martes, 26 de enero de 2016

La juventud (Youth - La giovinezza, 2015)***

Dir: Paolo Sorrentino
Int: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Tom Lipinski, Poppy Corby-Tuech, Emilia Jones, Mark Kozelek, Rebecca Calder, Anabel Kutay, Ian Keir Attard, Roly Serrano.

Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena (Rachel Weisz) y su amigo Mick (Harvey Keitel), un director de cine al que le cuesta acabar el guión de lo que será su testamento cinematográfico. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de Buckingham, con motivo del cumpleaños del príncipe Felipe. 

El director napolitano Paolo Sorrentino continúa tras las huellas de Federico Fellini. En La gran belleza (2013), rendía homenaje a la ciudad de Roma, en una línea semejante a La dolce vita (1960) felliniana, ahora el modelo parece estar en Fellini 8½ (1963). En los dos casos, Sorrentino no se ha limitado a copiar, ha demostrado tener un planteamiento estético propio, una mirada personal apasionante, que desde mi punto de vista alcanzó sus cotas más altas en su película de 2013. Si en aquella brilló con luz propia el trabajo de interpretación de Toni Servillo, ahora lo hace Michael Caine, uno de los mejores actores británicos de las últimas décadas, que aprovecha la oportunidad que le brinda el director italiano y recrea a un personaje en plena decadencia personal, con una elegancia difícil de superar. 

Sin estar a la altura de La gran belleza, La juventud vuelve a proponernos todo un divertimento estético, no exento de detalles irónicos, sobre la juventud no podía ser de otro modo, la muerte, la decadencia, el inexorable paso del tiempo y el arte (el cine, la música, etc...).

Roberto Sánchez

-Cervantes-

El hijo de Saúl (Saul fia, 2015)****

Dir: László Nemes
Int: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér, Todd Charmont, Björn Freiberg, Uwe Lauer, Attila Fritz, Kamil Dobrowolski, Christian Harting.


Esta es una de las películas más escalofriantes que he visto en años. Parece mentira que László Nemes (nacido en 1977) haga su primer largometraje con una obra tan perfecta y, además, con un criterio de puesta en escena ciertamente arriesgado. El guión lo firma junto a Clara Royer, que también es una debutante. Quizás fueran necesarias miradas frescas, miradas jóvenes para adentrarse en ese horroroso terreno de los campos de exterminio alemanes. Con una cámara, siempre en movimiento, seguimos incansablemente los pasos de Saúl (Géza Röhrig, soberbio en su interpretación, fundamental para hacer creíbles las situaciones), miembro de los 'Sonderkommando' encargados de arrastrar a los hornos crematorios los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-. Estamos en el año 1944, en Auschwitz. Saul es un prisionero judío húngaro  que se obsesiona en enterrar debidamente a un niño que "adopta", después de haber contemplado como, después de sobrevivir milagrosamente al "gaseado", es asesinado por el médico alemán responsable 
de "supervisar" las operaciones. 

Un viaje a los infiernos (los de verdad, los que están aquí en la Tierra, los que no quieren recordar en muchos casos una derecha que en Francia o en la misma Hungría, parece reivindicar el racismo y la xenofobia, y hasta la odiosa herencia del nazismo alemán), un viaje sin concesiones que no necesita de efectos especiales, ni trucajes digitales, para meternos directamente en la piel de Saúl, en un poco más de 100 minutos. Miramos los cuerpos desnudos de los masacrados, y no queremos verlos, escuchamos sus espeluznantes gritos de horror, de auxilio, las órdenes de los oficiales alemanes, como si fueran perros rabiosos, y no queremos oír.


Una de las misiones fundamentales del arte es hacernos experiementar los límites, denunciar
los extremos a los que los hombres pueden llegar. ¡Ah!, y no olvidar, no olvidar que esta historia afectó directamente a muchos republicanos españoles, y a otros pueblos, además del judío (como los gitanos y otras etnias), que suelen ser menos recordados, y merecen igualmente todo nuestro respeto y que se reivindique su memoria.
  
