lunes, 14 de noviembre de 2022

As bestas (2022)****

Dir: Rodrigo Sorogoyen

Int: Marina Foïs, Denis Ménochet, Luis Zahera, Diego Anido, Marie Colomb


Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs) son una pareja francesa que se instaló hace 
tiempo en una aldea del interior de Galicia. Allí llevan una laboriosa vida tranquila, aunque su convivencia con algunos lugareños no es tan idílica como desearían. Un conflicto con sus vecinos, los hermanos Anta, hará que la tensión crezca de modo incontrolable.


Una vez más, el tándem formado por Isabel Peña (nacida en Zaragoza en 1983) y Rodrigo Sorogoyen 
(nacido en Madrid en 1981), con un guion impecable, han logrado construir una historia sólida ambientada en Galicia pero rodada en León, en concreto en la zona del Bierzo, en la frontera con tierras gallegas. En el Bierzo están Barjas y Quintela de Barjas (localidad a la que solo le queda un vecino), sus paisajes comparten protagonismo con un grupo de actores a los que Sorogoyen saca un rendimiento más que apreciable. Destacan, por su protagonismo, los franceses Marina Foïs, Denis Ménochet y Marie Colomb; y los españoles Luis Zahera y Diego Anido (que encarnan a los hermanos Anta).


Conviene repasar brevemente la filmografía de estos dos cineastas (Sorogoyen y Peña). Sorogoyen 
inició su trayectoria como director en 8 citas (codirigida con Peris Romano, 2008) y pronto coincidió con Isabel Peña y su habilidad para guionizar y engarzar historias en series como Impares (2008-2010) o La pecera de Eva (2010-2011). Peña, que sepamos, inició su camino como guionista en Martina y la luna (2008), un cortometraje de Javier Loarte, y en Stockholm (Rodrigo Sorogoyen y Borja Soler, 2013), coescribe junto a Sorogoyen, un guion en el que se confirma que hay una sinergia plena entre los dos y que sigue desarrollándose en Que Dios nos perdone (2016), El reino (2018), Madre (2019), la serie Antidisturbios (2020) y ahora, As bestas.


Nos llama la atención que no habían "viajado" al espacio rural. Sus historias se desarrollaron 
en contextos fundamentalmente urbanos y en ellos tiene siempre más importancia el "paisaje" humano, las  personalidades complejas, confrontadas con sus parejas, compañeros o con su propia conciencia.



Parece que el punto de partida de esta historia es el llamado "crimen de Petín" (localidad de Orense) de 2010, suceso real en el que fue asesinado el holandés Martin Verfondern. Para reinterpretar este suceso, era necesario "el viaje al mundo rural" que Sorogoyen y Peña, transforman con acertado criterio en un western / thriller, pero a su vez en un fiel y minucioso retrato de la personalidad de esta pareja de franceses obsesionados con reinventar su vida en un entorno libre y "salvaje". La trama se complica al añadirse la oferta de las empresas de energías renovables (los ya omnipresentes aereogeneradores) y el reparto de beneficios que puede suponer si el pueblo de manera unánime "vende" sus tierras, prados y bosques; una cuestión actual y presente en las zonas rurales y que puede generar no pocos conflictos entre dos maneras (o más) de ver la vida.



El enfrentamiento entre los hermanos Anta y la pareja de franceses es inevitable. La 
descripción de cómo crece la tensión, es retratada con precisión y subrayada mediante una minimalista pero siempre eficiente banda sonora compuesta por Olivier Arson, uno de los colaboradores habituales de Sorogoyen. La eficiente planificación (de ese impecable guion) y la elección de imágenes en determinadas situaciones con un elevado valor metafórico, contribuyen a la densidad de un relato negro de la dureza que pueden alcanzar las relaciones humanas.



Sin duda, una de las mejores películas españolas de este año y una muestra clara de la calidad de este tándem que forman Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña.

Roberto Sánchez

JAZZ CINEMA. FILMOTECA DE ZARAGOZA. FESTIVAL DE JAZZ DE ZARAGOZA

 


El jazz y el cine mantienen un tórrido idilio, pero que se mantiene oculto para la mayoría. El Festival de Jazz de Zaragoza y la Filmoteca de Zaragoza, llevan unos años intentando desvelar esa relación. Recibí el encargo de programar, presentar y debatir sobre las películas que mejor demostraban esa fusión jazz / cine tan atractiva para mi.  Esa fue también la intención que tenía mi libro Jazz de película (Doce Robles, 2015).


En el mes de noviembre se celebra en Zaragoza un atractivo Festival de jazz, y en su 
programación se reserva en su sección "Otros espacios" unos días para demostrarnos que jazz y cine pueden convivir en armonía.



El miércoles 16 de noviembre, a las 20 horas veremos Jazz en un día de verano (Jazz on a Summer´s Day), documental, ya mítico, dirigido por Bert Stern y Aram Avakian, recogiendo el ambiente y unas cuantas actuaciones del festival de jazz de Newport en 1958. 


