lunes, 20 de noviembre de 2017

Hacia la luz (Hikari, 2017)***

Dir: Naomi Kawase

Int: Masatoshi Nagase, Ayame Misaki, Tatsuya Fuji, Kazuko Shirakawa, Mantarô Koichi, 
Noémie Nakai, Chihiro Ohtsuka, Saori, Nobumitsu Ônishi.

Naomi Kawase es una directora japonesa, activa desde 1992 (año en el que dirigió su primer cortometraje Ni tsutsumarete). Su trayectoria empieza a resultar ya muy llamativa y personal. Coincide en intereses con el español Isaki Lacuesta, con el que grabó en 2009 el vídeo de corta duración Sinergias: Diálogos entre Naomi Kawase y Isaki Lacuesta, en esa apuesta por formas narrativas que fusionan sin problemas apariencias documentales y ficcionales. 

El bosque del luto (Mogari no mori, 2007) y Aguas tranquilas (Futatsume no mado, 2014), me resultaron especialmente atractivas y sugerentes, y ahora apuesta por una película que reflexiona sobre el  valor emocional del cine. Que logra diseccionar mediante la combinatoria de la voz en off y las imágenes, algunas de las esencias del séptimo arte. 

La excusa argumental es casi perfecta: Misako (Ayame Misaki) se dedica a convertir en texto las imágenes de las películas para que puedan disfrutarlas los invidentes. En su obsesión por trascender el texto meramente descriptivo quiere introducir sentimientos e ideas que le sugieren las imágenes que contempla. Para afinar su "mensaje" se entrevista con el director del film que transcribe, prueba y ensaya con algunos invidentes, que le transmiten sus impresiones ante las propuestas. Uno de ellos (Masaya Nakamori, interpretado por Masatoshi Nagase, habitual en el cine de Kawase), especialmente sensible y receptivo, le hace algunas precisiones sobre la necesidad de la objetividad en la descripción, que afectan a la sensible Misako. Luego, descubrirá que Nakamori fue un fotógrafo de éxito, que lamentablemente está perdiendo su vista de modo acelerado e inevitable.




La primera parte de la película (lenta, contemplativa y reflexiva) es de una belleza incuestionable, acompañada de una honda (y nada pesada) reflexión sobre la complejidad de la relación del texto con la imagen. Además, utiliza con inteligencia el desenfoque y el tratamiento visual para aproximarnos algo a la desesperación de ese creador de imágenes que se está quedando huérfano de ellas.





Luego, la película deriva hacia un lado más sensiblero que sensible. Parece que de un modo inevitable (muy tópico, para mi gusto) la historia se transforma en la descripción del amor que surge entre Nakamori y Misako. Como metáfora de la historia de amor que debe existir entre texto e imagen, en el cine, es un poco simplista, y en definitiva todo resulta demasiado previsible.

El resultado final es una película apreciable, estéticamente bella (algo constante en el cine de Kawase), lastrada por esa historia de amor algo sensiblera, que nos impide colocarla entre sus mejores trabajos, pero no por ello sigue siendo recomendable para ltodos los que aprecien un cine marcado por la sensibilidad y buen hacer de la que ya puede considerarse con justicia una de las maestras del cine japonés.

Roberto Sánchez

-Aragonia-

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