las revueltas sociales, las reivindicaciones políticas y, también, por una delincuencia común que llenaba hasta los topes enormes cárceles de las grandes ciudades. Una delincuencia que creó en el cine su propio subgénero dentro del thriller: El llamado “cine quinqui”. 

En esa cárcel “Modelo”, en la Barcelona de 1977, Manuel (Miguel Herrán), un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer un desfalco, se enfrenta a una posible pena de entre diez y veinte años, un castigo desproporcionado para un delito del que además dice ser inocente. Junto a su compañero de celda, Pino (un extraordinario Javier Gutiérrez con una más que asentada carrera cinematográfica), se une a un grupo de presos comunes y políticos que se está organizando para exigir una amnistía. Se inicia entonces un “tour de force” entre presos y autoridades de la prisión por la libertad que logrará hacer tambalearse al sistema penitenciario español.


Modelo 77 no es, a mi entender, la mejor película de Rodríguez, cuya cima de calidad alcanzada de 
momento en La isla mínima, marca un listón muy alto a superar. El filme se mueve en la línea de Celda 211 (Daniel Monzón, 2009), pero aunque contiene momentos intensos, tampoco llega a alcanzar la fuerza y brillantez de ésta. A su favor juegan la buena ambientación y la atmósfera conseguida, la lograda fotografía de Alex Catalán y un elenco de actores solventes entre los que destacan las interpretaciones de Miguel Herrán, Jesús Carroza y Fernando Tejero, junto a un impecable Javier Gutiérrez, sin duda el mejor de todos.



Alberto Rodríguez se nutre de los recursos y resortes del cine carcelario, con un homenaje claro, en más 
de una secuencia, a esa obra maestra del cine francés que es La evasión / Le trou (Jacques Béquer, 1960)  para elaborar un filme de denuncia y un retrato de la convulsa sociedad de comienzos de la democracia española, con una estructura franquista todavía muy presente en las instituciones y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. 

La amistad que puede surgir dentro de una prisión entre seres atrapados unidos por el mismo deseo de recuperar la libertad, es otro de los temas recurrentes de este subgénero, el carcelario, que Alberto Rodríguez logra transmitir con solvencia a través de la relación entre Manuel (Herrán) y Pino (Javier Gutiérrez). 

España, por fortuna, a pesar de todas las dificultades que nos rodean, ha cambiado mucho desde finales de los años 70. Más de cuatro décadas en las que ha habido una evolución política, social y tecnológica que lo han convertido en un país más cercano al modelo europeo (aunque aún con evidentes diferencias a nivel económico y salarial). Por eso, filmes como Modelo 77 deben ser visionados por todo tipo de público.


Los que vivimos esas épocas, para no olvidar, y las nuevas generaciones, para asistir, descubrir y 
asombrarse de la miseria moral, social y económica que marcaba el día a día de un país hoy irreconocible. 

Porque quien olvida su historia, está condenado a repetirla. Y eso es un riesgo que no podemos asumir en la Europa del siglo XXI, aunque, por desgracia, estemos inmersos en un proceso de peligrosa involución.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de cine.