lunes, 21 de diciembre de 2020

Baby (2020)***

 Dir: Juanma Bajo Ulloa 

Int: Natalia Tena, Harriet Sansom Harris, Rosie Day, Charo López, Mafalda Carbonell, Susana Soleto, Amalia Ortells.


Una joven drogadicta embarazada (Rosie Day) da a luz en medio de una de sus crisis. Incapaz de 
ocuparse del bebé, lo vende a una matrona (Harriet Sansom Harris) dedicada al tráfico de niños. Arrepentida, la joven tratará de recuperarlo. Una sinopsis simple que no puede ni debe ocultar la riqueza simbólica que oculta este nuevo cuento oscuro de Juanma Bajo Ulloa.



Hemos recuperado una de las mejores versiones de este realizador que parecía algo perdido y ha sido mediante un cuento terrible, remedo de los narrados por los Hermanos Grimm, recopiladores de viejas historias, que gracias a ellos se convirtieron en historias adaptadas continuadamente en la literatura, el ballet o el cine. 

Juanma Bajo Ulloa ya había demostrado su capacidad para manejarse en los territorios complejos de la infancia en Alas de mariposa (1991) y La madre muerta (1993) que eran películas impactantes por su personal combinación entre dureza, sinceridad y belleza. El éxito de la parodia desproporcionada de Airbag (1997), le sentó mal a su creatividad y no volvió al largometraje hasta la fallida Frágil (2004). Luego realiza dos documentales sobre el mundo del Rock & Roll, Historia de un grupo de rock (2008), en el que los protagonistas son la banda zaragozana Distrito 14 y su líder Mariano Casanova y RockNRollers (2016), en torno al Festival Azkena Rock de Vitoria-Gasteiz, ambos con una distribución limitada y Rey gitano (2015), un nuevo intento de hacer comedia popular, que no termina de ser aceptada por el público ni la crítica.


Ahora ha logrado convencer a una buena parte de la crítica y a todos aquellos que admiren el 
riesgo creativo. Juanma Bajo Ulloa decide eliminar los diálogos casi por completo. Sus recursos son plenamente cinematográficos. Se sirve del gran poder expresivo / simbólico de las imágenes y sonidos de la propia naturaleza, de la espléndida banda sonora de Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte, de la imponente expresividad de sus actores, de la soberbia fotografía del magistral Josep Mª Civit, otro de sus habituales colaboradores y de la sobrecogedora dirección artística de Llorenç Mas.


El tema de la maternidad es el punto de partida. Bajo Ulloa inicia el relato en el contexto de un sucio naturalismo,  que pronto se transforma en un relato terrorífico y luminoso que fusiona con absoluto descaro y acierto el cuento de Caperucita Roja, los cuentos con casa encantada (con muñecas, claro) o La matanza de Texas (1974) de Tobe Hooper, entre otras referencias que seguramente incluyen visiones distorsionadas de diferentes ballets que vienen inspirándose en los cuentos clásicos, como La Bella Durmiente o El lago de los cisnes, con música de Chaikovski...


Cine en estado puro, que cree en el poder de las metáforas visuales, que confía en el espectador 
inteligente y sensible. Bienvenido sea Juanma Bajo Ulloa al limitado ranking de los realizadores españoles más personales y que todavía tienen algo que aportar al arte cinematográfico.

Roberto Sánchez.

martes, 24 de noviembre de 2020

Adam (2019)***

 Dir: Maryam Touzani

Int: Lubna Azabal, Nisrin Erradi, Douae Belkhaouda, Aziz Hattab, Hasna Tamtaoui




Abla (Lubna Azabal) regenta una humilde pastelería en su propia vivienda de Casablanca, donde vive sola con Warda (Douae Belkhaouda), su hija de 8 años. Su rutina, dictada por el trabajo y las labores domésticas, se ve un día interrumpida cuando alguien llama a su puerta. Se trata de Samia (Nisrin Erradi), una joven embarazada que busca empleo y techo. A la pequeña le atrae la recién llegada desde el primer momento, pero la madre se opone inicialmente a acoger a la extraña en su casa. Poco a poco, sin embargo, la determinación de Abla va cediendo y la llegada de Samia les abre a las tres la posibilidad de una nueva vida.



La realizadora marroquí Maryam Touzani, en su segundo largometraje, ha hecho una valiente y decidida incursión en el universo femenino del mundo musulmán. Destacan las interpretaciones de las tres protagonistas. Lubna Azabal (nacida en Bruselas en 1973, de orígenes hispano marroquíes), es una de las más competentes actrices europeas, brillante en Lejos (2001) de André Techiné, Exils (2004) de Tony Gatliff, Paradise Now (2005) de Hany Abu-Assad, Strangers (2007) de Guy Nattiv y Erez Tadmor, Red de mentiras (2008) de Ridley Scott, Incendios (2010) de Denis Villeneuve, Coriolanus (2011) de Ralph Fiennes, o en la estupenda serie La chica del tambor (2018), dirigida por Chan-wook Park; una actriz competente y "todo terreno".



 
Nisrin Erradi, nacida en Marruecos en 1989, tiene una trayectoria más corta pero está igualmente brillante y sutil asumiendo a Samia y sus problemas. Desde Jnah l'hwa (Love in the Medina, 2011) de Abdelhai Laraki, a Les portes du ciel (2019) de Mourad El Khaoudi ha intervenido en unos cuantos cortometrajes y largos.



