martes, 21 de diciembre de 2021

Lamb (2021)***

Dir: Valdimar Jóhannsson

Int: Noomi Rapace, Hilmir Snær Guðnason, Björn Hlynur Haraldsson, Ester Bibi, Ingvar Eggert Sigurdsson.


El silencio del cordero 

María e Ingvar es una pareja joven pero sin descendencia que vive aislada con sus animales en una remota isla de Islandia. Cuando descubren un misterioso recién nacido, deciden quedárselo y criarlo como a su propio hijo. Esta nueva situación trae mucha felicidad a la pareja, pero las circunstancias evolucionaran de un modo que no se esperan. 


Este es, a grandes rasgos, la premisa argumental con la que el director nórdico, oriundo de esas mismas 
tierras frías de Islandia, nos introduce en un mundo igualmente gélido, en el que el clima de paz, serenidad y naturaleza en estado puro contrasta con una tensa calma que se mueve en dos niveles o zonas de división de la película: el antes y el después de la llegada de una nuevo ser que les va a cambiar la vida.  

Y digo, tensa calma, porque a pesar de que esta pareja de granjeros viven en un aparente remanso de paz, rodeados de sus tierras y ganado, con el único sonido de un límpido riachuelo que las atraviesa, la relación entre ellos es tan fría como el clima que soportan. 



De repente, un día, como en un belén navideño rodeado de paja, se encuentran con un alumbramiento inesperado que, en principio, no parece tener un origen humano (es difícil explicarlo sin hacer spoiler, porque en esta película, nada es sencillo de explicar). Esto que, además, parece tan navideño, se podría entender también como un guiño o una metáfora seudoreligiosa. 

En cuanto a géneros, también es un filme difícil de encuadrar, aunque es indudable, por todo lo anteriormente expuesto, su naturaleza y afiliación al fantástico (no en vano, ha sido la gran triunfadora del último Festival de Cine Fantástico de Sitges 2021). Lamb contiene elementos de lo que hoy se denomina “Horror Folk” y que no son otra cosa que filmes con base y alusiones a los cuentos tradicionales y a la tradición oral de historias oscuras y/o macabras que antaño se contaban a los niños para que tuviesen respeto a seres y fuerzas de la naturaleza, a veces de origen poco explicable. En ese sentido, Lamb se mueve en ese ambiente campestre y natural en el que también navegaba el Midsommar (2019) de Ari Aster, uno de los directores actuales más innovadores del género. En este sentido, por intentar ahondar en sus posibles referencias, Lamb bebería también de cintas como El bosque (M. Night Shyamalan, 2004) o la más reciente La bruja (Robert Eggers, 2015).


Con tan solo un cortometraje anterior titulado 
Harmsaga (2008), su ópera prima, cuyo título en español (Dolor) y argumento, son, sin duda un pilar temático de este Lamb, el director nórdico Valdimar Jóhannsson, ha construido un filme inclasificable, a ratos desconcertante, y cuyo final (por supuesto no voy a destriparlo) podría haber sido aún más impactante. El dolor, se constituye pues en una alegoría que vertebra todo el filme de principio a fin. Lamb, cuya historia y guion han sido escritos por Sjón Sigurdsson y el directorparece indicarnos con ello que la felicidad es un anhelo humano inalcanzable, a pesar de que la esperanza en que nuestros deseos lleguen a cumplirse pueda hacerse realidad, pero ya conocen la sabiduría de los refranes, y uno de ellos dice: “Ten cuidado con lo que deseas, porque puedes llegar a conseguirlo”.

GONZALO J. GONZALVO 

lunes, 22 de noviembre de 2021

Última noche en el Soho (2021)****

 Dir: Edgar Wright

Int: Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith, Terence Stamp, Diana Rigg, Rita Tushingham, Synnove Karlsen, Joakim Skarli, Andrew Bicknell, Colin Mace, Michael Ajao, Will Rogers, Will Rowlands, Craig Anthony-Kelly, Lisa McGrillis, James Phelps, Oliver Phelps, Jessie Mei Li, Michael Jibson, Connor Calland, Katrina Vasilieva, Abdul Hakim Joy, Milica Guceva.



El Londres de los 60 y su eterna aura criminal

Una joven apasionada por la moda (interpretada por una Thomasin McKenzie a la que se merienda sin medida Anya Taylor-Joy cuando coinciden en pantalla) se traslada misteriosamente al fascinante y glamuroso Londres de los años sesenta para conocer a su ídolo, una deslumbrante aspirante a cantante. 

Pero los brillos y oropeles del Londres de la época no son lo que parece. Inmersa en un mundo alucinógeno con más sombras que luces, el tiempo parece jugar en su contra y la frontera entre ficción y realidades amenaza con destruir su equilibrio mental. 


Con esta premisa argumental, el director Edward Wright (autor de títulos como Zombies Party, de 
2004, o la vibrante y más reciente Baby Driver, de 2017) nos propone, esta vez, una película original e inclasificable. 

Última noche en el Soho es, fundamentalmente, un musical, pero también un thriller y, en no pocos momentos, también tiene cabida el terror. Y, se preguntarán ustedes. ¿Cómo se coordina, argumental y visualmente, este extraño cóctel? Pues esa es la mayor dificultad y, sin embargo, Wright la ha resuelto con bastante soltura, aunque en la segunda parte de la película abuse un tanto de repetir determinados recursos visuales. 


