sábado, 15 de septiembre de 2018

La monja (The Nun, 2018)***

Dir: Corin Hardy
Int: Taissa Farmiga, Demian Bichir, Jonas Bloquet, Bonnie Aarons, Charlotte Hope, Ingrid Bisu, Jonny Coyne, Manuela Ciucur, Jared Morgan, Sandra Teles, Boiangiu Alma, Laur Dragan.

Una monja de cuidado en una abadía de pesadilla    

Los que me siguen y leen desde hace años saben que el género de terror y fantástico, junto con el cine negro, 
son dos de mis géneros favoritos. En los años 80, comencé a asistir al entonces Festival de cine de Sitges (que pronto comenzará una nueva edición), meca de las novedades y evolución del fanta-terror. Desde entonces ha llovido mucho y he escrito ríos de tinta que han llenado artículos, ensayos y novelas. Digo esto, no por nostalgia, sino porque La monja me ha recordado en bastantes aspectos a ese terror gótico en technicolor que el avispado productor de origen español Michael Carreras (al que conocí personalmente en dicho festival de cine) supo convertir en un fenómeno mundial a través de su sello Hammer Films. Directores comoTerence Fisher, Roy Ward Baker (también coincidió su visita en esas ediciones del 86 al 88) o Peter Sasdy supieron imprimir una ambientación, una elegancia y una sensualidad que, en gran parte, recupera este trabajo de Corin Hardy con guion de Dary Dauberman sobre una historia creada por James Wan, creador de las sagas SawInsidious y la también exitosa Expediente Warren



Es precisamente de la saga Warren de donde parten tanto este filme como la derivada de la siniestra muñeca Annabelle. "La monja" es un personaje que tenía sus apariciones en esta saga, pero que ahora se erige en maligna protagonista de la historia. Como apuntaba antes, Corin Hardy, director irlandés que tan solo tiene un largometraje anterior (también de terror) titulado The Hallow (2015), ha sabido como apuntaba al inicio de este artículo, beber y homenajear a todo ese cine británico de la Hammer (hoy día ya de absoluto culto) para crear un filme atmosférico de gran poder visual que el nuevo Dolby Atmos y la efectiva banda sonora compuesta por James Gosling potencian para redondear un ambiente absolutamente fantasmagórico y pesadillesco.



Además de referencias a todo ese cine de terror británico que hoy ya es clásico, existen también evidentes guiños a las películas de casas encantadas y monasterios/castillos tan malditos como ese en el que vive el mismísimo Conde Drácula. No en vano está rodada en Rumanía, hogar natal de Vlad Drăculea el Empalador (el Drácula real, Vlad Tepes, príncipe de Valaquía a finales del siglo XV) y, en cualquier momento, parece que vamos a encontrarnos con el desfiladero del Borgo. Además de al Drácula (1958) de Terence Fisher, el padre con poder de exorcizar demonios que acompañará a una valiente novicia en su arriesgado viaje a una abadía en la que ha sucedido la terrible muerte por suicidio de una monja, nos remite directamente a la figura (también legendaria) del padre Karras en el mítico El exorcista (1973) de William Friedkin, otra obra maestra del género. Con todas estas mimbres, el joven (y seguro que muy cinéfilo) Corin Hardy, ayudado por los nuevos efectos especiales tanto tradicionales (los ruidos, la música, las luces y las sombras y la oscuridad, todos ellos muy poderosos si se saben  usar) como digitales (de los que ha tenido la inteligencia de no abusar en exceso) logra un filme a camino entre el horror gótico clásico y la calidad tecnológica actual en imagen, sonido y efectos. El resultado es un filme que entretiene al aficionado de principio al fin, que logra arrancar gritos en la sala de algunas muchachas (como en los mejores tiempos del cine de terror de los 70 y 80) y que rinde respetuosos guiños y homenajes a todos estos trabajos que he citado. Quizá las notas humorísticas (algunas algo forzadas y más propias del filme de Robert Rodríguez con guion de Tarantino Abierto hasta el amanecer) le restan más que le suman, y aunque agradarán al público adolescente (mayoría en la sala el día de mi visionado) creo que un tono aún más serio y sin concesiones (como era el de la ya citada El exorcista la hubiera dotado de un nivel aún más alto en cuanto a dosis de terror de cara al público. 



Habrá que seguir de cerca a Corin Hardy, a Ari Aster (Hereditary) y a algún otro realizador joven que, entre todos, están revitalizando un género que estaba dando en general bocanadas de agotamiento y falta de ideas, salvo contadas excepciones. Y, por último, celebrar que, como diría el maestro Miguel Delibes, la sombra de la Hammer...es alargada.

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, PUerto Venecia, Yelmo-

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