jueves, 16 de enero de 2020

El faro (The Lighthouse, 2019)****

Dir: Robert Eggers
Int: Willem Dafoe, Robert Pattinson, Valeriia Karaman.

En una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra en la década de 1890, coinciden por cuestiones de trabajo, el veterano farero Thomas Wake (Willem Dafoe) y su joven ayudante Ephraim Winslow (Robert Pattinson) que deberán convivir durante un tiempo.

Un guion de Robert Eggers y Max Eggers que toma prestados algunos textos de Herman Melville (1819-1891), el autor de la mítica novela Moby Dick (de 1851), y reutiliza testimonios directos de algunos fareros del siglo XIX. Los Eggers, recogen y fusionan tradiciones y leyendas, canciones de marineros, mitos clásicos como el de Prometeo, en el que juegan su papel, Zeus, Pandora, Hefestos y el mismo Hércules. No podían faltar las divinidades marinas, con Neptuno y las eternas Sirenas, en su doble faz seductora y diabólica.




Robert Eggers, en su apasionante La bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra (2015), ya aportaba una nueva mirada al cine de terror. Ahora en El faro, no hace más que confirmar su valor, embarcándonos en una historia que rezuma humedad, violencia, sexualidad y un planteamiento visual valiente y efectivo. Imágenes en blanco y negro, en un formato de 1.19 : 1, casi semejante al del cine del periodo silente. Lo poco habituados que estamos ya a esas proporciones de pantalla, la calidad fotográfica de su habitual colaborador Jarin Blaschke, la obsesiva y oscura música del canadiense Mark Korven, más poderosa si cabe acompañada por la atávica y penetrante sirena del faro, más el viento y las olas desencadenadas (el equipo de sonido tiene a 19 personas acreditadas), ayudan a recrear una atmósfera hipnótica que justifica las alucinaciones que el joven ayudante, y nosotros los espectadores, empezamos a tener casi desde el principio de la historia.


En el haber de Robert Eggers está haberse aproximado, una vez más, a las viejas tradiciones y a los mitos sin necesidad de abusar de los trucajes digitales, que se utilizan igualmente pero siempre al servicio de lo narrado. La inquietud, la sorpresa, se logran con recursos de cámara y el sólido trabajo interpretativo de Dafoe y Pattinson, en un duelo memorable. La locura (o la lógica de los dioses antiguos) termina por envolvernos y en el apoteosis final que no puedo desvelar, se confirma que estamos ante un realizador que seguirá dándonos alegrías (y algo de íntimo sufrimiento, todo hay que decirlo) en un género bastante infantilizado y degradado por las productoras actuales.



Robert Eggers, ha sabido conjugar una mirada moderna con las enseñanzas de los clásicos, como ya hizo en The VVitch: A New-England Folktale, aprovechándose de las lecciones de Stanley Kubrick, que se aproximó al género en El resplandor (1975), adaptando a Stephen King, o a las de otro maestro indiscutible como el danés Carl T. Dreyer, en su inquietante Vampyr (1932).



Las posibles interpretaciones, y sensaciones, de los que vean el film serán dispares, pero estoy seguro que a nadie le resultará indiferente esta nueva apuesta de Eggers, por un terror atmosférico, telúrico y supurante, con un firme anclaje en el cine clásico, pero que resulta radicalmente novedoso.

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox-

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