martes, 22 de mayo de 2018

Operación: Huracán (The Hurricane Heist, 2018)*

Dir: Rob Coen
Int: Toby Kebbell, Maggie Grace, Ryan Kwanten, Ralph Ineson, Ben Cross, Melissa Bolona, Natacha Karam, Christian Contreras, Mark Rhino Smith, Patrick McAuley, Stuart McQuarrie, Brooke Johnston, Ed Birch, Jamie Andrew Cutler, James Barriscale, Jimmy Walker, Moyo 
Akandé, Mark Basnight, Keith D. Evans, Veselin Troyanov, J.R. Esposito.

¿Thriller de catástrofes...? Catástrofe asegurada 


Famoso entre sus fans por haber realizado A todo gas (2001) y Triple X (2002), Rob Cohen es un director que no posee en toda su filmografía un título de calidad destacable, exceptuando el biopic sobre el ya legendario luchador y actor oriental Bruce Lee (Dragón, la  vida de Bruce Lee, 1993) y, la que más me gusta, una película de espada 
y brujería con otro dragón incluido (este con escamas) titulada Corazón de dragón (Dragonheart,1996). Sorprende por otra parte, la cantidad de guionistas (hasta cuatro: Carlos David, Jeff Dixon, Anthony Fingleton y Scott Windhauser) y el lío que se han hecho con esta Operación: Huracán, que junto al propio Cohen, han perpetrado un experimento fílmico tan catastrófico como su propia temática. 



Resulta que, durante una terrible tormenta tropical que pasa a convertirse en un huracán terrible, una banda de facinerosos tiene la brillante idea de asaltar un edificio Federal del Tesoro en el que se van a destruir 600 millones de dólares de dinero tan viejo como válido. Como decían algunos profesores en la escuela primaria, “los experimentos, con gaseosa”, que viene a decir: “Ten cuidado con los que vayas a mezclar no sea que te vaya a explotar en las narices”. El origen de esta curiosa frase nació en un bar restaurante, y viene de la mano del escritor y filósofo Eugenio d´Ors (1881-1954), que estaba celebrando algún acontecimiento en compañía de unos amigos. Pidieron una botella de champán y el camarero, al abrirla, derramó una gran parte sobre sobre la ropa del pobre Don Eugenio que, enfadado, le espetó al torpe camarero: “Los experimentos con gaseosa, joven”.  

Pues bien, esta Operación: Huracán (no confundir con “Operación bikini”, que ya está en marcha) es una extraña mezcla entre películas de catástrofes tipo El día de mañana (2004), de Roland Emmerich, Twister (1992), de Jan de Bont, Huracán (500 MPH Storm2003), de Daniel , etc. y las policíacas pertenecientes al subgénero de “robos y atracos” o “caper movies” (pueden consultar sobre este punto mi libro sobre el Cine Neo Noir). 

Así pues, entre uno y otro subgénero, ventoso uno y con ladronzuelos el otro, se mueve este raro filme de acción que, ni siquiera mediante ese recurso (hay algunas buenas secuencias con efectos especiales digitales) logra  mantener el tipo. 



Tenemos un malo de pacotilla como protagonista que imita (incluso se parece físicamente) 
al de la original La jungla de cristal (de John  McTiernan, 1988). Por supuesto, los malos usan también walkie-talkies para comunicarse, y hay una agente federal, Casey, (interpretada por Maggie Grace) que se erige en una especie de “Jane McLane”, alter ego del Bruce Willis de “La jungla”. No es ésta la primera película en intentar copiar al fabuloso filme de acción de los 80, otros títulos como Pasajero 57 (de Kevin Hooks, 1992) o Alerta máxima (de Andrew Davis,1992) ya lo hicieron con mejor fortuna. 



Dentro del reparto, ninguna figura destacable (cualquier actor o actriz de peso saldría corriendo ante esta película firme candidata a los premios Razzie de Hollywood), destacando muy por encima de la media el ya veterano actor británico Ben Cross (con títulos como Carros de fuego o El primer caballero). Cross interpreta a un sheriff corrupto más cercano al western que otra cosa, personaje parecido al que hemos visto en otros filmes (como en el maravilloso Sin perdón, de Clint Eastwood, encarnado por Gene Hackman). 



La película decae de forma instantánea en las escenas de diálogo que carecen de acción, resultando insulsas y de relleno, lo que evidencia la poca garra del reparto y un guión en el que sólo faltaría ver tiburones voladores traídos por el huracán para que el filme fuera una serie Z en toda regla. Finalmente, ni la feroz tormenta nos atrapa, ni la ejecución del robo tampoco (hay filmes de robos y atracos infinitamente mejores). La historia se queda en tierra de nadie, con esa extraña mezcolanza de géneros que, gracias a los efectos especiales, se convierte en un pasatiempo digerible. Aún así, y no teniendo un metraje elevado, se mira el reloj varias veces para ver cuando acaba esta tormenta argumental que, cinematográficamente, es todo un despropósito. Totalmente olvidable.                        

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Puerto Venecia, Yelmo-

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