viernes, 22 de marzo de 2019

El reverendo (First Reformed) (2017)*** Referencia exprés 34

Dir: Paul Schrader
Int: Ethan Hawke, Amanda Seyfried, Michael Gaston, Cedric the Entertainer, Victoria Hill, Philip Ettinger, Bill Hoag, Michael Metta, Frank Rodriguez, Mahaleia Gray, Elanna White, Satchel Eden Bell, Joseph Anthony Jerez, Jake Alden-Falconer, Otis Edward Cotton, Delano Montgomery.

El encuentro con un activista y su esposa embarazada (Amanda Seyfried) radicaliza la ideología de Toller (Ethan Hawke), un pastor evangélico, antiguo capellán del ejército todavía marcado por la muerte de su hijo en Irak, que dirige una pequeña iglesia en el norte del estado de Nueva York. 

El hecho de que Paul Schrader (nacido en 1946) sea el guionista de dos obras maestras, dirigidas por Martin Scorsese como Taxi Driver (1976) o Toro salvaje (1980), o el ecritor y director de las irregulares pero atractivas e inquietantes Blue Collar (1978), Mishima (1985), El placer de los extraños (1990), o la dura y magnífica Aflicción (1997), sólo quiere decir que estamos ante un cineasta (sobre todo en su papel de guionista) soberbio. En el cine actual, uno de los más capaces de navegar en las turbias aguas de la mente humana, de la pasión religiosa y sus perversiones. El entrelazado psicologista que predomina en sus historias, el cuidado que pone a la hora de permitirnos entrar en la mente de sus atormentados personajes, el violento resultado de alguno de esos viajes lisérgicos que la fe, el autoconvencimiento, el ajuste de cuentas, la venganza y la pasión pueden provocar, como si fueran la más cruel y poderosa de las drogas, son temas en los que Schrader se siente a gusto. First Reformed, no es de sus mejores películas, pero destila sufientes elementos característicos de su cine...Los que disfrutaron con algunas de las películas citadas, no deberían perderse las andanzas de este reverendo, como es habitual bien (muy bien) interpretado por Ethan Hawke, un actor que nunca rehuye la complejidad de sus personajes...

Roberto Sánchez.


El libro de imágenes (2018)***

Dir: Jean-Luc Godard


Nada de lo que haga Jean-Luc Godard (nacido en París en 1930, aunque de origen suizo) resulta indiferente. Su cine siempre genera polémicas, posturas radicales a favor o en contra de sus planteamientos formales (el modo) y de contenidos (el fondo). Godard, es para unos un impresentable, un maniático sin sentido, y para otros una especie de intocable dios del cine. 

Su última película, claro está, también ha generado polémica y polémicas, desde los que dormitan (agradablemente, espero) durante su visionado, hasta los que, admirándolo, hablan de que quizás chochea un poco. Bueno, yo disfruté bastante de su visionado que propone una vez más la ruptura de cualquier norma clasicista y/o establecida sobre lo que debe ser el lenguaje cinematográfico (audiovisual). En Godard no es nada nuevo, pero para que se hagan una idea en Zaragoza (una ciudad que pasa por ser bastante cinéfila) su cine nunca se ha estrenado de modo regular, así que comprobar y disfrutar de su estreno recientemente fue para mí una gran noticia. De hecho, si la memoria no me falla, no he visto en salas de cine zaragozanas ninguno de sus trabajos más recientes, salvo Nuestra música (2004) que además se pasó en el marco de Cine Francia, un Festival ya desaparecido. Su cine, para los exhibidores zaragozanos era "veneno para la taquilla". Afortunadamente, y aunque tampoco ha durado mucho, pudo verse El libro de imágenes en las salas Aragonia que siguen ofreciendo la opción de ver Versiones Originales con Subtítulos en Español, de películas de habla no hispana.




