lunes, 19 de febrero de 2018

15:17 Tren a París (2018)**

Dir: Clint Eastwood
Int: Spencer Stone, Anthony Sadler, Alek Skarlatos, Judy Greer, Jenna Fischer, Ray Corasani, Tony Hale,  Thomas Lennon, Sinqua Walls, Paul-Mikel Williams, Max Ivutin, Bryce Gheisar, Cole Eichenberger, William Jennings, Jaleel White, P.J. Byrne, Robert Pralgo, Steve Coulter, Gary Weeks, Timothy Carr, Cecil M. Henry, Lillian Solange Beaudoin, BreeAnna Marie, Ethan Rains, Mariam Vardani, Jeanne Goursaud, Irene White, Seth Meriwether, Matthew Barnes. 

Clint Eastwood ha cumplido 88 años. Ha logrado, como director, ser una de las figuras indiscutibles del cine norteamericano y mundial. Con más de 70 apariciones como actor, su carrera se inició en 1955 y sus interpretaciones nunca fueron ni sutiles, ni sofisticadas, ni de calidad, pero sí muy inteligentes, creando algunos arquetipos de hombre duro (el de Harry Callahan, por ejemplo, tuvo mucho impacto), policía justiciero, militar implacable o personaje más allá del bien y del mal, desde los primeros westerns de Sergio Leone, a los eficientes filmes de Don Siegel, uno de sus maestros, sin duda.




Su carrera como realizador se inició en 1971 con Escalofrío en la noche (Play Misty for Me) y ha ido dejando un ramillete de películas magistrales como El jinete pálido (1985), Bird (1988), Sin perdón (1992), Un mundo perfecto (1993), Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997), Mystic River (2003), Million Dollar Baby (2004), Cartas desde Iwo Jima (2006), o Gran Torino (2008). Precisamente, desde esa película, la calidad de sus producciones ha decaído bastante, aunque debe quedar claro que siempre cumpliendo con unos estándares mínimos y destacando ante cierta mediocridad de sus contemporáneos. Además, nunca ha ocultado su ideología conservadora y algo recalcitrante que defendió simbólicamente con el mencionado personaje de Harry Callaghan, justiciero algo chistoso, políticamente incorrecto (diríamos ahora) y de gatillo fácil. También, cuando hizo falta, hizo sus particulares campañas a favor de los militares norteamericanos y sus indudables virtudes como adalides de las libertades y la democracia en el mundo entero: El sargento de hierro (1986), Banderas de nuestros padres (2006), El francotirador (2014), y ahora The 15:17 to Paris, un filme que intenta aunar la propaganda política, con el verismo más absoluto al convertir a los protagonistas de ese acto, sin duda heroíco, en los personajes de la reconstrucción del mismo hecho que protagonizaron no hace mucho.  




Es como si Eastwood y todos tuviéramos una gran deuda con Spencer Stone, Anthony Sadler y Alek Skarlatos, y él considerara que la merecida Legión de Honor concedida por la República de Francía (que no conlleva recompensa económica) fuera insuficiente. Con este filme de estreno mundial puede recompensarlos con mayor justicia al difundir con un énfasis especial una noticia que desde luego no pasó desapercibida. Y, además, puede pagarles por un lado los derechos de autor por su libro y por otro sus sueldos como actores. 

De paso, demuestra al mundo lo necesarios que son los soldados norteamericanos (auque estén de vacaciones, siempre están de servicio por el bien común)  para defendernos de los yihadistas y otros terrores. 

En la tarde del 21 de agosto de 2015, tres jóvenes americanos que viajaban por Europa se enfrentaron a un terrorista en un tren con destino a París, con 500 pasajeros a bordo. Eastwood, de la mano de la guionista Dorothy Blyskal, que a su vez ha tomado como base el libro que estos héroes, inspirados por los Dioses Olímpicos (perdón, del Capitolio, de Washington, para más señas) fueron capaces de escribir después de su meritoria acción, narra el curso de las vidas de estos amigos, desde los avatares de su niñez para encontrar su destino manifiesto, hasta la serie de eventos que precedieron al ataque. Por cierto, ni Eastwood, ni Blyskal, han logrado insuflar algo de entretenimiento a este largísimo preludio (ni utilizando los viejos y ya clásicos recursos del flashforward y el flashback). Pocas veces me he aburrido tanto con una película de un director del Olimpo Fílmico, que hasta en sus productos menos recomendables desde el punto de vista ideológico sabía resultar vigoroso, divertido y siempre eficientemente clásico. Por si fuera poco, estos héroes no son actores y las posibilidades dramáticas de una brillante interpretación desaparecen, supongo que por mantener la máxima pureza en la reconstrucción de los acontecimientos. Eastwood ha querido inventar el cinéma vérité de propaganda y ha dado uno de los más espectaculares patinazos de una carrera brillante, como ya expliqué un poco más arriba.




Sólo la eficacia en la narración de la escasa acción del film nos devuelven al mejor Eastwood, pero no es suficiente. Los maestros también pueden equivocarse, y este es un buen ejemplo. 

Nada, ni nadie, se  molesta es explicar quién es el "malo" y qué razones o sinrazones le han llevado a intentar cometer esa matanza. Ya saben, el mejor indio es el que está muerto...Además, en un film de propaganda traicionaría la misma esencia del género. ¿A ver si me lo pienso mejor y la valoro como obra maestra por aquello de ganar seguidores...?

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

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