lunes, 14 de septiembre de 2015

Ático sin ascensor (5 Flights Up, 2015)***

Dir: Richard Loncraine
Int: Morgan Freeman, Diane Keaton, Cynthia Nixon, Claire van der Boom, Korey Jackson, Carrie Preston, Sterling Jerins, Josh Pais, Miriam Shor. 


Basada en la novela Heroic Measures de Jill Ciment, a su vez inspirada en las vivencias propias y de su marido, el pintor Arnold Mesches, Ático sin ascensor llega a nuestras pantallas de la mano del actor Morgan Freeman, ahora también metido a labores de productor. Con una estética bastante teatral, con muchas escenas en interiores rodadas en los estudios Steiner de Brooklyn, el film nos deleita también con estupendas vistas exteriores y algunos escenarios de esa gran ciudad, paradigma de la urbe por excelencia: Nueva York. Con una deliciosa partitura musical de David Newman (autor de bandas sonoras como La guerra de los Rose, Matilda o Ice Age), la película homenajea, y en ella podemos encontrar  sin duda referencias al Manhattan de Woody Allen (y también a esa deliciosa comedia centrada en la problemática de la vivienda, que protagonizaron  en los Sesenta unos muy jóvenes Jane Fonda y Robert Redford, titulada Descalzos en el parque, en la que la madre de Jane Fonda casi sucumbe a la subida de escaleras hasta el ático). Aquí estamos ante una pareja de mucha más edad, que lleva conviviendo en armonía más de 40 años. Una maravillosa pareja interracial interpretada con brillantez  por Diane Keaton y Morgan Freeman (hay aquí otro guiño evidente, a través de los flash-backs, al filme Adivina quien viene esta noche de Stanley Kramer, donde una pareja mixta encarnada por Sidney Poitier y Katherine Houghton mostraban su lucha para sacar adelante su relación chico negro-chica blanca). La actriz Cynthia Nixon (a la que algunos reconocerán al verla en la serie Sexo en Nueva York), hace también un papel de altura como vendedora inmobiliaria y pariente de la pareja Freeman-Keaton. En el trasfondo de la sencilla historia que se nos narra en esta comedia, hay un retrato fidedigno de la actual sociedad norteamericana en el que se mezclan, a partes iguales, el miedo y la paranoia terrorista, la especulación inmobiliaria, y  el capitalismo enfermizo que sigue impregnando la sociedad de la primera potencia económica mundial, ya contagiado al resto del mundo, debido a la creciente globalización. 
Su director, Richard Loncrane, comenzó a dirigir a finales de los Setenta curiosamente a  Mia Farrow, actriz que junto a Diane Keaton, han protagonizado  muchos de los filmes del mejor retratista neoyorquino que ha dado la gran pantalla, el señor Woody Allen. En este sentido, Loncraine (director que ha visto premiados sus trabajos en festivales como el de Montreal, en 1982, o Berlín, donde ganó el Oso de Plata en 1995 por su adaptación de Ricardo III, su trabajo más laureado), intenta imitar y alcanzar la maestría del mago Allen, pero sin llegar evidentemente a alcanzar sus cotas de genialidad. Aún así, Ático sin ascensor, con una estética y ambientación cuidadas (que le dan un cierto aire de clásico de la comedia), apoyado sin duda en las grandes interpretaciones de esos dos monstruos llamados Diane Keaton y Morgan Freeman, se constituye en un film amable, muy agradable de ver, que se disfruta de principio a fin como aquellas comedias de los años Sesenta y Setenta, bañadas por una deliciosa ingenuidad. Igualmente deliciosa es esa pareja septuagenaria e interracial que sigue conservando la chispa e ilusión de su juventud, a pesar de su larga experiencia vital. Ático sin ascensor es un film para todos los públicos, una comedia conmovedora que no olvida la problemática a la que se enfrenta la tercera edad en las grandes ciudades de la sociedad actual en su vivir diario. Alex y Ruth, junto con su perrita Dorothy (también mayor y con delicada salud), son unos luchadores que desde muy jóvenes tuvieron que afrontar prejuicios raciales y familiares por parte de muchas personas que no daban un duro por ellos. Creo que se merecen que ustedes inviertan un poquito de su dinero en disfrutar de su compañía durante una maravillosa tarde.

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Cervantes- 

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