Cualquier amante del cine disfrutará, y al mismo tiempo se enfadará, al contemplar el uso libérrimo y rupturista de cientos de fragmentos de variadas producciones, televisivas, o generadas desde la Red, propias, clásicas, francesas, norteamericanas, orientales, egipcias, etc..., de manipulaciones digitales de la imagen y el sonido, de reencuadres, de la intencionada falta de subtítulos en algunos momentos, de la Torre de Babel idiómática y visual que nos propone. Su hora y veinticuatro minutos difícilmente harán dormir a cualquiera interesado en el mundo del cine o en El Mundo y sus constantes conflictos (puedo entender sólo a los que estén cansados o tengan falta de horas de sueño...), y además también reflexiona y nos hace reflexionar sobre el cariz que el fenómeno audiovisual tiene en la actualidad. La "sobrealimentación" de imágenes y sonidos a la que estamos sometidos tiene que hacernos pensar, tenemos que pararnos un momento, repensar cómo y por qué los grandes entramados político-económicos han decidido que hay un modo único de consumir cine, de fagocitar el fenómeno audiovisual.



Aunque no es nuevo en su cine, vuelve a renegar de la ficción narrativa. Esta película tiene que ser entendida como reflexión "filosófica", como "ensayo poético" que a unos les atraerá (es mi caso) y otros (¿la mayoría?) detestarán. Entrecomillo filosófico y ensayo poético por que hay muchos que piensan que el cine sólo puede contar ficciones, narrar historias y tener como objetivo fundamental "entretener". Nunca dicen (esos que defienden el espectáculo-ocio) que el cine tiene un lado marcadamente narcótico (en su sentido más pernicioso) y que como entramado industrial lleva mucho tiempo apostando por una manipulación consciente de la sociedad, que parece sólo es buena si consume, si defiende implícitamente el "libre mercado". 




El cine es negocio o no existe. Eso nos dicen. Pues, señores y señoras, si el cine no es, además, arte, creación, reflexión y polémica, tampoco es cine. Habrá que buscarle otro nombre...



Roberto Sánchez. 

miércoles, 20 de marzo de 2019

La seducción (The Beguiled, 2017)*** Referencia exprés 33

Dir: Sofia Coppola
Int: Colin Farrell, Nicole Kidman, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Oona Laurence, Angourie Rice, Addison Riecke, Wayne Pére, Emma Howard, Matt Story

Año 1864. Durante la guerra civil norteamericana, la tranquilidad de una escuela femenina de Virginia donde sólo viven mujeres se ve alterada con la llegada de un apuesto soldado confederado herido... Remake de El seductor, dirigida por Don Siegel en 1971 y protagonizada por Clint Eastwood. 

A estas alturas creo que ya hay muy pocos que pongan en duda el valor como cineasta de Sofia Coppola. Aunque resulta difícil escapar al aura de su padre (Francis Ford Coppola), y a su relativa juventud (nacida en 1971), ya nos ha demostrado que tiene una sensibilidad y un estilo personal que, por lo menos al que esto suscribe, la sitúan entre lo más destacado de los creadores norteamericanos. Son buenas muestras de ello, Las vírgenes suicidas (1999), Lost in Translation (2003), Maria Antonieta (2006) y ahora La seducción (2017), reinterpretando, con un punto de vista destacadamente femenino (y creo que no necesariamente feminista), una historia que procedía originalmente de la novela de Thomas Cullinan, que convirtieron en guion Albert Maltz e Irene Kamp, con la reescritura (no acreditada) de Claude Traverse, la dirección de Siegel, y el lucimiento de Eastwood, el "seductor" John McBurney, transformado ahora en Corporal McBurney, un Colin Farrell, al que le ha tocado enfrentarse a varias actrices que parecen encontrarse muy a gusto en este peculiar universo creado por la Coppola: Nicole Kidman, Kirsten Dunst y Elle Fanning (y todas las demás), que componen un elenco seductor y muy amenazador..., al mismo tiempo.

Roberto Sánchez

Maps to the Stars (2014)*** Referencia exprés 32

Dir: David Cronemberg
Int: Julianne Moore, Mia Wasikowska, Robert Pattinson, John Cusack, Olivia Williams, Carrie Fisher, Evan Bird, Sarah Gadon, Emilia McCarthy, Jayne Heitmeyer, Justin Kelly, Amanda Brugel, Ari Cohen, Clara Pasieka, Joe Pingue, Donald Burda, Niamh Wilson, Allegra Fulton.