Última noche en el Soho tiene varios puntales que la convierten en un filme original, diferente y 
bastante brillante, sobre todo a nivel visual. Primero, una Anya Taylor-Joy en estado de gracia, una de mis actrices actuales favoritas desde que la vi en La bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra  (Robert Eggers, 2015), sin duda, una de las mejores actrices jóvenes del panorama actual, protagonista de la excelente Múltiple (2016) de M. Night Shyamalan, así como de la exitosa serie Gambito de Dama (2020). Anya se mueve con glamour y elegancia, canta, baila y se camela al espectador desde el minuto uno con su mirada hipnótica, su belleza felina y ese encanto sobrenatural, que aquí le viene al pelo. 


Segundo, una ambientación perfecta del Londres de los 
años 60, tanto a nivel visual, con una extraordinaria fotografía del coreano Chung-hoon Chung, como a través de una banda sonora realmente deliciosa de mano de Steven Price. Y, en tercer lugar, un ritmo y una estructura narrativa que hace que el espectador permanezca enganchado a la pantalla, aunque la segunda mitad del filme no sea tan brillante como su comienzo y primera mitad del metraje, por cierto adecuado, lo que también se agradece. 

Con referencias diversas, el cine de Tarantino y, especialmente a Pulp Fiction (1994), el particular sentido del gore de Wright del que ya hizo gala en Zombies Party, unido a un excelente sentido del ritmo (del que Baby Driver también era un perfecto ejemplo) compone un filme muy entretenido y que, además, contiene una importante crítica social en la línea actual de defensa de los derechos de la mujer y del empoderamiento femenino, poniendo por desgracia de relieve que, desde la prodigiosa década de los sesenta, algunas cosas apenas han cambiado en el actual siglo XXI en cuanto a los comportamientos machistas de los hombres que ostentan el poder. En este sentido, entronca también con Una joven prometedora (Emerald Fenner, 2020), otra producción británica, estrenada hace unos meses que me gustó especialmente, y que también estaba protagonizado por otra gran actriz actual por la que también siento debilidad, la maravillosa Carey Mulligan.


Última noche en el Soho es pues, al igual que el anteriormente citado, un filme de mujeres 
aguerridas, valientes y luchadoras, que luchan por hacer realidad sus sueños a pesar de todos los inconvenientes y piedras que se encuentran en su camino. El trasfondo dramático del filme de Wright, mantiene su impagable humor negro, que no aparecía en el filme de Emerald Fennel. Si mantiene el punto gore y terrorífico, que la relaciona también, algo de refilón, con el exitoso subgénero de “casas encantadas”. 

Lo dicho... Última noche en el Soho es una película tan inclasificable como hipnótica, gracias, sobre todo, a la increíble mirada de la gran Anya Taylor-Joy. Un filme para disfrutar en la pantalla grande y con un estupendo Dolby Atmos. Yo que ustedes... no me lo perdería.

GONZALO J. GONZALVO

lunes, 8 de noviembre de 2021

El último duelo (2021)***

 Dir: Ridley Scott

Int: Matt Damon, Adam Driver, Jodie Comer, Ben Affleck, Harriet Walter, Nathaniel Parker, Marton Csokas, Sam Hazeldine, Michael McElhatton, Zeljko Ivanek, Alex Lawther, Clive Russell, William Houston, Ian Pirie, Julian Firth, Caoimhe O'Malley, Serena Kennedy, Bosco Hogan, Kevin McGahern, Florian Hutter, Zoe Bruneau, Brian F. Mulvey, Simone Collins, Paul Bandey, Thomas Silberstein, Kyle Hixon, Daniel Horn, Jérome Verney.



Ridley Scott (nacido en 1937) es un veterano productor y realizador británico con una larga experiencia. Como director ha firmado unos cuantos largometrajes que han quedado, sin duda, en la reciente historia del cine: Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982), Thelma & Louise (1991), Gladiator (El gladiador) (2000), Hannibal (2001), El reino de los cielos (2005), American Gangster (2007) o Marte (The Martian) (2015). En su haber tiene, además, en torno a 150 producciones audiovisuales (series, cortometrajes, publicidad, largos) y ha dirigido más de 50 de ellos. Todos responden a criterios de calidad en su acabado formal y suelen responder a una narrativa sólida y eficiente, aunque no siempre brillante. Los destellos de calidad suelen estar muy condicionados por sus equipos. Normalmente, en sus películas más destacadas es fácil encontrarse a algunos de los mejores argumentistas y guionistas del momento, así como diseños de producción espectaculares, necesarios para muchas de las películas de ciencia ficción o de reconstrucción histórica que suele preferir, aunque no reniegue de otros géneros.


Quizás, con cierto sentido del oportunismo social (feminismo y movimiento "Me Too" presentes) y encima 
con uno de sus apreciados temas de reconstrucción histórica (La Edad Media, en concreto el siglo XIV), ha apostado por un guion escrito por Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener. Estamos ante una adaptación del libro de Eric Jager, basado en hechos reales, la película se centra en el duelo entre rudo Jean de Carrouges (Matt Damon) y el sofisticado Jacques Le Gris (Adam Driver), dos amigos que se convirtieron en rivales. Localizada en la Francia del siglo XIV, cuenta la historia de Marguerite de Carrouges (Jodie Comer), que declara haber sido violada por el caballero Le Gris, el mejor amigo de su marido Jean. Al no creerle nadie y ante tal ofensa, su marido acusa a su mejor amigo ante el rey, Carlos VI (Alex Lawther), quien decide autorizar un duelo a muerte entre ambos. En esa época, ya no eran habituales estos "Juicios de Díos", así que la presencia de personajes conectados con estamentos de la nobleza cercanos a la realeza, el escándalo y la valentía de esta mujer al delatar al violador convirtieron estos hechos en memorables, envueltos en un cierto tono legendario, de novela de caballerías.


