sábado, 16 de septiembre de 2017

Valerian y la ciudad de los mil planetas (2017)**

Dir: Luc Besson
Int: Dane DeHaan, Cara Delevingne, Clive Owen, Ethan Hawke, Rihanna,Herbie Hancock, Rutger Hauer, Kris Wu, Emilie Livingston, Aurelien Gaya, Alain Chabat, Ola Rapace.


Luc Besson siempre ha querido seguir la senda de la space opera cinematográfica. Con diferencia, es uno de los pocos directores europeos que ha logrado hacerla realidad con El quinto elemento (1997) y ahora también en ésta reinterpretación de Valérian y Laureline, personajes creados por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières. Me dirán que no hace más que rendirse a la estela de Star Wars, pero sería interesante que valoraran la importancia que tienen los franceses Pierre Christin (guionista de cómics) y Jean-Claude Mézières (dibujante e ilustrador) en la configuración en imágenes de la space opera.

Sus personajes (Valérian y Laureline), y el universo espacio-temporal en el que se mueven, se remontan al año 1967. De hecho, la adaptación de Besson (él mismo es el concienzudo guionista del film) es muy fiel al colorido mundo psicodélico de finales de los sesenta. Está claro que una de las muchas fuentes de inspiración de George Lucas en el remoto 1977 (fecha fundacional, recuerden, de la saga en el cine), fue el universo de Galaxity, concebido por estos maestros franceses de la historieta. Su influencia fue grande e hizo posible la aparición de personajes en el cómic como Dani Futuro, creado por Victor Mora (en el guión) y Carlos Giménez (en el dibujo) entre 1969 y 1975, dos de los grandes del tebeo español.

Cito a Jordi Costa, uno de los mejores expertos en las relaciones entre el cómic y el cine, dentro del amplio género de la ciencia-ficción, en sus crónicas para El País nos dice literalmente: "Una barroca 'space-opera' emborrachada de fosforescencias digitales donde prevalece la ligereza por encima de la trascendencia. Algunas de sus soluciones narrativas son brillantes".



Ambientada en el siglo XXVIII, nos encontramos con Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne), una pareja de dicharacheros y algo petulantes agentes espaciales encargados de mantener el orden en todos los territorios humanos. Bajo la asignación del Ministro de Defensa, se embarcan en una misión hacia la asombrosa ciudad de Alpha, una metrópolis en constante expansión, donde especies de todo el universo han convergido durante siglos para compartir conocimientos, inteligencia y culturas. Pero hay un misterio en el centro de Alpha, una fuerza oscura amenaza la paz en la Ciudad de los Mil Planetas. Valerian y Laureline deben luchar para identificar la amenaza y salvaguardar el futuro, no sólo en Alfa, también en el universo.



Lo cierto es que Luc Besson no logra ir mucho más allá del tópico argumento relatado un poco más arriba. Esta megalópolis-planeta-estación espacial, es en realidad una metamorfoseada metáfora de Nueva York, París, Tokio, Hong Kong..., en la que una pareja de investigadores-aventureros del futuro, tendrá que resolver un enigma... Como dice Jordi Costa, "algunas de sus soluciones narrativas son brillantes", pero, muy escasas, añadiría yo. Más allá de las brillantes y coloristas soluciones en la dirección artística, trucajes digitales y la fotografía (en las que los franceses demuestran una gran solvencia), nos encontramos con un sentido homenaje a los personajes de Christine y Mézières, y algunos breves destellos, algunas referencias a un futuro marcado por las injusticias, por el desprecio a los refugiados, por el nulo respeto a los "otros", a los inocentes desplazados por las guerras y por los intereses espurios de corporaciones multinacionales (perdón, "multiplanetarias"), como, sin ir más lejos en el espacio-tiempo, sucede en el inquietante presente. 


Luc Besson, por definición, es irregular en su filmografía pero igualmente en el rendimiento interno de muchos de sus filmes. A su favor hay que decir que casi siempre son entretenidos y muy atractivos visualmente. Espero y deseo que esta película quede, al menos, como homenaje a los dibujantes y guionistas del cómic francés, que desde hace muchos años han sido un modelo a seguir, generando en su quehacer editorial numerosos aciertos artísticos y enriqueciendo el lenguaje del cómic (y el de la imagen en general); aprovechados por los cineastas sin reconocer, en muchos casos, su "noble" procedencia desde los territorios de la tinta y el papel. 


Roberto Sánchez


-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

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