El director húngaro Lászlo Nemes había dirigido anteriormente tres cortometrajes y había sido director de segunda unidad y asistente del director en El hombre de Londres (2007), de Béla Tarr, un director húngaro brillante, peculiar y muy personal que, seguro, ha influido de manera decisiva en sus originales planteamientos.

Aunque está alejada de los parámetros del cine de consumo, es una película brillante, necesaria y que deberían ver. De momento, y si les sirve como guía, la Academia del Cine Norteamericano la ha incluido entre sus nominadas a la mejor película de habla extranjera...

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox-

martes, 19 de enero de 2016

Los odiosos ocho (The Hateful Eight, 2015)***

Dir: Quentin Tarantino
Int: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Demian Bichir, Walton Goggins, Tim Roth, Bruce Dern, Michael Madsen, James Parks, Dana Gourrier, Zoë Bell, Channing Tatum, Lee Horsley, Gene Jones, Keith Jefferson, Craig Stark, Belinda Owino.


Bajo el punto de vista de Gonzalo J. Gonzalvo

Al terminar la Guerra de Secesión, un cazarrecompensas llamado John Ruth (Kurt Russell) conduce a una fugitiva buscada por la justicia llamada Daisy Domergue (estupendamente interpretada por la actriz Jennifer Jason Leigh) en una diligencia que se dirige a toda velocidad hacia la localidad de Red Rock, atravesando un infierno de nieve. Cuando llegue la entregará al Sheriff y cobrará 10.000 dólares por su cabeza. A esa diligencia se sumarán por el camino, el Mayor Marquis Warren (otro cazarrecompensas), un soberbio Samuel L. Jackson,  antiguo soldado negro de la Unión, y un extraño personaje llamado Chris Mannix (interpretado por Walton Goggins, un actor que ya vimos en la fantástica serie policíaca The Shield), el nuevo y supuesto sheriff de Red Rock. 

Una tremenda ventisca hace que la diligencia pare buscando refugio en un lugar llamado "La mercería de Minnie". Allí, todo se irá complicando con otros cuatro personajes que habitan esa aislada cabaña en la nieve. Este es el punto de partida argumental y las piezas del tablero de ajedrez con las que Quentin Tarantino desarrolla su partida y compone la que hace en su cómputo particular su octava película. Rodada en Panavision, en 70 milímetros, y con una espléndida fotografía de Robert Richardson, The Hateful Eight está plagada de referencias cinematográficas, dejando patente una vez más la gran cinefilia de su director y guionista. Por un lado, desde el western clásico (La diligencia de Ford, por ejemplo), hasta el spaghetti western en general, con filmes como , Por un puñado de dólares de Leone, y otros muchos. Por otro lado, los relatos de intriga al más puro estilo Agatha Christie, que reúnen a varios personajes en un recinto cerrado al estilo de Asesinato en el Orient Express

La tercera pata del taburete y, no menos importante a nivel de referencias, es el cine de terror de la década de los 80. Para ello, Tarantino ha contado  y reunido a los mejores: John Dykstra, creador de los efectos especiales de la versión de John Carpenter de La Cosa (El enigma de otro mundo), de 1982, y además el tándem formado por Gerard Berger y Greg Nicotero, artífices de la fantástica serie de terror Masters of Horror, que homenajean sin tapujos a aquella Posesión infernal (1981) creada por Sam Raimi. De hecho, la bandolera interpretada por Jennifer Jason Leigh nos recuerda más a una endemoniada poseída que a una perseguida por la justicia. Por no hablar de otro detalle que desvelaría demasiado de la película y que no voy a mencionar.

El guión, como siempre magistral, cuenta con escenas impactantes y frases ingeniosas al más puro estilo Tarantino, que juega con los flash backs para llevar al espectador por donde quiere. La forma narrativa, tanto visual como argumental, que caracteriza el director de Reservoir Dogs (1992), rompe esquemas, moldes y tiempos para crear situaciones y efectos impactantes en el público. Otra pieza fundamental de la película es el humor negro y socarrón marca de la casa Quentin. Con eso y con todo, Los odiosos ocho(título que no sabemos si hace referencia no sólo a los odiosos personajes o a la cifra alcanzada dentro de la trayectoria de un director que ya va haciéndose mayor y no quiere serlo) no pasará a la  historia por ser el mejor cine de Tarantino. Para mí, títulos como Jackie Brown (1997), Pulp Fiction (1994) o Malditos bastardos (2009), junto con su rompedora y aclamada ópera prima de 1992 ya citada, me parecen sin duda trabajos fílmicos de más talla y calidad. No obstante, estamos ante uno de los directores más personales y peculiares del panorama actual. Un "enfant terrible" del séptimo arte que esperamos nos dé aún muchas más películas y que vuelva a sorprendernos y maravillarnos con su particular cine como en otras ocasiones. Esta vez, con Los odiosos ocho ha logrado un film notable, aunque el larguísimo metraje y  una inicial hora y media de muy lento desarrollo, lo hace algo pesado de digerir a pesar del  "crescendo" de la segunda parte y de la apoteosis final qué, a buen seguro, hará las delicias de sus fans.



Una breve reflexión sobre el cine de Tarantino por Roberto Sánchez.

La verdad es que planteé, como ocurrió con Star Wars: El despertar de la fuerza, la posibilidad de hacer una crítica doble. Sobre todo porque esperaba una cierta discordancia entre Gonzalo J. Gonzalvo y quien firma este segundo comentario. Me he decepcionado al leerla, ya que coincido casi al completo con la valoración y su análisis. Esto quiere decir que no podré polemizar demasiado, aunque intentaré apuntar algunas ideas sobre lo que a mí me ha parecido esta última entrega de las obsesiones de este eterno adolescente llamado Quentin Jerome Tarantino (nacido en 1963). La película adolece de  un acusado "Tarantinismo", una enfermedad que sería letal para cualquier otro que no fuera Quentin. De hecho, su influencia sobre otros cineastas a partir de Pulp Fiction (1994) –que para mí, sigue siendo su obra maestra incuestionable– ha sido una de las cosas más nefastas que le ha ocurrido al cine comercial y de consumo rápido que ha adquirido, desde ese momento, unas insoportables ínfulas de supuesta originalidad, solo al alcance, en realidad, del amigo Quentin.

Las bajas pasiones de cualquier cinéfago, enganchado a la más deleznable basura de cine de terror, fantástico o policíaco, artes marciales, o cualquier otro subgénero de fusión que se les ocurra, no pueden producir como resultado un cine de calidad; sin embargo, en sus manos, se convierten en cine de primera. Tarantino es un virtuoso creador de diálogos, capaz de relacionar en sus películas las temáticas más dispares y de hacerlas verosímiles. Sus alargadas secuencias en las que sus personajes no hacen otra cosa que hablar, hablar y hablar, funcionan a la maravilla. Si además tenemos en cuenta que rara vez sus textos tienen otra trascendencia, a no ser la de prepararnos para un desenlace trepidante, e indirectamente, y poco a poco, ir modelando sus personajes; deberíamos concluir que el material de base que utiliza es poco susceptible de convertirse en arte cinematográfico, y el modo de elaborarlo, que en principio tampoco es nada original, nunca daría como resultado películas como la citada y mágica Pulp Fiction

Tarantino cada vez está más seguro de sí mismo. Cada vez es más Tarantino, o eso parece en Los odiosos ocho que se inicia recordándonos que estamos ante su octavo largometraje. La capacidad para copiar y parodiar los géneros más ínfimos, y a sí mismo, llega al paroxismo en las últimas secuencias del film, un guiño, sobre todo dirigido a todos los "cinéfilos frikiadictos" y "tarantinistas" que ya deben ser legión...


Roberto Sánchez.