Todo un 
espectáculo que no se limitó a recoger las actuaciones sino a mostrarnos el ambiente de los espectadores, los ensayos y en general todo lo que rodea a un evento tan especial. Presenciamos fragmentos de las actuaciones en directo de Jimmy Giuffre, Thelonious Monk, Henry Grimes, Sonny Stitt, Anita O´Day, Dinah Washington, Gerry Mulligan, Chuck Berry, Chico Hamilton, Louis Armstrong y Mahalia Jackson. Se recogen muchos momentos especiales de los ensayos, de lo que ocurre en torno al escenario, las reacciones de los aficionados que, en ocasiones, son analizadas con precisión de entomólogos por Stern y Avakian. Un disfrute para los sentidos, por el respeto escrupuloso al sonido, a los músicos y a los espectadores de estos eventos tan especiales.



El jueves 17, a las 20 horas se podrá ver Thelonious Monk: Straight, No Chaser (1988) de Charlotte Zwerin, una prestigiosa documentalista norteamericana que ha tratado temáticas que van de la plástica artística al universo musical del siglo XX, como Gimme Shelter (1970), dirigido junto a Albert y David Maysles, sobre The Rolling Stones, o Horowitz Plays Mozart (1987), junto a Susan Frömke y Albert Maysles, sobre el célebre pianista de música clásica. Y está claro que no podían faltar, en su trayectoria, referencias directas al jazz, como Ella Fitzgerald: Something to Live For (1999), producido por la cadena pública norteamericana PBS sobre la vida de “The First Lady of Song” y, claro, Thelonious Monk: Straight, No Chaser, que tuvo como punto de partida una serie de grabaciones de Christian Blackwood y su hermano Michael, encargados por la televisión pública de Alemania Occidental en 1967 para crear una película especial de una hora sobre Thelonious Monk, los dos hermanos  siguieron de cerca a Monk durante seis meses mientras viajaba por Nueva York, Atlanta y Europa. 



De este proyecto surgieron trece 
horas de tomas descartadas, mostrando actuaciones en vivo de Monk y su banda junto con los únicos materiales de Monk rodados fuera del escenario. El metraje se almacenó durante casi dos décadas después de que se emitiera el especial de una hora, que solo se pudo ver en Alemania. Después de no pocas vicisitudes, en las que intervinieron los hermanos Blackwood, el productor Bruce Ricker y Clint Eastwood y su productora Malpaso, Charlotte Zwerin pudo demostrar, en un análisis minucioso de su trayectoria, con sensibilidad y maestría, que Thelonius Monk tenía un nivel artístico semejante al de otros grandes músicos a los que había dedicado sus trabajos anteriores.




El viernes 18, a las 22 horas, veremos Cuanto más, ¡mejor!, o mejor, Mo' Better Blues (1990) de Spike Lee. En ella se nos cuenta los hechos y hazañas de un músico de jazz. El trompetista Bleek Gilliam lidera junto al saxofonista Shadow Henderson  un quinteto de jazz que actúa en un club de los bajos fondos. Aunque Shadow disfruta de un mayor protagonismo en la banda, a Bleek tampoco le van mal las cosas. Sin embargo, diversos problemas les obligan a tomar delicadas decisiones. Por una parte, Bleek debe salir en defensa del mánager del grupo, que tiene problemas con el juego y que es frecuentemente apaleado por sus acreedores. Por otra, el trompetista debe elegir entre dos mujeres, una maestra de escuela y una cantante, con las que mantiene una relación sentimental paralela. Por si fuera poco, su rivalidad profesional con Shadow amenaza con dividir la banda. 

Spike Lee, director y guionista de este filme, que casi siempre ha incluido jazz en sus películas, estableció una vinculación muy especial con Terence Blanchard, un trompetista, compositor y arreglista norteamericano que habitualmente ha sido incluido en el estilo llamado neobop. Blanchard es, precisamente, el responsable de los arreglos musicales de Mo’ Better Blues, en la que contó con Denzel Washington, que era, en ese momento, la más refulgente estrella negra en el ambiente de Hollywood (Bleek Gilliam en el film, de profesión trompetista de jazz). Además, intervienen en papeles importantes Wesley Snipes (Shadow Henderson, saxo), Bill Nunn (Botton Hammer, bajo), Giancarlo Esposito (“Left Hand” Lacey, piano) y Jeff “Tain” Watts (“Rhythm” Jones, batería), aunque solo tocó de verdad este último. 

Con su brillante imaginación visual, Spike Lee nos hace sentir de cerca la educación, vida y tribulaciones de un trompetista especialmente virtuoso. Denzel Washington empezaba a consolidarse como uno de los grandes actores de Hollywood, y en su galería de personajes no podía faltar la figura del músico de jazz. Y quizás su modelo, su alter ego, fue Wynton Marsalis, con lo que estaríamos ante otra de esas biografías no reconocidas, en este caso del brillante trompetista de jazz en activo, nacido en Nueva Orleans en 1961.

Roberto Sánchez

jueves, 20 de octubre de 2022

Cerdita (2022)***

 Dir: Carlota Pereda

Int: Laura Galán, Claudia Salas, Camille Aguilar, Pilar Castro, Carmen Machi, José Pastor, Chema del Barco, Julián Valcárcel, Irene Ferreriro, Stéphanie Magnin Vella, Fernando Delgado-Hierro.


