jueves, 19 de enero de 2017

La tortuga roja (2016 )****

Director: Michael Dudok de Wit
Animación

El guión escrito por Michael Dudok de Wit y Pascale Ferran es aparentemente simple. Nos cuenta la historia de un náufrago arrojado por un embravecido mar a una isla tropical, cuyos únicos inquilinos son tortugas, cangrejos y aves. 

Utiliza para ello un preciosista estilo poético, entrelazado de algún delicado toque de fantasía, inspirado seguramente en los mitos fundacionales de las culturas del Pacífico, incluida la Japonesa (sobre todo en la metamorfosis de la tortuga). Con esos elementos procedentes de los mitos ancestrales que hay detrás de estos animales-símbolo, los creadores de esta bella metáfora en dibujos animados se las arreglan, sin ningún tipo de diálogos, en una hora y veinte minutos, a relatarnos las diferentes etapas de la vida humana en su lucha por la supervivencia. 




Es el debut en el largometraje del animador holandés Michael Dudok de Wit (ganador del Oscar por su cortometraje Father and Daughter, en el año 2000) y que ya tenía una dilatada experiencia como animador, iniciada, por ejemplo, en el segmento Den de Heavy Metal (1981), y desarrollada en Fantasía 2000 (1999), de la Disney.  

La tortuga roja es una coproducción de varias compañías francesas y del Studio Ghibli japonés, cuyos creadores (y fundadores) más significativos han sido los geniales Isao Takahata (productor artístico de esta película que nos ocupa) y el mítico Hayao Miyazaki. 

En una película en la que los "diálogos" los establecen las propias imágenes y los gestos de los personajes humanos y animales, la banda sonora termina por tener un papel decisivo. En ese sentido,  la compositora francesa Laurent Perez del Mar, ha logrado un trabajo de gran belleza y eficacia. No le faltaba experiencia en el campo del cine de animación. Ya había brillado en las partituras de Zarafa (2012), dirigida por Rémi Bezançon y Jean-Christophe Lie, o en El reino de los monos (2015), de Jamel Debbouze. 



No deben perderse esta lección cinematográfica, y no pueden ni deben asustarse ante un cine de animación que ya lleva mucho tiempo dándonos grandes resultados artísticos, más allá de las producciones dirigidas en exclusiva al público infantil. Este es uno de esos casos. Un director ya maduro (con experiencia en trabajos más cortos) ha dado un paso firme hacia la maestría cinematográfica. Con pocos pero medidos y delicados elementos visuales y sonoros ha construido una bella metáfora sobre la vida. ¡Puro cine!


Roberto Sánchez  

-Aragonia-

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