miércoles, 31 de enero de 2018

120 pulsaciones por minuto (2017)***

Dir: Robin Campillo
Int: Nahuel Pérez Biscayart, Adèle Haenel, Yves Heck, Arnaud Valois, Emmanuel Ménard, 
Antoine Reinartz, François Rabette.

París, principios de los años 90. Un grupo de jóvenes activistas intenta generar conciencia sobre el SIDA. Un nuevo miembro del grupo, Nathan (Arnaud Valois), se quedará sorprendido ante la radicalidad y energía de Sean (Nahuel Pérez Biscayart), que gasta su último aliento en la lucha. 

No conocía el trabajo como realizador del francés Robin Campillo. No he visto ni La resurrección de los muertos (Les revenants, 2004), ni Eastern Boys (2014), sus dos anteriores realizaciones. Si conocía su labor como guionista para la serie Les Revenants (2012), basada en su propio film, con versión americana (The Returned, en 2015) y su estrecha colaboración con Laurent Cantet, desde El empleo del tiempo (2001), hasta la reciente El taller de escritura (2017).


Cineasra experto, pero que ha preferido la escritura de guiones y se ha puesto pocas veces trás la cámara, ha logrado en 120 pulsaciones por minuto, dar luz a un reciente pasado sobre el problema del SIDA, que inexplicablemente hemos dejado casi siempre a un lado. En Francia, los ACT UP París fueron un colectivo de protesta e intervención especialmente vivo. En buena medida este film es una crónica apasionada sobre sus actividades siempre resolutivas.



Pero no se queda ahí, logrando articular una bella historia de amor y entrega entre Sean Dalmazo (Nahuel Pérez Biscayart) y Nathan (Arnaud Valois), activistas comprometidos con la vida, contra los que sólo podrá la muerte...Robin Campillo nos envuelve en la vitalidad de un grupo que, afectados por la enfermedad o portadores del virus, han decidido plantarle cara y luchar para que los laboratorios privados y el estado hagan algo más que esperar a tener más datos para seguir investigando, especualando con la vida y la muerte de miles de personas.



Robin Campillo nos transmite el ímpetu y la pasión del grupo, sus asambleas, las fiestas, sus enfrentamientos, las historia de amor y deshamor, los celos y muchas dosis de realidad. Destaca el trabajo brillante del argentino Nahuel Pérez Biscayart (aunque desde el año 2013 está haciendo su carrera en Francia, sobre todo).



Con valentía, y no importándole superar la duración convencional, nos mostrará el periodo de luto y el acompañamiento del cadáver de Sean, que hasta con sus cenizas seguirá luchando por los afectados por esta terrible plaga del siglo XX....

Roberto Sánchez

-Aragonia-

martes, 30 de enero de 2018

El instante más oscuro (Darkest Hour, 2017)***

Dir: Joe Wright
Int: Gary Oldman, Ben Mendelsohn, Kristin Scott Thomas, Lily James, Stephen Dillane, Richard Lumsden, Philip Martin Brown, Brian Pettifer, Tom Ashley, Jordan Waller, David Olawale Ayinde, Michael Bott, Danny Stewart, John Locke.


Cuando las decisiones son críticas y determinantes para la historia. 

En 1940, en pleno conflicto bélico mundial, Winston Churchill se convierte en primer ministro británico. El ejército nazi, comandado por Hitler, avanza inexorablemente invadiendo Europa. Sólo Francia y Gran Bretaña pueden hacerle frente, pero la diferencia militar en hombres, tanques y aviones es enorme.  Inglaterra puede ser invadida si Churchill no accede a una negociación de paz con los nazis, pero eso para él no es una opción. Antes luchar hasta la última gota de sangre que pasar a ser un títere de la barbarie nazi comandada por un loco. No le faltarán enemigos al primer ministro entre sus propios compatriotas.

Con esta premisa, Joe Wright dirige muy correctamente y plasma uno de los episodios más críticos y duros para el viejo continente ante el aplastante avance nazi que, en menos de un año, ya había invadido media Europa. Con astucia y determinación, Churchill se enfrentó a esa situación casi insalvable y, finalmente, con ayuda de los aliados, consiguió derrotar al monstruo.



El actor Gary Oldman, bien arropado por la siempre impecable Kristin Scott Thomas, es el principal motor de este biopic o biografía sobre este bhombre gruñón, malhumorado y testarudo, pero gran estratega y político. A él y a Roosevelt (presidente de Estados Unidos) les debemos, sin duda, que Europa entera no acabase bajo la bandera de la esvástica al terminar la segunda guerra mundial. 