Un cuento moderno sobre la obsesión por la popularidad. Stafford Weiss (John Cusack) es terapeuta y escribe libros de autoayuda. Tiene una mujer sobreprotectora (Olivia Williams), un hijo antigua estrella de la TV en rehabilitación y una hija que acaba de salir del psiquiátrico. La principal cliente de Stafford es una famosa actriz, a punto de interpretar el papel que hizo su madre en los años 60. 

Otro retrato implacable del lado más desagradable de nuestra sociedad. Cronenberg ha llevado su microscopio a 
Hollywood y a pesar de la aparente pulcritud y a la belleza de sus protagonistas, algo "huele a podrido". 

Aunque la vi ya hace tiempo en un pase televisivo (todavía Canal+ era Canal+), me apetecía dedicarle una de estas referencias exprés a una de las irregulares aportaciones del maestro canadiense que nos ha dejado joyas como Videodrome (1983), La mosca (1986), Inseparables (1988), Una historia de violencia (2005) o Promesas del este (2007), por citar las que le sitúan, a mi criterio, en el Olimpo (o en el Hades, no sé...) de los mejores y más inquietantes realizadores. Después de Maps to the Stars, no ha firmado ningún largometraje...

Roberto Sánchez

martes, 19 de marzo de 2019

El Gordo y el Flaco (Stan & Ollie)***

Dir: Jon S. Baird
Int: Steve Coogan, John C. Reilly, Shirley Henderson, Nina Arianda, Rufus Jones, Danny Huston, Joseph Balderrama, John Henshaw, Tapiwa Mugweni, Keith MacPherson, Stewart Alexander, Kevin Millington, Toby Sedgwick, Rebecca Yeo, Stephanie Hyam

El poder de la amistad y la magia del cine                      

A veces, uno acude al cine, movido por un ejercicio de nostalgia, y se encuentra una pequeña pero, al mismo tiempo, gran película. Y, eso mismo es lo que me ha ocurrido tras disfrutar de Stan & Ollie (que era como los cómicos se llamaban entre sí). En España, El gordo y el Flaco han sido una fuente de entretenimiento, alegría y felicidad fílmica para varias generaciones desde que, allá por los años veinte del pasado siglo XX, comenzaron a llenar las pantallas de los cines de todo el mundo con sus historias y sus graciosos gags, aún en la etapa silente del séptimo arte. 

Stan Laurel y Oliver Hardy, trabajaron juntos por vez primera en el cortometraje Now, I´ll Tell Down (James Parrot, 1927), cineasta que, junto a Fred Guiol, Leo Mc Carey o James W. Horney  fueron los más importantes de sus carreras, y los artífices de sus más notorios éxitos comerciales. Diez años antes, Laurel y Hardy llevaban ya, a sus espaldas, varios trabajos fílmicos de corta duración, formato que en aquellos tiempos gozaba de mucho éxito, y que forjaron la carrera de otros grandes cómicos del cine, como Harol Lloyd, Buster Keaton y el grandísimo genio del bombín: Charlie Chaplin. 



Pertenecientes a esa generación y a esa estirpe de comediantes geniales que supieron hacer reír a todo el planeta, Laurel y Hardy, no siempre tuvieron esa misma calidez y felicidad en sus vidas privadas. Como siempre ocurre, la vida de las estrellas del cine y su vida personal, son cosas muy diferentes, y la trayectoria vital de ambos cómicos, unidos por una amistad inquebrantable, tuvo sus evidentes claroscuros e instantes amargos que, el filme de John S. Baird, nos descubre con una narración respetuosa y perfectamente ambientada. El guion, trabajo, al alimón, de Jeff Pope y A. J. Marriot, está basado en el libro de este último titulado Laurel & Hardy:The British Tours. Marriot se revela pues, como un gran especialista en la vida y la obra de esta inolvidable pareja de cómicos del cine. 



