lunes, 9 de agosto de 2021

Tiempo (Old, 2021)***

 Dir: M. Night Shyamalan

Int: Gael García Bernal, Vicky Krieps, Thomasin McKenzie, Rufus Sewell, Abbey Lee, Ken Leung, Alex Wolff, Eliza Scanlen, Embeth Davidtz, Gustaf Hammarsten, Nolan River, Alexa Swinton, Aaron Pierre, Nikki Amuka-Bird, Emun Elliott, Jeffrey Holsman, Daniel Ison, Francesca Eastwood.


Tempus fugit

Manoj Nelliyattu Shyamalan es su nombre real, pero es mucho más conocido como M. Night Shyamalan, un nombre extraño y difícil, pero que no se olvida. Se queda en la memoria. Así son también las obras de este cineasta, guionista, productor y actor ocasional de origen hindú afincado en Estados Unidos. Admirador de Steven Spielberg y de Alfred Hitchcock (de ahí sus cameos fílmicos en varias de sus películas). 


Su forma de rodar y sus planteamientos visuales logran unos filmes con una profundidad poética y espiritual que no dejan 
indiferente a nadie. Por esta misma razón, Shyamalan tiene fanáticos seguidores que le adoran y, también, férreos detractores de su cine. Este escritor y crítico cinematográfico estaría más hacia el bando de los primeros, aunque bien es cierto que el director hindú ha tenido patinazos de órdago, como en el caso de Airbender, el último guerrero (2010) o Afther Earth (2013). También es cierto que Shyamalan ha tenido grandes éxitos, lo que le ha situado entre los directores más taquilleros de las dos últimas décadas desde que, en 1999, estrenase El sexto sentido, filme con el que inaugura un estilo muy personal de narrar historias que mezclan géneros, combinando con maestría el thriller y el terror al más puro estilo “Shyamalan”.




Con cais veinte trabajos fílmicos a sus espaldas entre cine y televisión, Tiempo (Old es su título original), supone su largometraje número catorce. Con guion del propio Shyamalan y de Pierre-Oscer Lévy, adapta a la gran pantalla Sandcastle, la novela gráfica del propio Lévy y Frederik Peeters (aparecida en inglés en 2011). 


Su admiración por el cómic, así como por los cineastas ya nombrados, configuran un estilo clásico e 
innovador al tiempo, visualmente hipnótico, que le aleja de los parámetros actuales de ritmo desenfrenado y continuos efectos especiales del olvidable cine fantástico de consumo del siglo XXI. Su estilismo y elegancia a la hora de narrar visualmente, le entronca más con directores ya considerados clásicos de los 70 y 80, como el Peter Medak de Al final de la escalera (1980) o ese Spielberg de sus comienzos con títulos como El diablo sobre ruedas (Duel, 1971) o Tiburón (1975).


Old (título de fácil y, a la vez, complicada traducción para lograr un título comercial en español) es una historia 
tan extraña como fascinante. Un “gran hermano” fantástico y terrorífico, donde un grupo de personas desconocidas entre sí se ven atrapadas en una paradoja espacio temporal a la que no saben cómo hacer frente. Hay connotaciones, guiños y referencias a temas de trasfondo ecológico y social. La naturaleza, agredida durante siglos por los humanos, se defiende pagándole con la misma moneda (lo estamos viendo cada día con las devastadoras consecuencias del cambio climático en inundaciones, terremotos, tsunamis, incendios terribles, etc..., que están afectando a los cinco continentes). El “tiempo”, como dimensión relativa, como bien demostró Albert Einstein con su “teoría de la relatividad”, es capaz de transformar un segundo de tiempo en años en distintos lugares del universo (esto también lo veíamos en Contact, novela de Carl Sagan, convertida en película por Robert Zemeckis, en 1997, donde una científica, interpretada por Jodie Foster, podía incluso reencontrarse en otra dimensión espacio-temporal con su querido padre fallecido. 


Este poder del tiempo (no en vano, tiene en Cronos a su dios implacable en la mitología griega), es un arma que 
Shyamalan utiliza como un pretexto o “McGuffin”, como diría el maestro del suspense, para dotar a esa playa maldita de poder, empoderarla y elevarla a la categoría de personaje “malvado” del filme. Los personajes humanos, no despiertan empatía alguna con el espectador, que está deseoso de ver cómo ese hermoso paraje natural los vaya devorando sin piedad, al igual que ocurría en La niebla, historia creada por la genial mente del novelista Stephen king y que ha sido llevada al cine por John Carpenter en 1980 y Frank Darabont en 2007.  Esa historia sería a mi entender, una de las más claras referencias para este Old de Shyamalan, aunque también puede pensarse en otros filmes de serie B del fantástico como The Blob (Irving Yeaworth Jr., 1958) , donde fuerzas de origen desconocido sin cuerpo ni forma definida, atacan a los humanos sin previo aviso y sin piedad alguna

 Shyamalan, con sus últimos tres trabajos, La visita (2015), Múltiple (2016) y Glass (2019), parece haber recuperado gran parte de la esencia de sus grandes títulos como El sexto sentido (1988), El protegido (2000), Señales (2002) o El bosque (2004), y creo que debido a su edad (nacido en 1970) y, si el tiempo no lo trunca (tempus fugit), el cineasta hindú, criado en Philadelphia, nos entregará en esta década y la siguiente buenos trabajos con los que disfrutar de ese misterio, suspense, terror y thriller que le caracterizan, marca de la casa. 