Gary Oldman, actor de indudable carisma y fuerza interpretativa, era sin duda el hombre ideal para encarnar a este Winston Churchill. No en vano, Oldman comenzó en el cine británico de la mano de directores como  Alex Cox y Stephen Frears en los interesantes Sid y Nancy (1986) y  Ábrete de orejas (1988). Tras saltar al mercado USA con Ley criminal (1988), protagonizará varios éxitos en los 90, destacando El clan de los irlandeses (1990, Phil Joanou), JFK (1991, Oliver Stone) y, especialmente, los filmes Drácula (1992, Francis Ford Coppola) y Amor a quemarropa (1993, Tony Scott). A mediados de los noventa, El profesional (1994, Luc Besson) y Homicidio en primer grado (1995) marcan un punto álgido en su carrera que no volverá a regresar hasta trabajar con Ridley Scott en Hannibal. Habrá que esperar hasta el 2011 para volver a ver a un brillante Oldman en El topo (Thomas Alfredson), encarnando al agente Smiley creado por la pluma de John le Carré. Un Oldman al que la edad ha apaciguado un poco esa fiereza que le caracterizaba, pero que ahora goza  de la experiencia y los matices de un actor de larga carrera (a pesar de que también ha encadenado varios productos de cine comercial por motivos económicos, cosa que han hecho hasta los más grandes actores). Oldman, con este “Churchill” parece contar con un segundo renacer, pues tiene ya dos películas para 2018. Una de ellas (Flying Horse) será su segundo filme como director, y en el otro (Mary, de Michael Goi) estará acompañado de la gran actriz Emily Mortimer. 




En El instante más oscuro (título muy similar al que se usó para el filme  casi homónimo de Kathrin Bigelow , La noche más oscura), se echan en falta algunas escenas bélicas (apenas hay una que muestre la guerra y los bombardeos, aunque es brillante) que añadan algo de acción a la política parlamentaria y a las intrigas políticas y monárquicas, que aunque bien retratadas, resultan algo tediosas y aburridas y bañan el filme de un falso tono documental (sólo vemos a Hitler en planos de documentales en blanco y negro) que, unido a su largo metraje, hace que se haga algo pesado Un film, no obstante, muy interesante a nivel histórico y político, y con un Gary Oldman pletórico nominado al Oscar (también opta a mejor película, fotografía, vestuario, diseño de producción y, por supuesto, mejor maquillaje). Sin duda la estupenda fotografía de Bruno Delbonnel es otro de los puntos fuertes de este “Instante más oscuro”. 


El público que busca acción en las películas bélicas se sentirá algo defraudado con este Darkest Hour (título original que esta vez se ha traducido casi literalmente), pero el cine a veces está para mostrarnos las vidas y momentos de algunos hombres trascendentales. Hombres de carne y hueso pero que, en determinadas situaciones e instantes críticos para la humanidad, tuvieron que convertirse en gigantes de acero para no desmoronarse y hacer frente a hechos y situaciones terribles que afectaron (y podría haber sido mucho más) a millones de personas inocentes por culpa de la ambición y la barbarie humana de dictadores sin escrúpulos. Oldman también se convierte en un gigante encarnando a éste Winston Churchill que, sin duda, puede valerle el  preciado Oscar en este 2018. 

Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, Palafox, Yelmo- 

miércoles, 24 de enero de 2018

Los archivos del Pentágono (The Post, 2017)***

Dir: Steven Spielberg
Int: Tom Hanks, Meryl Streep, Sarah Paulson, Jesse Plemons, Bob Odenkirk, Matthew Rhys, Michael Stuhlbarg, Alison Brie, Carrie Coon, David Cross, Bruce Greenwood, Tracy Letts,  Bradley Whitford, Zack Woods.

En junio de 1971, los principales periódicos de EE.UU., entre los que se encontraban The New York Times y The Washington Post, tomaron una valiente posición en favor de la libertad de expresión, informando sobre los documentos del Pentágono y el encubrimiento masivo de secretos por parte del gobierno, que había durado cuatro décadas y cuatro presidencias estadounidenses. En ese momento, Katherine Graham (Meryl Streep), primera mujer editora del Post, y el director Ben Bradlee (Tom Hanks) intentaba relanzar un periódico en decadencia. Juntos decidieron tomar la audaz decisión de apoyar al The New York Times y luchar contra el intento de la Administración Nixon de restringir la primera enmienda... La historia, basada en los documentos del Post que recogían información clasificada sobre la Guerra de Vietnam, ha sido convertida en guion de cine por Liz Hannah y Josh Singer. La primera, es una productora y guionista neoyorquina, no demasiado conocida y el segundo ha sido uno de los responsables de los guiones de la serie El ala oeste de la Casa Blanca (2003-2006), de los largometrajes El quinto poder (2013), de Bill Condon o la brillante Spotlight (2015), de Tom McCarthy. Su dominio de los entresijos de la política y del periodismo no pasaron desapercibidos a Spielberg, un realizador genial, pero que fundamentalmente es uno de los productores de más éxito de la historia del cine norteamericano. En esa labor lleva más de 160 trabajos y como director "tan sólo" 56.