Los guionistas, se pertrechan de cinefilia y deciden contar la historia desde tres puntos de vista (los 
de Jean de Carrouges, Jacques Le Gris y el de Marguerite). En realidad, todo un homenaje a dos obras maestras: Rashomon (1950) de Akira Kurosawa (guion de Akira Kurosawa y Shinobu Hashimoto) y su remake Cuatro confesiones (The Outrage, 1964) de Martin Ritt (guion de Michael Kanin) que ya escogieron ese novedoso ejercicio de ofrecer hasta cuatro visiones diferentes de la misma historia, para que el espectador pueda construir la suya...Y es precisamente en este planteamiento triple donde esta sólida reinterpretación de un suceso de la Baja Edad Media está a punto de naufragar. A mi me ha parecido poco útil (y algo pesada) la repetición de unos hechos que el cine y su capacidad sintética hubiera podido contarnos en una menor duración; así que no hay aportación ni novedad alguna, solamente un juego retórico falto de variantes originales. Las 2 horas y 32 minutos son un lastre que sólo se supera por los soberbios trabajos de interpretación de Damon, Driver y Comer, capaces de matizar unas situaciones que ya conocemos de sobras, después del primer capítulo. Otro aspecto destacable, marca de fábrica de Ridley Scott, es el sólido y creíble diseño de producción. La crudeza de las escenas de combate y la escenografía son irrebatibles, y junto al citado trabajo de interpretación hacen recomendable su visionado.



Por cierto, también me parece forzado el alegato feminista, que inevitablemente tiene que ser sutil e indirecto, si no quiere traicionar definitivamente el retrato "¿fiel?" de una época en la que como en las viejas producciones de los años cuarenta y cincuenta, todos hablan en inglés, aunque sus personajes sean franceses (y de vez en cuando canten las mesnadas en ese idioma).


Roberto Sánchez 

jueves, 28 de octubre de 2021

Pleasure (2020)****

Dir: Ninja Thyberg

Int: Sofia Kappel, Kasia Szarek, Casey Calvert, Evelyn Claire, Maja Kin, Ester Uddén, Benjamin Schnau, Jason Toler, Yoshi Nurijumi, Bidisha Larsson, Dan Worthington, Pryde Pierce, Sean Stearley, Parker Stuart, Anthony Elias Contreras, Mana Afshar.



El "back stage" del porno

El titular de este artículo bien podría haber sido también: "No es porno todo lo que reluce". Ser actor o actriz porno... fama, dinero...y que te paguen por practicar sexo con especímenes humanos bellos y morbosos. Un sueño... una fantasía hecha realidad que, a muchos y muchas, se les ha pasado alguna vez por la cabeza o ha fantaseado con ello. Porque el éxito del porno reside precisamente en eso: Crear un mundo de fantasía y de morbo en torno a las relaciones sexuales convirtiéndolas además en un mito estético a alcanzar en las sociedades modernas y libertarias. Una realidad paralela que logra que las relaciones sexuales sean siempre imaginativas y fantásticas, morbosas y perfectas. Un mundo ideal. 



En Pleasure, Jessica, una chica nórdica de 19 años se pone el mundo por montera, abandona su pueblo natal en Suecia, coge su coche y se planta en Los Ángeles, la meca del porno de Estados Unidos, con el objetivo de convertirse en una estrella del porno mundial con el nombre artístico de "Bella Cherry". Condiciones no le faltan. Es joven, bella, atrevida y tiene un cuerpo perfecto. Además tiene una fuerza de voluntad a prueba de bomba, es valiente, aguerrida, y tiene la cabeza bien amueblada. 

Lo que en un principio parecía un camino de rosas, sin embargo, se va sembrando de espinas conforme se adentra en un mundillo repleto de ambición, tipos poco recomendables, compañeras competitivas que van exclusivamente a lo suyo y prácticas sexuales cada vez más complicadas, exigentes y degradantes. 


A medio camino entre el documental y el drama humano y con un aire de "road movie", Pleasure es un 
filme valiente, original y diferente, con una extraordinaria interpretación de su actriz protagonista, la joven Soffia Kapel, y dirigido también por una mujer, la sueca Ninja Thyberg, que en el año 2013, dirigió su primer corto de idéntico título y premisa argumental, y que ahora ha convertido en un largometraje más que estimable. 


Seleccionada en el Festival de cine independiente de Sundance para la sección oficial, y galardonada 
con el premio FIPRESCI en el festival de Cine de Göteborg (Suecia), Pleasure es una más que notable ópera prima, una ensayo expositivo que, próximo al documental, exhibe una pátina naturalista, exenta de prejuicios, juicios morales o posiciones a favor y en contra de lo que se narra, un ejercicio difícil y que resulta muy equilibrado por parte de la cineasta y directora Ninja Thyberg. Otro filme no apto para todos los paladares fílmicos pero muy interesante e ilustrativo de un mundillo mitificado que esconde en sus cloacas multitud de manipulaciones y artificios.

GONZALO J. GONZALVO 

martes, 26 de octubre de 2021

Titane (2021)***

 Dir: Julia Ducournau

Int: Agathe Rousselle, Vincent Lindon, Garance Marillier, Myriem Akeddiou, Dominique Frot, Nathalie Boyer, Théo Hellermann, Anaïs Fabre, Mehdi Rahim-Silvioli, Lamine Cissokho, Céline Carrère, Mara Cisse.