Pienso que es un cineasta al que hay que seguir porque te puede sorprender en cualquier momento, como a los incautos visitantes de esa playa tan oculta como peligrosa.

GONZALO J. GONZALVO

lunes, 2 de agosto de 2021

Summer of Soul (...Or, When the Revolution Could Not Be Televised) (2021)****

 Dir: Questlove 

Documental con Stevie Wonder, B.B. King, Nina Simone, Abbey Lincoln, Mahalia Jackson, Moms Mabley, Jesse Jackson, Mavis Staples, David Ruffin, Cal Tjader, The 5th Dimension, Sly and The Family Stone, Hugh Masekela, Max Roach, Herbie Mann, The Chambers Brothers, Babatunde Olatunji, Gladys Knight, The Pips, John V. Lindsay, Ray Barretto, The Edwin Hawkins Singers, Mongo Santamaria.

Questlove (es decir, Ahmir Khalib Thompson), el director y productor de este documental nació un 20 de enero de 1971 en Philadelphia (Pennsylvania, USA). Es músico (para más señas batería y percusionista) e hijo de músico y su relación con el cine había sido hasta el momento limitada, como responsable de la música, junto a Ludwig Göransson, en Top cinco (2014) de Chris Rock, y colaborador en la selección de lo mejor de la música negra que suena en Detroit (2017) de Kathryn Bigelow, un guion de Mark Boal sobre los disturbios de esa ciudad en 1967.

Explora el legendario Harlem Cultural Festival celebrado en los Estados Unidos en 1969. En él se rindió homenaje a la cultura y música afroamericana, además de promover el 'black pride' y la unidad entre personas de una misma raza. Este trabajo rescata, medio siglo después, las filmaciones de ese Festival, cinco conciertos gratuitos que incluyeron a grandes representantes de la mejor música afroamericana durante esos años: cinco conciertos celebrados en otros tantos domingos entre el 29 de junio y el 17 de agosto. El cartel oficial, que no refleja todos los artistas que finalmente desfilaron por el escenario del Mount Morris Park, revela que hubo jornadas donde dominó el jazz, el góspel o la música latina.



Todas eran figuras de nivel, aseguradas por contrato y pagadas de acuerdo con su caché. Parece que falló la cobertura audiovisual. Hal Tulchin, productor de TV, desplazó a su modesto equipo a grabar lo que allí ocurriera cada domingo. Sin recursos financieros, no consiguió que los artistas cedieran los derechos de emisión de sus conciertos. La esperanza de que alguna cadena de televisión nacional comprara la idea se desvaneció cuando los ejecutivos vieron, por ejemplo, a una furiosa Nina Simone prácticamente incitando a los habitantes de Harlem a alzarse en armas. Uno de los muchos momentos emotivos y significativos que Questlove ha potenciado en el montaje de su documental. Seguramente no favorecieron en nada su difusión esas escenas y otras en las que algunos grupos políticos como el Black Panther Party o los Young Lords, son alabados por los que aparecen entrevistados, en su mayoría personas que vivieron directamente el evento, desde la organización, como espectadores o algunos de los protagonistas que rememoran esos momentos con una emoción sincera.



Durante medio siglo, las cintas del Harlem Cultural Festival estuvieron almacenadas, enterradas por la pesadilla que suponía resolver las licencias. Se filtraron algunos fragmentos, disponibles en baja calidad en YouTube; el show de Sly Stone se editó en DVD, de forma pirata. Solo tras la muerte de Tulchin, en 2017, se logró adquirir aquel legado de unas 50 horas de filmaciones, que corrían el peligro real de terminar en un basurero. Cuando Questlove fue tentado con el proyecto, inmediatamente pensó en seleccionar lo más interesante; como Amazing Grace, el recital góspel de Aretha Franklin que rodó Sydney Pollack en 2018, quedaría como un documento de su tiempo. Había suficientes maestros de la percusión ―Max Roach, Ray Barretto, Mongo Santamaría― para satisfacer la curiosidad personal de Questlove; de hecho, la película comienza con un asombroso solo de batería a cargo de Stevie Wonder. Pero Questlove también detectó rabia, tanto en las interpretaciones ―mención especial para el guitarrista Sonny Sharrock― como en las reacciones de los espectadores: un año después del asesinato de Martin Luther King, en Harlem no se detectaba entusiasmo por el alunizaje del Apolo 11, que coincidió precisamente con el concierto de estrellas de Motown.



Diego A. Manrique nos da esta información y más detalles en un artículo reciente de El País (que puede consultarse en https://elpais.com/cultura/2021-06-26/el-woodstock-negro-ve-al-fin-la-luz.html). 


Cuando comienza el film, aparece un joven de 19 años llamado Stevie Wonder, y con su música (y ese solo de batería que cita Manrique) provoca en cualquier alma sensible un escalofrío que te transporta directamente a un lugar lleno de vibraciones y a una época. Si tengo que destacar algunos momentos más, me quedo con las apariciones de Sly and The Family Stone, The 5th Dimension, Mahalia Jackson y Nina Simone. Eso sí, todos y todas transmiten, pasión y emoción, más allá de la calidad musical, nos muestran vida y compromiso...

Es cierto, las carteleras de cine no están demasiado bien, pero cometerían un grave error si desprecian este soberbio ejercicio de música y cine que combinados nos permiten disfrutar de lo mejor de dos artes íntimamente conectadas. Es la primera vez durante una proyección en el último año y medio que me he olvidado de esa mascarilla que amenaza con seguir con nosotros eternamente.

Roberto Sánchez