miércoles, 26 de septiembre de 2018

The Rider (2017)***

Dir: Chloé Zhao
Int: Brady Jandreau, Tim Jandreau, Lilly Jandreau, Cat Clifford, Terri Dawn Pourier, Lane Scott, Tanner Langdeau, James Calhoon, Derrick Janis.

The Rider demuestra que el cine no tiene fronteras de ningún tipo. Y el Western, tampoco.

Chloé Zhao, la directora y guionista de este peculiar y sutil Western nació en Pekín pero pasó su adolescencia en Brighton (Reino Unido). Estudió ciencias políticas en Mount Holyoke College, en Massachusetts (Estados Unidos), y después se inscribió en un programa de dirección de cine de la Universidad de Nueva York. Sus primeros trabajos fueron cuatro cortometrajes, debutando en la dirección de largometrajes con Songs My Brothers Taught Me (2015), un drama cuyo contexto ya era típico del Western y que se estrenó en el Festival de Cine de Sundance de 2015. Que su atracción por ese mundo era poderosa, parece evidente al aproximarse, casi como una antropóloga al mundo del rodeo actual, reminiscencia de un mundo ya desaparecido o casi.



Se interpretan a sí mismos auténticos "vaqueros", jinetes de rodeo que con un evidente verismo nos muestran el lado duro de ese oficio anclado en las viejas tradiciones del Oeste de Estados Unidos. Jóvenes que dado el evidente riesgo físico de su oficio pueden quedar inválidos, deshauciados de la única actividad que conocen. Chloé Zhao se aproxima a ellos con delicadeza, pero sin dejar de lado un naturalismo casi documental.




Brady (Brady Jandreau), que fue una de las estrellas del rodeo y un talentoso entrenador de caballos, sufre un accidente que le incapacita para volver a montar. Cuando vuelve a casa se da cuenta de que lo único que quiere hacer es montar a caballo y participar en rodeos, lo que le frustra bastante. En un intento por retomar el control de su vida, Brady quiere recuperar sus hábitos, aunque el tremendo golpe que recibió en la cabeza le está pasando factura de un modo terrible.



Sorprende la habilidad de Zhao para lograr una convincente interpretación (brillante en el caso de Brady Jandreau) de actores no profesionales. También sorprende su buen hacer a la hora de captar la poesía de unos paisajes tan apegados a una forma de vida que se resiste, que quiere mantenerse fiel a la proximidad de los campos, praderas y montañas de una zona ya desaparecida en el tiempo y en el espacio de la actual América. Son especialmente duras y expresivas esas secuencias en las que Brady, tiene que dedicarse a trabajar en una galería comercial para sobrevivir. Allí, un hombre que se entiende perfectamente con los caballos, que se integra en la naturaleza con facilidad, parece dejar de existir, parece morir lentamente. 

Una pequeña gran película, un pequeño gran Western. El género del Western ha muerto, ¡viva el Western!

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox-

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