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-



miércoles, 13 de enero de 2016

Sufragistas (Suffragette, 2015)****

Dir: Sarah Gavron
Int: Carey Mulligan, Helena Bonham Carter, Meryl Streep, Anne-Marie Duff, Brendan Gleeson, Ben Whishaw, Romola Garai, Samuel West, Geoff Bell, Natalie Press, Lee Nicholas Harris, Richard Banks, Adrian Schiller, Judit Novotnik, Morgan Watkins.


Poco antes de la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar en Inglaterra un movimiento obrero femenino liderado por Emmeline Pankhurst que se radicalizó y reclamó el voto para las mujeres. En esa incansable lucha, Maud Watts, joven obrera de una lavandería en la que lleva trabajando desde los 7 años, se sumará a las filas de las sufragistas como una de sus componentes más activas. Maud será una de esas mujeres que se topará con la incomprensión de jefes, maridos y hasta de sus propias vecinas y compañeras de trabajo, lo que en muchos casos llevará a estas comprometidas mujeres a perderlo todo: hogar, trabajo, hijos, amistades, etc. 

Película netamente realizada por mujeres, con guión de Abi Morgan y dirección de Sarah Gavron, Sufragistas ofrece, desde un primer momento, una narración sólida reforzada por la visión y la sensibilidad femenina, componiendo un relato duro a la par que hermoso, cuidadosamente ambientado y rodado en los escenarios donde originalmente tuvieron lugar los hechos que se narran. Es necesario realizar una puntualización de carácter histórico para diferenciar a las sufragistas, que solicitaban el voto de modo pacífico, de estas "Suffragette", que, cansadas por la falta de resultados de esta lucha pacífica, se convirtieran en activistas más contundentes que, incluso, recurrieron a la lucha armada y acciones violentas, eso sí, cuidadosamente planificadas y sin víctimas mortales, para reivindicar los derechos electorales de las mujeres.

Con una excelente fotografía de Eduard Grau y una perfecta ambientación que recrean los comienzos del siglo XX en la ciudad de Londres y parte de Inglaterra, Sufragistas nos deleita con un plantel de fabulosas actrices entre las que destaca, por encima de todas, Carey Mulligan, una actriz impecable que aúna fragilidad, carácter y fuerza interpretativa, destilando una gama de matices difícilmente superables. Sin duda una espléndida actriz y un valor en alza en el panorama cinematográfico actual.

Sarah Gavron, que dirigió en 2007 su ópera prima Brick Lane, ya demostró entonces un especial interés por tratar los problemas que afectan a las mujeres en materia social y sus acepciones y consecuencias en la vida personal. En este filme ya  contó con la guionista Abi Morgan, documentalista, y a su vez también guionista. Gavron, hija de una activista política, se lanza en la dirección a lo grande con ésta su segunda película, en la que ha contado con un reparto internacional de estrellas femeninas en el que, además de la ya citada Carey Mulligan, figuran, entre otras. Helena Bonham Carter y Meryl Streep, que ejecuta un breve pero intenso papel encarnando a Emmeline Pankhurst, la líder del movimiento. La Pankurst, nacida en Manchester en 1858, lideró el movimiento "Sufragette", que fue capaz de conseguir el voto de las mujeres en Gran Bretaña a través de la WSPU (unión social y política de mujeres). En 1918, las mujeres mayores de 30 años podrán votar gracias a la lucha y el sacrificio de este colectivo de activistas. 

Con un gran trabajo de vestuario de otra mujer, Jane Petrie, que ha utilizado ropa original de la época, Sufragistas es un filme que debería hacernos reflexionar a todos y recordarnos lo importante que es votar. Gracias a mujeres como Watts (y también a los hombres de las masas obreras y sindicales) que desde los tiempos de la Revolución Industrial se dejaron la vida para que generaciones posteriores pudieran alcanzar y gozar de ese derecho, han avanzado hasta la fecha de hoy los derechos de todos. Derechos que, en los últimos tiempos, se han visto mermados y que ahora más que nunca debemos tener presentes. Maud Watts es un personaje imaginario, pero muchas mujeres como ella, pobres y trabajadoras, lucharon hasta la extenuación por los derechos de las generaciones posteriores. Por tanto, merecen todo nuestro reconocimiento, al igual que este fenomenal trabajo cinematográfico de la joven directora Sarah Gavron. 
No se la pierdan.