No debemos olvidar que el título original (The Post) alude a ese periódico en horas bajas que renació de las cenizas al atreverse a plantar cara a uno de los gabinetes de gobierno más corruptos que conoce la historia de ese país. La publicación de esos papeles filtrados en una época anterior a los ordenadores (¡Qué lejos parece!) generó un profundo debate sobre los límites de libertad de expresión y acabó en una dura batalla legal ante el Tribunal Supremo.



A poco que se conozca la historia de Estados Unidos, el desarrollo y final de esta historia es sobradamente conocido, así que la parte de intriga que pudiera tener la trama desaparece antes de comenzar la función. Spielberg lucha contra ello, apostando por dos estrellas al parecer insobornables (Hanks y Streep), que parecen querer transmitir su integridad a los personajes, un veterano periodista muy cercano a los Kennedy, y una "patricia" muy bien relacionada con la élite que gobierna el Imperio. Por otro lado, intenta desarrollar y plantear dos temas más: el papel de la prensa y la pérdida de la inocencia. 


En el primero logra convencernos de que el sistema por corrupto que parezca, tiene en la prensa (y su poder) un elemento de control que se mantiene firme como expresa la alusión final al escándalo Watergate, inmediatamente posterior a los sucesos narrados en The Post. Por otro lado, seríamos muy ingenuos si no dijéramos que las alusiones afectan también al presidente actual (Trump) que mantiene no pocos contubernios con la prensa a la que Spielberg-Hollywood, parecen querer decirle que se mantenga firme ante este "peligroso" personaje...

En cuanto a la pérdida de inocencia (tanto del periodisra como de la "patricia"), tendrán sus momentos de duda y desencanto. No hay que olvidar que Nixon terminó por pagar no sólo sus evidentes trapicheos, sino los de anteriores gabinetes (los de los Kennedy y Johnson,  por ejemplo), con los que se inició la ocultación sistemática de lo que estaba ocurriendo realmente en Vietnam. Sobre estas cuestiones, la película de Spielberg, pasa de soslayo, temiendo encontrarse con que en la idílica Camelot que había terminado de modo tan trágico, también había un cierto olor a podedumbre...

En fin, la calidad media esperada en un film de Spielberg, un magnífico trabajo de actores que le ha servido a Meryl Streep para una nueva nominación como actriz protagonista en los Oscars y una clara loa al papel de la prensa en el control de los desmanes de los gobiernos de turno...

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

viernes, 19 de enero de 2018

Wonderstruck. El museo de las maravillas (2017)****

Dir: Todd Haynes
Int: Oakes Fegley, Julianne Moore, Millicent Simmonds, Michelle Williams, Jaden Michael, Amy Hargreaves, Cory Michael Smith, Tom Noonan, Marko Caka, James Urbaniak, Hays Wellford, Morgan Turner, Ekaterina Samsonov, Raul Torres, John P. McGinty, Mark A. Keeton.

Ben (Oakes Fegley) y Rose (Millicent Simmonds) son niños de dos épocas distintas (los años setenta y finales de los veinte), que desean en secreto que sus vidas sean diferentes. Ben sueña con el padre que nunca conoció, mientras Rose lo hace con una misteriosa actriz (Lillian Mayhew, interpretada por Julianne Moore) cuya vida condensa en un cuaderno de recuerdos. Cuando Ben descubre una pista en su casa, y Rose lee un tentador titular en el periódico, ambos comienzan una búsqueda que se desarrollará con una fascinante simetría. 

Brian Selznick ha escrito dos libros que muestran su amor por el cine y su historia. El primero se convirtió en La invención de Hugo (2011), de la mano de Martin Scorsese (dirección) y John Logan (guion); ahora su libro Wonderstruck, guionizado por él mismo, ha sido convertido en cine de la mano de Todd Haynes, en uno de su mejores obras. 

