viernes, 9 de marzo de 2018

La enfermedad del domingo (2017)****

Dir: Ramón Salazar
Int: Bárbara Lennie, Susi Sánchez, Miguel Ángel Solá, Greta Fernández, Richard Bohringer, 
David Kammenos, Fred Adenis.

Chiara (Bárbara Lennie) está en la cuarentena, es una enferma terminal que se ha quedado en la casa aislada del Pirineo francés dónde se crió con sus padres y donde Anabel (Susi Sánchez), su madre, la abandonó un domingo a los 8 años. Ahora necesita cuidados, y va a empeñarse en que esa madre le dé explicaciones o se ocupe de ella al menos antes de morir. Logrará convencerla, no sin tensiones, para que pase 10 días con ella y finalmente la acompaña a la casa donde vivió con ella y el padre, con el que Anabel ha perdido todo el contacto. 

Es una película de frontera rural, de relaciones entre hijos y padres, de ajuste de cuentas con el pasado. Anabel es una mujer que ha reconstruido por completo su vida, ha conseguido éxito como experta en protocolo en las altas esferas y ahora, de repente, el pasado casi olvidado y enterrado, vuelve de modo inexorable. Tendrá que enfrentarse a los últimos 10 días de una relación madre-hija que ella cortó bruscamente, llena de reproches por parte de la hija y de aceptación de las deudas que sabe tiene pendientes. Las dos se reencuentran ahora en un entorno natural que conecta con su pasado, con la verdad inmemorial y con los símbolos que la transmiten, el viejo bosque, las cuevas, ámbitos de rituales primigenios, o el río eterno que acogerá la resolución del enigma.





Es una película en la que el "enfrentamiento" entre dos personalidades, entre madre e hija está perfectamente asumido por Bábara Lennie y Susi Sánchez, dos magníficas actrices con las que Ramón Salazar, el director, ha hecho un memorable trabajo. Tengo la sensación de que hemos recuperado a un buen director y guionista que desde la época de Piedras (2002), su primer largometraje, no había tenido demasiada fortuna.


  
Es importante destacar, además, la fluidez y ritmo narrativo de esta dura película que a  pesar de silencios no dichos, mentiras y el profundo proceso interior de los personajes, que permitirían una narrativa contemplativa y parsimoniosa, no nos deja esperando en el vacío, siempre nos acompaña y guía. Por mi parte, sentí con las dos protagonistas el vértigo y el mareo del descenso vertiginoso en un tren-trineo hasta unas profundidades de verdad y de frío mortal insospechadas.



Antonia Bordonada

-Aragonia-

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