lunes, 6 de febrero de 2023

La ballena (The Whale) (2022)***

 Dir: Darren Aronofsky

Int: Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau, Ty Simpkins, Samantha Morton, Sathya Sridharan, Jacey Sink



Aronofski regresa a las pantallas con el alter ego intelectual de El luchador.

Vaya por delante que aunque algunos de sus trabajos no me enloquecen, hay varias películas de Darren Aronofski que me parecen obras sobresalientes, entre ellas, Réquiem por un sueño (2000), El luchador (2008), filme que supuso un regreso triunfante de Mickey Rourke y Cisne negro (2010), para mí, su obra maestra hasta la fecha. Solo por esos títulos estamos, sin duda, ante un cineasta de primera línea. 

El cine de Aronofski tiene ese inconfundible marchamo de autor y, al igual que ocurre con otros creadores, hay en sus trabajos una serie de temas troncales recurrentes que sustentan la mayoría de sus películas: el dolor, la fragilidad del individuo a causa de las adicciones o de la propia enfermedad mental, el sentimiento de culpa y, sobre todo, la redención. 

Entre La ballena y El luchador hay una serie de paralelismos indudables. Ambos protagonistas, son dos adictos. Randy “The Ram” a los anabolizantes, analgésicos y otras drogas, y Charlie, (encarnado por un sobrecogedor Brendan Fraser), a la comida basura, en especial a las pizzas a domicilio y al pollo empanado y grasiento. Ambos tienen un conflicto vital y personal con sus hijas adolescentes (excelentes, en ese rol de hijas rebeldes, tanto Sadie Sink, la famosa “Max” de “Stranger Things”, como Evan Rachel Wood, en los papeles respectivos de Ellie, la hija adolescente de Charly, y Stephanie, la combativa hija de Randy), y los dos buscan, por encima de todo, el perdón y la redención. 



Charlie (Fraser), es un profesor de inglés que, tras una importante pérdida personal, ha entrado en una espiral de autodestrucción a través de la ingesta descontrolada de comida. Randy “The Ram” buscaba el dolor de las peleas de lucha libre como vehículo para purgar sus culpas y alcanzarla. En el caso de Charlie, el dolor viene dado por sus muchas limitaciones físicas y su elevadísimo peso. Ambos ponen a su organismo al límite de lo soportable. Lo que diferencia fundamentalmente a Charlie de Randy, es, no solo la fuerza física, sino su carácter intelectual. Se podría decir que Charlie (la ballena) es un “alter ego” de Randy “The Ram” y, aunque son personas diferentes, en lo sustancial son muy parecidos. 




Hay en La ballena una realidad descarnada que hace que Brendan Fraser se luzca con un papel en el que ha entrado de lleno en la quiniela de los Oscar de este año. La actriz tailandesa Hong Chau, que encarna a Liz, la enfermera y amiga que cuida de Charlie, también está nominada como mejor actriz secundaria. 

Aunque Fraser transmite, a través de su personaje, lástima y ternura a partes iguales, en algunas escenas, su personaje (engordado a través de efectos especiales de maquillaje y prótesis especiales) raya en lo grotesco, y se echa en falta algo más de sutilidad y menos complacencia en lo desagradable del personaje. Quizá no hubiera sido necesario engordar tanto con efectos a su protagonista, y eso lo hubiese dotado de más humanidad y menos artificio. No hace falta aparentar trescientos kilos para hacer creíble al personaje.

Con guion de Samuel D. Hunter, el propio autor de la novela en la que se basa la película, The Whale es también una metáfora y un guiño a esa búsqueda enfermiza, rayando en la locura, de ese “Capitán Ahab” en busca de la ballena blanca asesina. Un “Moby Dick” que, como en la novela de Herman Melville, en el fondo, no es otra cosa que el símbolo de sus propias inseguridades, obsesiones y miedos. En ese sentido, Charly es, al mismo tiempo, Ahab y la ballena, y ambos intentan exterminarse, por lo que solo cabe un desenlace a ese terrible conflicto interno. 

Para mí, La ballena no estaría entre los mejores filmes de Aronofski, aunque el trabajo de Fraser es realmente impactante, y es de esos papeles que gustan a los académicos de Hollywood, así que es bastante posible que se lleve a casa la dorada y codiciada estatuilla de este año, aunque antes tendrá que batirse el cobre con el maravilloso “Elvis” encarnado por Austin Butler, y también con Colin Farrell, Paul Mescal y Bill Nighty. 

La ballena, tras su visionado, deja en el espectador la sensación (al menos a mí me pasó claramente) de que podría haber sido aún una película mucho mejor. En El luchador, encontramos en el personaje protagonista muchos más matices y aristas, pues el Randy construido por Rourke es mucho más poliédrico y magnético y atrapa al espectador con mucha más fuerza. Fraser convence, pero su personaje le marca quizá demasiados límites. Con Randy “The Ram”, el espectador empatiza desde el principio hasta el final, cosa que no ocurre con el obeso Charly. A pesar de ello, Darren Aronofski, sigue siendo un cineasta muy a considerar, y habrá que estar atentos a Adrift, un filme de terror que va a protagonizar el oscarizado Jared Leto, con dirección y guion del propio Aronofski y de Luke Dawson (con el que Aronofski ya colaboró en Pi, fe en el caos (1998), y basado en una obra de Koji Suzuki, autor de las estupendas novelas The Ring (1991) y Dark Water (1996), con varias adaptaciones cinematográficas.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

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