La mujer y la máquina: el eterno femenino.

En 2011, con su primer cortometraje Junior, Julia Ducournau ya apuntaba maneras e introducía personajes ambiguos y andróginos para componer una truculenta historia que le valió su primera mención en el importante festival de Cannes. Nacida en París en los ochenta, esta directora y guionista, iconoclasta y provocadora dio la campanada, de nuevo en Cannes, en 2016, con su primer largometraje Crudo, filme que le valió, además del premio de la crítica en dicho festival, tres premios más en el prestigioso festival de Sitges de cine fantástico, amén de seis nominaciones a los premios César del cine galo y diversos galardones más en Europa y EEUU. 


Galopando ya a lomos del caballo de la fama y el éxito, la Ducournau, convertida en nueva “fille terrible” 
del cine del siglo XXI, no podía defraudar a su legión de seguidores/as con su nuevo y esperado trabajo. Y me refiero (en cuanto a no defraudar), a que tenía que entregar un filme aún más "gore", epatante, provocador, "destroyer" e incómodo para el espectador medio. Y... que duda cabe... Titane no se queda corto en ninguno de esos parámetros... más bien, muy al contrario, se pasa de frenada en más de una curva.


Julia Ducournau (Julie, seguramente, le parecería demasiado cursi) no cabe duda de que es una cineasta 
imaginativa e inteligente, y que ha devorado, pese a no alcanzar aún los cuarenta, mucho cine, especialmente del género fantástico. Los que somos perros cinéfilos aún más viejos, y que también hemos devorado cine desde que teníamos dientes de leche, nos damos cuenta que, como ocurre siempre respecto a lo “aparentemente nuevo y original”, que no es oro todo lo que reluce, o, más bien, parafraseando al Eclesiastés, “No hay nada nuevo bajo el sol” ("Nihil novum sub sole"). 

A este respecto, voy a referirme a dos claras referencias de las cuales la cineasta francesa se vale para construir este Titane. Por orden cronológico, la primera de ellas sería el filme oriental Tetsuo: el hombre de hierro (Shinya Tsukamoto, 1989) y su saga, extraño filme del fantástico nipón, con numerosas coincidencias temáticas. La segunda, y más reconocible, es Crash (David Cronenberg, 1996), una película que ya trataba la atracción entre máquina y humano y la parafilia por el excitante metal que ello conllevaba. Con estos mimbres, más una estética y colorido peculiares, fruto del trabajo de fotografía de Ruben Impens y un peculiar montaje a cargo de Jean-Christophe Bouzy, Ducournau construye una extraña fábula en la que el afecto y el amor consiguen la redención final del personaje malvado. Un malvado que, en este caso, es “Bella y Bestia” al mismo tiempo. Una máquina mortal de naturaleza femenina. Respecto a esta cuestión, no se puede olvidar también un guiño, aunque lejano, a la María de la futurista Metrópolis (1927) de Fritz Lang.


Titane, flamante y reciente Palma de Oro del último festival de Cannes 2021, es pues una película 
extraña, no apta para todos los paladares, ni todos los públicos. Quien decida ir a verla ha de tener en cuenta de que va a tener que soportar algunas escenas que ponen al espectador al límite de lo digerible, pues estamos ante un filme que juega, entre sus bazas fundamentales, precisamente con eso, con la incomodidad y estupefacción del espectador. Con una base de thriller con “asesino en serie”, Titane se mueve con soltura entre el "gore" más descarnado, el surrealismo posmoderno y el drama humano. Con un poco más de contención, sutileza y un menor regodeo en lo "bizarre", Ducornau podría haber logrado un filme aún mejor, pero ese no es precisamente su estilo. 

Un filme tan inclasificable como su directora: Julia Ducornau. Recuerden bien este nombre porque, sin duda, con tan solo dos largometrajes, ha conseguido dinamitar las salas y los festivales de cine. ¿Quién sabe que nos estará preparando ya la nueva “fille terrible” del cine francés?

GONZALO J. GONZALVO

lunes, 25 de octubre de 2021

Las leyes de la frontera (2021)****

 Dir: Daniel Monzón

Int: Marcos Ruiz, Begoña Vargas, Chechu Salgado, Pep Tosar, Daniel Ibañez, Guillermo Lasheras, Jorge Aparicio, Carlos Oviedo, Cintia García, Xavier Martín, Víctor Manuel Pajares, Diego Molina Garau.

Vivir...deprisa...deprisa... 

No podría comenzar este artículo sin citar algunos de los referentes con los que Daniel Monzón ha construido una excelente película que revitaliza el llamado “cine quinqui” de finales de los 70 y principios de los años 80, época convulsa que, precisamente, este escritor vivió en plena adolescencia marcada por un lenguaje y una estética propios. Aquellos salones recreativos que llamábamos "futbolines", los coches de entonces, tan duros como los pandilleros que se hacían con ellos haciéndoles “el puente” para dar sus “palos”, las cazadoras de piloto...Los pantalones acampanados...las gafas... Entonces, las calles de las grandes ciudades era tan duras como el asfalto... y los que vivían en los extrarradios tenían que ser así para intentar sobrevivir. Sus leyes no eran las que regían para la mayoría... porque ellos estaban al otro lado de la frontera que les separaba de las clases medias y altas... 


