viernes, 19 de mayo de 2017

Un italiano en Noruega (Quo vado?, 2016)**

Dir: Gennaro Nunziante 
Int: Checco Zalone, Eleonora Giovanardi, Sonia Bergamasco, Maurizio Micheli, Lino Banfi,  
Massimiliano Montgomery, Angelica Napa, Adam Nour Marino, Fabio Casale.


 La dolce vita de los funcionarios

Siguiendo la tradición de la comedia italiana nacida en los años cincuenta y popularizada a nivel mundial gracias a actores como Alberto Sordi, Marcello Mastroianni o Nino Manfredi; actrices como Sofía Loren o Mónica Vitti y directores como Monicelli, Comencini, Pietro Germi o Dino Risi, Quo vado? entronca con las raíces y la parodia que se  disfrutaban en cintas como la divertida Divorcio a la italiana (1962, Pietro Germi). El filme de Genaro Nunziante (que junto al actor Checco Zalone ha dirigido cuatro taquilleras comedias entre 2009 y 2016) hunde su pala en el jardín dorado de esa comedia hilarante, pero extrae más tierra gruesa que fina arena dorada de ese cine ya mítico que queda para el recuerdo y las filmotecas. 

Un italiano en Noruega nos cuenta la atribulada y extravagante historia del funcionario Checco (Checco Zalone), interpretado por un actor, guionista e incluso compositor (la banda sonora de este filme también es suya) nacido en Bari, cuyo verdadero nombre responde a Luca Pasquale Medici, polifacético individuo que parece entenderse a las mil maravillas con su director.






Checco es un funcionario del estado italiano que vive instaurado en el confort más absoluto. Vive con su adorable madre, que se desvive por él haciéndole comiditas ricas, le  lava y le plancha y lo tiene como un pincel. En la sección de “caza y pesca” de su localidad de provincias se lo pasa en grande entre cafés, charlas y cachondeo y, además, recibe regalos de los cazadores de la zona, que le llevan perdices y otras delicatessen por sus servicios. Checco disfruta de las mujeres (que ansían cazar y ser preñadas por un funcionario que las mantenga), huye del compromiso y vive blindado por su puesto fijo para toda la vida. Pero un día, al pobre Checco le pilla una reforma de la Administración, ese gigante incomprensible y caótico en el que habita toda una fauna multicolor de empleados públicos a cual más jeta y más friqui, y no le quedará más remedio que, para no perder su sagrado puesto fijo, aceptar el destino que la dura  doctora Sironi, directora de su departamento (interpretada por la atractiva Sonia Bergamasco, nominada al David de Donatello por este trabajo), le encomendará. A Checco le aguarda, nada más y nada menos, que una estación científica en el polo norte perteneciente a Noruega, pero con una plantilla internacional de funcionarios. A partir de aquí, se sucederán multitud de situaciones, algunas más hilarantes que otras, con un filme al estilo de Ocho apellidos vascos pero con algo más de ingenio y con esa impagable ironía propia de Italia. 


El actor protagonista (también guionista), se ha hecho una película a su medida, como las del también actor cómico Sacha Baron Cohen, con lo que disfruta gesticulando al más puro estilo del país transalpino e incluso se atreve a cantar una canción y todo. 

La verdad es que, si tienen ganas de reír, es un filme entretenido que cumple con creces este cometido, aunque de arte cinematográfico mejor no hablamos. Lo mejor de Un italiano en Noruega es esa retranca y esa critica ácida y mordaz acerca de la cara dura, privilegios y forma de vivir de los funcionarios italianos. Una verdadera “dolce vita” que deja en mantillas a la de aquella maravillosa película de Fellini protagonizada por el recordado Marcello Mastroianni. Seguro que, además de reír a mandíbula batiente, en algunos momentos inspirados, se acordarán ustedes de alguna de esas visitas a edificios siniestros y vacíos en los que, a la hora de hacer un papeleo, se encontraron a uno de estos “Checco” haciendo crucigramas y bostezando en su mesa vacía a la espera de que las manecillas del reloj dieran las tres de la tarde. Que digo las tres...mejor a las dos y media...se hace tarde para comer y después hay que echar una buena siesta. Como diría “Martes y trece”: “que bonito y herboso es el mundo de los funcionarios...prrr...prrr...”.  
Lo dicho.  La Dolce Vita....y el Dolce Far Niente... en estado puro.

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia-

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