Dir: Andrei Zvyagintsev
Int: Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Aleksey Serebryakov, Anna Ukolova, Roman Madyanov, Lesya Kudryashova.
Kolia (Aleksey Serebryakov) vive en una pequeña localidad a orillas del mar de Barents, al norte de Rusia. Tiene un taller de mecánica al lado de su casa, donde vive con su joven esposa Lilya (Elena Lyadova) y su hijo, fruto de una relación anterior. Mer (Roman Madyanov) es el alcalde del pueblo, un político claramente corrupto y prepotente, que está decidido a apropiarse de la de la casa y del taller de Kolia con el fin de seguir especulando con los terrenos. Por cierto, el guión de Oleg Negin y Andrey Zvyagintsev, destaca y critica de modo evidente, el papel que la Iglesia Ortodoxa rusa y sus popes juegan en el regreso de Rusia a sistemas políticos y económicos que potencian la corrupción, y de la que sacan no pocos beneficios, que desde luego están mucho más allá de lo espiritual. Está película funciona con diferentes estratos argumentales que se superponen con perfección, sin entorpecer el firme pulso narrativo marcado por Andrei Zvyagintsev. Una de esos estratos lo ocupa Dmitriy Seleznyov (Vladimir Vdovichenkov), un viejo amigo (y colega de armas en el ejército), ahora abogado de oficio, que llega desde Moscú para intentar ayudar a Kolia en su enfrentamiento con el alcalde, y que provocará una serie de situaciones que desembocarán en el drama. No he podido ver los dos largometrajes anteriores de Zvyagintsev (Yzgnanie de 2007 y Elena de 2011), pero recuerdo perfectamente El regreso (2003), su primer largometraje, un profundo y brillante drama familiar, que estilísticamente recordaba al maestro Andrei Tarkovski, que parece ahora totalmente superado en Leviatán, en el que además de la evidente crítica al nuevo sistema ¿democrático?, hay un sentido de la ironía que parece de cosecha propia y muy alejado del filosófico y estético cine de Tarkovski. No hay ninguna complacencia en el retrato de esta nueva sociedad rusa postcomunista, que parece haberse adaptado estupendamente a los usos del neocapitalismo. Lo que sí hay una visión bastante pesimista y desesperanzada de una vida que para soportarse debe sumergirse en litros y litros de vodka...
RS.
-Aragonia-
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