martes, 26 de enero de 2016

El hijo de Saúl (Saul fia, 2015)****

Dir: László Nemes
Int: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér, Todd Charmont, Björn Freiberg, Uwe Lauer, Attila Fritz, Kamil Dobrowolski, Christian Harting.


Esta es una de las películas más escalofriantes que he visto en años. Parece mentira que László Nemes (nacido en 1977) haga su primer largometraje con una obra tan perfecta y, además, con un criterio de puesta en escena ciertamente arriesgado. El guión lo firma junto a Clara Royer, que también es una debutante. Quizás fueran necesarias miradas frescas, miradas jóvenes para adentrarse en ese horroroso terreno de los campos de exterminio alemanes. Con una cámara, siempre en movimiento, seguimos incansablemente los pasos de Saúl (Géza Röhrig, soberbio en su interpretación, fundamental para hacer creíbles las situaciones), miembro de los 'Sonderkommando' encargados de arrastrar a los hornos crematorios los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-. Estamos en el año 1944, en Auschwitz. Saul es un prisionero judío húngaro  que se obsesiona en enterrar debidamente a un niño que "adopta", después de haber contemplado como, después de sobrevivir milagrosamente al "gaseado", es asesinado por el médico alemán responsable 
de "supervisar" las operaciones. 

Un viaje a los infiernos (los de verdad, los que están aquí en la Tierra, los que no quieren recordar en muchos casos una derecha que en Francia o en la misma Hungría, parece reivindicar el racismo y la xenofobia, y hasta la odiosa herencia del nazismo alemán), un viaje sin concesiones que no necesita de efectos especiales, ni trucajes digitales, para meternos directamente en la piel de Saúl, en un poco más de 100 minutos. Miramos los cuerpos desnudos de los masacrados, y no queremos verlos, escuchamos sus espeluznantes gritos de horror, de auxilio, las órdenes de los oficiales alemanes, como si fueran perros rabiosos, y no queremos oír.


Una de las misiones fundamentales del arte es hacernos experiementar los límites, denunciar
los extremos a los que los hombres pueden llegar. ¡Ah!, y no olvidar, no olvidar que esta historia afectó directamente a muchos republicanos españoles, y a otros pueblos, además del judío (como los gitanos y otras etnias), que suelen ser menos recordados, y merecen igualmente todo nuestro respeto y que se reivindique su memoria.
  
El director húngaro Lászlo Nemes había dirigido anteriormente tres cortometrajes y había sido director de segunda unidad y asistente del director en El hombre de Londres (2007), de Béla Tarr, un director húngaro brillante, peculiar y muy personal que, seguro, ha influido de manera decisiva en sus originales planteamientos.

Aunque está alejada de los parámetros del cine de consumo, es una película brillante, necesaria y que deberían ver. De momento, y si les sirve como guía, la Academia del Cine Norteamericano la ha incluido entre sus nominadas a la mejor película de habla extranjera...

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox-

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