lunes, 16 de noviembre de 2015

Una pastelería en Tokio (An, 2015)****

Dir: Naomi Kawase
Int: Kirin Kiki, Miyoko Asada, Etsuko Ichihara, Miki Mizuno, Masatoshi Nagase, Kyara Uchida.

Con guión y realización de la japonesa Naomi Kawase, seleccionada en Cannes y en la Seminci de Valladolid del presente año, Una pastelería en Tokio es una coproducción entre Japón, Francia y Alemania, que nos cuenta la historia de Sentaro (Masatoshi Nagase) y su pequeño negocio de pastelería, donde a diario prepara incansablemente decenas de "dorayakis", un dulce típico relleno de una pasta de judías llamada "Anko". 
Naomi Kawase ha sido documentalista desde comienzos de los 90, posteriormente, pasó al cine de ficción, y ha estado siempre interesada por los lazos afectivos y familiares en una búsqueda permanente quizá debida a la separación de sus padres al poco de nacer ella. Una búsqueda que indaga en las figuras progenitoras y los sentimientos, a veces contradictorios, que surgen entre padres e hijos. La japonesa Kawase gana la Cámara de Oro, en 1997, del Festival de Cannes con su ópera prima Moe no suzaku, la historia de un cabeza de familia que debe mantener a todos los suyos en un lejano pueblo japonés con un entorno triste y pobre. Sin abandonar el documental, en 2003, es nominada a la Palma de Oro en Cannes con el filme Sharasôju, otro drama de carácter familiar. En 2007 gana con El bosque del luto (Mogari no moriel Gran Premio del Jurado también en Cannes. Tras habernos entregado recientemente la maravillosa Aguas tranquilas (Futatsume no mado), ahora ha llegado a nuestras pantallas la no menos deliciosa Una pastelería en Tokio. En esta hermosa historia, que adapta la novela de Durian Sukegawa, nos narra como un buen día aparece en la puerta de la tienda Tokue (la veterana actriz Kirin Kiki), una encantadora ancianita, que se ofrece para trabajar en el negocio de dulces por poco dinero, para estar ocupada y ayudar en su dura labor cotidiana a Sentaro. Ella lleva más de 50 años elaborando con una receta secreta un delicioso "anko",  la pasta de judía dulce que rellena y hace  tan especiales los "dorayakis". Entre ellos surgirá un especial relación de amistad en la que, poco a poco, se confiarán hechos muy íntimos de sus vidas. A modo de maravilloso cuento, con una historia que recuerda por momentos a Chocolat (2000), otra deliciosa película, dirigida por Lasse Halström, en la que Juliette Binoche aparecía de la nada para ponerse a elaborar maravillosos dulces y pasteles con esa savia negra casi mágica, Una pastelería en Tokio nos muestra con otro ritmo, con esa otra mirada que solo los cineastas japoneses saben hacer, una historia llena de ternura, de amistad, de sensibilidad; donde la belleza nacida de la simplicidad (al igual que ocurre con un haiku), lo termina por inundar todo. Cada escena, cada plano (especialmente los exteriores, dónde se luce la espléndida fotografía de Shigeki Akiyama), nos muestra toda la belleza de la naturaleza y de esos preciosos sakura (los cerezos en flor, tan importantes en la vida de los japoneses en su tiempo de ocio y, especialmente, en la celebración del "Hanami" o fiesta de los cerezos). 
Una pastelería en Tokio es una película sencilla y hermosa, que dentro del subgénero de la gastronomía profundiza en aspectos tan dramáticos como reales para las vidas de sus protagonistas, y lo hace sin estridencias, con esa sutilidad, elegancia y estilo que solo la visión de la milenaria cultura japonesa nos puede ofrecer con su especial prisma de delicadeza y encanto.

Gonzalo J. Gonzalvo.

-Aragonia-

1 comentario:

Sylvia Martin dijo...

Estupenda reseña que nos invita a sumergirnos en la belleza tranquila y deliciosa, incluso aromática de una película amable, entrañable, para reflexionar sobre la vida...