La joven Douae Belkhaouda, empieza en el cine con esta película, pero su naturalidad y simpatía han sido muy bien aprovechados por Maryam Touzani, y creo que este equipo compuesto por muchas mujeres como las actrices protagonistas ya citadas, la directora y guionista Maryam Touzani, la fotógrafa Virginie Surdej (que firma junto a Adil Ayoub) o la editora Julie Naas, ha contribuido a dotar a la película de una mirada especialmente comprensiva con la situación que viven estas mujeres enfrentadas a la maternidad y la supervivencia en un medio que suele ser poco comprensivo con sus circustancias. 

Touzani y su equipo han sido capaces de transmitirnos a todos, con pasión, frescura y eficacia, las vidas de unas mujeres en el contexto de la cultura musulmana, con objetividad y sin maniqueísmos, o al menos eso me ha parecido a mi...

Roberto Sánchez.

Mank (2020)****

Dir: David Fincher

Int: Gary Oldman, Amanda Seyfried, Arliss Howard, Charles Dance, Tom Burke, Lily Collins, Tuppence Middleton, Tom Pelphrey, Ferdinand Kingsley, Jamie McShane, Joseph Cross, Sam Troughton, Toby Leonard Moore, Leven Rambin, Madison West, Adam Shapiro, Monika Gossmann, Paul Fox, Jessie Cohen, Amie Farrell, Alex Leontev, Stewart Skelton, Craig Robert Young, Derek Petropolis, Jaclyn Bethany, Arlo Mertz.



Biopic sobre Herman J. Mankiewicz (1897–1953), guionista de Ciudadano Kane, que repasa el proceso de rodaje de la obra maestra de Orson Welles, estrenada en 1941. La película toma como base un guion escrito por Jack Fincher, padre de David Fincher, antes de morir en 2003. Jack nunca destacó como guionista, pero sí fue un considerado escritor y ensayista. 

Esta película, además de enseñarnos quien era Mank y cómo se gestó su Ciudadano Kane (el de Welles), es un sentido homenaje a la indudable habilidad de Fincher padre como dialoguista, característica compartida con el mayor de los Mankiewicz y recuerden que Joseph L., el menor, dirigió algunas obras maestras como Carta a tres esposas (1949), Eva al desnudo (1950) o Cleopatra (1963).



Herman J. Mankiewicz o Mank, si prefieren llamarlo así, fue un reputado guionista al servicio de Hollywood en activo desde 1926 y cuyos escritos (guiones, intertítulos de las películas silentes, adaptaciones e historias) han sido el fundamento de más de 90 títulos hasta la actualidad. En muchos casos fue la pieza clave de los equipos de guionistas que trabajaban en las poderosas factorías de sueños de la etapa dorada de Hollywood. 



Destacan, todavía dentro del periodo silente, La sangre manda (The Road to Mandalay, 1926) de Tod Browning (con Browning y Joseph Farnham), La reina de la moda (1927) de Dorothy Arzner (con Jules Furthman y Percy Heath, adaptando la obra teatral de Paul Armmond y Leopold Marchand), La ciudad del mal (The City Gone Wild, 1927) de James Cruze (con Jules y Charles Furthman), Joaquín Murrieta (The Gay Defender, 1927) de Gregory La Cava (títulos), La última orden (1928) de Joseph von Sternberg (una historia de Lajos Biró y Joseph von Sternberg), Avalancha (1928) de Otto Brower (adaptando a Zane Grey); y ya incluyendo sonido con El hombre que yo amo (1929) de William A. Wellman, Cena a las ocho (1933) de George Cukor (con Frances Marion), En este mundo traidor (It's a Wonderful World, 1939) de  W.S. Van Dyke (historia de Ben Hetch), El orgullo de los Yanquis (1942) de Sam Wood (con Jo Swerling), Luz en el alma (Christmas Holiday, 1944) de Robert Siodmak (adapta la novela de  W. Somerset Maugham), Los piratas del mar Caribe (The Spanish Main, 1945) de Frank Borzage (con George Worthing Yates), Un secreto de mujer (1949) de Nicholas Ray (adapta la novela de Vicki Baum); y a veces sabemos que fue decisivo su papel, aunque no figurara en los créditos finales, como en San Francisco (1936) de W. S. Van Dyke o El mago de Oz (1939) de Victor Fleming (George Cukor y King Vidor).



Fincher nos permite, de la mano de Mank (Gary Oldman), meternos en los Estudios de la Metro, conocer cómo eran y actuaban Louis B. Mayer (Arliss Howard), Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley), David O. Selznick (Toby Leonard Moore), Orson Welles (Tom Burke), Marion Davis (Amanda Seyfried), William Randolph Hearst (Charles Dance), o su hermano Joseph L. Mankiewicz (Tom Pelphrey).