Gonzalo J Gonzalvo

-Aragonia, Palafox-

miércoles, 6 de enero de 2016

Steve Jobs (2015)***

Dir: Danny Boyle

Int: Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels, Katherine Waterston,Sarah Snook, Michael Stuhlbarg, Perla Haney-Jardine, Adam Shapiro, Jackie Dallas, Makenzie Moss, Afsheen Olyaie, Tina Gilton, Tom O'Reilly, Natalie Stephany Aguilar.

Estamos ante un nuevo biopic del mítico empresario y programador informático Steve Jobs (1955-2011), centrado en la época en la que lanzó los tres productos icónicos de Apple. Poco a poco los creadores responsables de los universos informáticos que han empezado a dominar el mundo, desde hace unos años están teniendo sus correspondientes biografías fílmicas. Para las dramatizaciones y ficciones (inspiradas en hechos reales), Hollywood, casi siempre precavido, suele esperar a que el personaje en cuestión haya fallecido. El fallecimiento de Steve Jobs, relativamente prematuro, a los 56 años, ha permitido poner en marcha esta película. 

Han hecho falta la conjunción de dos personalidades muy especiales para hacerla realidad. Por un lado, el guionista norteamericano Aaron Sorkin, responsable de algunos guiones memorables para series (por ejemplo El ala oeste de la Casa Blanca o The Newsroom) o películas como Algunos hombres buenos (1992), de Rob Reiner, en la que adaptaba su propia obra teatral, o la más reciente, La red social (2010), de David Fincher, en la que los protagonistas eran Mark Zuckerberg y “su facebook”; por otro, el realizador británico Danny Boyle, que nos sacudió convenientemente en los inicios de su carrera con películas como Tumba abierta (1994) o Trainspotting (1996), pero que ya se ha atemperado algo, recibiendo una importante aceptación de la crítica y el público en filmes como Slumdog Millonaire (2008). 

El guión de Sorkin adapta, con su peculiar y brillante dominio de los diálogos, el libro de Walter Isaacson. Suponemos que ese libro y el guión también habrán valorado el documental Steve Jobs: The Man in the Machine  (2015), de Alex Gibney, construido fundamentalmente con materiales de archivo. Sorkin ha convertido esta historia en toda una prueba para el manifiesto virtuosismo de Fassbender al que, probablemente, sólo podía acompañar el desenfreno adrenalítico que es capaz de desencadenar, en ocasiones, Boyle. Creo que nadie se aburrirá...

El resultado es una película construida mediante tres largas secuencias, entrecortadas por otras a modo de flash-backs, que coinciden con los espectaculares actos de presentación de los tres productos más conocidos de Apple. Steve Jobs, brillantemente interpretado por Michael Fassbender, del que recientemente hablamos por su Macbeth, se come literalmente a todos sus opositores. Otra película que deberían intentar ver en versión original y así no perderse la versatilidad en la dicción de este alemán, nacido en 1977 en Heidelberg, pero criado como actor en Gran Bretaña, mostrando, una vez más, la calidad de esa escuela de intérpretes para cine y teatro. 

Quizás le sobren unos minutos, quizás sea algo forzado y artificioso el modo en que se nos muestra su lado más humano (la relación con su ex-mujer y su “hija” Lisa), quizás, una vez vista la película muchos españoles sigan sin saber muy bien quien era Steve Jobs (y por qué merece tener su biopic cinematográfica como otros grandes personajes de la historia), pero lo cierto es que Boyle ha logrado transmitirnos su pasión obsesiva por crear un ordenador personal estéticamente bello, y por la creación de productos de uso masivo como los i-pods, primero, o los i-phone en la actualidad. Nada se dice de su importante y decisiva relación con Pixar y la compañía Walt Disney, que sumado a su relación con Apple, lo han convertido en todo un icono de la modernidad.

