miércoles, 8 de agosto de 2018

Los Increibles 2 (2018)***

Dir: Brad Bird

Se ha hecho esperar la secuela de Los Increibles (2004), el mismo Brad Bird, un director muy apreciable del que algo diremos un poco más abajo, ha asumido guion, realización, y la dirección de la compleja maquinaria que hoy en día es una película de animación Disney/Pixar  –sólo hay que quedarse hasta el final de los créditos para comprobar el numeroso ejército de especialistas necesario para su ejecución –. Quizás el mercado no estaba dispuesto o la mercadotecnia de la todopoderosa Disney no creía oportuno lanzar tan pronto una continuación. El caso es que la película, sin profundizar en la cuestión y entre otras loas al valor de la estructura familiar tradicional, trata sobre la importancia del marketing en la venta de un producto (en este caso los superhéroes). En definitiva, se trata de defender una filosofía y una ética en la que lo más importante es vender como sea, obtener beneficios por todos los medios...  



En esta secuela, Helen tendrá que liderar una campaña (publicitaria) para que los superhéroes regresen, mientras Bob vive su vida "normal" con Violet, Dash y el bebé Jack-Jack —cuyos superpoderes descubriremos—. Su misión se va a pique cuando aparece un nuevo villano con un brillante plan que lo amenaza todo. Pero los Parr no se amedrentarán y menos teniendo a Frozone de su parte.



Me viene muy bien una reflexión de Jordi Costa, aparecida en una crítica sobre esta película en la edición Digital de El País, el pasado 4 de agosto: "Como bien sabe Winston Deavor, el magnate que en Los Increíbles 2 quiere devolver el favor de la ciudadanía a unos superhéroes cuestionados por el Gobierno, en la sociedad del espectáculo todo es cuestión de imagen. Pero no es menos cierto que, en ocasiones, una imagen pude funcionar como cortina de humo para ocultar un gesto hipócrita, un claroscuro ideológico y, también, un cierto déficit de nuevas ideas". Coincido plenamente en esa apreciación y de hecho el halo reaccionario y conservador que las producciones Disney siempre han tenido, parece imponerse sin problemas sobre este equipo que primordialmente es de Pixar. Tanto es así, que en mi lo reconozco ha provocado inicialmente una reacción negativa, de rechazo, ante el descarado mensaje ultraconservador, disfrazado de feminismo y neo-neo liberalismo.



Al final, el impecable trabajo técnico y artístico (la puesta en escena, el ritmo diabólico, etc...) han logrado que me entretuviera, sonriera con alguno de los gags y que, en parte, olvidara lo sibilino de la operación. Todo ello no impide que no deba alabar el excelente trabajo de Brad Bird, que, eso sí, parece bien aleccionado en cuanto a los mensajes a transmitir. Que Bird tiene una gran habilidad en la construcción de cine de animación quedó ratificado en sus tres primeros largometrajes: El gigante de hierro (1999), los primeros Los Increibles (2004), ya de la mano de Pixar,y la delicada obra maestra de Ratatouille (2007). Luego ha dirigido dos filmes con personajes reales pero con efectos digitales muy presentes: Misión imposible: Protocolo fantasma (2011), al servicio de la franquicia protagonizada por Cruise y Tomorrowland: el mundo del mañana (2015), ciencia ficción para jovenzanos (para todos los públicos, Disney manda).



Insisto en que deben ir avisados.El trabajo técnico es impecable. Los adultos pueden verla y disfrutarla como ocurría en la primera entrega. Pero, deben ser muy conscientes de que el nivel ideológico, como casi siempre en esta productora, está muy presente y convendría hacer con chavales (acompañantes potenciales), si están en edad de comprender, unas breves reflexiones sobre la realidad que nos está tocando vivir. Estas películas defienden, con una eficiente estrategía de entretenimiento, las ideas más ultraliberales. Trump manda, conviene no olvidarlo.

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

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