El terror slasher como vehículo de denuncia del bullying y la gordofobia

Sara es una joven que vive en un entorno rural que, durante el verano, es aún más asfixiante, pues mostrar su cuerpo solo significa tener que soportar las continuas burlas de las otras chicas del pueblo. Estas circunstancias se verán alteradas por la aparición de un desconocido. A raíz de esta llegada, algunas de sus acosadoras desaparecen. Sara sabe más de lo que dice, y tendrá que decidir entre hablar y salvar a las chicas, o no decir nada. Será el espectador quien quedará también atrapado en todas estas situaciones a nivel de reflexión. 


El germen de Cerdita es un cortometraje homónimo que la misma directora dirigió en 2018, también con 
Laura Galán como protagonista, que se llevó ese año el codiciado Goya y el premio Forqué al mejor corto. 

Cerdita es el primer largometraje en solitario en la dirección de Carlota Pereda, aunque ya había participado en La cola del diablo (2021), un largo de terror dirigido coralmente por varios cineastas. Pereda ha ejercido además como guionista de todos sus trabajos, tarea que comenzó a través de la serie Periodistas (1999-2001). Actualmente, Pereda prepara un segundo largometraje basado en Rubias (2016), otro cortometraje suyo anterior, apostando por que coseche un éxito similar a la actual adaptación de la que estamos hablando.



Cerdita tiene sus virtudes y sus defectos. Como todas las óperas primas, posee esa frescura y fuerza producto de la pasión y el entusiasmo. Además, hace gala de un humor negro impagable que utiliza para ejercer una crítica social soterrada, un retrato de la España rural del siglo XXI, que poco ha cambiado en lo sustancial respecto a aquella España en blanco y negro de los filmes de Berlanga o de Nieves Conde. En ese sentido, entronca también con el humor gore que caracteriza a cineastas patrios expertos en este humor negro cañí, como Alex de la Iglesia (La comunidad, El día de la bestia, Veneciafreniaetc.) o Santiago Aguilar y Luis Aguilar (La Cuadrilla), autores de la maravillosa Justino, un asesino de la tercera edad (1994).


En Cerdita, Pereda juega con el slasher, ese subgénero del cine de terror caracterizado por el body 
count, es decir, por una sucesión de víctimas que van componiendo el menú del asesino psicópata, aunque, en este caso, sin caer en las reglas “de libro” de este tipo de filmes. No faltan tampoco guiños a la violencia machista y a crímenes espeluznantes y mediáticos, como el cometido por “El chicle” contra la hermosa Diana Quer (los más observadores podrán cazar una secuencia clave sobre esto), aunque el tema central de Cerdita es el bullying hacia una muchacha con obesidad mórbida por parte de una cuadrilla de chicas de pueblo que se ensañan cruelmente con ella a cada instante. Tras ese bullying se esconde la extendida gordofobia de una sociedad del siglo XXI más preocupada por lo externo y por alcanzar una apariencia física perfecta que solo vemos en los anuncios de publicidad. Una obsesión por la vigorexia, por alcanzar esos cuerpos perfectos que se muestran en las redes sociales retocados con filtros que falsean la realidad incluso de los cuerpos “perfectos” de las/los modelos, objeto de deseo y de las ventas de los fabricantes. 

En cuanto a referencias, como ya apuntaba antes, el cine slasher de los 70 y 80, especialmente con guiños a La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1975), mítico filme en el que una joven Marilyn Burns acababa bañada en sangre tras intentar evitar los ganchos y demás herramientas usadas por Leatherface, un villano sanguinario y psicópata que aparece encarnado aquí por el actor Richard Holmes. 


No en vano, uno de los carteles del filme que muestra a la protagonista cubierta de dicha sustancia hemoglobínica. 

El film juega también con la difusa línea ética que separa el bien del mal, esa línea que es mucho más fácil de traspasar cuando el ser “humano” deja de lado su lado civilizado para convertirse en un animal preocupado únicamente por sobrevivir a costa de lo que haga falta. Esa línea que se puede traspasar también cuando la presión y el acoso social sobre el individuo se hacen insoportables. Es entonces cuando emerge el imparable ansia de venganza. Y es que ya se sabe, el ser humano es capaz de los mejor y, también, de lo peor.



Grandes actuaciones por parte, sobre todo, de una enorme Carmen Machi, y también buenas aportaciones de Julián Valcárcel (padre de Sara) o Pilar Castro. En cuanto a la protagonista, Laura Galán, cumple bien con su cometido, aunque sería deseable une mejor dicción en varios de los diálogos, un mal por desgracia demasiado habitual en nuestro cine. 