Respecto a su director, el joven escocés John S. Baird (nacido en 1972), Stan & Ollie supone 
su tercer largometraje ya que, ademas, ha alternado el cine con el rodaje de diversas series 
desde el año 2008 hasta la actualidad, tales como Babylon o Morir de pie, con las que ha 
explorado tanto la comedia como el thriller. Es en este género, donde Baird había realizado, 
hasta la fecha, su mejor película, “Filth, el sucio”, con un inmenso James Mc Avoy, sin duda, 
un actor en la cresta de la ola actualmente. Un filme plagado de humor negro e ironía, políticamente incorrecto y provocador. Baird, con El Gordo y el Flaco introduce también esas notas provocativas pero con mucha más mesura y sutilidad, lo que enriquece la parte agridulce de la historia vital de estos dos genios del humor. Si a esta impecable dirección y guion, unimos el trabajo sobresaliente que realizan los dos grandes actores que les dan vida: el británico Steve Coogan y el norteamericano John C. Reilly. El resultado es más que notable. La química entre ambos actores, al igual que ocurría en la vida real entre Laurel y Hardy, funciona a la perfección, al igual que la amistad que fluía entre ambos, y que cohesionó su carrera hasta el final, perfectamente retratada por el trabajo actoral y de dirección.  

Si recordáis con cariño a esta inolvidable pareja cómica, o si no los habéis conocido (hay quien es escandalosamente joven), es el momento de entrar en su vida y en sus mentes, de disfrutar con su ingenio y con ese don que sólo poseen los grandes artistas. Un don que hacía que, con uno de sus peculiares gestos, uno de aquellos gigantescos cines y teatros, en los que cabían dos mil personas, se viniera abajo a base de carcajadas.



Si quieren pasar una tarde especial y divertida, no dejen de ir a disfrutar de esta preciosa biografía fílmica de dos hombres, de dos actores, de dos grandes comediantes, que forjaron y forman parte, por derecho propio, de la historia del cine. Y es que, hacer reír, como muchos grandes directores han sabido reconocer, es una de las cosas más complejas que hay. Y ellos, sin duda, estaban tocados por la vara de los dioses para conseguirlo.

GONZALO J. GONZALVO

-Aragonia, Palafox-

martes, 12 de marzo de 2019

Mula (The Mule, 2018)****

Dir: Clint Eastwood
Int: Clint Eastwood, Bradley Cooper, Michael Peña, Taissa Farmiga, Laurence Fishburne, Ignacio Serricchio, Alison Eastwood, Dianne Wiest, Diego Cataño, Robert LaSardo, Lobo Sebastian, Andy García, Clifton Collins Jr., Manny Montana.

El último cartucho de Clint Eastwood        


A estas alturas, qué se puede decir sobre la carrera de este monstruo del séptimo arte que es Clint Eastwood. Actor, gran director, productor, compositor. Todas esas facetas componen la figura de este cineasta que acaba de cumplir 90 años de edad, y que comenzó sus pinitos en el cine, allá por mediados de los cincuenta, con un pequeño papel en un maravilloso filme del fantástico de serie B titulado Tarántula (Jack Arnold, 1955). Mucho ha llovido desde entonces (más de medio siglo haciendo cine), y Eastwood ha aprendido mucho a través de su amplia carrera. 



Atrás queda el Spaguetti Western que le hizo saltar a la fama mundial con la trilogía del dólar de Sergio Leone a mediados de los sesenta. Su buena relación con Don Siegel, le lleva a protagonizar una serie de thrillers de la mano de este buen amigo y, también director: La jungla humana (1968), Dos mulas y una mujer (1970), El seductor (1971) y Harry el sucio (1971), que supone un hito en su carrera comercial. Ese mismo año (1971) es crucial en su vida y en su trayectoria profesional, pues se estrena también como director con un estupendo thriller: Play Misty for Me (en España, Escalofrío en la noche). Funda la Malpaso Company (en homenaje al río que atraviesa la localidad de Carmel, de la que años más tarde será alcalde) y prosigue su carrera como director y productor. Eastwood, desde entonces, nos ha regalado a los amantes del cine maravillas como Sin perdón (1992), Mistyc River (2003), Million Dollar Baby (2004), Cartas desde Iwo Jima (2006), Gran Torino (2008), El francotirador (2014) o Sully (2016). 