El californiano Todd Haynes (nacido en 1961) lleva una sólida trayectoria como realizador, iniciada en 1978 con el cortometrajes The Suicide, se ha ido complementando con películas que siempre apostaron por la sutileza y la elegancia narrativa. Destacan Velvet Goldmine (1998), Lejos del cielo (2002), I'm Not There. (2007), la mini-serie de 5 episodios Mildred Pierce (2011) o Carol (2015). Aunque irregulares, verlas supone siempre un placer estético evidente y un trabajo soberbio de actrices de incuestionable carisma como Julianna Moore y Cate Blanchet .




En Wonderstruck maneja de modo magistral el blanco y negro para situarnos a finales de los años veinte (la historia de Rose y Lilliam Mayhew) y el color matizado de los años setenta (la historia de Ben), con la firma inconfundible del director de fotografía Edward Lachman.




La eficiente banda sonora de Carter Burwell (un habitual de los Coen), cede ante el poder de evocación del tema Space Oddity, de David Bowie, o la versión setentera de Deodato de  Así hablaba Zarathustra. Todo está dispuesto para hacernos viajar al Gabinete de las Maravillas. 




La sala de cine vuelve a estar ocupada por la magia de la imagen (todavía más poderosa en blanco y negro), y la película que podía haberse hundido en el magma informe de la sensiblería infantiloide va remontándose hasta dejarnos la agradable sensación de estar contemplando un bello sueño que permite, además, mirar hacia dos décadas muy importantes para las transformaciones y evolución del séptimo arte y remontarnos a la época de los Panoramas, espectáculos precinematográficos que jugaron un papel importante para hacer posible la invención del cine, y que fueron y son muy útiles en los museos, compitiendo durante décadas con el mismo cine, por su popularidad.



El hecho de que Rose sea sordomuda y Ben se quede sordo, en un momento determinado, podría parecer (y quizás lo sea) artificioso, pero termina por dar verosimilitud a una serie de situaciones coincidentes y azarosas que van acompañándonos en paralelo durante este exquisito relato. 

Como ha ocurrido siempre con su pausado y delicado estilo, creará disensiones en cuanto a su valoración. Para mí es uno de sus más sólidos trabajos, repleto de sensibilidad y un gran amor al cine y sus posibilidades para seguir haciéndonos soñar...

Roberto Sánchez 

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

Thi Mai, rumbo a Vietnam (2018)**

Dir: Patricia Ferreira
Int: Carmen Machi, Adriana Ozores, Aitana Sánchez-Gijón, Dani Rovira, Luis Bermejo, 
Eric Nguyen, Alberto Jo Lee, Antonio Gil.

Dirigida por Patricia Ferreira, una realizadora poco habitual en este género, con títulos siempre más cercanos al drama como Sé quién eres (2000), El alquimista 

impaciente (2002), Para que no me olvides (2005) o Els nens salvatges (2012), ahora apuesta por la aparente buena salud de la comedia, con guion de Marta Sánchez, una experta escritora para comedias de situación televisivas. 

Esta película de mujeres, directora, guionista, productora (Mercedes Gamero), y las eficientes Carmen Machi, Adriana Ozores y Aitana Sánchez-Gijón, es una comedia sobre la fuerza de la vida y la necesidad de no resignarse ante las situaciones duras, que en ocasiones nos tientan a vivir una pantomima, escudándonos en la costumbre que como decía Oriana Fallaci (en su libro Un hombre, de 1979) "es la más infame de las enfermedades porque te hace aceptar cualquier desgracia, cualquier dolor, cualquier muerte. Por costumbre se vive junto a personas odiosas, se aprende a llevar cadenas, a padecer injusticias y a sufrir. Se resigna uno al dolor, a la soledad, a todo."





Un matrimonio insatisfactorio, la muerte de la hija, un despido disfrazado de jubilación anticipada..., son las situaciones en las que se encuentran este trío de amigas que emprenderán un viaje al Lejano Oriente para apoyar a una de ellas, que no se resigna a abandonar el proyecto de adopción, concedido por la agencia cuando la solicitante (su hija) acaba de morir y que la convertirían a ella en abuela de una niña vietnamita.




Las peripecias del viaje estrecharán los vínculos de las amigas y les darán motivos para seguir esperando y luchando por una vida plena. Se trata de una comedia española en la que compiten los malentendidos propios de las posiciones de sus protagonistas y las confusiones lingüísticas con el guía vietnamita sobre todo con las frases hechas más o menos tópicas cómo "ser/estar buena", en la misma línea que la exitosa Perdiendo el norte (2015), de Nacho G. Velilla, y su jefe turco de los jóvenes emigrantes españoles.