David Fincher rueda en un luminoso blanco y negro, con dirección de foto de Erik Messerschmidt, rastreando con habilidad 
todos aquellos escenarios y situaciones que seguramente inspiraron a Mank y contribuyeron a construir la espléndida historia del Ciudadano Kane / William Randolph Hearst. Mank es mostrado como alguien muy cercano a Hearst y a su "protegida" Marion Davies. La relación con su esposa Sara (Tuppence Middleton), con su hermano Joseph, con los otros guionistas y escritores de los estudios, con los magnates de la industria, mediante unos diálogos chispeantes y sólidos, quizás de los mejores del Hollywood reciente, nos permiten entender su situación de alcohólico autodestructivo pero que da su "do de pecho" en la que resultó ser, con la intervención de Welles, una de las obras cinematográficas más importantes de la historia del cine.




Hay momentos brillantes en las que Mank, el guionista, el inventor de historias, comienza, en la doble ficción que plantea este film a comparar/se con Don Quijote, con Cervantes y a ver en Marion Davis a una especial Dulcinea. Sabemos bien que Welles tenía cierta obsesión con la obra de Cervantes y que no pudo culminarla, dejando un Quijote sin terminar, que no pudimos ver hasta 1992, en un montaje y reconstrucción de Jesús Franco. 

Es posible que esta película solo entusiasme a los más cinéfilos, es posible que a pesar de partir como una de las grandes favoritos en la carrera de los Óscars no gane ninguno, pero a esos (a los cinéfilos) les entusiasmará sumergirse en un viaje en el tiempo en el que descubrir algunas de las claves de Citizen Kane, quizás la mejor de la historia de un arte que con realizadores como David Fincher, el director de algunas películas ya míticas del nuevo Hollywood como Seven (1995), El club de la lucha (1999) o Zodiac (2007) quiere seguir vinculado al vértigo de la creación más pura, en un complejo equilibrio entre lo comercial y el arte... 

Roberto Sánchez

sábado, 7 de noviembre de 2020

La voz humana (2020)***

 Dir: Pedro Almodóvar

Int: Tilda Swinton


Una mujer pasa el tiempo mirando las maletas de su ex-amante, que la ha abandonado para contraer matrimonio con otra mujer. Durante tres días, la mujer sólo ha salido a la calle una vez: para comprar un hacha y una lata de gasolina. Adaptación libre, pero muy respetuosa, del monólogo teatral homónimo de Jean Cocteau. 

¿Por qué Almodóvar escoge esta obra para realizar su primera película en inglés?


Jean Cocteau (1889–1963) fue poeta, novelista, dramaturgo, pintor, ocultista, diseñador, crítico y cineasta. 
Este francés fue una de las figuras claves para entender las vanguardias artísticas y su desarrollo en todos los campos de expresión. En el cine, dirigió unas cuantas películas que dieron muestras de cómo el surrealismo podía también transformarse en celuloide: La sangre de un poeta (1930), La bella y la bestia (1946), El águila de dos cabezas (1948), Los padres terribles (1948), Orfeo (1950), Coriolan (1950), 8 X 8: A Chess Sonata in 8 Movements (1955), o El testamento de Orfeo (1960). Todas ponen de manifiesto que este polifacético creador encontró en el cine un medio adecuado a sus necesidades expresivas; aunque nunca abandonara la escritura de novelas, teatro, libretos operísticos, la pintura y el dibujo; y siempre comandadas por el alma de un poeta. 



Quizás esa sea una de las razones de Almodóvar para experimentar en este trabajo que parece equidistante entre las soluciones teatrales y las cinematográficas; apostando por una puesta en escena que recuerda también a Bertolt Brecht o más directamente al film Dogville (2003) del danés Lars von Trier. 



La voz humana (cuyo título original en francés es La Voix humaine) es una obra de teatro de 1930  y una ópera ("tragedia lírica"), de 1958, en un acto para un solo personaje, con música de Francis Poulenc y libreto escrito por el mismo Cocteau. Ya había sido convertida en cine en Voce umana (2014) del suizo Edoardo Ponti, otro cortometraje, en este caso protagonizado por Sophia Loren. Antes, en 1966, The Human Voice, una producción televisiva dirigida por Ted Kotcheff, dio la oportunidad de lucirse en este apasionante monólogo a Ingrid Bergman.



Seguramente, trabajar con Tilda Swinton fue otra de las motivaciones. Esta actriz inglesa, de aspecto andrógino, y brillantes cualidades interpretativas podía afrontar con éxito a este personaje, quizás un alter ego del propio Cocteau..., con el que Pedro Almodóvar también sienta cierta identificación como creador. No estoy seguro de que quisiera construir un largometraje, pero lo cierto es que los tiempos de la COVID le han podido motivar a dejar esta interpretación de la obra de Cocteau en media hora. 

La carrera en el cine de Pedro Almodóvar se inició con una serie de 13 cortometrajes, que va de Dos putas, o historia de amor que termina en boda (1974) a Salomé (1978), más adelante realizó dos metrajes cortos mejor o peor encajados en otras historias largas, como la secuencia onírica con Fele Martínez y Paz Vega (en blanco y negro) de Hable con ella (2002) o la titulada La concejala antropófaga (2009), un spin off del largo Los abrazos rotos (2009), y que también es un monólogo, en este caso de Carmen Machi.



Lo más valioso de la visión de Almodóvar de la obra de Cocteau es otorgar a la mujer la capacidad para superar su amor pasional, y dar pasos importantes para ir más allá de la dependencia, del enganche, a un sentimiento que podría suponer su autodestrucción. 



