miércoles, 23 de octubre de 2019

El asesino de los caprichos (2019)**

Dir: Gerardo Herrero
Int: Maribel Verdú, Aura Garrido, Daniel Grao, Roberto Álamo, Antonio Velázquez, Ruth Gabriel, Ginés García Millán, Bianca Kovacs, Laurent D'Elia, Paula Pielfort, Eduardo Aladro, Daniel Kovacs.

Gerardo Herrero (nacido en Madrid en 1953), quizás sea una de las personalidades más importantes de la cinematografía española reciente. Ha destacado sobre todo en el trabajo de producción. En ese sentido ha asumido ya, desde 1980 hasta la actualidad, más de 140 películas. Son de géneros y estilos muy diferentes. Quiero destacar algunas apuestas por el cine de autores muy personales que quizás no hubieran tenido salida sin su decisiva intervención: Ovejas negras (1990), de José María Carreño, No, o la vana gloria de mandar (1990), de Manoel de Oliveira, Un paraguas para tres (1992), de Felipe Vega, El diario de Lady M (1993), de Alain Tanner, Madregilda (1993), de Francisco Regueiro, Tierra y libertad (1995), de Ken Loach, Guantanamera (1995), de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabio, Martín (Hache) (1997), de Adolfo Aristarain, El coronel no tiene quien le escriba (1999), de Arturo Ripstein, Sin noticias de Dios (2001), de Agustín Díaz Yanes, El hijo de la novia (2001), de Juan José Campanella, En la ciudad (2003), de Cesc Gay, Triple agente (2004)vj de Eric Rhomer, El método (2005), de Marcelo Piñeyro, Tetro (2009), de Francis Ford Coppola, Balada triste de trompeta (2010), de Álex de la Iglesia, El hombre que mató a Don Quijote (2018), de Terry Gilliam. Insisto en su faceta como productor, ya que no existe ahora ninguno con su nivel de riesgo. Ha producido muchos más trabajos de Ken Loach o del argentino Juan José Campanella y es uno de los más claros responsables de intentar sustentar una industria cinematográfica en español que también potencie el cine de género, y en especial el thriller: El alquimista impaciente (2002), de Patricia Ferreira, La vida mancha (2003), de Enrique Urbizu, Trece campanadas (2003), de Xavier Villaverde, El aura (2005), de Fabián Bielinsky, Tesis sobre un homicidio (2013), de Hernán Goldfrid, La ignorancia de la sangre (2014), de Manuel Gómez Pereira, La niebla y la doncella (2017), de Andrés M. Koppel, Que Dios nos perdone (2016) y El reino (2018), estas dos últimas de Rodrigo Sorogoyen, y aunque la segunda se convierta en una crónica de la corrupción política, han supuesto, además, sendos éxitos de taquilla,  indicando una senda aprovechada por otros, y por el mismo Gerardo Herrero como realizador. 



Sin embargo, en su trabajo como director (19 largometrajes), me resultaría complejo escoger una película que me satisfaga lo suficiente como para recomendarla sin dudar...Lo que si parece claro es que siente una clara predilección por el thriller, el policíaco y la intriga, y al menos siete de sus largometrajes pueden clasificarse sin dudas en esos géneros, y al menos Silencio en la nieve (2011), aunque fusionado con aspectos de reconstrucción histórica y bélica, reúne también giros argumentales que lo emparentan con el thriller. Por cierto, quizá sea uno de sus mejores y más complejos trabajos, tanto por la ambientación como por su historia situada en medio de la Segunda Guerra Mundial, con la División Azul en el frente ruso como escenario, deben resolverse una serie de asesinatos que parecen tener detrás a un psicópata.



Toda esta larga introducción no tiene otra justificación que la defender la labor de Gerardo Herrero como productor, pero al mismo tiempo dejando claro, una vez más, que como realizador sigue sin conseguir un pleno. Ahora, vuelve al thriller (el terreno parece abonado y en cierta medida por sus producciones) y lo hace con un guion de Ángela Armero, a priori atractivo. El protagonismo recae en dos mujeres detectives (policías) que llevarán el peso de una enrevesada investigación. Varios crímenes en un barrio de clase alta (en Madrid) tienen algo en común: sus víctimas coleccionan grabados de Goya. Las inspectoras Carmen Cobos (Maribel Verdú) y Eva González (Aura Garrido) iniciarán la investigación en un entorno elitista en el que el tráfico de obras de arte es habitual. Tendrán que descubrir a un asesino que reproduce con sus víctimas las escenas de los Caprichos de Goya.



Es verdad que arranca el film con un pulso firme, y que el personaje de Carmen Cobos (Maribel Verdú) es un puro estereotipo de policía (hombre) atormentado, alcoholizado, visto miles de veces en el género, y también que la pobre Verdú (excelente en casi todos sus últimos trabajos) se esfuerza tanto en hacerlo verosímil (recuerden que es una mujer policía...) que parece una mala parodia, un mal chiste...El  contraste con su compañera (algo más convincente está Aura Garrido) todavía favorece menos la necesaria coherencia de una historia que se diluye con rapidez en la incredulidad (y hasta en un cierto ridículo) y en los clichés preestablecidos para el género en sus variantes anglosajonas.



Lamentablemente esta nueva película no va a contribuir a la buena salud del thriller español reciente, pero al menos sus 100 minutos transcurren sin hacerse demasiado pesados. Tampoco va a aportar demasiado al buen uso que en el cine se le han dado a las imágenes inspiradas en la portentosa imaginación de Goya, y que tan bien han ilustrado filmes de muy diversos géneros, desde el terror y la fantasía, a la reconstrucción histórica, aunque de eso hablaremos otro día.

Roberto Sánchez

-Aragonia, Cinemundo (Huesca), Palafox-

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