De ahí lo acertado del título, tanto de la notable novela de Javier Cercas como de esta estupenda adaptación 
que ha realizado el cineasta Daniel Monzón. En este contexto, nos encontramos con una serie de personajes entre los que destacan Nacho, Tere y “El Zarco". Viajamos en el tiempo y nos vamos al verano de 1978. Ignacio Cañas (interpretado por Marcos Ruiz) es un estudiante de diecisiete años, tímido e introvertido, que vive en Gerona. Al conocer al “Zarco” (Chechu Salgado) y a Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, se ve inmerso en una imparable carrera de robos y atracos que va “in crescendo” en potencia y peligrosidad, lo que le lleva a cruzar la difusa línea que separa el bien y el mal. 



Con esta premisa, base de toda buena novela o película de género negro, Daniel Monzón, con guion propio, en colaboración con el novelista Cercas y con Jorge Guerricaechevarría (un especialista en el género, autor de guiones como Perdita Durango, 800 balas, Celda 211 o Cien años de perdón), ha construido un filme sólido, trepidante, que recuerda a lo mejor de ese subgénero tan exitoso, décadas atrás denominado “cine quinqui”, y que dio obras tan notables como la maravillosa Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1981), que se llevó ese año el Oso de oro de Berlín. Otras referencias importantes serían: Perros callejeros (José  Antonio de la Loma, 1977), Yo, "El Vaquilla” (Antonio de la Loma, 1985), El pico (1983) o La estanquera de Vallecas (1987), estas dos últimas de un más que reivindicable (y un tanto olvidado) Eloy de la Iglesia . 


Con el final de los años ochenta y la llegada de los 90, este subgénero quedó caduco y obsoleto, la sociedad 
estaba cambiando y avanzando demasiado rápido, y los viejos quinquis se convirtieron en dinosaurios encarcelados o en víctimas de la heroína y el sida. 

Con una ambientación excelente, que te transporta directamente a finales de los 70, apoyada en un montaje ágil y vibrante, una buena fotografía de Carlos Gusi y una cañera banda sonora de Derby Motoretas y Burrito Kachimba, que reconstruyen el sonido de la época (el de Los Chunguitos, por ejemplo), Las leyes de la frontera supone una revisión con una calidad más que notable de un subgénero que, muchos de los que hoy día pasamos de los cincuenta, contemplamos con nostalgia, pues nos retrotrae a esa adolescencia irrecuperable, a los paraísos perdidos, a la libertad y la obscena juventud de los 14 a los 18 años. 


Destacar, como no, un reparto muy bien elegido, con actores y actrices no demasiado conocidos pero a los 
que se les ve buen oficio, destacando Begoña Vargas (Tere), Marcos Ruiz, el inefable “Gafitas”, y Chechu Salgado, el peligroso e indómito “Zarco”. El resto de secundarios también da la talla. 

Las leyes de la frontera es un filme adrenalítico, de género, pero estamos ante un "cine con mayúsculas" de Daniel Monzón, un cineasta curtido y con oficio, que nos devuelve a un tipo de películas de puro entretenimiento pero que eran, además, un fiel retrato social y vital de su momento. Un cine que, por desgracia, ha desaparecido casi por completo . Por eso, fogonazos como el que Monzón nos ofrece en Las leyes de la frontera bien merecen el regreso a las salas de cine y a volver a disfrutar del cine en la pantalla grande. 

El cine quinqui ha vuelto... abróchense los cinturones y cuidado...que vienen curvas... y balas.

GONZALO J. GONZALVO

sábado, 23 de octubre de 2021

Maixabel (2021)***

 Dir: Icíar Bollaín

Int: Blanca Portillo, Luis Tosar, Urko Olazabal, María Cerezuela, Arantxa Aranguren, Mikel Bustamante, Bruno Sevilla, Jone Laspiur, David Blanka.



El guion de Maixabel es de Icíar Bollaín e Isa Campo, colaboradora habitual de Isaki Lacuesta y se inspira en la historia real de Maixabel Lasa, que perdió en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre fría con la vida de quien había sido su compañero desde los dieciséis años.


El personaje de Maixabel ha sido incorporado, con la habitual sobriedad y eficiencia, por Blanca Portillo y el de Ibon 
Etxezarreta, uno de los "ex-etarras", por Luis Tosar que también cumple de modo excelente al recrear a un ser humano capaz de asesinar y de transitar con entereza su camino hacia el arrepentimiento.


Creo que toda la polémica creada por la película es muy artificiosa, o en todo caso, responde a la poca o nula madurez 
democrática de nuestra sociedad que parece derivar cada vez más hacia la sinrazón y el esperpento. Curiosamente, el mayor problema de la película de Icíar Bollaín, tiene que ver con su estilo que pasa por una cierta blandura, por la constante búsqueda de un equilibrio extremo en los aspectos formales e igualmente en los temáticos por complejos que fueran. O lo que es lo mismo, por su falta de riesgo que, por otro lado, le ha dado casi siempre buenos resultados como en Flores de otro mundo (1999), Te doy mis ojos (2003), Mataharis (2007) o El olivo (2016). 

Esta historia, una vez más se encamina en busca del equilibrio y de la paz, pero olvida que hay muchas heridas que cerrar y que se remontan a un pasado traumático no resuelto que es negado, precisamente, por muchos de los herederos políticos de un sistema político (el franquismo) regido por asesinos (no encuentro otra manera de definirlos). Las cifras, oportunamente borradas del recuerdo, son imprecisas y seguramente se quedan cortas, pero su mera cita resulta escalofriante: 30.000 desaparecidos entre los 150.000 muertos por causas políticas, medio millón de internos en campos de concentración, miles de prisioneros de guerra y presos políticos empleados como mano de obra forzosa para trabajos de reconstrucción y obras públicas, decenas de miles de personas empujadas al exilio y 300.000 encarcelado. Es fácil pensar que unos sucesos de tal magnitud no terminaran por potenciar reacciones igualmente condenables como el terrorismo de ETA. Es evidente que la cuestión nacionalista, los comportamientos mafiosos de la banda y su violencia asesina son condenables, pero sólo desde la reflexión y la oportuna contextualización pueden entenderse los extremos y las reacciones que provocan.


