martes, 11 de agosto de 2020

Dónde estás, Bernadette (2019)****

 Dir: Richard Linklater

Int: Cate Blanchett, Kristen Wiig, Billy Crudup, Judy Greer, Laurence Fishburne, Troian Avery Bellisario, Jóhannes, Haukur Jóhannesson, James Urbaniak, Zoe Chao, Claudia Doumit, Zachary Davis Brown

“El misterio de la creatividad”. 


Afortunadamente, empiezan a llegar, de nuevo, estrenos a nuestras pantallas grandes, después de meses sin salas (algo inaudito hasta ahora, aunque este joven siglo XXI parece reservarnos aún más “sorpresas” que nunca hubiésemos imaginado). Y, ya que de imaginación y creatividad va la cosa, estarán de acuerdo conmigo en que el cine que firma Richard Linklater, tiene, indudablemente, un sello de autor inconfundible. 

Dónde estás, Bernadette, es el último trabajo de este cineasta texano nacido en los sesenta. Estamos pues hablando de “cine de autor”, un término que acuñaron los realizadores fundadores de la “Nouvelle vague” francesa a finales de los cincuenta, poco antes de que Linklater llegase al mundo.


 

En Dónde estás, Bernadette, filme basado en el best seller homónimo de la escritora estadounidense Maria Semple, Linklater nos presenta a los personajes de una familia peculiar, a los que les une la inteligencia y la brillantez intelectual. En una sociedad cada vez más consumista y anodina, poblada por gente sin cultura ni personalidad alguna, esta familia se erige en una verdadera reserva de “bichos raros” e incomprendidos por el resto del vecindario. La madre, Bernadette Fox (de  nuevo una brillante interpretación de Cate Blanchet, una de las mejores actrices de su generación), es una brillante arquitecta con una trayectoria apabullante que, ahora, se encuentra asfixiada y perdida en su papel de excéntrica ama de casa, pues lleva años sin crear. El padre, Elgie, (Billy Crudup) es un genio de la informática que trabaja en una multinacional en el diseño de dispositivos de alta tecnología de comunicación, y la hija, Bee, (una perfecta Emma Nelson a la que preveo un gran futuro como actriz), es una adolescente brillante y con mucha personalidad. Tenemos pues un núcleo de personajes, de esos que tanto le gusta a Linklater presentar como inadaptados anti-héroes del día a día que, aún dentro del sistema, parecen peces fuera del agua a los que les gusta nadar a contracorriente. 

Otro de los temas troncales que vertebran el filme, y que me parece la cuestión fundamental que trata Linklater, es algo que, en el pasado, cineastas considerados malditos como Michael Powell (director de obras maestras como Las zapatillas rojas, de 1948,  o Peeping Tom, de 1960), también estudiaron en sus películas, y me refiero a “el lado oscuro de la creatividad”, “la perversión del arte” o “el abismo al que se ven avocados muchos creadores”, impulsados por un ansia irrefrenable e incontrolable de dar rienda suelta a su arte. Un ansia de crear que, en caso de ser reprimida, (como le ocurre aquí a la brillante arquitecta Bernadette Fox), asfixia a la persona y la conduce a una espiral de enajenación y locura. 




Interesante reflexión, la del poder del arte y de la creatividad, tanto como vía de escape y salvación (como el caso de Bernadette), como también, para otros creadores, vía de autodestrucción y bajada a los infiernos.

Linklater, ya desde sus comienzos en 1990 con Slacker, dejó sentadas las bases de su convencimiento del poder de la cámara, un poder transformador casi mágico, capaz de mostrarnos personajes y cosas reales y cotidianas tocadas por ese prisma de la lente del cineasta. Historias reales y cotidianas que le han dado sus mayores éxitos y reconocimientos profesionales a través de filmes como la trilogía Antes del amanecer (1995), Oso de Plata en Berlín, Antes del atardecer (2004), nominada al Óscar al mejor guión, apasionante continuación de la primera, y Antes del anochecer (2013), brillante cierre de la trilogía. Un año más tarde, en 2014, llega la oscarizada Boyhood, donde Linklater explota la misma fórmula que tanto éxito le había granjeado dicha trilogía: tratar temas y situaciones vitales y, a través e ellos, mostrar lo trascendental e importante de la vida a partir de lo cotidiano.


 A mitad de camino entre la comedia y el drama (este es el terreno en el que Linklater, como la propia vida, se mueve como pez en el agua), con Dónde estás, Bernadette quizá no haya llegado a la brillantez de las obras que he nombrado anteriormente, aunque ello no quita para que haya construido un excelente trabajo fílmico y, además, mucho más divertido y digerible (también por su ajustado metraje), que le acerca también a las mejores comedias de cineastas como Woody Allen o, el también inclasificable, Michel Gondry. 

