viernes, 22 de marzo de 2019

El libro de imágenes (2018)***

Dir: Jean-Luc Godard


Nada de lo que haga Jean-Luc Godard (nacido en París en 1930, aunque de origen suizo) resulta indiferente. Su cine siempre genera polémicas, posturas radicales a favor o en contra de sus planteamientos formales (el modo) y de contenidos (el fondo). Godard, es para unos un impresentable, un maniático sin sentido, y para otros una especie de intocable dios del cine. 

Su última película, claro está, también ha generado polémica y polémicas, desde los que dormitan (agradablemente, espero) durante su visionado, hasta los que, admirándolo, hablan de que quizás chochea un poco. Bueno, yo disfruté bastante de su visionado que propone una vez más la ruptura de cualquier norma clasicista y/o establecida sobre lo que debe ser el lenguaje cinematográfico (audiovisual). En Godard no es nada nuevo, pero para que se hagan una idea en Zaragoza (una ciudad que pasa por ser bastante cinéfila) su cine nunca se ha estrenado de modo regular, así que comprobar y disfrutar de su estreno recientemente fue para mí una gran noticia. De hecho, si la memoria no me falla, no he visto en salas de cine zaragozanas ninguno de sus trabajos más recientes, salvo Nuestra música (2004) que además se pasó en el marco de Cine Francia, un Festival ya desaparecido. Su cine, para los exhibidores zaragozanos era "veneno para la taquilla". Afortunadamente, y aunque tampoco ha durado mucho, pudo verse El libro de imágenes en las salas Aragonia que siguen ofreciendo la opción de ver Versiones Originales con Subtítulos en Español, de películas de habla no hispana.




Cualquier amante del cine disfrutará, y al mismo tiempo se enfadará, al contemplar el uso libérrimo y rupturista de cientos de fragmentos de variadas producciones, televisivas, o generadas desde la Red, propias, clásicas, francesas, norteamericanas, orientales, egipcias, etc..., de manipulaciones digitales de la imagen y el sonido, de reencuadres, de la intencionada falta de subtítulos en algunos momentos, de la Torre de Babel idiómática y visual que nos propone. Su hora y veinticuatro minutos difícilmente harán dormir a cualquiera interesado en el mundo del cine o en El Mundo y sus constantes conflictos (puedo entender sólo a los que estén cansados o tengan falta de horas de sueño...), y además también reflexiona y nos hace reflexionar sobre el cariz que el fenómeno audiovisual tiene en la actualidad. La "sobrealimentación" de imágenes y sonidos a la que estamos sometidos tiene que hacernos pensar, tenemos que pararnos un momento, repensar cómo y por qué los grandes entramados político-económicos han decidido que hay un modo único de consumir cine, de fagocitar el fenómeno audiovisual.



Aunque no es nuevo en su cine, vuelve a renegar de la ficción narrativa. Esta película tiene que ser entendida como reflexión "filosófica", como "ensayo poético" que a unos les atraerá (es mi caso) y otros (¿la mayoría?) detestarán. Entrecomillo filosófico y ensayo poético por que hay muchos que piensan que el cine sólo puede contar ficciones, narrar historias y tener como objetivo fundamental "entretener". Nunca dicen (esos que defienden el espectáculo-ocio) que el cine tiene un lado marcadamente narcótico (en su sentido más pernicioso) y que como entramado industrial lleva mucho tiempo apostando por una manipulación consciente de la sociedad, que parece sólo es buena si consume, si defiende implícitamente el "libre mercado". 




El cine es negocio o no existe. Eso nos dicen. Pues, señores y señoras, si el cine no es, además, arte, creación, reflexión y polémica, tampoco es cine. Habrá que buscarle otro nombre...



Roberto Sánchez. 

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