Y es, precisamente, en la exposición del problema de la inserción de los antiguos terrorista (a pesar del excesivo "buenismo") donde triunfa la película de Icíar Bollaín, que ciertamente siempre se ha acercado a temas que albergan cierta complejidad. Además, ¿Quién ha dicho que el cine no pueda proponernos temas políticos y sociales? Yo me atrevería a decir que una cinematografía que no sea capaz de tratar todas y cada una de las cuestiones sociales y políticas que nos han afectado y nos afectan, no existe, o es otra cosa que seguramente se parece más a un producto audiovisual de usar y tirar que poco o nada que ver con la creación artística y que fundamentalmente está pensado para inutilizar y "atontar" el criterio de sus consumidores.

Roberto Sánchez


El buen patrón (2021)****

 Dir: Fernando León de Aranoa

Int: Javier Bardem, Manolo Solo, Almudena Amor, Óscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Tarik Rmili, Rafa Castejón, Celso Bugallo, Yaël Belicha, Martín Páez, Daniel Chamorro, María de Nati, Mara Guil, Pilar Matas.


Fernando León de Aranoa (nacido en 1968) se está convirtiendo en uno de los mejores cineastas españoles. Viene 
destacando su buen hacer como guionista, quizás uno de los oficios cinematográficos más necesitado de talento y originalidad que al madrileño no le faltan. Así lo demuestran trabajos como Familia (1996), Barrio (1998), Los lunes al sol (2002) o Un día perfecto (2015). Una de sus constantes temáticas es el análisis de la situación social y un cierto sentido crítico. El buen patrón, tiene, además, un sentido del humor bastante ácido y es complicado encariñarse con sus personajes que resultan, casi siempre, despreciables y, en general, suponen un retrato duro del mundo empresarial, pero que no olvida mostrarnos las miserias de los trabajadores, avocados en la mayoría de los casos a funcionar con la misma falta de solidaridad que sus patrones y reproduciendo, a diferente escala, estructuras mafiosas. 


Julio Blanco (Javier Bardem), el carismático propietario de una empresa que fabrica balanzas industriales en una 
ciudad española de provincias, espera la inminente visita de una comisión que decidirá la obtención de un premio local a la excelencia empresarial. Todo tiene que estar perfecto para la visita. Sin embargo, todo parece conspirar contra él. Trabajando a contrarreloj, Blanco intenta resolver los problemas de sus empleados, cruzando para ello todas las líneas imaginables, y dando lugar a una inesperada y explosiva sucesión de acontecimientos de imprevisibles consecuencias.


La elección del reparto era fundamental para lograr construir a personajes verosímiles, con sus equivalentes en 
una realidad que todos conocemos, por desgracia. Es fácil encontrarlos en casi todos los ámbitos profesionales. Brillan los trabajos de su habitual Javier Bardem, pero también el de Manolo Solo, uno de los mejores secundarios del cine español actual y la debutante Almudena Amor (a la que también veremos en La abuela, de Paco Plaza) cuya inquietante belleza será una parte fundamental de esa sucesión de acontecimientos que, es posible, no fueran tan imprevisibles.


Hay películas que convencen por sus pequeños detalles, por una mirada, por un gesto... Aranoa, es "el buen 
guionista" que sabe situarlos en los mejores momentos de la trama. La complicidad con sus actores es fundamental y quizás todavía no sea el mejor director (por aquello de que su "puesta en escena" es algo plana, y poco expresiva) pero el resultado es espléndido. ¡Ah!, su escena final (compartida por Bardem y Celso Bugallo) no tiene desperdicio. Ya me contarán, qué les sugiere...


Roberto Sánchez

martes, 28 de septiembre de 2021

Cry Macho (2021)****

 Dir: Clint Eastwood

Int: Clint Eastwood, Eduardo Minett, Natalia Traven, Dwight Yoakam, Fernanda Urrejola, Sebestien Soliz, Horacio García Rojas, Daniel V. Graulau, Ana Rey, Brytnee Ratledge, Paul Lincoln Alayo, Alexandra Ruddy, Amber Lynn Ashley, Joe Scoggin, Elida Muñoz, Abiah Martinez, Ramona Thornton



Los viejos vaqueros nunca mueren

El Sr. Clint Eastwood ha cumplido, nada más y nada menos, que 91 años. Eso le convierte en uno de los directores ya considerados clásicos que, al igual que Woody Allen, siguen haciendo cine poseedores de una inteligencia preclara y una  vitalidad incombustible que hace pensar que, como el inefable Obélix, proviene de poderes mágicos. Y es que, Míster Eastwood, lo ha vuelto a hacer. 