En definitiva, una comedia capaz de aportar en sus primeros momentos, alguna reflexión inteligente, pero que deriva claramente hacia la comedia facilona y hacia un sentido del humor que sólo pretende entretener y se parece demasiado al que ya se consume de manera habitual en las series de comedia televisiva españolas.

Antonia Bordonada
Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

miércoles, 17 de enero de 2018

Tres anuncios en las afueras (2017)****

Dir: Martin McDonagh
Int: Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Caleb Landry Jones, Lucas Hedges, Peter Dinklage, John Hawkes, Abbie Cornish, Brendan Sexton III, Samara Weaving, Kerry Condon, Nick Searcy, Lawrence Turner, Amanda Warren, Michael Aaron Milligan, William J. Harrison, Sandy Martin, Christopher Berry, Zeljko Ivanek, Alejandro Barrios, Jason Redford, Darrell Britt Gibson, Selah Atwood.


La historia que nos cuenta esta película podría sintetizarse de este modo: Mildred Hayes (Frances McDormand), una mujer de 50 años cuya hija ha sido asesinada, decide iniciar por su cuenta una guerra contra la policía de su pueblo al considerar que no hacen lo suficiente para resolver el caso y hacer justicia.

Así contando, podría pensarse que poco tiene que ofrecer esta producción norteamericana dirigida por este londinense de 48 años y orígenes celtas. Cualquier buen aficionado sabe que si está presente la excelente actriz Frances McDormand, no estamos ante una película vulgar. Las cosas cambian radicalmente si a esto le sumamos que el guionista y director se llama Martin McDonagh, con una carrera incipiente, pero que se inició con la más que recomendable Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008) y la curiosa locura titulada Siete psicópatas (2012).



El universo en el que nos introduce McDonagh en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, título original que nos sitúa en un lugar concreto de Estados Unidos, tiene puntos en común con el recreado por los hermanos Coen en Fargo (largometraje y serie), además de contar con una de sus musas imprescindibles (Frances McDormand) y con dos actores como Woody Harrelson y Sam Rockwell, cuyos personajes (Willoughby, el jefe de policía, y Dixon, el subalterno racista y "border line") también podrían haber encajado en algunas de las tramas ambientadas en lo más profundo de la profunda Norteamérica.





El humor negro (muy negro) de McDonagh va, sin embargo, mucho más allá y es algo más salvaje que el de los Coen, capaces de convertir en sofisticadas las mayores aberraciones del ser humano. McDonagh es más seco y más directo. Quizás no quiera tanto a sus personajes. Su protagonista (Mildred) está dominada por el sentido de la venganza y de la justicia, y alberga un cierto sentimiento de culpabilidad, mezclado con la terrible pérdida de su joven hija,  muerta, quemada y violada, que McDormand es capaz de transmitirnos de modo magistral.





El juego dramático (y físico) que dan los Tres Anuncios está muy bien aprovechado por el guión y la soberbia realización. El retrato de los personajes secundarios es siempre eficiente. Unas pinceladas, en el lugar adecuado, permiten que nos aproximemos a Reb Welby (Caleb Landry Jones), el encargado del alquiler de los anuncios, a James (Peter Dinklage), el enano del pueblo, a Anne (Abbie Cornish), la joven esposa de Willoughby, a la madre de Dixon (Sandy Martin), que explica con sus breves pero potentes intervenciones, la personalidad de este policía paleto y racista; y del mismo modo con casi todo el reparto por corta que sea su intervención.





De vez en cuando, nos llegan anuncios agradables. Otra buena película para iniciar el 2018.


Roberto Sánchez


-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

sábado, 13 de enero de 2018

Loving Vincent (2017)***

Dir: Dorota Kobiela y Hugh Welchman
Int: Douglas Booth, Helen McCrory, Saoirse Ronan, Aidan Turner, Eleanor Tomlinson, Chris O'Dowd, Jerome Flynn, John Sessions, Holly Earl, Robert Gulaczyk, James Greene, Bill Thomas, Martin Herdman,  Josh Burdett, Richard Banks, Shaun Newnham. 


Esta historia escrita por Dorota Kobiela, Hugh Welchman y Jacek Dehnel es una sentida declaración de amor a la figura de Vincent van Gogh (1853-1890). El cine ha sentido una especial predilección por este pintor de vocación tardía y profunda influencia. Hay unas cuantas películas (generalmente muy respetuosas con su arte y vida) y a mi me gustaría destacar, entre ellas, El loco del pelo rojo (Lust 
for Life, 1956), de Vincente Minnelli, Van Gogh (Vincent & Theo, 1990), de Robert Altman, Van Gogh (1991), de Maurice Pialat, y Van Gogh: Painted with Words (2010), de Andrew Hutton. Hay, incluso una serie biográfica (de cuatro episodios), titulada Van Gogh; een huis voor Vincent (2013), dirigida por el holandés Pim van Hoeve, que no he podido ver todavía y unas cuantos trabajos más documentales y de ficción.  

