sábado, 26 de diciembre de 2015

El Club (2015)*****

Dir: Pablo Larraín
Int: Roberto Farias, Antonia Zegers, Alfredo Castro, Alejandro Goic, Alejandro Sieveking, Jaime Vadell, Marcelo Alonso. 


No nos gusta en "Los cines de Robersan" hacer balances, pero resulta necesario destacar el valor de esta película del chileno Pablo Larraín. Y lo decimos por que seguramente estamos ante la mejor realización del año. Estuvo poco tiempo en la cartelera comercial zaragozana, pero con un criterio excelente, la recuperó la programación del cine club Cerbuna de la Universidad de Zaragoza. Allí fue donde pudimos ver esta estupenda creación cinematográfica. El 24 de diciembre, "Días de cine", espacio dedicado al cine de RTVE, también la situó como primera en su ranking de las mejores películas internacionales del año y, en general, la crítica especializada la ha valorado entre las mejores.

El cine latinoamericano atraviesa un buen momento y la trayectoria del chileno Pablo Larraín no hace más que ratificarlo. Ya nos parecieron muy destacables sus trabajos anteriores, sobre todo, Tony Manero (2008) y No (2012).
En El Club  nos encontramos con cuatro hombres mayores (El Padre Vidal / Alfredo Castro, El Padre Silva / Jaime Vadell, El Padre Ortega / Alejandro Goic y El Padre Ramírez / Alejandro Sieveking), residentes en una casa afincada en un pueblo costero de la zona central de Chile, donde no pasa mucho. Una monja (La Hermana Mónica / Antonia Zegers) se encarga de que respeten un régimen bien definido, que en teoría incluye horarios estrictos y oración en abundancia. La mayor distracción permitida consiste en asistir a las carreras de galgos que se efectúan en el pueblo, en las que apuestan con su posesión más preciada. Pero la quietud a la que están acostumbrados se ve amenazada cuando a la casa llega el Padre Lazcano (José Soza). Así, rutinas y hábitos, crímenes y pasado, se verán removidos por encima de sus deseos. Pablo Larraín, Guillermo Calderón y Daniel Villalobos han escrito un guión de gran perfección, que funciona como un mecanismo de relojería. 
Han sido capaces de enlazar varios elementos temáticos con habilidad y eficiencia. La reciente historia de Chile (muy marcada por el golpe de estado y el régimen de Pinochet), los numerosos casos de pedofilia en la Iglesia Católica y el conocimiento de indagaciones tan sólidas en las profundidades de la psicología humana como las que ofrece Jean-Paul Sartre en A puerta cerrada (Huis Clos), una pieza teatral de 1944, que, aunque sea lejanamente, les da a los guionistas un escenario interior y exterior. Una de las frases más célebres de Sartre, procede de esta obra y podría aplicarse muy bien a El Club: "El infierno son los otros" ("L´enfer, c´est les autres"). La obra teatral de Sartre fue adaptada unas cuantas veces al cine, destacándose la dirigida por Jacqueline Audry en 1954, que no tuvo estreno comercial en España. Ni el guión, ni la realización pretenden adaptar la obra de Sartre, pero logran aunar la profundidad de análisis psicológico, que algo le debe al filósofo y dramaturgo francés, con aspectos argumentales de actualidad, habitualmente obviados por los poderes establecidos y sus medios de comunicación que prefieren olvidar o sepultar mediante toneladas de naderías espectaculares y vacías de sentido. 



Con una gran precisión y sin concesiones va mostrándonos las retorcidas personalidades de unos seres aparentemente normales, pero cuyos crímenes se adentran en los territorios del horror más profundo, aunque no por ello la película pierda un ápice de su realismo. Una sólida y brillante interpretación de actores y un trabajo fotográfico que nos transporta a una  tierra de grises y penumbras (de Sergio Armstrong, habitual director de fotografía de Larraín), imágenes que nos atrapan y nos sujetan a un ámbito en el que no queremos estar, pero al que Larraín nos obliga a seguir mirando. 
Estos "curitas" son culpables de pedofilia, secuestro y tráfico de niños, y en algún caso de colaboración directa en los asesinatos del régimem de Pinochet; una colección de deformidades, las de estos sacerdotes que durante demasiados años fueron toleradas (y convenientemente ocultadas), pero con las que Larraín (y sus guionistas) no están dispuestos a transigir. La postura oficial, todavía no demasiado clara, de la Iglesia ante estos individuos queda también retratada en la figura del Padre García (Marcelo Alonso), que llegará a la casa para intentar cerrarla y poner "orden" después de unos sucesos que han removido las "aguas sucias" de estos peculiares inquilinos... 
Por su valor simbólico, por la eficiencia de sus actores y por la magnífica realización de Larraín, sin duda la mejor película de 2015.





Roberto Sánchez
Antonia Bordonada

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