Estamos ante una road movie con marcadas características de western en la que sus temas troncales: la lealtad, el perdón, la redención, la amistad, el paso del tiempo...La Vida con mayúsculas, en definitiva, vertebran toda la narración con elegancia y comedimiento, sin alardes ni pirotecnias innecesarias. El propio proceso de envejecimiento nos muestra a un Eastwood más calmado, pero no menos rebelde y peleón, que, en este caso, para devolver un favor a un amigo, emprenderá un peligroso viaje a México para regresar con Rafo (un jovencito Eduardo Minett), que sobrevive en las calles gracias a su gallo "Macho" para evitar el continuo maltrato de su madre Leta (interpretada por la explosiva Fernanda Urrejola), una hermosa y despiadada mujer que vive en una mansión a las afueras del DF con guardaespaldas armados. 



Con guión de Nick Schenk y Richard Nash basado en su propia novela, Cry Macho nos vuelve a mostrar esos paisajes agrestes en los que los viejos cowboys en los que los viejos cowboys como Mike Milo (Eastwood), una vieja estrella del rodeo norteamericano, se mueven como pez en el agua. En este sentido, Cry Macho nos hace recordar esos maravillosos westerns clásicos de directores como John Ford, Bud Boetticher o George Stevens. Cry Macho tiene, por tanto, ecos de Infierno de cobardes (1973), de El jinete pálido (1985) y de esa obra maestra de Clint Eastwood llamada Sin perdón (1992). Sobre todo en esa maravillosa fotografía de Ben Davis y la deliciosa banda sonora de Mark Mancina, siempre bajo la estricta supervisión del propio Eastwood. 



Estamos pues ante un hermoso western crepuscular que, bajo esa estructura de road movie, nos vuelve a mostrar en toda su belleza la América rural de Texas y también los paisajes del otro lado mexicano de la frontera, no menos hermosos. La propia naturaleza, en todo su esplendor, es otro protagonista más, al igual que los caballos, de esta historia humana en la que los silencios y las miradas son tan elocuentes como esos hermosos planos y  secuencias (hasta se atreve con un travelin al más puro estilo de la "fordiana" La diligencia de 1939) que emocionan y conmueven al espectador. Y es que...los viejos cowboys...,al igual que los viejos rockeros,... nunca mueren.

Gonzalo J. Gonzalvo

Blue Bayou (2021)***

Dir: Justin Cho

Int: Justin Chon, Alicia Vikander, Mark O'Brien, Sydney Kowalske, Linh Dan Pham, Susan McPhail, Martin Bats Bradford, Sylvia Grace Crim, Rhonda Johnson Dents, Vondie Curtis-Hall, Renell Gibbs, Jim Gleason, Randy Austin, Emory Cohen.



El drama de la inmigración hecho cine 

La historia de Blue Bayou nos traslada a Louisiana, donde un hombre de origen coreano,  criado en Estados Unidos, deberá enfrentarse a un proceso de deportación que amenaza con destruir toda su vida y esfuerzos en ese país. Antonio, interpretado por el propio director Justin Chon, deberá hacer frente a un complejo proceso legal que le obligará enfrentarse a su duro pasado y al racismo que pervive en la sociedad estadounidense mientras trata de mantener a flote su vida familiar. 



Justin Chon ha ido desarrollando una carrera como cineasta con películas centradas en el ámbito social, pasando por festivales como Sundance, hasta hacerse hueco en Cannes con este Blue Bayou, un trabajo centrado en el tema de la inmigración de Estados Unidos y sus desgarradoras consecuencias. 

Hay mucha intención de denuncia en este relato, pero también mucho talento cinematográfico detrás. Todas las penurias y emociones por las que pasa el protagonista son plasmadas en pantalla componiendo una poesía fílmica que también hemos podido disfrutar en filmes asiáticos como el coreano Tren a Busan (Sang-Ho Gyeon, 2016). En este caso con una maravillosa fotografía que compone imágenes y escenas cinematográficas de una belleza pictórica. 

Un reparto adecuado, en el que sobresale la siempre maravillosa Alicia Vikander, aporta mucha fuerza dramática a una historia ya, de por sí, desgarradora. 

Por ponerle un pero, en su tramo final, se torna en exceso lacrimógena, aunque eso no le resta méritos artísticos a su concepción y puesta en escena. Con una mayor contención en ese aspecto estaríamos hablando de casi una obra maestra.  

Blue Bayou es una de las opciones más interesantes de la actual cartelera y, a pesar de llevar sello de cine estadounidense, muestra esa forma de sensibilidad diferente de los cineastas asiáticos, en especial los coreanos, recientes triunfadores con trabajos como la excepcional Parásitos (Bong Joon Ho, 2019) . 

Gonzalo J. Gonzalvo 

sábado, 25 de septiembre de 2021

Dune (2021)***

 Dir: Denis Villeneuve

Int: Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Josh Brolin, Jason Momoa, Stellan Skarsgård, Zendaya, Javier Bardem, Sharon Duncan-Brewster, Charlotte Rampling, Chang Chen, Stephen Henderson, Dave Bautista, Babs Olusanmokun, David Dastmalchian, Golda Rosheuvel, Benjamin Clémentine, Souad Faress.


En el mismo año que se estrenaba la adaptación de David Lynch (1984), yo leí la primera novela de Dune, unos meses antes del visionado de la película. Dune es la primera entrega de una extensa serie de novelas que Frank Herbert inicio en 1965 y que ha terminado por convertirse en toda una leyenda con seis entregas directas y al menos ocho novelas más a cargo de su hijo Brian Herbert y Kevin J. Anderson. El impacto que me produjo la trilogía inicial, que devoré embebido y transportado al universo de Arrakis (el nombre real del planeta Dune), me hizo desear con pasión su adaptación al cine. Y, ante mi sorpresa, uno de los directores que más me gustaban (y me gustan), afrontó la compleja adaptación. La película, resultó fallida, pasó a convertirse en una leyenda igualmente, todo lo que le faltaba (o le sobraba) se lo añadía el espectador que, como en mi caso, ya era un iniciado si había leído la primera entrega. Luego, con el tiempo, nos enteramos de la desavenencias entre Lynch y el productor Dino de Laurentiis que no habían favorecido el resultado final de esta aproximación entre los visionarios y complejos universos de Lynch y Herbert. 