En el caso que nos ocupa, el esfuerzo por hacer una aportación al universo de este pintor ha sido memorable. Cada fotograma es un cuadro pintado sobre óleo, tal y como el propio Vincent lo hubiera pintado. Sus 80 minutos de duración están compuestos por 56.800 fotogramas que han sido pintados, uno a uno, por una gran cantidad de excelentes pintores a lo largo de varios años, todos inspirándose en el estilo y arte magistral de Van Gogh.


Lo más interesante es que el homenaje al color, paisajes y personajes que inmortalizó el pintor holandés, está implícito en esos fondos pintados animados y va surgiendo de modo natural de una trama sencilla que intenta profundizar, como en una investigación policial, los sucesos y encuentros que tuvo el pintor en los días anteriores a su muerte. En realidad, la historia intenta desentrañar con sutileza las motivaciones que llevaron a Vincent van Gogh al suicidio, en un momento en el que su vida parecía haber alcanzado un cierto equilibrio, y empezaba a ser algo reconocido, al menos por otros pintores.  Además, resulta muy atractivo el recurso de "pintar" en blanco y negro todos los flashbacks, todos esos saltos al pasado carecen de los espléndidos colores y texturas al estilo de Van Gogh que sirven para construir paisajes y personajes.



Dorota Kobiela ya había participado en la dirección de The Flying machine (2011), codirigida junto a los ingleses Martin Clapp y Geoff Lindsey, combinando animación e imagen real. Welchman, el  otro responsable, debuta en la dirección, pero está sobradamente acreditado en la producción de más de 20 trabajos de animación, incluidos los que ha dirigido la polaca Dorota Kobiela.



A mi, me despista un poco que esta coproducción entre Polonía y Gran Bretaña, se exprese sólo en inglés (aunque entiendo que por razones de distribución y producción podía ser lo más fácil), y olvide que las únicas lenguas que escucharon y escribieron Vincent van Gogh y su hermano Theo, fueron el neerlandés y el francés. Por cierto, la correspondencia que mantuvieron los dos hermanos ha sido siempre una excelente fuente de información para aproximarse a la psicología de este pintor que desde la pasión y la entrega obsesiva a su oficio fue capaz de modificar nuestra percepción de la realidad y de impregnar de pasión unos lienzos que ni siquiera podía pagarse.



La película es una bella y espléndida reflexión sobre el universo pictórico de Van Gogh y una más que correcta investigación sobre una muerte, una perfecta fusión entre el género negro y la más pura creatividad en el mundo de las imágenes.

Roberto Sánchez

-Aragonia- 

viernes, 12 de enero de 2018

Insidious: La última llave (2018)**

Dir: Adam Robitel
Int: Lin Shaye, Angus Sampson, Leigh Whannell, Josh Stewart, Caitlin Gerard, Bruce Davison, Kirk Acevedo, Javier Botet, Spencer Locke, Tessa Ferrer, Ava Kolker, Marcus Henderson.

Cine de terror malo y con espectadores maleducados 

Vamos a hacer primero algo de historia. James Wan (a la sazón también director de la exitosa y reciente Expediente Warren: el caso Enfield, 2016, y también de Expediente Warren: The Conjuring, 2013) es un especialista en el género que hizo posible que el primer Insidious (2010), tuviese una continuación exitosa en 2013 con Insidious: Cap. 2. Wan, director australiano de ascendencia chino- malaya, es autor también de otra famosa franquicia de terror titulada Saw, desde 2004, fecha de la primera entrega, que protagoniza un maquiavélico psicópata. 

El problema de estas franquicias es que hacen que la historia original vaya perdiendo fuelle y originalidad. Esto es lo que le ha ocurrido a Insidious: La última llave (no creo que sea la última teniendo en cuenta que está recaudando bastante dinero y la de Saw va por la octava 
parte). 


Esta cuarta entrega podría ser perfectamente el capítulo de una serie de televisión (en el fondo pretenden eso, hacer seriales muy rentables), y es sin duda la más floja de todas con diferencia (como amante del género y crítico las he visto todas). Está dirigida por un tal Adam Robitel, joven director con tan sólo un mediometraje y dos más que discretos largos, más otro previsto para estrenar en este 2018.



