lunes, 20 de febrero de 2017

Cincuenta sombras más oscuras (2016)*

Dir: James Foley
Int: Dakota Johnson, Jamie Dornan, Bella Heathcote, Kim Basinger, Hugh Dancy, Eric Johnson, Max Martini, Eloise Mumford, Luke Grimes, Rita Ora, Tyler Hoechlin, Marcia Gay Harden, Fay Masterson, Robinne Lee.

La sombra de la telenovela es alargada...  

Acompañada de la correspondiente y masiva campaña publicitaria, llega la segunda parte de la trilogía de Cincuenta sombras de Grey basada en el éxito comercial de la autora británica E. L. James, que en 2011 revolucionó el mercado de best seller con su primera novela de una serie de cuatro que tratan la relación sado masoquista entre la joven Anastasia Steele y el magnate Christian Grey. Vuelven a protagonizarla en la gran pantalla por los jóvenes y apuestos Dakota Johnson (a la sazón, hija de Don Johnson y Melanie Griffith) y Jamie Dornan, actor procedente de la televisión británica con unos diez años de carrera fílmica con altibajos. Dakota, apareció por primera vez en la pantalla de la mano de Antonio Banderas, como director (su padrasto en aquel momento), en Crazy on Alabama (1999), y a pesar de su juventud, cuenta con una ya dilatada carrera (y no piensen mal por lo de dilatada, mentes sucias) en la que se puede destacar el reciente thriler criminal Black Mask (2015, Scott Cooper) protagonizado por un irreconocible Johnny Depp. 

La trilogía de E. L. James llevada al cine, arranca en 2015 con la pésima Cincuenta sombras de Grey dirigida por un tal Sam Taylor-Johnson, siendo Nowhere Boy (2011), biopic sobre el músico John Lennon, su trabajo más notable hasta la fecha y, por lo demás, con una filmografía olvidable. Partiendo de la base de que la novela de marras ya me parece de baja calidad, y su éxito comercial  entronca con el folletín y las novelas del corazón, pero con un inteligente ingrediente comercial añadido al introducir en la historia de “amor” el BDSM  (el mundo del bondage y del sado-masoquismo) de una manera light y con un toque de glamour y sofisticación, un producto más soft que hard destinado a marujas/os y adictas/os a la novela rosa, que abren los ojos como platos ante un pseudo porno que en realidad es superado por algunos anuncios de perfume, con escenas mucho más excitantes desde luego que las de esta película, perfecta para ver después de comer un buen cocido y echarse una siesta en el cine. 



En esta segunda parte de la trilogía, dirige James Folley, famoso por responsabilizarse de las exitosas series de Netflix y NBC respectivamente House of Cards y Hannibal (ambas del 2013). Director que ha tenido a sus órdenes a estrellas como Bruce Willis o Dustin Hofmann en títulos como Seduciendo a un extraño (2007) o Confidence (2003), y que no estaban mal. Ni siquiera parece éste un filme del propio Folley, que ha debido tener una clara imposición de las productoras para mantener el tono inicial de la trilogía, lo que resulta un desacierto y una verdadera pena, pues probablemente podría haber hecho con libertad un producto mucho más digno e interesante. Todo el filme de hecho, parece una sucesión de anuncios o videoclips de ropa, colonias y lencería cara, con ambos modelos dándose el lote con la ayuda de ciertos artilugios sado nuevecitos que parecen recién comprados en cualquier tienda especializada, y con el fondo musical de la banda sonora de Gran Hermano.  

El argumento, tampoco es nada nuevo. Tiburón de los negocios sádico y guapete que intenta recuperar a su amante sumisa, guapa y que se hace la tontita (pues sabe que vuelve con quien vuelve), pues el tipo no va a cambiar ni a reformarse. Dominante, celoso, violento y controlador; vamos un maltratador en toda regla de los que detiene la policía y la Guardia Civil por violencia machista contra la mujer cada dos por tres. Conste que el BDSM es una práctica sexual que considero totalmente respetable para quien le guste disfrutar con el dolor y la humillación, y que algunos/as llegan a hacer de ella un arte tanto en su papel de "Dómina" como en el de "Amo". Pero ésto ni siquiera importa. Aquí, como digo no se profundiza en nada, todo es light y superficial, como en una telenovela folletinesca. No hay tensión, ni excitación, ni morbo ni nada que pueda justificar el inclasificable éxito literario y, sobre  todo, cinematográfico de esta saga; por no hablar del papel ridículo, sumiso y mediocre de la protagonista, que deja a la mujer actual y, se supone preparada, a la altura del barro. El Grey de marras es un niñato rico y creído que lo tiene todo y las mujeres son para él un trofeo más en su vitrina de millonario guaperas. Pero ni siquiera su personaje llega a resultar ni empático ni odioso, porque tiene la misma carga de profundidad que un modelo masculino de anuncio de Calvin Klein. 

Desgraciadamente, ya está lista para estrenar el 9 de febrero de 2018 la tercera parte, Cincuenta sombras liberadas, que volverá a dirigir Folley, supongo, por una más que sustanciosa cifra. Lo dicho, si quieren enriquecer aún más a la autora de las novelas, a Universal Pictures y al director, vayan a ver estas “50 sombras más oscuras”. Si, cuando hay más de diez minutos de publicidad en la época navideña no cambian de canal de TV, también. El resto de espectadores, mejor no pierdan ni su tiempo ni su dinero y, por supuesto, amantes de ese séptimo arte llamado cine, abstenerse para evitar indigestiones, enfados y cabreos...eso sí...a no ser que les apetezca echar una buena siesta y tengan una sala a mano para sumergirse en las más oscuras sombras de este peñazo. 

Gonzalo J. Gonzalvo.


-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

No hay comentarios: