jueves, 2 de febrero de 2023

El “Hollywood Babilonia” de Damien Chazelle. Por Gonzalo J. Gonzalvo


No cabe duda de que la obra Hollywood Babylon (editada por Tusquets en España en 1985) escrita allá 
por 1959 por el polémico cineasta y escritor Kenneth Anger, estaba bien presente en la mente del joven cineasta Damien Chazelle a la hora de elaborar su personal Babylon, uno de los estrenos más potentes del nuevo año 2023.




Chazelle impresionó favorablemente a crítica y público con la, para mí, excelente, Whiplash (2014). Un filme vibrante, con el jazz como telón de fondo, surgido de un cortometraje de homónimo título premiado en el festival de Sundance un año antes. En 2016 llegó otro importante éxito internacional para él con La La Land, película en la que Chazelle dejaba bien patente su pasión por el musical y por las historias ambientadas en Hollywood, esa controvertida y cruel fábrica de sueños, en su mayoría rotos en mil pedazos.



Babylon comienza, como decía Cecil B. DeMille (sin duda, otro referente para el filme), como un verdadero terremoto que hace temblar el patio de butacas de la sala de cine. Un verdadero alarde técnico de imágenes y música tan arrasador que desborda al espectador, que intenta hacer malabares para absorberlo todo de un modo imposible. Con ese comienzo, Chazelle ya está transmitiendo al espectador ese sentimiento de frustración e imposibilidad de alcanzarlo todo en el que viven permanentemente atrapados los protagonistas del filme, un universo de personajes y personajillos múltiple y diverso que se mueven alocadamente en torno a la fama y el dinero como una polilla alrededor de un brillante foco. El éxito, al precio que haya que pagar, es la única meta posible. El fracaso no es una opción. Esa manera del cineasta norteamericano de atrapar al espectador, desde el momento uno, es una jugada muy inteligente, aunque luego, a lo largo de su extenso metraje, Babylon tenga sus altos y bajos, como esa “montaña rusa” cinematográfica que es.




Chazelle nos atrapa con esas fiestas tremebundas y orgiásticas, mostrando rodajes en los que convierte al espectador, de nuevo, en testigo de primera mano de los desmanes y artilugios que caracterizan a la maquinaria de la industria de los sueños. Nos pone, en todo momento, en la fila uno de la sala, y nos sumerge en un hipnótico cóctel de alcohol y música de jazz con una prodigiosa banda sonora de Justin Hurwitz.




Margot Robbie y Brad Pitt, bien acompañados por el actor mexicano Diego Calva, se convierten, por derecho propio, en maestros de ceremonia de esta desmedida bacanal de ambiciones y excesos que conforma Babylon, a lo largo de sus tres horas de metraje (algo excesivo). El elenco de secundarios para componer personajes peculiares es interminable, destacando nombres como Toby Maguire (que encarna al depravado gánster James McKay), Eric Roberts o Joe Dallesandro.




Babylon es, sin duda, un filme polémico, de esos que tienen la facultad tanto de fascinar como de repugnar al espectador. También la crítica, en este caso, se ha mostrado dividida. En mi caso, a pesar de sus puntos débiles (no estamos ante la obra maestra de Chazelle), me parece un trabajo espectacular, fascinante a nivel visual y musical, tan excesivo como hipnótico.

Babylon es, además, aunque de un modo algo “retorcido”, la particular declaración de amor al cine de Chazelle, un arte y una industria que arrastra sus virtudes y también todas sus miserias. En este sentido, Manny Torres (Diego Calva), encarna a una especie de “Totó” adulto que, además, como inmigrante mexicano consigue alcanzar el duro y difícil sueño americano del éxito. 

Es posible que Babylon se hubiera podido contar con media hora menos de metraje. Hay más de una escena complaciente y excesivamente larga, y algunas otras truculentas e incluso desagradables, pero aún con eso y con todo, Babylon se configura como un filme colosal, que porta el sello indiscutible de la personalidad de un joven y brillante cineasta, Damien Chazelle que, estoy seguro, nos va a regalar en el futuro, a todos los que amamos el cine, trabajos muy interesantes. 

Es probable que, con el tiempo, Babylon se convierta en una obra de culto. También es posible que quede como un trabajo más dentro de la filmografía de su creador o que incluso llegue a formar parte del olvido en un mundo que devora todo, de forma instantánea, cada vez más deprisa. De lo que no cabe duda, es que todos aquellos que acudan a las salas a disfrutar de este espectáculo fílmico, quedarán impactados, para bien o para mal. 

Y es que Babylon es de esas obras que no dejan indiferente al espectador, y eso, hoy día, ya es decir mucho.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

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