Insidious: The Last Key, teniendo en cuenta que tiene el metraje estándar de hora y media, se me hizo largo y pesado. La ambientación de casa encantada está conseguida (tampoco eso es tan complicado), pero los sustos son pocos y bastante previsibles, dejando para el final una traca que tampoco es para tanto, pues los efectos visuales y digitales de este tipo de películas están mil veces vistos. 

La historia que nos cuenta La última llave se centra en la infancia de la medium espiritista Elise Reyner interpretada con solvencia por Lin Shaye, y nos narra un drama sobrenatural que afectó a su propia familia (por lo que este filme se sitúa en el inicio y supone una precuela de la saga bastante de relleno). Basado en los personajes y caracteres salidos de la pluma del guionista Leigh Whannell (autor de todos los guiones de esta saga, así como de los primeros Saw), Insidious: La última llave entra dentro de la tradición o subgénero de casas encantadas que, desde los años 60 ha dado obras maestras a este tipo de cine tales como: Suspense (Jack Clayton, 1961), The Haungting (Robert Wise, 1963), La leyenda de la casa del infierno (John Hough, 1973), la fabulosa Al final de la escalera (Peter Medak, 1080); esa obra maestra que es El resplandor (1980, Stanley Kubrick) y, ya más recientemente, la inquietante Los otros (2001) del afamado director español Alejandro Amenábar. A estas alturas, competir con todas estas excelentes obras cinematográficas es una empresa prácticamente insalvable, y uno, que ya ha visto mucho cine (y, en este caso, ha podido disfrutar de todos estos títulos citados más de una vez), un filme como Insidious, en su cuarta entrega, poco a nada le aporta. 



Cine de terror de consumo para adolescentes y jóvenes que, a buen seguro, ignoran la existencia de todas esas grandes obras del pasado, de una calidad muy superior. Además, y para rematar la faena, la mala educación de algunas espectadoras comentando en voz alta la película de principio a fin me hizo de la proyección algo insoportable. Imagínense la sala llena de este tipo de público chillón y adolescente (aunque éstas ya estaban creciditas y eran unas 
auténticas cretinas). 

Lo dicho, cine de terror de usar y tirar totalmente olvidable.

Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-  

jueves, 11 de enero de 2018

El gran showman (2017)**

Dir: Michael Gracey
Int: Hugh Jackman, Michelle Williams, Zac Efron, Zendaya, Rebecca Ferguson, Diahann Carroll, Fredric Lehne, Yahya Abdul-Mateen II, Isaac Eshete, Katrina E. Perkins, John Druzba, Shawn Contois, Ethan Coskay, Jamie Jackson.

Aunque toma de prestado algunos detalles de la biografía de Phineas Taylor Barnum (1810-1891), un empresario circense estadounidense que fundó el "Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus", conocido como "el mayor espectáculo en la tierra", esta película no es otra cosa que un musical que intenta seguir los pasos del Moulin Rouge (2001), de Baz Lurhmann, pero lo único que logra es un rancio ejercicio kitsch.

Cualquier atisbo de profundizar en la biografía de este personaje, con abundantes luces y sombras, y en el mundo del circo, se ha disuelto en un planteamiento que solo busca el entretenimiento facilón. Hay que reconocer que Hugh Jackman es un actor capacitado para el género (lo hizo muy bien en Los miserables, la versión cinematográfica de Tom Hooper, en 2012) y brilla con luz propia en su creación de un fantástico y "disneyano" P. T. Barnum.


Debo confesar que me atreví a verla por que el tráiler ofrecía ciertas referencias que me recordaban a Freaks (1932), de Tod Browning, una obra maestra del cine de terror,ambientada en el mundo del circo. La decepción, en esa línea, ha sido monstruosa. Estamos ante una película que apuesta por el lado más blando y complaciente, adoptando un tono de musical almibarado, que poco a nada se atreve a entrar en el lado oscuro de un espectáculo que apostó por mostrar a los diferentes, por exponerlos al público, y convertirlos en un rentable negocio.



Michael Gracey debuta en la dirección y demuestra no tener ningún tipo de personalidad. Está claro que se ha contado con él por su experiencia previa en los trucajes digitales (en ese campo, sí tiene experiencia) y probablemente para evitar cualquier riesgo en la realización. Por cierto, la simpleza de su puesta en escena está a punto de arruinar algunas secuencias ciertamente espectaculares.