Poniendo todo en la balanza, Cerdita (que se presentó fuera de competición en la recién terminada edición del Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges 2022), es una película recomendable para amantes del cine de terror próximo al gore y al slasher, pero también es un filme interesante para todo tipo de público adulto o a punto de serlo, especialmente por el retrato de denuncia del bullying, una verdadera plaga de la sociedad “civilizada” del siglo XXI. Y es que, en el fondo, de civilizado, el ser humano tiene más bien poco. Por desgracia, no hay más que ver un telediario, cualquier día de la semana, para comprobarlo.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

miércoles, 12 de octubre de 2022

The Innocents / De uskyldige. (2021)****

Dir: Eskil Vogt

Int: Rakel Lenora Fløttum, Sam Ashraf, Alva Brynsmo Ramstad, Kadra Yusuf, Mina Yasmin Bremseth Asheim, Ellen Dorrit Petersen, Morten Svartveit, Marius Kolbenstvedt, Lisa Tønne, Birgit Nordby, Kim Atle Hansen, Irina Eidsvold Tøien, Nor Erik Vaagland Torgersen, Tone Grøttjord-Glenne 


Cine de terror inteligente desde la Europa del norte

De uskyldige es el título original de esta co-producción nórdica dirigida por el cineasta noruego Eskil Vogt (nacido en Oslo en 1974), y que fue co-guionista junto con Joachim Trier de la excelente La peor persona del mundo (2021). Su anterior largometraje Blind (2014) se llevó ese año el premio a mejor guion en el festival de cine independiente de Sundance y cuatro premios de la academia de cine noruego. 


The Innocents
es su título en inglés con el que también se ha estrenado en España y remite directamente, al homónimo de Jack Clayton dirigió en 1961, y que también tenía como protagonistas a unos extraños niños que vivían en una apartada mansión en el campo. Además de ésta "cita", el filme de Vogt contiene otras muchas referencias cinéfilas que los aficionados al género fantástico reconocerán con mayor o menor claridad y que voy a ir desgranando en este artículo. Pero antes, vamos a contar de qué va la historia que nos presenta este interesante director noruego. 



Cuatro niños que viven en una tranquila urbanización noruega se hacen amigos durante las vacaciones de verano y, fuera de la vista de los adultos, descubren que tienen poderes ocultos. Mientras exploran sus nuevas habilidades en los bosques y parques infantiles cercanos, su juego inocente toma un giro oscuro y comienzan a suceder cosas extrañas. 

Tal cual está el panorama del cine fantástico y de terror de los últimos años, caracterizado por el abuso de los efectos digitales e historias realmente flojas, da gusto encontrar una película que, a través del suspense y el terror psicológico, narra y atrapa al espectador con inteligencia, sin apenas efectos salvo los estrictamente necesarios.


 

Un estilo que entronca más con clásicos de los años 50, 60 y 70, y aquí es donde vamos a volver a las influencias y referentes que yo he encontrado en este interesantísimo trabajo de Eskil Vogt y que voy a pasar a desglosar. Una de ellas, en cuanto al tema de la maldad infantil en el cine, sería La mala semilla (Mervin LeRoy, 1956), protagonizada por una perfecta e inquietante Patty McCormack, aunque en The Innocents el elemento malvado estaría encarnado en un elemento masculino. La principal , y más importante, sería El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960), un más que inquietante filme, protagonizado por unos niños con poderes psíquicos, basado en una novela de John Wyndham y con guion del propio Rilla y del gran guionista Stirling Silliphant, sin duda, una obra maestra de la serie B del género fantástico que rehízo en 1995, con buen gusto y criterio, otro maestro del fantástico llamado John Carpenter. La tercera y, no menos importante, es la también obra maestra del cineasta español, recientemente fallecido, Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador titulada ¿Quién puede matar a un niño? (1976), basada en una historia de Juan José Plans y con guion del propio Serrador.


El filme de Vogt se mueve en ese terreno de la serie B de un fantástico renovado y actualizado, en el 
que el frío y aséptico ambiente nórdico ayuda al tono inquietante que domina todo el filme de principio a fin. La película engancha al espectador muy rápido, y juega con esa doble cara enternecedora, y también perversa y cruel, que poseen los niños. Su aparente fragilidad y su mundo propio, alejado del de los adultos, inmersos en los problemas y cuestiones rutinarias de su vida diaria, refuerza el universo cerrado y fantástico en el que atrapan al espectador y le hacen partícipe de todas sus peripecias. 

Vogt consigue someter, con inteligencia visual y narrativa, a un público hipnotizado, con un filme asfixiante, que mantiene el misterio sobre muchos de los interrogantes hasta el final. Sin necesidad de abusar de los efectos especiales, solo los justos, eso es lo que logra que, en ese aspecto, sea brillante y diferente a la mayoría de las propuestas actuales que se han visto en los últimos años. 

Nominado a los Oscar 2022 por su guion en la ya citada La peor persona del mundo, y tan solo dos cortometrajes y dos largos, Eskil Vogt ha escrito el guion del último filme del cineasta danés Martin Skovbjerg, un thriller que promete en el que una joven llamada Ida desaparece en Copenhage sin dejar rastro. Su novio será el principal sospechoso de la familia de la chica. 

