miércoles, 30 de septiembre de 2020

Pinocho (Pinocchio, 2019)***

 Dir: Matteo Garrone

Int: Federico Ielapi, Roberto Benigni, Gigi Proietti, Rocco Papaleo, Massimo Ceccherini, Marine Vacth, Paolo Graziosi, Marcello Fonte, Teco Celio, Davide Marotta, Gianfranco Gallo, Massimiliano Gallo, Alida Baldari Calabria, Maurizio Lombardi, Alessio Di Domenicantonio, Nino Scardina, Maria Pia Timo, Enzo Vetrano.

Eterno Pinocchio

El conocido relato del periodista y escritor italiano Carlo Collodi (Carlo Lorenzo Filippo Giovanni Lorenzini, 
1826-1890) fue publicado por primera vez entre 1882 y 1883. Ha tenido mucho éxito en la pantalla grande. Sólo por curiosidad les recuerdo un puñado de ellas. La más antigua que he localizado se tituló en España, Piñoncito, aventuras de un títere (Pinocchio, 1911) de Giulio Antamoro; luego damos un salto hasta Pinocchio (1957) de Paul Bogart, pensada para la televisión y protagonizada por Mickey Rooney. 



En el campo del cine de animación sería Disney quien marcaría la pauta con Pinocho (1940) (en su equipo de dirección participaron Norman Ferguson, T. Hee, Wilfred Jackson, Jack Kinney, Hamilton Luske, Bill Roberts y Ben Sharpsteen, los mejores de la Compañía en aquella época), que todavía recordamos la mayoría como si fuera la versión canónica; luego se han ido sumando otras adaptaciones "animadas" como la italiana Las fantasias de Pinocho (1971) de Giuliano Cenci, Pinocho y el emperador de la noche (1987) de Hal Sutherland, P3K: Pinocho 3000 (2004) de Daniel Robichaud, con toques de ciencia ficción, Pinocchio (2012) de Enzo D´Alò, de nuevo desde Italia y pendiente de estreno el Pinocchio (2021) de Guillermo del Toro y Mark Gustafson.


 Con personajes reales y con diversas interpretaciones tenemos Las aventuras eróticas de Pinocho (Pinocchio, 1971) de Corey Allen; o apostando por el terror, el sexo y el punk en 964 Pinocchio (1991) del japonés Shozin Fukui, o solo desde el género del terror (con regusto de serie B) en La venganza de Pinocho (1996) de Kevin Tenney. Con poca fortuna crítica (y también un limitado éxito de público) se volvió a ver a los personajes de Collodi en Pinocho, la leyenda (1996) de Steve Barron, Pinocho y Geppetto (1999) de Michael Anderson y en el Pinocchio (2002) de Roberto Benigni, que incorporó además a un Pinocho algo crecidito y ahora en la versión de Garrone es un magnífico Geppetto.


El italiano Matteo Garrone es quien se ha interesado por las aventuras de Pinocho, un director que ha demostrado su 
amplia y variada mirada en magníficos filmes como Gomorra (2008), El cuento de los cuentos (2015) o Dogman (2018). 


Por un lado, su versión profundiza en algunas cuestiones sociales y por otro enfatiza el hecho de que esta fábula es más 
compleja de lo que parece. Ni siquiera la producción de Disney, con su habitual sensiblería pudo ocultar la dureza de algunas de las metáforas que planteaba este cuento concebido por un escritor y periodista del siglo XIX que nunca ocultó su filiación masónica, convencido de que quería llegar más allá del potencial público infantil. Garrone, junto a su coguionista Massimo Ceccherini, sobre todo en la primera parte del filme, no rehuyen el retrato de la situación de pobreza en la que viven sus personajes, cercano a un descarnado naturalismo que vimos también en Gomorra y Dogman; y mantiene el pulso a la fantasía, como ya hiciera en El cuento de los cuentos.


Garrone demuestra ser un director competente, capaz de mantenerse firme en sus convicciones, no importando el género. 
Este Pinocchio es para todos los públicos de verdad. No se trata de un producto exclusivo para los más jóvenes, aunque los mayores tendrán que superar el recuerdo de la vieja versión de Disney que ha venido imponiendo una iconografía y un modo de ser a las situaciones y personajes demasiado cercanas a la ensoñación y el típico buenismo de esta factoría. Ahora, Pinocchio es un joven demasiado caprichoso e insufrible, como si fuera de carne y hueso (aunque esta condición tardará en ganársela), que se mete en situaciones poco favorables por su inocencia pero también por un cierto egoísmo (por cierto, también un rasgo psicológico muy humano). Cuando llegamos al terreno de la fantasía, el registro de Garrone se aproxima al género de terror, sin perder el aire de fábula moralizante, que quizás siga siendo útil en este siglo XXI, que parece inevitablemente marcado por la Pandemia. Quizás los mensajes ejemplarizantes con relación a cómo debemos llevar nuestras vidas (como individuos y colectivo) sigan siendo válidos en esta extraña situación...




Roberto Sánchez.


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