Dir: Paula Ortíz
Int: Najwa Nimri, Alba Planas, Patrick Criado, Aixa Villagrán, Pepe Viyuela, Jorge Usón, Pablo Vázquez, Jorge Asín, Claudia Roset, Jaime Ocaña.
Paula Ortiz es una realizadora aragonesa (nacida en Zaragoza en 1979) que después de sus largometrajes De tu ventana a la mía (2011), La novia (2015) y las recientes, Al otro lado del rio y entre los árboles (2022), adaptando un relato de Ernest Hemingway, Teresa (2023), y La virgen roja (2024), recién estrenada, empieza a tener un cierto reconocimiento entre la crítica. A mi parecer, estos largometrajes indican un grado de madurez, en cuanto a la puesta en escena, dignos de los/las mejores cineastas del momento.
Lo curioso es que para alcanzar la excelencia, parece que ha tenido que dejar de lado su labor como guionista. Suyo era el guion de De tu ventana a la mía, en colaboración con Javier García Arredondo, el de La novia, con permiso de Lorca y sus Bodas de sangre; y el de Teresa, en colaboración de nuevo con Arredondo, adaptando la obra teatral de Juan Mayorga La lengua en pedazos). Todas son películas más que apreciables, pero están por debajo de lo logrado, adaptando a Hemingway, con guion de Peter Flannery; y ahora, recogiendo la historia de Hildegart Rodríguez Carballeira (1914-1933) con guion de Eduard Sola y Clara Roquet, dos jóvenes guionistas de oficio, para mi no muy brillantes, pero sí de una eficiencia demostrada (en series, cortometrajes y largometrajes recientes).
El caso es que su sintonía y entendimiento con Sola y Roquet ha debido ser bueno, y que la producción de la valenciana María Zamora (Premio Nacional de Cinematografía 2024), junto a Stefan Schmitz, ha logrado situar la película, por su calidad formal e historia, en un orden muy destacado frente al mercado internacional.
No sé si atraerá a mucho público, pero Paula Ortiz ha logrado hacer muy suya esta historia verídica, al iniciarse el film y en su conclusión hay obsesión por destacar que está inspirada en hechos reales por "fantásticos" que parezcan.
Igualmente hay un reto (por cierto, plenamente logrado) de alejarse de la más que reseñable aproximación al tema de Mi hija Hildegart (Fernando Fernán Gómez,1977) que escribieron conjuntamente Fernán Gómez y Rafael Azcona, adaptando la novela Aurora de sangre de Eduardo de Guzmán, periodista contemporáneo a los hechos y que interpretan Manuel Galiana en la película de 1977 y Pepe Viyuela en al versión de Paula Ortiz. En este caso, la historia era narrada desde la cárcel y a lo largo de un proceso judicial por Aurora, la madre (Amparo Soler Leal) y el personaje de Hildegart lo interpretaba Carmen Roldán.
El trabajo de ambientación histórica es excelente, la fotografía de Pedro J. Márquez, la dirección artística de Rebeca Durán Muñoz y el diseño de vestuario de la aragonesa Arantxa Ezquerro, contribuyen a la verosimilitud de todo lo que vemos, sin perder un ápice de la magia estética que Paula Ortiz sabe mantener en cada secuencia, incluso aproximándose al cine de terror, en algunos sugerentes planos. La música de Guille Galván (uno de los responsables de la banda sonora de la serie La casa de papel) y Juanma Latorre (con el que ya se contó en Teresa) contribuyen a crear una atmósfera muy especial que nos hace navegar entre el ensueño y la pesadilla de la utopía feminista llevada al límite por esta madre/Frankenstein, capaz de todo para hacer realidad el "Proyecto Hildegart".
Hildegart (interpretada por la niña Summer-Rose Churchhouse y la joven Alba Planas) es concebida y educada por su madre Aurora (Najwa Nimri) para ser la mujer del futuro, convirtiéndose en una de las mentes más brillantes de la España de los años 30 y uno de los referentes europeos sobre sexualidad femenina. A sus 18 años, Hildegart (Alba Planas) comienza a experimentar la libertad y conoce a Abel Velilla (Patrick Criado), quien le ayuda a explorar un nuevo mundo emocional y a desmarcarse del férreo nido materno. Aurora teme perder el control sobre su hija y hace todo lo posible por impedir que Hildegart se aleje...
Enhorabuena a Paula Ortiz por recuperar esta apasionante historia, casi olvidada, y por plantearla con un evidente buen gusto esteticista, pero nunca vacío de las múltiples reflexiones sobre la educación, los límites de la libertad, de la responsabilidad de los padres, y en definitiva de la sociedad, también la del tiempo presente, si es que se quiere autodefinir realmente como democrática y profundizar en sus valores...
Roberto Sánchez
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