Habrá que estar pues muy atentos pues a la trayectoria y futuros trabajos de Vogt como director y también como guionista. El género fantástico actual tiene, junto a sólidos valores como Guillermo del Toro, Ari Aster, Julia Ducournau o Robert Eggers a otro nombre más a considerar: Eskil Vogt.



GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine 

viernes, 7 de octubre de 2022

Modelo 77 (2022)***

 Dir: Alberto Rodríguez

Int: Miguel Herrán, Javier Gutiérrez, Jesús Carroza, Fernando Tejero, Xavi Sáez, Catalina Sopelana, Polo Camino, Alfonso Lara, Javier Lago, Iñigo Aranburu, Iñigo de la Iglesia, Víctor Castilla, Javier Beltrán, Julián Valcárcel, Aimar Vega, José Gabriel Campos, Daniel Mantero, Marc Pujol, Carlos Bernardino, Jordi Minguella, Xesco Palacín, José Luis Rasero, Julio Vargas, Ana Cecilia Mendes.


El subgénero carcelario con genuino sello español

El director Alberto Rodríguez mostró musculo y buenas maneras, ya en 2005, con Siete vírgenes, una historia, muy en la línea del cine quinqui de los 70, ambientada en el sur de España. Con Grupo 7 (2012) y, especialmente con la estupenda La isla mínima (2014), se metió más a fondo en el terreno del thriller y el policíaco, demostrando buen ritmo, dominio visual y unas historias con potencia (de las que también fue guionista). 

Tras El hombre de las mil caras (2016), basada en la extraña vida y muerte del espía español, que se llevó 2 Goyas de 11 nominaciones, y tras diversos cortometrajes y trabajos para series de televisión, nos llega ahora a la gran pantalla Modelo 77, de nuevo con guion suyo y de su habitual colaborador en esta labor, Rafael Cobos.


Modelo 77 nos traslada a la convulsa década española de los 70 (década que vuelve a estar muy de moda 
en el cine junto con la de los 80), una etapa marcada por las revueltas sociales, las reivindicaciones políticas y, también, por una delincuencia común que llenaba hasta los topes enormes cárceles de las grandes ciudades. Una delincuencia que creó en el cine su propio subgénero dentro del thriller: El llamado “cine quinqui”. 

En esa cárcel “Modelo”, en la Barcelona de 1977, Manuel (Miguel Herrán), un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer un desfalco, se enfrenta a una posible pena de entre diez y veinte años, un castigo desproporcionado para un delito del que además dice ser inocente. Junto a su compañero de celda, Pino (un extraordinario Javier Gutiérrez con una más que asentada carrera cinematográfica), se une a un grupo de presos comunes y políticos que se está organizando para exigir una amnistía. Se inicia entonces un “tour de force” entre presos y autoridades de la prisión por la libertad que logrará hacer tambalearse al sistema penitenciario español.


Modelo 77 no es, a mi entender, la mejor película de Rodríguez, cuya cima de calidad alcanzada de 
momento en La isla mínima, marca un listón muy alto a superar. El filme se mueve en la línea de Celda 211 (Daniel Monzón, 2009), pero aunque contiene momentos intensos, tampoco llega a alcanzar la fuerza y brillantez de ésta. A su favor juegan la buena ambientación y la atmósfera conseguida, la lograda fotografía de Alex Catalán y un elenco de actores solventes entre los que destacan las interpretaciones de Miguel Herrán, Jesús Carroza y Fernando Tejero, junto a un impecable Javier Gutiérrez, sin duda el mejor de todos.



Alberto Rodríguez se nutre de los recursos y resortes del cine carcelario, con un homenaje claro, en más 
de una secuencia, a esa obra maestra del cine francés que es La evasión / Le trou (Jacques Béquer, 1960)  para elaborar un filme de denuncia y un retrato de la convulsa sociedad de comienzos de la democracia española, con una estructura franquista todavía muy presente en las instituciones y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. 

La amistad que puede surgir dentro de una prisión entre seres atrapados unidos por el mismo deseo de recuperar la libertad, es otro de los temas recurrentes de este subgénero, el carcelario, que Alberto Rodríguez logra transmitir con solvencia a través de la relación entre Manuel (Herrán) y Pino (Javier Gutiérrez). 

España, por fortuna, a pesar de todas las dificultades que nos rodean, ha cambiado mucho desde finales de los años 70. Más de cuatro décadas en las que ha habido una evolución política, social y tecnológica que lo han convertido en un país más cercano al modelo europeo (aunque aún con evidentes diferencias a nivel económico y salarial). Por eso, filmes como Modelo 77 deben ser visionados por todo tipo de público.


Los que vivimos esas épocas, para no olvidar, y las nuevas generaciones, para asistir, descubrir y 
asombrarse de la miseria moral, social y económica que marcaba el día a día de un país hoy irreconocible. 

Porque quien olvida su historia, está condenado a repetirla. Y eso es un riesgo que no podemos asumir en la Europa del siglo XXI, aunque, por desgracia, estemos inmersos en un proceso de peligrosa involución.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de cine.

jueves, 29 de septiembre de 2022

Crímenes del futuro (2022)**

 Dir: David Cronenberg

Int: Viggo Mortensen, Léa Seydoux, Kristen Stewart, Scott Speedman, Welket Bungué, Don McKellar, Lihi Kornowski, Tanaya Beatty, Nadia Litz, Yorgos Karamihos, Yorgos Pirpassopoulos, Denise Capezza, Ephie Kantza, Jason Bitter.