Otro visionario, el matemático, físico y escritor Arthur C. Clarke (1917-2008), el responsable junto a Stanley Kubrick de la existencia de 2001: Una odisea del espacio, aparece al inicio del film en una entrevista, grabada unos cuantos años en el pasado, comentando cuál será el futuro de los ordenadores. Seguro que el joven Steve Jobs, tomó al pie de la letra lo que parecían simples profecías de ciencia-ficción y las hizo realidad...

Roberto Sánchez











-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-



lunes, 4 de enero de 2016

Macbeth (2015)***

Dir: Justin Kurzel
Int: Michael Fassbender, Marion Cotillard, David Thewlis, Elizabeth Debicki, Jack Reynor, Sean Harris, Paddy Considine, Julian Seager, David Hayman, James Michael Rankin, Barrie Martin, Ross Anderson. 


De nuevo, desde el cine vuelven a interesarse por Shakespeare y por su obra Macbeth, una pieza teatral escrita en verso y prosa hacia 1606 y que se estrenó en 1623. Muchas representaciones tuvieron lugar hasta que en 1898, el recién inventado cine hizo una primera aproximación al Macbeth que protagonizaba el actor teatral norteamericano Johnston Forbes-Robertson (1853-1937); para muchos la primera adaptación al cine de una obra (o un fragmento) de Shakespeare. Que el personaje y sus peripecias se mantiene en plena actualidad parece evidente al comprobar que en 2015 también el italiano Dario Argento ha firmado otra versión (aunque ésta parece inspirada en la ópera del mismo título de Verdi, de 1847)  y para el 2016 sabemos que Kit Monkman, ha realizado otro Macbeth más. 

El guión de la versión que ahora comentamos es de Todd Louiso, Jacob Koskoff y Michael Lesslie, a partir de la obra teatral de William Shakespeare. Sus protagonistas son Michael Fassbender (Macbeth) y Marion Cotillard (Lady Macbeth), dos de los actores más brillantes y carismáticos del momento que se enfrentan ahora a William Shakespeare, un reto y un peaje que toda nueva generación de intérpretes en lengua inglesa debe afrontar tarde o temprano. Quien les dirige es un realizador bastante joven, nacido en 1974, y de origen australiano: Justin Kurzel. Su apuesta ha sido valiente, fusionando, mediante un estilo fuertemente colorista y expresionista (muy bien apoyado en el trabajo fotográfico de Adam Arkapaw, responsable entre otras de la fotografía de la serie True Detective), paisajes y ambientes entresacados, por un lado, de las versiones cinematográficas de Orson Welles, Akira Kurosawa y Roman Polanski que ya hicieron sus propias visiones en 1948, 1957 (Trono de sangre), y 1971, respectivamente con un universo estético emparentado con los vídeo juegos y el cómic. Eso no significa que no haya rodado en localizaciones británicas tan impactantes como el Castillo de Bamburgh en Northumberland, la Catedral de Ely en Cambridgeshire, los parajes naturales de las Islas Skye o en Surrey. Esos son los escenarios sobre los que se mueven unos actores bastante afortunados. Kurzel y sus guionistas han intentado reconstruir, además, una edad media verosímil. El rey Macbeth parece que existió (reinó en la convulsa Escocia de 1040 a 1057), pero la verdadera intención de Shakespeare era convertirlo (a él y a su esposa) en auténticos compendios de las ansias de poder, de la ambición sin límites, de la traición, de los consecuentes remordimientos y protagonistas de un final ejemplarizante.

No creo que esté a la altura de las interpretaciones que Polanski, Kurosawa o Welles hicieron en el pasado del rey escocés, pero hay que reconocerle a Kurzel una actualización que ha sabido conjugar a la perfección paisajes y los primeros planos de unos actores en estado de gracia. Deberían dejarse llevar, una vez más, por los versos de Shakespeare, acompañados ahora de unas espectaculares imágenes que lejos de desvirtuar el texto original, lo potencian y llevan a un atractivo paroxismo. 
No dejen que los doblajes les estropeen las magníficas dicciones de Fassbender y Cotillard...