Que se exhiba en las salas de cine de forma independiente, es todo un capricho que sólo puede permitirse un realizador con el prestigio de Pedro Almodóvar. El formato corto permite experimentar, probar formas que no le son habituales y el resultado, sin apasionar, logra crear un estilo híbrido (teatro-cine), capaz de mostrar y sugerir mediante el expresivo tratamiento del color a cargo del maestro José Luis Alcaine, la ajustada banda sonora de Alberto Iglesias, la soberbia interpretación de Tilda Swinton, y la sobria puesta en escena de Almodóvar, dan como resultado una película (corta) más que recomendable.

Roberto Sánchez 

lunes, 26 de octubre de 2020

Akelarre (2020)***

 Dirección: Pablo Agüero

Int: Amaia Aberasturi, Àlex Brendemühl, Daniel Fanego, Daniel Chamorro, Iñigo de la Iglesia, Yune Nogueiras, Asier Oruesagasti,  Elena Uriz, Garazi Urkola, Jone Laspiur, Irati Saez de Urabain, Lorea Ibarra. 



Pablo Agüero es un director de cine argentino, nacido en 1977, tiene en su haber 3 largometrajes de ficción, entre los que destacó Eva no duerme (2015), con la inquietante presencia de Evita Perón, mucho más allá de la vida, un documental titulado Madres de los dioses (2015), no menos inquietante, y dos cortometrajes.



Existe otra apreciable película del mismo título, filmada en 1984 por Pedro Olea que también se ambientaba en el siglo XVII y en el contexto "brujeril", pero durante las persecuciones bien documentadas que tuvieron lugar en algunos lugares del Pirineo navarro (Zugarramurdi, etc...). También aquí tenemos a inquisidores persiguiendo y torturando a unas jóvenes, supuestamente brujas, pero en las regiones costeras del País Vasco, en 1609. Los hombres de la región se han ido a la mar. Ana (Amaia Aberasturi) participa en una fiesta en el bosque con otras chicas de la aldea. El juez Rostegui (Àlex Brendemühl), encomendado por el Rey para purificar la región, las arresta y acusa de brujería. Decide hacer lo necesario para que confiesen lo que saben sobre el akelarre, ceremonia mágica durante la cual supuestamente el Diablo inicia a sus servidoras y se aparea con ellas.



Los guionistas (Pablo Agüero y Katell Guillou) le dan un giro bastante personal a la trama, con unas jóvenes muy 
dinámicas y sabedoras de su potencial morboso, para intentar encandilar al libidinoso juez Rostegui y así librarse de las bestiales torturas que están empezando a sufrir para conseguir sus confesiones y que desvelen su participación en ese supuesto akelarre y su fidelidad a los cultos satánicos.


El tratamiento visual, firmado por Javier Agirre, que ya dejó un trabajo excelente en La trinchera infinita (2019) y 
Handia (2017), creo que ha tenido muy en cuenta el de Jarin Blaschke en La bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra (2015) de Robert Eggers (reciente tienen igualmente su trabajo en El  faro de 2019). Luces y sombras muy vivos, a veces festivos, dionisíacos; otras tétricos, cercanos a los parámetros del cine de terror. Todo resulta extraño y sugerente al mismo tiempo, si a todo lo dicho unimos el trabajo de los actores, con frescas y arriesgadas interpretaciones, cercanas a la improvisación y alejadas de la obsesiva reconstrucción de época, lo que los convierte en poderosos símbolos de dos mundos opuestos: el de la "libertad" natural de las supuestas jóvenes brujas, frente a la represión del "estado y la iglesia católica", autoritarios e hipócritas.


El resultado es sorprendentemente fresco. Decídanse a entrar en a este nuevo Akelarre...


Roberto Sánchez.

martes, 20 de octubre de 2020

Rifkin's Festival (2020)***

 Dir: Woody Allen

Int: Gina Gershon, Wallace Shawn, Elena Anaya, Louis Garrel, Christoph Waltz, Steve Guttenberg, Sergi López, Damian Chapa, Georgina Amorós, Yan Tual, Douglas McGrath, Bobby Slayton, Andrea Trepat, Enrique Arce, Ben Temple, Luz Cipriota, Karina Kolokolchykova, Elena Sanz, Manu Fullola, Nathalie Poza, Isabel García Lorca, Ken Appledorn, Rick Zingale, Godeliv Van den Brandt, Natalia Dicenta, Stephanie Figueira, Nick Devlin, Yuri D. Brown, John Sehil.



Eterno Woody. Eros y Tánatos.

Sí, lo reconozco, hablar sobre Woody Allen y su cine puede resultar ocioso y además todos los que nos atrevemos a decir algo sobre ello acabamos repitiendo las mismas frases hechas sobre su inalterable calidad, presente incluso en sus películas más recientes que parecen simplemente alimenticias...Y, claro, hay que precisar que por tópicas que resulten  son ciertas casi todas las aseveraciones sobre la calidad media de los productos de un maestro consagrado como Woody.


 Allen que, recuerden, nació un 1 de diciembre de 1935 en Brooklyn (New York City, New York, USA). Desde los años 50 está muy activo en el mundo del espectáculo, es un reconocido guionista en series y programas de humor para la televisión. En los años sesenta da el salto al cine y pronto escribe sus propios guiones, realiza y protagoniza sus películas.