La cirugía como espectáculo y metáfora de un futuro poco halagüeño

David Cronenberg es, sin duda, un cineasta que ha marcado la evolución del cine de género fantástico de las ultimas cuatro décadas, desde sus comienzos a finales de los años setenta del pasado siglo XX. En su extensa filmografía podemos encontrar títulos (ahora mismo de culto entre muchos cinéfilos y amantes del género) como Vinieron de dentro de... (1975), Rabia (1977), Cromosoma 3 (1979), Scanners (1981), Videodrome (1983), La zona muerta (1984), La mosca (1986) o la inquietante Dead Ringers / Inseparables (1988), filme estrella del Festival de Cine fantástico de Sitges de ese año que tuve la suerte de vivir en directo y al que asistió en persona el actor Jeremy Irons, su protagonista. 



En casi todos estos títulos, Cronenberg muestra ya una visión desasosegante del futuro, así como su interés por una inquietante evolución científica y tecnológica hacia el mismo. Hay que saltar a Crash (1996) para encontrar una historia con similitudes visuales y temáticas más próximas a esta Crímenes del futuro, un título que nos remite al género del thriller (género que bordó en 2005 en Una historia de violencia y, dos años después, en Promesas del Este) aunque estemos en un filme donde sigue predominando el género fantástico.



¿Y qué es lo que nos cuenta Crímenes del futuro? Buena pregunta, porque este último trabajo del cineasta canadiense afincado en Estados Unidos es bastante críptico y farragoso, no apto ni digerible para la mayoría de los espectadores que suelen acudir a las salas. Pues bien, en un futuro distópico, cuando la especia humana trata de adaptarse a un entorno cada vez más extraño y menos natural. Saul Tenser (Viggo Mortensen), un célebre artista, escenifica la metamorfosis de sus órganos en curiosas performances.


Timlin, una investigadora de la Oficina del “Registro Nacional de Órganos”, sigue de cerca sus prácticas de un 
modo obsesivo. En esas circunstancias, un grupo misterioso hace su aparición. Desean aprovechar la figura de Tenser para revelar al mundo la próxima etapa de la evolución humana. 



Visualmente, Crímenes del futuro contiene escenas impactantes y una atmósfera conseguida con un fondo Neo Noir reforzado por una hipnótica partitura del veterano Howard Shore, que nos recuerda un tanto a la de filmes futuristas como Blade Runner. Además de la música y la atmósfera, se apoya en las buenas interpretaciones de su pareja protagonista, Viggo Mortensen y la hermosa actriz francesa Léa Seydoux. Con eso y con todo, la película se pierde en un lenguaje de palabrería seudo-científica y en una historia que nos muestra a unos humanos con mentes enfermizas. 



El propio Cronenberg no ha ocultado su experimentación con drogas como el LSD o su estancia en instituciones psiquiátricas, así que, sin duda, su mente creativa, genial y algo demente le otorga un sello como cineasta con la genuina “marca de la casa” Cronenberg.

Para mi, Crímenes del futuro, aunque contiene mensajes de crítica social y de tinte ecologista (casi todos los seres humanos tenemos ya plástico en nuestro cuerpo ingerido a través del agua y los pescados), como la obsesión por el cuerpo y la cirugía estética (la cirugía es el nuevo sexo, se afirma en el filme), el lado frívolo de la tecnología, el “body horror” como espectáculo de masas; el tatuaje y las modificaciones extremas como revelación de un vacío existencial y de una sociedad carente de valores y de espiritualidad. Todo eso está en Crímenes del futuro, aunque resulta un cóctel sobrecargado de unos ingredientes que, como dije al comienzo de este artículo, resultará indigesto para muchos espectadores.



David Cronenberg, conste, es un director que admiro, que no tiene ya nada que demostrar a sus casiochenta años de edad, pero que con este último trabajo me ha decepcionado. Creo que Crímenes del futuro es un filme fallido, desconcertante y con un metraje excesivo. Que, además, ofrece al espectador concepciones y pensamientos del cineasta ya mostrados en muchos de sus filmes anteriores ya citados. Se mueve en la línea visual de la reciente Titane (2021) de la directora francesa Julia Ducournau, aunque se le agradece a Cronenberg una mayor contención en cuanto al uso y abuso de la casquería. 

La transformación de los cuerpos y las implicaciones morales y psíquicas que derivan de estos cambios, el concepto sadomasoquista de hallar el placer a través del dolor..., todo eso ya estaba presente en Crash (1996), que fue premiada en el Festival de Cannes, y para mí un filme transgresor, revolucionario y muy superior a este raro y descafeinado Crímenes del futuro. Un extraño filme fantástico con ínfulas de thriller que al final se queda en una atmósfera perturbadora y una historia truculenta y poco más. 

