martes, 22 de septiembre de 2020

O que arde (2019)****

 Dir: Oliver Laxe

Int: Amador Arias (Amador), Benedicta Sánchez (Benedicta), Inazio Abrao (Inazio), Elena Mar Fernández (Elena), David de Poso (David), Alvaro de Bazal (Álvaro), Damián Prado (Damián), Nando Vázquez (Nando), Manuel Martínez (Manuel Martínez 'Xan'),José Luis Santalices (José Luis), Manuel Santamarina (Manuel), Antonio Fernández (Antonio), Nuria Sotelo (Nuria), Ivan Yañez (Iván), Rubén Gómez Coelho (Rubén). 



El tercer largometraje de Oliver Laxe es una grata sorpresa que nos permite seguir manteniendo la esperanza en EL CINE, y en que siga siendo un arte y espectáculo con sentido. Había recibido muchas buenas referencias críticas de él, sabía de su exitoso recorrido en Festivales como el de Cannes y en los Goya (donde se premió su fotografía y a su protagonista femenina como mejor actriz revelación); y tenía algo de miedo por aquello de las altas espectativas que suelen venirse abajo al contemplar la realidad. Pero como expreso en la primera frase, la sorpresa fue encontrarme ante una de las mejores películas españolas del 2019. 



El Cineclub Sobrarbe la ha programado dentro de su ciclo "Espiello: Paisajes de la fragilidad" y podrá volver a verse el viernes 25 de septiembre a las 19.30 en el Palacio de Congresos de Boltaña. En definitiva, su visionado ha sido todo un placer provocado por la propuesta que se me hizo para presentar el film y dinamizar el debate que, sin duda, surgirá trás su pase. Mi agradeciemiento para los organizadores por poder hablar sobre ella y disfrutarla en el marco de Espiello. 


O que arde, parte de un guion escrito por Oliver Laxe y Santiago Fillol, con el que Laxe ya 
había colaborado en Mimosas (2016), su segundo largometraje. Este realizador, nacido en París en 1982, de padres gallegos, volvió joven a su tierra pero se formó como cineasta en los talleres de documental de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, lo que explica, en parte, su espectacular fusión entre lo documental y la ficción más pura; o la especial habilidad para trabajar con actores no profesionales, a un nivel de rendimiento semejante al que han logrado el maestro José Luis Guerín o Isaki Lacuesta, también vinculados durante un tiempo a esos talleres de la citada universidad en los que se investiga y analizan conceptos como el de "documental de creación". 


En el cine de Oliver Laxe los límites entre la ficción y la realidad documentada son muy finos. Además, queda clara su pasión por una cuidada estética audiovisual, por un encuadre de una belleza incuestionable que se apoya en los impresionantes paisajes gallegos y en la sensibilidad de Mauro Herce, su director de fotografía, para captar la MAGIA. El CINE, no debería nunca renunciar a esa MAGIA y en O que arde, uno la siente desde su impactante inicio a los sones de la música de Vivaldi (más adelante escucharemos, desde Haendel a Leonard Cohen, pasando por los sonidos reales de los bosques gallegos rodeados por el crepitar de las llamas, las máquinas infernales o el silencio de los prados y bosques).


Todos sabemos, y en cierta medida experimentado, la doble faz del fuego, objetivamente 
maravilloso y terrible al mismo tiempo. Sus imágenes en la película reflejan perfectamente esa idea, son atractivas y repulsivas, llevan mensajes de vida y muerte, de renovación y transformación. Los que lo combaten saben que deben respetarlo y de algún modo el temor que sienten ante su presencia descontrolada es reverencial. Los que llevan siglos conviviendo con la MAGIA del bosque, cada vez lo tienen más difícil para resistir y sobrevivir. Sus modos de supervivencia han mantenido un elevado respeto por la naturaleza que les rodea, amenazante y compasiva a un tiempo (como el fuego). Algunos han cedido ante los nuevos sistemas de explotación (turismo, explotación masiva de la riqueza maderera) y quizás son las verdaderas amenazas de un equilibrio natural a punto de romperse.

Amador y Benedicta son los testigos, víctimas y protagonistas de esos cambios ¿imparables? Su trabajo actoral es desconcertantemente brillante, su fusión con el mundo rural perfecta y la elección de un registro "bressoniano" (siguiendo los modelos del gran cineasta francés Robert Bresson) de expresividad mínima, que indaga en la esencia de la mirada y el gesto, un acierto de un cineasta puro que si decide seguir trabajando a pesar de este desbaratado panorama actual nos dará muchos momentos de placer cinéfilo.

Roberto Sánchez 

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