Sorprende su fidelidad y constancia. Su cine, sus temáticas y obsesiones siempre están presentes y también su sincera admiración por algunos maestros que venera, aunque se permita ciertas licencias satírico-irónicas con ellos, sobre todo ahora en esta etapa final, al citar a Ingmar Bergaman, Federico Fellini, Fritz Lang, Luis Buñuel, y tantos otros...Woody Allen es sin duda un profundo conocedor del cine, pero que en más de una ocasión ha sido capaz de ofrecernos obras maestras sin necesidad de citar a otro que no fuera a si mismo. 

Creo que cada cinéfilo tiene sus favoritas, pero yo voy a recordarles y a pedirles (si no lo han hecho ya) que recuperen las que me parecen imprescindibles: Annie Hall (1977), Interiores (1978), Manhattan (1979), Zelig (1983), La rosa púrpura de El Cairo (1985), Otra mujer (1988), Delitos y faltas (1989), Balas sobre Broadway (1994), Match Point (2005), Cassandra's Dream (2007), Blue Jasmine (2013). 


Rifkin´s Festival sería una de sus películas más flojas, esas que están condicionadas por la supervivencia y el "exilio" 
más o menos forzado de un Hollywood que por otro lado nunca lo quiso demasiado. Pero en medio del condicionado homenaje a la ciudad del prestigioso Festival que otorga las Conchas de Oro, Allen se las arregla, mediante su alter ego (Mort Rifkin), para hablarnos sobre eternos temas como el amor y la muerte (ese Eros y Tánatos freudiano que tanto interesó a Don Luis).


Narra la historia de Mort Rifkin (Wallace Shawn), profesor de historia del cine, y Sue (Gina Gershon), relaciones públicas 
que está trabajando en el Festival de Cine. Es un matrimonio estadounidense que acude a San Sebastián. La pareja queda prendada del festival, así como de la belleza y encanto de España y la fantasía del mundo del cine. Ella tiene un affaire con Philippe (Louis Garrel), brillante director de cine francés y él se enamora de Jo Rojas (Elena Anaya) una bella doctora española residente en la ciudad. 


Allen se las arregla para enlazar esas historias de amor y desamor, con recuerdos y sueños cinéfilos que son un divertido 
reto (y homenaje) para identificar en sus recreaciones a algunas de las películas de algunos de sus cineastas de cabecera y creo que de la mayoría de los fieles al mejor cine y a su historia. Por supuesto, todo sucede en una bella ciudad fotografiada por el italiano Vittorio Storaro, otro ilustre cineasta, que aporta su plasticidad, en este caso intencionadamente "embellecedora" al estilo del spot publicitario. 

Vamos, que debemos concluir con uno de esos tópicos ya ineludiblemente enlazados a la carrera de Allen, una de sus películas más flojas sigue siendo mejor que la mediocridad habitual del cine que se estrena en salas.

Roberto Sánchez.

Corpus Christi (Boze Cialo, 2019)****

 Dir: Jan Komasa

Int: Bartosz Bielenia, Eliza Rycembel, Aleksandra Konieczna, Tomasz Zietek, Leszek Lichota, Lukasz Simlat, Barbara Kurzaj, Zdzislaw Wardejn 


Con cierto retraso (Pandemia impera) nos ha llegado a Zaragoza el tercer largometraje de ficción del director 
polaco Jan Komasa, nacido en Poznan en 1981. De los trabajos anteriores, sólo conocía la exuberante Varsovia 1944 (Miasto 1944, 2014), una de las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y la guerra en el entorno urbano más impactantes que he visto y que aprovecho para recomendarles. Ya tiene terminada otra atractiva parábola con jóvenes, internet (la realidad virtual y el marketing) y violencia naturalista que se titula Hater (2020) y que espero llegue a las salas...



Ahora, Komasa parte de un guion de Mateusz Pacewicz, habitual colaborador y nos narra, inspirándose 
parcialmente en sucesos reales, la historia de Daniel (Bartosz Bielenia), de 20 años de edad, quien experimenta una transformación espiritual mientras vive en un Centro de Detención Juvenil. Quiere ser sacerdote, pero esto es imposible debido a sus antecedentes penales. Es enviado a trabajar a un taller de carpintería en una pequeña localidad, y a su llegada se hace pasar por sacerdote y se hace cargo accidentalmente de la parroquia local. La llegada del joven y carismático predicador es una oportunidad para que la comunidad local comience el proceso de sanación, no exenta de tensiones, tras una tragedia ocurrida en esa pequeña población.



Todos los aspectos en el film funcionan como un perfecto mecanismo de relojería. La soberbia interpretación del joven Bartosz Bielenia, nos arrastra por su particular pasión, desde el infierno del correccional hasta el aparentemente idílico pueblo del que se convierte en párroco de un modo casual, pero muy deseado por un este joven que parece tocado a partes iguales por el bien y el mal, quizás como todos los humanos... La fotografía de grises dominantes de Piotr Sobocinski Jr. que tuvo un excelente modelo en su padre, uno de los más grandes fotógrafos de cine recientes, que trabajó, entre otros, con Krzysztof Kieslowski en la serie El decálogo (1989) y en Tres colores: Rojo (1994) y en todo el mundo, dejando la impronta de su dominio del color o de su ausencia, la inquietante banda sonora de los rusos Evgeni y Sacha Galperine, contribuyen a generar una atmósfera que oscila entre el misticismo y un descarnado naturalismo.