La estupenda traducción de Domingo Santos (1949-2018), uno de los mejores novelistas españoles del género, para la edición de Ultramar de 1982 que yo devoré con pasión, en su versión de bolsillo (abril de 1984), abría las puertas a muchas cuestiones como la ecología, la historia de las religiones, las estrategias políticas y militares, las disputas por el control de materias estratégicas y una rica descripción de una extensa galería de personajes.


La fascinación por la novela atrajo igualmente al polifacético artista y director chileno de culto Alejandro Jodorowsky que en 1975 soñó con su adaptación. Empezó a elaborar el proyecto junto al guionista de Hollywood y maestro de efectos especiales Dan O'Bannon, H. R. Giger, el (futuro) diseñador de Alien (Ridley Scott, 1979), y el artista de cómics Jean “Moebius” Giraud, todos bajo su dirección. Este proyecto era una superproducción cuyas cotas de ambición sobrepasaban todos los límites. Un sueño que se derrumbó antes de poder alzarse. Tras cuatro décadas, el documental Jodorowsky's Dune (2013) de Frank Pavich desvela el film que pudo ser el Dune de Alejandro Jodorowsky, con un tratamiento similar a Lost In La Mancha (2002) de Keith Fulton y Louis Pepe, o cómo narrar el fracasado primer intento de Terry Gilliam adaptando El Quijote, y que nos permite descubrir entrevistas con sus principales artífices y una inmersión en todo el trabajo de pre-producción creado para una película nunca hecha. 

Antes de la expansión e imposición de las plataformas audiovisuales hubo dos intentos (también fallidos, ahora por sus resultados) de adaptar las novelas de Herbert para la televisión. Ni Dune, la leyenda (John Harrison, 2000), serie de 3 episodios (con algo más de 4 horas), ni Hijos de Dune (Greg Yaitanes, 2003), con otros tres episodios (también con más de 4 horas), lograron tener éxito.



Este extenso preámbulo, explica, en realidad, que la industria todavía podía apostar de nuevo por las historias relatadas en la saga de Dune. Y, en principio y teniendo en cuenta los resultados iniciales de taquilla, parece que se ha dado con algunas de las claves para su éxito. El guion ha sido concebido por el propio director Denis Villeneuve, junto a Eric Roth y Jon Spaiths. Roth, nacido en Nueva York en 1945 tiene ya una larga trayectoria como productor y guionista desde 1970, destacando en trabajos como Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), Munich (Steven Spielberg, 2005), El curioso caso de Benjamin Button (David Fincher, 2008); Jon Spaihts, también neoyorquino, está más relacionado con géneros como la fantasía y la ciencia ficción, desde su primer guion La hora más oscura (Chris Gorak, 2011), pasando por Prometheus (Ridley Scott, 2012) o Doctor Strange (Doctor Extraño) (Scott Derrickson, 2016); y el canadiense Villeneuve, con trabajos como Incencios (2010), en el que dirige y guioniza la obra teatral de Wajdi Mouawad, Prisioneros (2013), Enemy (2013), una adaptación de un texto de José Saramago en manos de Javier Gullón, o Sicario (2015). Y dentro del género de la ciencia ficción: La llegada (Arrival) (2016) y Blade Runner 2049 (2017), que retoman la ciencia ficción adulta, la primera, un guion de Eric Heisserer adaptando una historia de Ted Chiang, y la segunda, arriesgada apuesta al retomar el espíritu de ¿Sueñan los androides con ovejas elécticas? de Philip K. Dick, adaptado ahora por Hampton Fancher y Michael Green.


El equipo de guionistas han logrado, sacrificando algunos aspectos y contextualizaciones (parece inevitable), transportarnos al universo de Dune, han logrado crear un ritmo narrativo que huye de lo contemplativo e introduce la complejidad de las diversas tramas con fluidez. Villeneuve es un director con personalidad pero que no entra en contradicciones graves con la Industria (algo que si le pasó a Lynch) y por eso ha logrado recrear el universo de Herbert acercándolo al gusto de la mayoría. Conociendo sobradamente la trama, las 2 horas y 35 minutos de esta primera entrega se me han pasado como un suspiro (con el pesar de la obligatoria mascarilla). 



El reparto cumple bien su cometido de hacer realidad una galería de personajes extensa que se quedará en la mítica del cine de ciencia ficción. La segunda parte debe resolver las tramas que inevitablemente han quedado abiertas y,  rellenar las lagunas planteadas al no explicar suficientemente la cronología o conceptos decisivos para entender el contexto sociopolítico como el "Jihad Butleriano" o la existencia de una Biblia Católica Naranja. Si no se explican mínimante en un futuro, les remito a la lectura del libro que a pesar de sus fechas de concepción no ha perdido vigencia...



  A la gente cuyo trabajo va más allá del campo de

las ideas y penetra en la "realidad material": a los

ecólogos de las tierras áridas, dondequiera que estén,

en cualquier tiempo donde trabajen, dedico esta ten-

tativa de extrapolación con humildad y admiración.

(Frank Herbert, dedicatoria inicial de la novela Dune)


Roberto Sánchez.