miércoles, 13 de julio de 2016

Todos queremos algo (Everybody Wants Some!!. 2016)**

Dir:  Richard Linklater
Int: Ryan Guzman, Zoey Deutch, Tyler Hoechlin, Wyatt Russell, Adriene Mishler, Blake Jenner, Jonathan Breck, Jessi Mechler, Glen Powell, Will Brittain, Taylor Murphy, Lizzy Pop, Vanessa Amaya, Sophia Taylor Ali, Tory Taranova. 




Jake (Blake Jenner) llega a la Universidad de Texas en su deportivo, con las ventanillas bajadas y la música a todo volumen. Quedan sólo unos días para que arranque el curso, pero piensa aprovecharlos conociendo chicas, yendo a fiestas y haciendo amigos. Secuela espiritual de Movida del 76 (Dazed and Confused, 1993), ambientada en los años 80, hace toda una reconstrucción "arqueológica" de unos años, los 80, que parecen situarse en una galaxia muy muy lejana.  

La banda sonora está en consonancia, y reúne una serie de canciones y ritmos bailables a cargo de The Cars, Blondie, Dire Straits, Frak Zappa, Van Halen, Kool and the Gang, The Knack, Cheap Trick,o Pat Benatar, entre otros.  Los protagonistas, un grupo de jugadores de béisbol a punto de ingresar en la Universidad, parecen no ser conscientes de que las obligaciones de la edad adulta son ya ineludibles; de hecho, su comportamiento demuestra que no tienen demasiadas ganas de abandonar una posadolescencia libre de responsabilidades y ataduras.

No me ha quedado claro que pretendía Linklater con esta película (un director más que recomendable en apuestas como la reciente Boyhood, de 2014, o la trilogía formada por Antes del amanecer, de 1995, Antes del atardecer, de 2004, y Antes del anochecer, de 2013), pero la referencia a Dazed and Confused, hasta en la publicidad original, parece indicar que tan sólo estamos ante un ajuste temporal y un ejercicio de memoria. Ahora Linklater (nacido en 1960), que suele ser el responsable de sus historias y guiones, nos habla de la "Movida del 80", con actores jóvenes, poco o nada conocidos, que se dedican a reproducir con fruición los gestos y estereotipos de estos ambientes universitarios, tantas veces retratado y que ha provocado todo un subgénero de comedias corales y descerebradas, por otro lado de gran éxito popular.




Sigo sin saber muy bien lo que quería demostrar Linklater, más allá de esa reconstrucción de época y ambientes ochenteros, pero yo que he denostado habitualmente el subgénero de comedias universitarias, le encuentro ahora un cierto sentido, probablemente alejado de sus intenciones, pero que me provoca unas preguntas y varias reflexiones sobre la universidad como institución. 

Las élites dirigentes del país más poderoso del mundo, adalid de la libertad y la democracia en el Planeta Tierra, ¿se forman realmente en estos antros descritos por el cine? Lugares en los que lo único importante es jugar al béisbol (o baloncesto, o fútbol americano, según los casos), follar, beber, drogarse e ir a fiestas interminables. ¿Los alumnos de esas instituciones universitarias norteamericanas pueden, realmente, dar lecciones a cualquier otra universidad española o europea, aunque sean de la Tercera División...? Por cierto, en el film, ningún personaje muestra el más mínimo interés por la política, ni por nada más que ocurra más allá de sus orejas...Si la situación y el ambiente universitario norteamericano, en los inicios del siglo XXI, siguen siendo mínimanente parecidos, el futuro del Planeta Tierra es más que dudoso: unos descerebrados que nunca maduraron, unos "niñatos" formados en instituciones deleznables gobiernan la "Galaxia", y encima son los modelos a seguir por las universidades privadas (sobre todo) y que de modo poco inteligente también intenta imitarse en las públicas, aunque hay que reconocer que en algunos casos españoles es fruto de la claudicación ante las políticas de los partidos ultraconservadores, es decir al estilo del Partido Populista, perdón, Popular, que gobiernan por encima del bien y del mal, en nombre de esa "democracia orgánica", pactada con los poderes que sostuvieron la dictadura franquista en el pasado..


Roberto Sánchez

-Aragonia-

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