En la película, que transcurre como un electrizante suspiro, no se rehuyen temas complejos como la culpa, el 
perdón, el estigma del pecado mortal, las tentaciones del poder, el intento de redención y el sacrificio. Hasta dónde podemos entregarnos a cualquier fe religiosa, hasta dónde podemos suspender nuestro raciocinio para creer en un ciego perdón o en la salvación...



Sí, es cine religioso (mejor sería decir sobre la religión y su papel en este mundo), en el sentido más noble. No pretende evangelizar, no pretende ser dogmático, sino mostrar (y con mucha valentía) el terrible mundo en el que intentamos sobrevivir, lleno de hipocresías, mentiras y una violencia unas veces latente y otras explícita y terrible.  

Una película soberbia, una de esas, que en mi caso, me permiten tener siguiendo fe en el cine como medio de expresión artística. Un cine pensado y elaborado por jóvenes cineastas que además es capaz de construir relatos llenos de dinamismo y sentido. Creo que no le sobra un solo plano a esta brillante obra cinematográfica que espero y deseo no pase desapercibida.


No parece casual que estuviera entre las nominadas como mejor película de habla no inglesa en la pasada 
edición de los Oscars y habla alto y claro sobre una cinematografía, la polaca, con un futuro evidente y un grupo de cineastas competentes. A muchos, en sus etapas de formación, ya los hemos disfrutado en sus cortometrajes, habituales visitantes del Festival Internacional de Cine de Huesca, dónde siempre llaman la atención por su calidad.



Roberto Sánchez 

jueves, 15 de octubre de 2020

Falling (2020)****

 Dir: Viggo Mortensen

Int: Lance Henriksen, Viggo Mortensen, Terry Chen, Sverrir Gudnason, Hannah Gross, Laura Linney, David Cronenberg, Bo Martyn, Ella Jonas Farlinger, Etienne Kellici, Carina Battrick, William Healy, Bracken Burns, Taylor Belle Puterman, Gabby Velis, Grady McKenzie, Piers Bijvoet, Ava Kozelj, Noah Davis.



Cayendo por la pendiente de la vida 

John Petersen (Viggo Mortensen) vive con su novio Eric (Terry Chen) y la hija adoptiva de ambos, Mónica (Hannah Gross), en el sur de California. Su padre, Willis (Lance Henriksen / Sverrir Gudnason) un granjero huraño y conservador, ya de avanzada edad y que vive solo, decide viajar a Los Ángeles y quedarse en casa de John mientras busca el lugar idóneo para retirarse.

Viggo Mortensen inicia la senda trazada, años atrás, por actores que decidieron convertirse también en cineastas. Entre ellos, ejemplos como Paul Newman, Robert Redford o, quizá el ejemplo más brillante y significativo, Clint Eastwood. No cabe duda de que, cuando un actor ha trabajado durante años a las órdenes de cineastas de alto nivel artístico y técnico (en el caso de Viggo, lo ha hecho con directores de la talla de Brian De Palma, Ridley y Tony Scott, Agustín Díaz Yanes, Peter Jackson o David Cronenberg), acaba aprendiendo mucho de cine si es lo suficientemente observador y aplicado. Por otra parte, siempre existe la tentación de ponerse detrás de la cámara para el que que siempre está delante de esa lente escrutadora que todo lo firma. En el caso de Mortensen, actor de mediana edad pero con una ya dilatada carrera a sus espaldas, parecen haberse dado con acierto todas estas circunstancias. Con acierto y gran sensibilidad, el protagonista de filmes como Gimlet (1995) de José Luis Acosta, Una historia de violencia (2005) y Promesas del este (2007), dos de las mejores propuestas de David Cronenberg, o de haber sido un sutil Aragorn en la trilogía de El señor de los anillos, ha sabido narrar una historia familiar dura y hermosa al mismo tiempo, con una técnica que combina muy bien el flasback y el fashforward, así como los planos y secuencias encadenadas, logrando con ello además una gran belleza, a nivel estético, con la ayuda de la maravillosa fotografía de Marcel Zyskind.



A nivel interpretativo, destacar el sobresaliente y sobrecogedor trabajo de Lance Henriksen, veteranísimo actor de amplia y variada filmografía, que logra componer un retrato preciso y complejo en matices de la figura del padre del protagonista, apoyado en los flasbacks, y en el también estupendo trabajo del actor sueco Sverrir Gudnason. El propio Mortensen, tras su reciente nominación al Oscar en 2019 al mejor actor por Green Book (Peter Farrelly, 2018), realiza también un sobresaliente trabajo como el sufrido primogénito de ese padre autoritario y reaccionario que recuerda, en algunos aspectos, al Walt Kowalsky de Gran Torino (2008), encarnado por Clint Eastwood, y al también racista y deleznable Buck Grotowski de Monste´s Ball (Marc Forster, 2001), encarnado por el, también veterano, Peter Boyle.


