viernes, 9 de noviembre de 2018

Miau (2018)**

Dir: Ignacio Estaregui
Int: José Luis Gil, Manuel Manquiña, Luisa Gavasa, Álvaro de Luna, Jorge Usón, Jorge Asín, Laura Gómez-Lacueva.

Por una serie de circustancias he terminado por ver en dos ocasiones el segundo largometraje del director aragonés Ignacio Estaregui y también he podido hablar con él, brevemente pero con intensidad, gracias a su pase en la inauguración del último Festival de Cine de Fuentes de Ebro. Soy muy consciente de que es un proyecto hecho realidad después de no pocos esfuerzos y sacrificios. No es sencillo valorar una película que como muchos zaragozanos siento muy cercana y siendo conocedor del esfuerzo y trabajo, de la indudable profesionalidad de todos los responsables en la producción (el mismo Ignacio Estaregui, Jaime García Machín y Gloria Sendino), también se sobradamente que hacer cine desde Aragón, desde España, es una gran aventura en la que los riesgos económicos y las concesiones creativas a la búsqueda desesperada de la comercialidad (entiándase rentabilidad) son los principales inconvenientes para un ejercicio más o menos libre del oficio. Pero lo justo es que me despoje de todas esas cuestiones e intente un análisis al margen, centrándome en el producto final.  Sin ser profundo, espero justificar suficientemente la valoración que aparece más arriba. 

Ignacio Estaregui ya se la jugó en Justi&Cia (2014), un intento fallido en lo formal, pero que partía de una idea original del propio director y que, en ese sentido, tenía un tono de comedia dramática con tintes sociales más que apreciable, teniendo en cuenta que el cine español es habitualmente demasiado romo a la hora de denunciar y mostrar las injusticias sociales y económicas que no sólo perduran como perniciosos quistes del pasado sino que se reproducen y crecen descontrolados. Sus protagonistas, Hovik Keuchkerian (Justino) y el lamentablemente ya fallecido Álex Angulo (Ramón el &Cia), estaban soberbios y lograron construir, de la mano de Estaregui, dos de las personalidades más atractivas y sugerentes del reciente cine español. El público respondió poco y mal...




Sin embargo, la pasión por una estética inspirada en el cómic, quizás filtrada por el cine de los franceses Marc Caro, Jean-Pierre Jeunet o el español Guillermo Fesser, que había sido manifiesta en algunos de sus cortometrajes, no había quedado satisfecha en un film como el de Justi&Cia más oscuro y denso de lo que aparenta. Por cierto, Miau, vendida (y es justificable) como comedia, deja igualmente un regusto más bien triste y melancólico que empieza a ser toda una seña distintiva del director.



Estaregui se encontró para bien y para mal con una historia que parecía encajar a la perfección en su peculiar universo: la novela Hilo musical para una piscifactoria, de Juan Luis Saldaña, creador suavemente irreverente, de visiones cercanas al surrealismo. En ella se ha apoyado el guion de Miau y en una colección de actores sobradamente competentes como José Luis Gil, Manuel Manquiña, Luisa Gavasa y el entrañable y recientemente fallecido Álvaro de Luna. Además, para los personajes secundarios se sirve de valiosos actores aragoneses como Jorge Usón, Jorge Asín o Laura Gómez-Lacueva y quizás de modo algo gratuito ha contado con variados personajes de la "cultura" zaragozana y aragonesa mediante cameos que poco o nada transmitirán al público no aragonés. Aunque conveniente recortada, ha sido Estaregui muy fiel a la historia básica del libro (incluso con excesivos textos escuchados en off en la voz de Telmo/José Luis Gil) y al mismo tiempo ha preferido olvidarse de la estructura rota, cortante y "saltarina" del libro de Saldaña. Ha preferido darle una estructura lineal que en teoría sería más más fácil de segui por el público. 



Hay momentos muy llamativos en esta tragicomedia, como ese viaje a los submundos chinos, o los "viajes a la playa", o a los territorios del western psicodélico (para más señas Los Monegros), hay ternura (quizás en demasiadas dósis) y gotitas de suave comedia, Zaragoza y el Casino Oscense demuestran ser muy fotogénicos, Adrián Barcelona, el responsable de la fotografía, hace un bello trabajo con el tratamiento del color y hay homenajes a películas clásicas como la "fordiana" Centauros del desierto (The Searches). Todo contribuye a encontrarnos con una película amable, fácil de consumir y, esto es lo peor, de olvidar. 

Alberga un precioso mensaje en el que se ha insistido en sus presentaciones y promoción, sospechando quizás que no se hiciera tan evidente al visionar filme: la necesidad de las personas de sentirse vivas, más allá de las cortapisas impuestas por la edad y por el "sistema". 

Cuatro jubilados trazan un plan para sentirse vivos: van a robarle al aburrimiento y a la vida. Telmo (José Luis Gil) ocupa su tiempo escribiendo un ensayo sobre el origen de su chiste favorito cuando se reencuentra casualmente con dos amigos de juventud. Un tercero, Monreal (Manuel Manquiña), sale de la cárcel con la intención de revolucionar al grupo, proponiéndoles un rocambolesco plan y poniendo patas arriba su monótona rutina. Sin nada que perder, el variopinto grupo se verá inmerso en el robo a un museo...

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox, Yelmo-

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