lunes, 20 de agosto de 2018

Llenos de vida (Place publique, 2018)****

Dir: Agnès Jaoui
Int: Agnès Jaoui, Jean-Pierre Bacri, Léa Drucker, Kévin Azaïs, Nina Meurisse, Sarah Suco, Héléna Noguerra, Miglen Mirtchev, Frédéric Pierrot, Eric Viellard, Olivier Broche.          

Porque la vida está llena de sorpresas

Cuando uno se ve inmerso en un acto social multitudinario (una boda o celebración diversa con muchos invitados), aquello es como una “plaza pública” (título original en francés) donde (quien más quien menos) se exhibe o es observado, aunque intente pasar desapercibido. En este sentido, el título de la última película estrenada de la directora y actriz Agnès Jaoui (es su quinto largometraje como directora) le va como anillo al dedo. Ignoro qué sentido tenía cambiar su título original por el que han optado en España, pero ya me niego a entender las obtusas razones de los cretinos que toman estas decisiones absurdas sólo basadas en sus criterios de “márketing”. 



Agnès Jaoui ha escrito también el brillante guion de esta tragicomedia o comedia dramática (como ustedes prefieran, algunos incluso han acuñado el término “dramedia” para referirse a este tipo de historias) junto con Jean Pierre Bacri. Un guion que da vida a una historia coral de múltiples personajes que encaja pieza a pieza en un puzle teñido de un humor irónico y corrosivo. En el reparto la acompaña el propio Bacri y, junto a ellos, la siempre impecable y efectiva Léa Drucker, amén de un elenco de actores y actrices secundarios franceses que cumplen a la perfección su cometido. 

La historia (o mejor dicho, las historias) que se nos presentan en esta “plaza pública”, están en muchos casos entrelazadas al estilo Vidas cruzadas de Robert Altman (Short Cuts1996), otro puzle humano que tan bien plasmó el realizador norteamericano en los años noventa. Amores, desamores, traiciones, celos, desavenencias, peleas y venganzas se alternan y se entremezclan en un escenario y una situación “a priori” idílica: una celebración en plena campiña francesa, a media hora de París y en un entorno privilegiado. Piscina, jardines y una gran casa que estrena Nathalie (Léa Drucker), la productora de un exitoso programa de televisión. Nathalie conserva amistad con un tal Castro (Jean-Pierre Bacri), el que fue presentador estrella de la cadena (invitado de honor) y que ahora, a pesar de su cochazo, su chófer y su atractiva y actual amante (la guapa chica del tiempo de la cadena), vive a disgusto y refunfuñando continuamente su decadencia física y profesional. Castro, idealista (al igual que Nathalie) en sus tiempos de juventud, ha evolucionado como un mal vino hacia un pragmatismo que lo ha sumido en un cinismo vital que le hace desconfiar de todo y de todos. Helène (Agnès Jaoui), hermana de Nathalie y, a la sazón, ex-mujer de Castro, también está invitada a una macro fiesta que se va desmadrando por momentos (hay también ahí ciertos guiños a la mítica El guateque, de Blake Edwards de 1968) y que provoca la animadversión y el enfado creciente de unos agricultores vecinos que, según sus propias palabras, “deben madrugar mucho para atender a sus animales y a sus cultivos”. 



A través de todas estas historias entrelazadas hay varios temas más que se introducen en la película: la crisis de la madurez y la decadencia física que ésta conlleva a través del envejecimiento; la confrontación y el contraste entre el mundo de la juventud (sin experiencia vital pero con una pujanza, energía y osadía a prueba de bombas), con su horizonte vital extenso, y esa madurez cuajada de experiencia pero que va encaminada sin remedio hacia una vejez inapelable con todo lo que ello conlleva (soledad, achaques, enfermedad, etc.). A pesar de reflejar todo esto, no es una visión excesivamente amarga la que nos ofrece la directora francesa. Tampoco está exenta de cierto pesimismo y amargura, pero precisamente por eso, creo que Jaoui se ha valido de la comedia y del humor para transmitirnos todo ello de un modo que hace que el tránsito y la digestión sean más dulces. 



Como no me canso de repetir en mis artículos, el cine francés goza de un nivel artístico y actoral más que notable y, desde luego, bastante por encima que el de otras cinematografías europeas. 

Con Llenos de vida, la realizadora Agnès Jaoui ha construido un filme tan sencillo como brillante. Una fábula actual y universal sobre la vida con muchos mensajes y enseñanzas, que logra divertirnos y hacernos cómplices de su ironía y de su fino humor. Un filme redondo, divertido e inteligente que, desde luego, disfrutarán todos aquellos que todavía consideran al cine como un instrumento artístico para narrarnos de un modo visual, con ingenio y sabiduría, historias que definen y caracterizan a ese extraño ser que, por otra parte, no me sorprende que tenga cabreado a ese planeta que llamamos tierra. 

Gonzalo J. Gonzalvo

-Pudo verse en Aragonia-

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