Con el Alzheimer y los problemas familiares que conlleva esta terrible enfermedad como hilo conductor, el perdón, la culpa y la redención (temas también favoritos del Eastwood director) son los pilares temáticos fundamentales de una historia tan dura como hermosa que, sin duda, merece la pena verse en pantalla grande y, a ser posible, en V.O.S.E. 


Como curiosidad añadida, el cameo que Mortensen ofrece al gran director David Cronenberg en una secuencia médica. 

Falling es una caída a los infiernos personales, un análisis descarnado de una historia familiar dura en la que Viggo Mortensen se ha desnudado como director y como actor, y la dedicatoria final a sus hermanos, es más que posible que esconda algunas inspiraciones autobiográficas y personales. Sin duda, un gran trabajo cinematográfico que huye de la sensiblería, honesto y sobrio. A partir de ahora, al protagonista de El señor de los anillos habrá que seguirle la pista de cerca como cineasta. Enhorabuena señor Mortensen.


GONZALO J. GONZALVO.

domingo, 4 de octubre de 2020

Tommaso (2019)**

 Dir: Abel Ferrara

Int: Willem Dafoe, Cristina Chiriac, Anna Ferrara, Stella Mastrantonio, Lorenzo Piazzoni, Alessandro Prato, Alessandra Scarci.




Los demonios personales del artista

Dentro de una extraña y abigarrada cartelera, que combina películas de estreno con otras anteriores y, a la espera de una mayor normalización de la situación que vivimos, el llamado “cine de autor” intenta sobrevivir a través de cineastas como Abel Ferrara, uno de los pocos “enfant terrible” del cine norteamericano independiente que quedan en activo. De su mano y, a la espera del estreno de Siberia (trabajo sobre el que hay algunos guiños en esta película), Ferrara escribe y firma este Tommaso rodado en Italia, país en el que actualmente vive el cineasta con su nueva familia (más que curiosa la coincidencia de que exista otro filme italiano de idéntico título, realizado en 2016 por Kim Rossi Stuart, más conocido como actor, y que centra su temática en el fracaso de las relaciones de pareja).



Abel Ferrara, cineasta neoyorquino nacido en el Bronx, descendiente de inmigrantes italianos, realiza allá por 1979 un filme rompedor de bajo presupuesto titulado The Driller Killer (KIller: El asesino del taladro). Son curiosas las coincidencias entre este film de sus raíces y Tommaso, pues en ambas tenemos como protagonista a un artista con serios problemas para controlarse que caerá en la locura y la violencia. Lógicamente, entre ambas existe un abismo, sobre todo a nivel formal, puesto que en 1979, Ferrara era un joven cineasta iconoclasta que no llegaba a los treinta, mientras que ahora está a punto de cumplir los setenta. 

Lejos de Tommaso queda el Abel Ferrara de los noventa, prodigiosa década del director neoyorquino en la que nos entregó, para mí, obras casi maestras, como El rey de Nueva York (1990), Teniente corrupto (1992), The Addiction(1995) o El funeral (1996). A partir de ahí y, tras el fracaso comercial de Blackout (Blackout: Oculto en la memoria, 1997), un thriller que intentaba jugar con el tirón de la entonces, famosa modelo, Claudia Schiffer. En todas esas obras, y en otras menores de Ferrara, hay una serie de temas troncales a los que el cineasta regresa de manera recurrente, y que marcan, en buena medida también, su vida personal: las adicciones al alcohol, las drogas y el sexo; los demonios y fantasmas personales del artista o creador; la soledad, la violencia, el aislamiento mental del artista siempre enfrentado a la realidad convencional. En los últimos tiempos, Ferrara sin embargo, parece haber caído en una auto-complacencia formal y en los lugares comunes que debe superar un realizador que intenta plasmar en la pantalla un “cine de autor” rebelde y crítico con la realidad y la sociedad. Una pomposidad muy alejada de la frescura, vitalidad y fuerza de sus trabajos de las décadas 80 y 90.



El actor Willem Dafoe (amigo personal del director), un camaleón en plena madurez interpretativa capaz de enfrentarse a cualquier tipo de papeles, es el pilar fundamental sobre el que se sustenta este extraño filme, a camino entre un documental sobre la vida de un guionista y profesor teatral y la parte artística-metafórica de las obsesiones mentales y demonios personales de dicho creador que, en el fondo, no es otro que el propio Abel Ferrara escondido tras las facciones y la mirada enigmática de Dafoe, inmenso en su anterior trabajo en El faro (2019) de Robbert Eggers. 

De una narrativa confusa para la mayoría de los espectadores que decidan adentrarse en esta personal bajada a los infiernos de Ferrara, y de una pretenciosidad formal que aporta poco más que ese sello de “cine de autor” que crearon los cineastas de la “nouvelle vague”, Tommaso parece un filme como esos de súper 8 con los que Ferrara comenzó, pero para proyectar en su salón para solaz de familia e íntimos amigos, pues la moldava de 29 años Cristina Chiriac, su actual joven mujer (que carece de carrera como actriz..., de momento), y su pequeña niña Anne Ferrara, son los otros protagonistas del filme.