Recomendable solo para seguidores acérrimos del ya mitificado David Cronenberg. Espectadores aprensivos o impresionables por las intervenciones médicas, mejor abstenerse. Y, para los que comen en las salas de cine, no intenten disfrutar de las palomitas durante la proyección, porque puede resultarles misión imposible.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

lunes, 12 de septiembre de 2022

Tres mil años esperándote (2022)***

 Dir: George Miller

Int: Idris Elba, Tilda Swinton, David Collins, Alyla Browne, Hayley Gia Hughes, Angie Tricker, Sarah Houbolt, Kaan Guldur, Jason Jago, Aska Karem, Aiden Mckenzie, Berk Ozturk, Jack Braddy, Randolph Fields, Anna Adams, John Puckeridge-Webb, James Dobbins Jones, Hugo Vella, Callum Moran, Tendai Dzwairo, Tahlia Crinis, David Paulsen, Nicolas Mouawad, Shakriya Tarinyawat.




Las mil y una noches han sido una fuente casi inagotable de relatos y cuentos de origen medieval. La 
fantasía y el sentido de lo maravilloso que alberga esta amalgama de cuentos y relatos de diversos orígenes orientales han sido retomados continuamente por la literatura y el cine en el mundo occidental. 

El guion de Tres mil años esperándote es de George Miller y Augusta Gore y adaptan el relato corto The Djinn in the Nightingale's Eye de A.S. Byatt, autora que ya ha inspirado con su novela corta Morpho Eugenia, la película Ángeles & insectos (1995) de Philip Haas y con su novela Possession (Premio Booker en 1990 y Premio Erasmus en 2016), el filme Posesión (2002) de Neil LaBute. A. S. Byatt es el seudónimo de Antonia Susan Duffy (nacida en 1936), novelista, poeta, profesora y filóloga británica. El oficio como novelista y filóloga mucho tienen que ver con Alithea (Tilda Swinton) el personaje protagonista, de oficio "narratóloga", que tendrá unas más que interesantes conversaciones con "El Djinn" (Idris Elba), que deviene en protagonista auténtico al relatarnos, cual Scheherezade, las diferentes historias que le han llevado, después de tres mil años, a las manos de Alithea a la que deberá convencer para que solicite sus tres deseos que pueden liberarle.



No es extraño que el australiano George Miller se interesara por este entretenido relato. Y que haya sido capaz de modernizarlo, con un éxito moderado y sin traicionar la esencia de estas viejas y eternas historias. Miller, tiene una variada filmografía como director, productor y guionista (nacido en 1945) que incluye Mad Max - Salvajes de autopista (1979), Mad Max 2, el guerrero de la carretera (1981), Mad Max, más allá de la cúpula del trueno (1985) y Mad Max: Furia en la carretera (2015), cuatro incursiones (seguramente habrá una quinta) en el univeso de lo distópico que han sido de gran influencia en este subgérero. Más cerca de la fantasía estuvo en Las brujas de Eastwick (1987), adaptando una novela de John Updike y en uno de los fragmentos de En los límites de la realidad (1983); afrontó en El aceite de la vida (1992), una historia real sobre una familia luchando con una rara enfermedad que afecta a su hijo. Curiosamente, giró su trayectoria hacia un "cine para toda la familia", sirviéndose de las renovadas técnicas de animación en 3D, produciendo Babe, el cerdito valiente (Chris Noonan, 1995), dirigiendo Babe, el cerdito en la ciudad (1998), produciendo y codirigiendo (junto a Warren Coleman y Judy Morris), Happy Feet: Rompiendo el hielo (2006) y Happy Feet 2 (ahora dirigiendo junto a Gary Eck y David Peers). 

Esta larga digresión sobre la filmografía de George Miller era necesaria. Sorprendió a todo el mundo con la última entrega de Mad Max, ganando 6 premios Óscar que no le permitieron, retomar el éxito comercial de décadas anteriores. Cierto es que la pandemia y el tiempo largo de elaboración de sus proyectos, dificultaron el desembarco de Tres mil años esperándote, filme más ambicioso de lo que pueda aparentar al surgir de un relato corto.


Lo cierto es que la reconstrucción de las aventuras del Djinn (para nosotros el Genio de la Lámpara) es 
suntuosa y rinde homenaje a las ya míticas versiones de El ladrón de Bagdad, de Raoul Walsh (en 1924), de Ludwig Berger, Michael Powell y Tim Whelan (en 1940) o Las mil y una noches (John Rawlins, 1942). Ocupa la primera parte y es seguramente lo mejor del filme, junto a las inteligentes diálogos entre la narratóloga y el Djinn, sobre la eternidad de ciertas historias, presentes desde el albor de la raza humana. De cómo muchos cuentos narrados a la lumbre de las hogueras y el abrigo de las cuevas, han llegado hasta los más sofisticados formatos digitales sin transformaciones profundas, dejando profundas huellas que siguen presentes hasta en los videojuegos que ya llevan tiempo inspirando, en un camino de ida y vuelta, otro éxito como Prince of Persia: las arenas del tiempo (Mike Newell, 2010). Los personajes de Las mil y una noches siguen teniendo garantías de éxito en el cine de aventuras. Así lo entendió la Disney en Aladdín (Ron Clements y John Muskery, 1992) y en la versión de "carne y hueso" en la que Will Smith asume el personaje de El Genio en un "nuevo" Aladdín (Guy Ritchie, 2019).