Roberto Sánchez


-Aragonia-

Invisibles (Time Out of Mind, 2014)***

Dir: Oren Moverman
Int: Richard Gere, Ben Vereen, Jena Malone, Kyra Sedgwick, Jeremy Strong, Michael Kenneth Williams, Yul Vazquez, Coleman Domingo, Geraldine Hughes, Steve Buscemi.

Time Out of Mind, título original de esta Invisibles, define mucho mejor al personaje principal de esta historia y su dura situación personal. George,  encarnado por Richard Gere, es un hombre maduro que, debido a un deterioro de su situación personal (ha quedado viudo y con deudas tras fallecer su mujer de cáncer), se ha visto envuelto en una espiral de decadencia personal y económica que le ha hecho caer en picado hasta tocar fondo y convertirse en un "sin techo" más de la ciudad de Nueva York. De este modo, George pasa a formar parte de esa legión de hombres invisibles (como reza el título de la película en español) y olvidados que vagan como fantasmas por la cosmopolita y glamurosa metrópoli. Nueva York, ciudad cinematográfica por excelencia, que se muestra una vez más como un ente deshumanizado y cruel con el individuo, reflejando a la vez a una sociedad malignizada y regida por el dinero y la riqueza en la que domina el lema "tanto tienes tanto vales". El film, producido por el propio Richard Gere (actor muy activo en iniciar y participar en causas y movimientos sociales que denuncian injusticias en el mundo), es además una clara denuncia del salvaje sistema capitalista estadounidense. Aquí le acompaña como excelente secundario Steve Buscemi, un actor fetiche para el director y guionista de este film, Oren Moverman, que se dio a conocer en 2009 por el film The Messenger, drama bélico que obtuvo dos nominaciones a los Óscar. Posteriormente, en 2011, dirigió Rampart, un filme en el que también contaba con Buscemi, además del siempre solvente Woody Harrelson, y con un guión del maestro del thriller y de la novela negra James Ellroy. 

Por otro lado, Richard Gere como el protagonista del film, es un actor que ha dado muestras de su gran potencial y amplia versatilidad: marine problemático en Oficial y caballero, impecable American Gigolópolicía corrupto en Asuntos sucios; multimillonario romántico en Pretty Woman, showman y bailarín en Chicago y  Cotton Club. En Invisibles, Gere vuelve al registro que había tocado, interpretando a ese hombre entre la locura y la cordura en Mister Jones (1993, de Mike Figgis). Un hombre hundido moralmente, al que sólo queda en la vida una hija indiferente hacia su estado de indigencia,  pero que, a pesar de todo, saca fuerzas de flaqueza para sobrevivir y salir adelante, agarrándose a un hilo invisible de esperanza. En Invisibles salen a la luz las  enormes carencias y deficiencias en materia de asistencia social a las personas más pobres y vulnerables dentro del duro sistema norteamericano. No en vano, el mismo Barak Obama, vino a España a estudiar nuestro sistema de protección social. Con una buena interpretación de Gere (que estuvo viviendo la experiencia real de ser un "homeless" en la ciudad de Nueva York para prepararse el papel), Invisibles nos resulta una película incómoda de ver, que muestra una gran ciudad alejada de su glamour habitual como centro financiero y artístico del mundo; dura, con  calles sucias y grises pobladas de individuos solitarios que, como George, han perdido el norte. Individuos "invisibles" ante una muchedumbre inhumana que pasa a su lado sin mostrar compasión alguna. Hombres que intentan sobrevivir sin caer en la locura; hecho que, desgraciadamente, ocurre a menudo. Individuos que son despreciados y vejados por sus propios conciudadanos. Un filme menor para despedir este 2015, que mueve a la reflexión y nos muestra la peor cara del "American Way of Life".  
Feliz 2016 a todos, en especial a todas las personas que, como George, intentan salir a flote tras haber tocado fondo. 

Gonzalo J. Gonzalvo

-C. Grancasa-