jueves, 22 de marzo de 2018

Bajo la piel de lobo (2017)***

Dir: Samu Fuentes
Int: Mario Casas, Irene Escolar, Ruth Díaz, Quimet Pla, Josean Bengoetxea, Kandido Uranga

Martinón (interpretado por Mario Casas) es un trampero solitario, el último habitante de un remoto pueblo en las montañas. Su único contacto con otros seres humanos se produce en primavera, cuando desciende al valle para comerciar con las pieles de los animales que atrapa. Sin embargo, con la llegada de una mujer a su vida, empezará a experimentar nuevos sentimientos. Este singular encuentro le obligará a elegir entre descubrir su vulnerabilidad o abandonarse a su lado más salvaje. 

Estamos ante el primer largometraje del asturiano Samu Fuentes. Como director de segunda unidad y asistente del director ya tenía cierta experiencia, por ejemplo participó como tercer asistente del director en El secreto de Marrowbone (2017), de Sergio G. Sánchez, o como primer asistente en Todo el tiempo del mundo (2014), de José Antonio Quirós.




Ha sido una grata sorpresa comprobar que estamos ante una película sencilla, que no simple, muy sólida en todos los aspectos, con una dirección impecable de actores y un dominio de los tiempos fílmicos propio de alguien con más experiencia. Mario Casas, que ha sido un acertado recurso para atraer al público (al menos a algunos sectores jóvenes), responde con eficiencia. Su personaje es muy exigente en los aspectos físicos y debe ser capaz de expresarse con gestos y actitudes mínimos y, en ese sentido este joven actor gallego ha logrado una de sus mejores interpretaciones por el momento, con un personaje muy alejado de ciertos estereotipos en los que ha estado moviéndose (su H. de Tres metros sobre el cielo o su Killian de Palmeras en la nieve). Además, Irene Escolar (Adela, en el film) y Ruth Díaz (Pascuala), sus oponentes femeninas, cumplen sobradamente, dando una réplica creíble con sus personajes.



Samu Fuentes ha logrado transmitir, dejando de lado manierismos y puntos de vista enfáticos que ahora están tan de moda, la crudeza de una vida aislada, en lugares donde no es fácil sobrevivir, en los que se impone la ley de la naturaleza. Ha logrado también que los paisajes adquieran el protagonismo necesario. Su Asturias natal y los bosques y parajes de los Pirineos (con localizaciones espectaculares en Aragón y Navarra) son fotogénicos, sin duda, pero además resultan un marco creible en el que desarrollar y mostrar la psicología de unos  seres que sobreviven lo mejor que pueden en un medio natural nada complaciente. 



Otra virtud evidente del film es que nos traslada a un pasado reciente, algo impreciso, que podría situarse a finales del siglo XIX o incluso en los inicios del XX. En algunas zonas aisladas por montañas y valles agrestes el tiempo se detuvo de un modo efectivo...

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox, Cinemundo (Huesca)-

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