Dir: James Ashcroft
Int: John Lithgow, Geoffrey Rush, Nathaniel Lees, Maaka Pohatu, Thomas Sainsbury, Ian Mune, Ginette McDonald, Holly Shanahan, Bruce Phillips, Yvette Parsons, Irene Wood, Hannah Lynch, Paolo Rotondo, Richard Chapman, Semu Filipo.
El tercer largometraje del cineasta neozelandés James Ashcroft (que ha dirigido también varias series para plataformas y televisión más un documental) tiene en su haber varias virtudes que, seguidamente pasaré a enumerar, todo ello en un marco diferente para el cine de terror. Pero, se preguntarán: ¿De qué va esta historia con este título tan enigmático?
El duelo entre dos colosos de la interpretación: John Lithgow y Geoffrey Rush, está servido. Solo por disfrutar del trabajo que realizan (especialmente Lithgow, que con sus casi dos metros de altura, impone y da verdadero pavor) ambos actores, merece la pena acudir a las salas.
Respecto a las virtudes que contiene este último trabajo de Ashcroft, la primera es, sin duda, la elección del reparto. La segunda, el elegir un marco poco convencional: una residencia de ancianos. Un lugar cerrado y con una atmósfera opresiva, que se convierte en una trampa mortal para todos sus residentes. Allí, Crealy, el interno más veterano, campa a sus anchas e impone su propia ley. La tercera, y no menos importante, conseguir tener al espectador agarrotado, como al propio juez, y atrapado en un terror inquietante salpicado por un trasfondo de thriller (ignoramos el pasado de Crealy pero intuimos que no debía ser ninguna perla) que no te abandona hasta el desenlace final de la película.
Ashcroft, sabe manejar al espectador, al igual que la ominosa muñeca que da nombre al título, y mantenerlo inmerso en esa misma atmósfera opresiva y malsana en la que están atrapados los residentes de la residencia.
Como telón de fondo, la baja implicación del personal de muchos de esos "hoteles para la tercera edad" que queda ahí, como una crítica subyacente en segundo plano.
Hay además en La ley de Jenny Pen diversos guiños y homenajes (no en vano ha sido, este año, la película preferida de Stephen King, el maestro norteamericano literario del terror). Uno de ellos, a esa obra maestra del propio King estupendamente adaptada en 1990 por Rob Reiner, y con una Kathy Bates que se llevó el Oscar por su tremendo trabajo en Misery. También hay un guiño homenaje a aquel malvado ventrílocuo, de imponente aspecto físico (un ominoso Gert Fröbe), que iba acechando a las niñas en esa obra maestra indiscutible de los años cincuenta dirigida por Ladislao Vajda. Y es que, como en El cebo (1958), Crealy comparte bastantes mimbres con esa personalidad sádica y psicopática de Schrott, el siniestro hombre alto. Los guionistas Eli Kent, James Ashcroft y Owen Marshall demuestran su profunda cinefilia citando, en imágenes, al maestro turolense Segundo de Chomón y su obra maestra de 1909 Una historia incoherente.
Por todo ello, considero que La ley de Jenny Pen entra a formar parte de ese selecto grupo de cine de género que, este año 2025, junto con Devuélvemela (Danny Philippou y Michael Philippou) y Weapons (Zach Cregger), revitaliza el género de terror con nuevas e interesantes propuestas, cosa que, verdaderamente necesitaban los amantes de este tipo de cine, inmersos en un aluvión de propuestas comerciales poco ingeniosas y gratificantes.
GONZALO J. GONZALVO
Escritor y Crítico de Cine
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