Tras la fallida 15:17.Tren a París (2018), falta de ritmo y profundidad debido a su carácter próximo al documental, nos llega ahora Mula (The Mule), un nuevo thriller con el tema del narcotráfico y sus correos (llamados “mulas” en el argot narco) como telón de fondo, pero en el que recupera sus temas fundamentales: el sentimiento de culpa, la soledad, la redención, los conflictos familiares y los remordimientos. Ya nonagenario, Eastwood se transmuta en otro anciano de su generación, que en la vida real, y a esa avanzada edad, ejerció de mula para el cártel de Sinaloa. El guión de Nick Schenk, parte del artículo de The New York Times Magazine titulado: The Sinaloa Cartel´s 90 Year Old Drug Mule escrito por el periodista Sam Dolnick, que sacaba a la luz el caso real de Leo Sharp, un hombre luchador, veterano de la segunda guerra mundial, que ve en este último cartucho la solución a sus graves problemas económicos y personales. Eastwood se convierte en Leo Sharp con evidentes lazos hacia Walt Kowalski, el veterano de Corea, cascarrabias y desencantado de la vida de Gran Torino



El tema del coraje, la redención y el perdón, emparentan también a Mula con Million Dollar Baby otro gran trabajo de Eastwood como director y actor. Mula y el personaje de Earl Stone (que representa al Leo Sharp original) son pues un compendio de varios protagonistas de los filmes de Eastwood. Hombres duros y tozudos, con una vida difícil, una familia y unos lazos afectivos habitualmente rotos o muy deteriorados, que sirven a la perfección tanto al género del western como al del thriller de acción y de suspense. 



Es posible que Clint Eastwood nos haya obsequiado con su última joya cinematográfica. Un testamento artístico que armoniza a la perfección con su temática y sus trabajos más relevantes. Si, a sus noventa años, es capaz de fraguar uno o dos títulos más, bienvenidos sean. Eastwood ya está por encima del bien y del mal, y ha demostrado ser uno de los mejores directores de las últimas décadas y uno de los últimos grandes cineastas clásicos que nos quedan. Una forma de entender el séptimo arte, con una claridad de ideas, una sensibilidad y una personalidad propia, que muy pocos son capaces de alcanzar. 

Míster Eastwood, le echaremos mucho de menos. Y es que, los genios, no deberían morir nunca.

GONZALO J. GONZALVO.

-Aragonia, C. Grancasa, Cervantes, Puerto Venecia, Yelmo- 

jueves, 7 de marzo de 2019

Destroyer. Una mujer herida (2018)***

Dir: Karyn Kusama
Int: Nicole Kidman, Sebastian Stan, Tatiana Maslany, Toby Kebbell, Scoot McNairy, Bradley Whitford, James Jordan, Toby Huss, Jade Pettyjohn, Shamier Anderson, Jan Hoag

Cuando no se puede superar el pasado       

Hay una gran película de cine negro, que dirigió Jacques Tourneur allá por 1947, y que se titula Retorno al pasado. En ella, su protagonista, Jeff Bailey (Robert Mitchum), se verá obligado por las circunstancias a desenterrar su turbio pasado. Algo parecido le ocurre a la detective Erin Bell (Nicole Kidman), pues debido a la reaparición del líder de una banda de violentos atracadores, ve como aflora, de forma ineludible, un pasado que lleva muchos años intentando superar. El peso de ese pasado, ha lastrado su existencia de tal modo, que Erin es una persona destruida, no sólo físicamente (las huellas del alcoholismo y las drogas son patentes en su rostro), sino también moralmente. La desastrosa relación con su hija adolescente (atención a Jade Pettyjohn, una actriz más que prometedora que ya lleva un carrerón en series de TV) aporta un peso moral añadido a su ya maltrecha mochila vital. 



Los hechos se sucederán de tal manera que, esta agente de la ley tan peculiar, no tendrá más que un camino: intentar hallar la redención y la paz y restablecer aquel error moral del que derivaron consecuencias fatales. 

