viernes, 14 de diciembre de 2018

Kursk (2018)***

Dir: Thomas Vinterberg
Int: Matthias Schoenaerts, Léa Seydoux, Colin Firth, Max von Sydow, Michael Nyqvist, Peter Simonischek, Martin Brambach, Guido De Craene, Geoffrey Newland, August Diehl, Matthias Schweighöfer, Fedja Stukan, Miglen Mirtchev, Jehon Goran.

El lado inhumano de la política en estado puro

Hace no mucho, con motivo del reciente estreno de Hunter Killer (Donovan Marsh, 2018) hacía un repaso por un subgénero que, dentro del cine bélico, parece que goza de extraordinaria salud. Navegando por él (me permitirán esta expresión), citaba títulos como: Destino Tokio (Delmer Davis, 1943), Estado de alarma (James B. Harris, 1965), La hora final (Stanley Kramer, 1965), El submarino (Wolfgang Petersen, 1981), La caza del octubre rojo (John McTiernan, 1990) o Marea roja (Tony Scott, 1995). 

En el plano de las referencias fílmicas, Kursk se movería más entre la línea del excelente trabajo del claustrofóbico filme de Petersen y aquella "caza del octubre rojo” protagonizado por un soberbio Sean Connery. Aquí también somos testigos del intento de colaboración liderado por dos almirantes: el ruso Gruzinsky (Peter Simonischek) por un lado, y el del bloque occidental por otro, perfectamente encarnado por el almirante de la Royal Navy británica David Rusell (al que da vida el gran actor Colin Firth); intento como digo que se queda en eso, debido a la inhumana cerrazón y el hermetismo político y militar por parte del lado ruso, liderado por la desagradable figura del viejo almirante Boris Nikolayevich Yeltsin al que encarna, con la efectividad que le caracteriza, el ya muy veterano actor sueco Max Von Sydow, un mito viviente del cine. 


El director Thomas Vinterberg, que se dio a conocer a mediados de los años noventa del pasado siglo con su Celebración (Festen), y por ser uno de los fundadores (junto al director danés Lars von Trier) del llamado “movimiento dogma” en el que se encuadraba dicho filme, conserva de los preceptos del "dogma" el claro concepto de poner por delante la carga dramática, que se superpone a los aspectos técnicos y de efectos especiales y visuales. Kursk es por tanto un filme austero, que parece más bien rodado en los ochenta o noventa en el plano técnico, aunque no descuida ningún aspecto artístico, en especial la efectiva fotografía de Anthony Dod Mantle y la estupenda partitura de ese genial compositor que es Alexandre Desplat. Vinterberg se centra en lo importante, construyendo una estructura narrativa a tres bandas: lo que viven los tripulantes de ese desdichado submarino por un lado, lo que sufren sus familiares por otro, y los comportamientos militares de uno y otro bando de los bloques occidental y ruso (recientemente postsoviético) en tercer lugar. En este sentido (el narrativo), el filme es brillante, y se apoya además en las excelentes interpretaciones, tanto masculinas como femeninas, destacando especialmente en el lado de las mujeres a una Léa Seydoux realmente maravillosa, y brillando en el lado masculino tanto Colin Firth como el actor belga Matthias Schoennaerts. 



Vinterberg, como digo, se centra en lo importante, en describirnos la angustia, la impotencia y la desesperación tanto de los marineros atrapados en ese ataúd de acero obsoleto, como la de sus familiares y seres queridos. También sólido es el guión de Robert Rodat, autor del guión de excelentes filmes bélicos como Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) o El patriota (Roaland Emmerich, 2000). 

Lo deshumanizada que, en tantas ocasiones, puede ser la política, y la absoluta falta de empatía por parte de los mandos militares con respecto a los hombres de sus filas que se juegan y dan la vida por su país a veces sin ningún sentido, queda patente en el filme con toda su carga de profundidad (nunca mejor dicho). Vinterberg, sin prisa pero sin pausa, no deja títere con cabeza en este sentido, y pone al descubierto el lado más descarnado e inhumano de la política, que en aras de no se sabe qué y para no admitir debilidad alguna ante el “enemigo”, sacrifica la vida de un montón de hombres a sabiendas de que están vivos y de que el tiempo corre en su contra con un desenlace fatal si no se toman todas las medidas posibles, incluido el dejar que el bando contrario socorra por motivos humanitarios y por poseer una mejor tecnología y medios, las vidas de unos pobres diablos que están en medio de la nada oceánica y en una tumba metálica que se va inundando y quedando sin oxígeno minuto a minuto. 



Vinterberg, sin un ritmo vertiginoso de thriller, que sería lo esperable en otros directores para una película de estas características, consigue un filme opresivo y asfixiante, que traslada esas sensaciones al espectador, con secuencias en las que, literalmente, te hace contener la respiración como si la sala de cine estuviese inundada bajo el agua. Sin duda, un gran director que ya con la excelente La caza (2012) dio claras muestras hace unos pocos años de su gran músculo como narrador de situaciones humanas dramáticas límite en las que el sufrimiento, el dolor y la redención son retratados con una habilidad y verosimilitud que pocos cineastas pueden lograr.


GONZALO J. GONZALVO

1 comentario:

Roberto Sánchez dijo...

En lo fundamental, la calidad como director de Thomas Vinterberg y su lograda aportación al subgénero de submarinos, estoy de acuerdo con la crítica de mi amigo y colaborador Gonzalo. Con todo, me ha resultado curioso (y algo molesto), ahora que ya llevo unos años consumiendo versiones originales (con subtítulos) que esta producción super-europea (con el francés Luc Besson al mando, y esto es un dato importante para entender lo que realmente es esta película)se pueda rodar una historia tan rusa, sin un solo diálogo en ese idioma, y con la omnipotencia del inglés que sólo debería haber aparecido de modo justificado en la presencia del oficial británico y quizá en algún diálogo con rusos, noruegos y suecos. La pretensión de basarse en hechos reales se viene literalmente abajo y desde luego era de por sí bastante compleja, si no imposible, ya que poco o nada sabemos (ni sabremos nunca) de lo que sucedió en ese gran ataúd de acero en que se convirtio el Kurks. En fin, que puede verse pero como una buena película "subgenérica" de entretenimiento que salvo por el buen trabajo de actores y la sobria puesta en escena poco más tiene de reseñable...