lunes, 28 de octubre de 2019

Parásitos (Gisaengchung, 2019)****


Dir: Joon-ho Bong
Int: Kang-ho Song, Yeo-jeong Jo, So-dam Park, Woo-sik Choi, Sun-kyun Lee, Seo-joon Park, Ji-so Jung, Jeong-eun Lee, Andreas Fronk, Hye-jin Jang, Myeong-hoon Park, Hyun-jun Jung, Ji-hye Lee, Keun-rok Park Joo-hyung Lee. 

La familia de Kim Ki-taek (Kang-he Song) no tiene trabajo y malvive a base de pequeñas estafas y hurtos, se alojan en un sótano, y aunque las cosas van mal, intentan ponerle buena cara a la adversidad. Kim Ki woo (Woo-sik Choi), el hijo mayor, gracias a la mediación de Min (Seo-joon Park), un amigo universitario, consigue dar clases particulares a la joven Park Da-hye (Ji-so Jung), hija de una acaudalada familia formada por Park Yeon-kyo (Yeo-jeong Jo), la madre, y Park Dong-ik (Sun-kyum Lee), el padre, que viven en una lujosa y exclusiva mansión. Poco a poco, con hábiles maniobras y estrategias algo rocambolescas, la familia de Kim Ki-woo, va introduciéndose, haciéndose insustituible, parasitando literalmente a la familia Park.




Joon-ho Bong, nacido en 1964, es un director de Corea del Sur, con unas cuantas películas interesantes. Destacan Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie) (2003), The Host (Gwoemul, 2006), Mother (Madeo, 2009), Snowpiercer: Rompenieves (2013), Okja (2017). No resulta fácil generalizar sobre sus estilo narrativo, pero, de momento, Parásitos ha resultado ser su mejor película. Una vez más fusiona géneros, mezcla estilos que le llevan del humor (muy negro), al thriller y a la denuncia social. No resulta complejo detectar, en  muchas de las irónicas peripecias argumentales, algunas intenciones metafóricas que permiten analizar las enormes diferencias que existen hoy en esa Corea del Sur, entregada en cuerpo y alma al neocapitalismo, entre las clases con alto poder adquisitivo y los que viven en los más bajos estratos sociales.



Joon-ho Bong, suele escribir sus propios guiones y aquí también,  junto a Jin Won Han, logrando un perfecto hilvanado de acciones y situaciones. Al sentido del suspense (con evidentes guiños a Hitchcock), hay que sumar una visión marcadamente irónica de sus personajes, que en algunos momentos recuerda la compleja mirada sobre la cruda realidad social de un cineasta como Buñuel, que criticó sin compasión alguna a los burgueses, pero eso no significó que fuera compasivo con las clases desheredadas a las que mostró también en su lado más oscuro. Joon-ho Bong, desarrolla con esas influencias, y otras propias del cine de su país, un estilo personal que va mucho más allá de los estereotipos genéricos. Con movimientos de cámara siempre precisos, significativos y estéticamente bellos que permiten construir la historia con mesura, por encima de los sucesos relatados, en muchos casos cercanos al caos. 




Con esta película, Joon-ho Bong se consagra como uno de los mejores realizadores de estos inicios de siglo. Así lo ha sancionado la Palma de Oro del prestigioso Festival de Cannes y de este modo se reafirma la opinión de que Corea del Sur es uno de los países con mejor nivel en este complicado arte de hacer cine. Puede que todas las historias estén ya contadas, pero el coreano ha dado con las claves para entretenernos, hacernos reflexionar y construir un relato fílmico apasionante.




Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox- 

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