Destroyer es un thriller Neo Noir que, aunque se desarrolla en la época actual, nos devuelve también a décadas pasadas en las que vemos a una Erin Bell joven, bella, enamorada, una policía joven y llena de vitalidad, que ve en ese amor otra posibilidad de huir de su pasado y hallar la felicidad. Como he expuesto en mi extenso libro sobre cine Neo Noir (Balas, sirenas, patillas y jazz, 2016, Ed. Vivelibro), además de en más de un artículo de crítica cinematográfica, y en casi todas mis novelas, la cuestión de la imposibilidad de encontrar el amor de un modo estable y definitivo, es algo que marca la vida y trayectoria personal de muchos de los personajes de las películas y novelas pertenecientes al género negro. Esto es algo que se cumple a rajatabla en Destroyer, por lo que, a pesar de ser un filme Neo Noir perteneciente al siglo XXI, mantiene también elementos clásicos, como no podía ser de otra manera, pues los cimientos clásicos son la base de todo el cine posterior que se realizará a partir de la década de los sesenta del pasado siglo XX, manteniendo un equilibrio entre herencia clásica e innovación formal y tendencias. 



Karin Kusama, directora neoyorquina nacida en Brooklyn en 1968, es también guionista. Tiene ascendencia oriental y ya sorprendió a crítica y público con la estupenda Girlfight (2000), una historia de una corajuda boxeadora interpretada por una jovencísima Michelle Rodríguez, que triunfó en Sundance, en Cannes y otros festivales. Ese es el prototipo de mujer que a Kusama le gusta: mujeres fuertes, luchadoras y con coraje, que aunque les vengan mal dadas, nunca tiran la toalla. Su éxito mundial vendrá también de la mano de la televisión, con las series Masters of Sex (2015) y la más reciente Billions (2017), y también, en ese periodo, dirige un filme de terror con toques de thriller más que notable: La invitación (Premio a la mejor película en el Festival de Sitges 2015). Hay en el estilo de Karin Kusama una sensibilidad propia del cine oriental y de la óptica femenina, que la emparenta con el trabajo de realizadoras como Isabel Coixet o Kathryn Bigelow, y que muestran a mujeres corajudas y luchadoras, que plantean esas batallas desde dentro, en silencio, sin apenas hacer ruido de cara al exterior, interiorizando ese dolor y esa rabia, tragándoselo literalmente.


También hay claras referencias formales y estéticas a esa obra maestra del Neo Noir del siglo XXI que es Drive (Nicolas Winding Refn, 2011). En el caso de Erin Bell, (impresionante el trabajo de la Kidman en versión original), toda esa rabia, desesperación y dolor que se bebe, es como un veneno que ha ido emponzoñando lentamente su cuerpo y su alma de un modo irremediable. Alejada de sus habituales papeles de mujer hermosa (aunque casi siempre valiente y luchadora), más en la línea de su también excelente trabajo en Las horas (Stephen Daldry, 2002), Nicole Kidman, casi irreconocible, (recuerda al trabajo de transformación física de Charlize Theron para su papel en Monster), extremadamente delgada y con apariencia de yonqui, impresiona con una interpretación que más parece de un cadáver que de una persona viva. Y es que Erin Bell camina por esa línea difusa por la que transitan los grandes personajes del cine negro. Una línea débil y movediza, como la de un funámbulo sin red, de la que parece que va a caer en cualquier momento. Esa delgada línea roja (como señaló Terrence Malick) que separa el bien del mal y la vida de la muerte, pero que está tan difuminada que apenas puede verse. Gran trabajo, repito, de la Kidman, que se llevó el Globo de Oro y el Satellite Award por este papel. 



Por todo ello, les recomiendo que caminen junto a Erin Bell y la acompañen a este descenso a los infiernos, a este retorno al pasado en el que, el único camino, la única ruta, es la redención 
personal para hallar una paz que se resiste. Una paz y un sosiego personal que se antoja inalcanzable. Y es que, señores y señoras, estamos hablando de cine negro. Y bastante bueno.

GONZALO J. GONZALVO

-Aragonia-