Es una pena que un cineasta que nos entregó obras de una fuerza e intensidad tremendas, como las ya citadas anteriormente, haya terminado en una auto-complacencia formal y temática que, si nada lo remedia, proseguirá con su Siberia, filme con un Willem Dafoe perdido entre la nieve y las cumbres de la creatividad..., tan perdido como el propio Ferrara.


GONZALO J. GONZALVO

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Pinocho (Pinocchio, 2019)***

 Dir: Matteo Garrone

Int: Federico Ielapi, Roberto Benigni, Gigi Proietti, Rocco Papaleo, Massimo Ceccherini, Marine Vacth, Paolo Graziosi, Marcello Fonte, Teco Celio, Davide Marotta, Gianfranco Gallo, Massimiliano Gallo, Alida Baldari Calabria, Maurizio Lombardi, Alessio Di Domenicantonio, Nino Scardina, Maria Pia Timo, Enzo Vetrano.

Eterno Pinocchio

El conocido relato del periodista y escritor italiano Carlo Collodi (Carlo Lorenzo Filippo Giovanni Lorenzini, 
1826-1890) fue publicado por primera vez entre 1882 y 1883. Ha tenido mucho éxito en la pantalla grande. Sólo por curiosidad les recuerdo un puñado de ellas. La más antigua que he localizado se tituló en España, Piñoncito, aventuras de un títere (Pinocchio, 1911) de Giulio Antamoro; luego damos un salto hasta Pinocchio (1957) de Paul Bogart, pensada para la televisión y protagonizada por Mickey Rooney. 



En el campo del cine de animación sería Disney quien marcaría la pauta con Pinocho (1940) (en su equipo de dirección participaron Norman Ferguson, T. Hee, Wilfred Jackson, Jack Kinney, Hamilton Luske, Bill Roberts y Ben Sharpsteen, los mejores de la Compañía en aquella época), que todavía recordamos la mayoría como si fuera la versión canónica; luego se han ido sumando otras adaptaciones "animadas" como la italiana Las fantasias de Pinocho (1971) de Giuliano Cenci, Pinocho y el emperador de la noche (1987) de Hal Sutherland, P3K: Pinocho 3000 (2004) de Daniel Robichaud, con toques de ciencia ficción, Pinocchio (2012) de Enzo D´Alò, de nuevo desde Italia y pendiente de estreno el Pinocchio (2021) de Guillermo del Toro y Mark Gustafson.


 Con personajes reales y con diversas interpretaciones tenemos Las aventuras eróticas de Pinocho (Pinocchio, 1971) de Corey Allen; o apostando por el terror, el sexo y el punk en 964 Pinocchio (1991) del japonés Shozin Fukui, o solo desde el género del terror (con regusto de serie B) en La venganza de Pinocho (1996) de Kevin Tenney. Con poca fortuna crítica (y también un limitado éxito de público) se volvió a ver a los personajes de Collodi en Pinocho, la leyenda (1996) de Steve Barron, Pinocho y Geppetto (1999) de Michael Anderson y en el Pinocchio (2002) de Roberto Benigni, que incorporó además a un Pinocho algo crecidito y ahora en la versión de Garrone es un magnífico Geppetto.


El italiano Matteo Garrone es quien se ha interesado por las aventuras de Pinocho, un director que ha demostrado su 
amplia y variada mirada en magníficos filmes como Gomorra (2008), El cuento de los cuentos (2015) o Dogman (2018). 


Por un lado, su versión profundiza en algunas cuestiones sociales y por otro enfatiza el hecho de que esta fábula es más 
compleja de lo que parece. Ni siquiera la producción de Disney, con su habitual sensiblería pudo ocultar la dureza de algunas de las metáforas que planteaba este cuento concebido por un escritor y periodista del siglo XIX que nunca ocultó su filiación masónica, convencido de que quería llegar más allá del potencial público infantil. Garrone, junto a su coguionista Massimo Ceccherini, sobre todo en la primera parte del filme, no rehuyen el retrato de la situación de pobreza en la que viven sus personajes, cercano a un descarnado naturalismo que vimos también en Gomorra y Dogman; y mantiene el pulso a la fantasía, como ya hiciera en El cuento de los cuentos.


Garrone demuestra ser un director competente, capaz de mantenerse firme en sus convicciones, no importando el género. 
Este Pinocchio es para todos los públicos de verdad. No se trata de un producto exclusivo para los más jóvenes, aunque los mayores tendrán que superar el recuerdo de la vieja versión de Disney que ha venido imponiendo una iconografía y un modo de ser a las situaciones y personajes demasiado cercanas a la ensoñación y el típico buenismo de esta factoría. Ahora, Pinocchio es un joven demasiado caprichoso e insufrible, como si fuera de carne y hueso (aunque esta condición tardará en ganársela), que se mete en situaciones poco favorables por su inocencia pero también por un cierto egoísmo (por cierto, también un rasgo psicológico muy humano). Cuando llegamos al terreno de la fantasía, el registro de Garrone se aproxima al género de terror, sin perder el aire de fábula moralizante, que quizás siga siendo útil en este siglo XXI, que parece inevitablemente marcado por la Pandemia. Quizás los mensajes ejemplarizantes con relación a cómo debemos llevar nuestras vidas (como individuos y colectivo) sigan siendo válidos en esta extraña situación...




Roberto Sánchez.