Con Dónde estás, Bernadette, Richard Linklater se confirma como uno de los mejores narradores y cineastas independientes de su generación al que hay que seguir de cerca. Sin duda, unas de las voces de la narrativa visual norteamericana más interesantes del panorama actual.

GONZALO J. GONZALVO 


Under the Skin (2013)***

Dir: Jonathan Glazer 
Int: Scarlett Johansson, Paul Brannigan, Robert J. Goodwin, Krystof Hádek, Scott Dymond, Michael Moreland, Jessica Mance, Jeremy McWilliams, Adam Pearson.



   Me inauguro en el cine consumido con mascarilla y todos los requisitos de seguridad con esta rareza recuperada, aprovechando la fama de su protagonista Scarlett Johansson y algún que otro atractivo desnudo de esta estrella de Hollywood ahora ya del todo consagrada.



El guion de Walter Campbell y Jonathan Glazer adapta una novela de Michel Faber que no conozco, así que ignoro si el evidente tono surreal del film responde a una fiel adaptación o es una aportación personal de los creadores de este peculiar producto. Campbell es un reputado creativo de cine publicitario, Glazer ha rodado alguno de los más apabullantes videoclips de Radiohead, Massive Attack, Blur o Jamiroquai, y todavía hay que tener en cuenta a otro habitual colaborador de Glazer no acreditado, llamado Milo Addica que colaboró además con Jean-Claude Carrièrre (otro enlace con el surrealismo) en la atractiva Reencarnación (2004), protagonizada por Nicole Kidman, que junto a Sexy Beast (2000), extraño thriller rodado en buena parte Almeria, es uno de los tres únicos largometrajes de Jonathan Glazer, un londinense nacido en 1965. 


Una misteriosa mujer (Scarlett Johansson) deambula por las calles de Glasgow y otras zonas de Escocia, arrastrando a hombres solitarios y confiados a un destino fatal... Una inquietante e incómoda road movie, que nos termina conduciendo a los páramos escoceses, repletos de misterio y una húmeda presencia "lovecraftiana". No es una película sencilla, incluso en algunos momentos es ligeramente morosa, pero fuerza al espectador a hacerse muchas preguntas sobre el sentido de la vida y la atracción sexual (¿y el amor?) que parece es uno de los motores básicos de la especie humana. 



No es difícil deducir que lo que hay bajo la piel de esta muchacha no es terrestre y que actúa como cebo para abducir a los incautos machos humanos. El film no da muchas más explicaciones, prefiere sugerir esa cierta transferencia de "amor y muerte" que parece ir contagiando de manera irreversible al alienígena. 


Aunque no se advierte por parte de los exhibidores (yo la vi en la Salas Palafox de Zaragoza), la película viene precedida, del cortometraje The Fall (2019), inquietante trabajo del mismo Glazer que realmente te crea un "mal rollo" que perdura durante el filme posterior. Ni que decir tiene que la magnífica banda sonora de Mica Levi (que repite en el largometraje), a base de percusiones y voces humanas, te mantiene en vilo, al igual que el sobresaliente trabajo en la fotografía de Daniel Landin, habitual en todos los trabajos de Glazer. 

Bueno, para terminar, algunas pensamientos sobre el cine en salas en tiempos de COVID. Primero, que tenía muchas ganas de volver a ellas, son el mejor lugar para ver cine (de cualquier estilo, género e intenciones); segundo, que mientras haya que llevar la máscara, hay un punto de sacrificio y sufrimiento que no me resultó fácil superar, sobre todo teniendo en cuenta que sólo estábamos tres personas (debidamente alejadas) durante la exhibición. Concluyendo, si no logramos entender que una sala de cine (teatro, etc..), con todas las medidas que se están tomando, no es mucho más segura que cualquier comercio o terraza de bar, el futuro de la exhibición corre un gran peligro. Parece que el miedo se supera mejor con las drogas (la televisión, internet, el alcohol etílico, etc.) y que la capacidad de escape que produce el cine en salas ya está directamente amortizada por el que podemos consumir en casa (sin mascarilla). Las multinacionales del audiovisual pueden seguir obteniendo beneficios por medio de las plataformas e internet, así que una vez más los buenos aficionados tendremos que tomar algo de riesgo (menor, estoy seguro que el que hay en cualquier terraza de un bar) y ver con mascarilla interpuesta los estrenos y reposiciones que hagan falta.

Roberto Sánchez.