domingo, 30 de abril de 2017

Maravilloso Boccaccio (2015)***

Dir: Paolo Taviani, Vittorio Taviani
Int: Lello Arena, Kasia Smutniak, Jasmine Trinca, Kim Rossi Stuart, Riccardo Scamarcio,  
Rosabell Laurenti Sellers, Vittoria Puccini, Flavio Parenti, Carolina Crescentini,  
Michele Riondino, Paola Cortellesi.


Entre 1348 y 1349 la peste negra asoló Florencia. Giovanni Boccaccio (1313-1375) escribió su Decamerone entre 1351 y 1353, siendo uno de los supervivientes de esas terribles plagas. Su libro contiene cien cuentos, algunos de ellos auténticas novelas cortas. Desarrolla en él tres temas principales: el amor, la inteligencia humana y la fortuna. Los diversos cuentos de amor en el Decamerón van de lo erótico a lo trágico y se caracterizan por su ingenio y sagacidad. Supone, junto a la Divina comedia de Dante Alighieri y las obras de Francesco Petrarca, un salto cualitativo impresionante desde la Edad Media, a los albores de un Renacimiento italiano que empezaba a refulgir en todos los territorios del arte. 

Parecía que la adaptación de Pier Paolo Pasolini, en El Decamerón (1971), sería única y definitiva, ya que aunque de modo inmediato generó otras versiones que se aprovecharon del lado más erótico-festivo, como Le calde notti del Decameron (1972), de Gian Paolo Callegari, Il Decamerone proibito (1972), de Carlo Infascelli y Antonio Racioppi, Decameroticus (1972), de Giulano Biaggeti, o Boccaccio (1972), de Bruno Corbucci; lo cierto es que la visión de Pasolini, con su personal mirada, mezclando su incisivo tono naturalista y con la fantasía y el juego naif, combinando actores profesionales y no profesionales, era irrepetible. 

Así que los hermanos Taviani (Paolo nacido en 1931 y Vittorio en 1929) optaron por  construir una bella y esteticista versión de la obra de Boccaccio. Los cien cuentos dan mucho de sí y ellos han elegido para sus historias un tratamiento visual (junto a su  director de fotografía Simone Zampagni) que supone todo un homenaje a los colores de la escuela florentina del Trecento (sobre todo a Giotto). La belleza de sus jóvenes actores y actrices es todo un símbolo de esa juventud amenazada por la terrible peste negra que sobrevivirá por encima de todo.



Cómo en la historia original, un grupo de jóvenes huye de una Florencia apestada y se dirigen al campo para intentar sobrevivir y, una vez allí, para pasar los días improvisando y contando historias. Esos relatos que nosotros disfrutamos igualmente, recrean situaciones, que en la visión de los Taviani se ha desviado hacia una suavidad y  tacto aterciopelados. Es como si los tonos apastelados de la fotografía inundaran igualmente las historias. Sí, hay erotismo, sí, hay ironía, pero livianos, delicados y siempre más sugerentes que explícitos.




Los Taviani que iniciaron su trayectoria en los años sesenta (del siglo XX), nos han aportado unas cuantas películas magistrales como Hay que quemar a un hombre (1962), Padre patrón (1977), El prado (1979), La noche de San Lorenzo (1982) o César debe morir (2012). Aunque su personal visión de El Decamerón no sea una de sus obras maestras, tiene sobrados atractivos para disfrutarse, siempre que uno este dispuesto a dejarse llevar por las historias de Boccaccio que, filtradas por los Taviani, muestran el triunfo del amor, pero sobre todo de la BELLEZA (sí, con mayúsculas).

Roberto Sánchez

-Palafox-

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