La película decae cuando los protagonistas desembarcan en Londres, dejando atrás la magia que irradia de las narraciones del Djinn / Idris Elba y una ciudad como Istambul, aunque sea desde la habitación de un hotel. El relato pierde su fuerza cuando se aproxima a la triste existencia cotidiana, a un mundo gris, difícil de iluminar aún con los destellos de la fantasía.

Con todo, no se repiten demasiados esquemas y les recomiendo sumergirse en la magia de Las mil y una noches, bajo un punto de vista más moderno quenos ofrece George Miller que además, nunca deja de lado, en el relato, la pasión amorosa que surge entre El Genio (la fantasía) y la Filóloga (la ciencia).


Roberto Sánchez 

lunes, 5 de septiembre de 2022

¡Nop! (2022)***

 Dir: Jordan Peele

Int: Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Brandon Perea, Steven Yeun, Terry Notary, Donna Mills, Michael Wincott, Barbie Ferreira, Jennifer Lafleur, Ryan W. Garcia, Sophia Coto, Andrew Patrick Ralston, Conor Kowalski, Gloria Cole, Lincoln Lambert, Mark Casimir Dyniewicz, Griffin Fenady, Evan Shafran.



El "Black Power" según Jordan Peele

Nacido en Nueva York, el cineasta y guionista afroamericano Jordan Haworth Peele saltó al estrellato del mundillo cinematográfico gracias a su primer y exitoso largometraje Déjame salir (Get Out, 2017), extraño filme que se movía entre el thriller, el terror y la comedia, y en el que el protagonista, un joven afroamericano, se enfrentaba a la familia de su novia blanca (Allison Williams) al igual que Sidney Poitier en la maravillosa Adivina quién viene esta noche, dirigida por Stanley Kramer en 1967, sin duda la principal referencia de Peele. 


En realidad, todo ese filme racial y blaxploitation de finales de los 60 y década de los 70, es el 
principal pilar en el que se apoya Jordan Peele para reivindicar este nuevo "Black Power" dentro de unos Estados Unidos que, a pesar de estar en la segunda década del siglo XXI, sigue siendo un país con problemas y comportamientos racistas que han provocado numerosos disturbios y recientes protestas en las grandes ciudades (como ya ocurrió, décadas atrás, cuando asesinaron al reverendo y activista Martin Luther King). 


Ya en los años 90, el cineasta Spike Lee (el otro icono afroamericano del cine USA), dirigió filmes como 
Fiebre salvaje (1991), Malcolm X (1992), Clockers (1995) o Girl 6 (1996), en los que ponía en valor figuras y valores que fueron cruciales en la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra en Estados Unidos. 

Con todas estas mimbres e influencias, Jordan Peele se vale de la mezcla de géneros en este Nope (su título original) para componer una extraña película (como todas las suyas), que se mueve entre la ciencia ficción, la intriga y el terror. 



Nope es su tercer largometraje tras el ya citado y Déjame salir (Óscar al Mejor Guión, 2017) y el, para mí, fallido Nosotros (2019), un filme largo y tedioso, tan personal que a Peele pareció darle exactamente igual lo que de él opinase el público. Entre Nosotros y ¡Nop!Jordan Peele se volcó en la creación de series para televisión como The Last Original Gangster (2018), Weird City (2019) o la nueva versión de The Twilight Zone (2019) a través de suproductora "Monkeypaw".


En Nope, el cineasta Jordan Peele nos cuenta la extraña experiencia que viven unos rancheros de color de 
la California rural cuando se tienen que enfrentar a unos fenómenos inexplicables que aparecen en sus cielos, y que les llenan de inquietud, incredulidad e incertidumbre. Visualmente bien resuelta, sobre todo en cuanto a la atmósfera, gracias a la eficiente banda sonora del compositor Michael Abels y el potente sonido Dolby Atmos, y con la aportación de la estupenda fotografía del galardonado Hoyte Van Hotyema (director de fotografía de los últimos trabajos de Christopher Nolan), Nope contiene secuencias de gran poderío visual, aunque alterna éstas con otras que no aportan gran cosa a la historia y la ralentizan, siendo ya de por sí un filme que cuenta con un metraje bastante excesivo (130 minutos).


Nope, título tan inclasificable como todo el cine de Peel, es difícil de calificar y definir. Un filme 
desconcertante, recomendable para seguidores acérrimos del nuevo "Enfant Terrible" del cine afroamericano del siglo XXI y que es posible que deje frío a muchos de los espectadores que acudan a las salas al calor de un thriller muy bien ideado comercialmente. Veremos que misterios y  enigmas nos reservará Jordan Peele para su siguiente largometraje. Yo NOP me lo imagino. 


Gonzalo J. Gonzalvo 🖋️

Escritor y Crítico de Cine.