Sólo se la recomiendo a aquellos que sean capaces de desconectar su intelecto, retornar a la inocencia y dejarse llevar por el repertorio de luces y colores concebido entre el buen director de fotografía, el irlandés Seamus McGarvey, y el propio director, que hasta esta película no era otra cosa que un cualificado responsable de efectos visuales. 

De todos modos, anden con cuidado, productos tan edulcorados como este, pueden ser dañinos para la salud por diversas razones. Pueden hacerles olvidar que el mundo real es tremendamente cruel y pueden sufrir una gran decepción, si a alguien se le ocurre rascar algo la superficie de este espectáculo aparetemente inane, al descubrir un mundo obsesionado con la posesión de bienes materiales  y "el todo vale" con tal de lograr el éxito, aunque sea pasando por encima (aprovechándose...) de los más débiles.

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Cervantes, Puerto Venecia, Yelmo- 

lunes, 8 de enero de 2018

Molly´s Game (2017)***

Dir: Aaron Sorkin
Int: Jessica Chastain, Idris Elba, Kevin Costner, Michael Cera, Samantha Isler, Chris O'Dowd, Graham Greene, Jeremy Strong, Bill Camp, Brian d'Arcy James, Claire Rankin, J.C. MacKenzie. 

El punto de partida de esta película son las memorias de Molly Bloom (Jessica Chastain), una esquiadora de talla mundial que llegó a ser millonaria antes de los 21. Tras perderse los Juegos Olímpicos, a causa de un accidente que la imposibilitó para la alta competición, Molly se fue a vivir a Los Ángeles donde incluso trabajó de camarera. Gracias a sus dotes empresariales, la joven acabó ganando millones de dólares con el mundo del póker antes de que el FBI la investigara.

Aaron Sorkin, nacido en 1961 en Nueva York, es uno de los más respetados guionistas y creadores de series de Estados Unidos. Célebre por sus series El ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006) o Newsroom (2012-2014), y por sus guiones para Algunos hombres buenos (de Rob Reiner, 1992), La red social (de David Fincher, 2010), Moneyball: Rompiendo las reglas (de Bennett Miller, 2011), o Steve Jobs (de Danny Boyle, 2015). Casi siempre  historias de personajes sacados de la realidad que navegan  a contracorriente, que oscilan entre el fracaso y el éxito pero que siempre lo arriesgan todo por mantener su integridad y su proyecto o visión personal sobre cómo tiene que ser el su mundo, el mundo...




En el caso de Molly Bloom estamos de nuevo ante un personaje de gran fuerza interior, con un pasado marcado por la oposición al padre, figura decisiva, por otro lado, para entender su planteamiento vital. Por cierto, Kevin Costner es Larry Bloom, el padre de Molly, y una vez más demuestra que su capacidad como actor secundario está en alza. Quizás Sorkin se ha sentido muy cercano a esta mujer, los dos son de origen judío, los dos tienen familias exigentes, los dos tienen éxito y parecen lidiar continuamente contra el desastre, pero sin ceder ni un milímetro en su empuje. Sorkin parte de su libro autobiográfico pero pretende y logra que el personaje se convierta en un símbolo del americano(a) emprendedor(a) y luchador(a) incansable, pero que no está dispuesto a pasar por encima de todo, conservando principios y un cierto grado de ética, aún desarrollando su actividad en un mundo lleno de peligros y tentaciones (dinero abundante, mafia, juego, drogas y política).



Sorkin es un buen escritor, pero se formó como abogado (una cuestión familiar) y pronto se sintió atraido por el teatro. Con esos dos complementos ineludibles (el oficio de la abogacía y la dramaturgia), siempre ha construido sus historias y guiones. Esto es en principio una ventaja cuando las temáticas coinciden, pero por otro lado, siempre ha condicionado sus atractivas historias que directores como Rob reiner, David Fincher o Danny Boyle convirtieron en sugerentes películas. Molly´s Game supone su debut en la dirección, y aunque tengo claro que en su trayectoria ha aprendido mucho de profesionales con los que ha trabajado en estos años muy cerca, todavía se detecta un peso escesivo del dramaturgo y guionista en el desarrollo de sus escenas, más condicionadas por la "palabra" que por la "imagen". 



Hay que decir que para enfrentarse a sus textos (siempre intensos, rápidos y de continua réplica y contraréplica) se necesitan actores muy competentes y que, en este caso, ha encontrado a dos excelentes: Jessica Chastain (Molly) e Idris Elba (el abogado Charly Jaffey), un actor nacido en Londres (sus padres son originarios de Sierra Leona y Ghana), que en los últimos años está trabajando asiduamente en Estados Unidos (series y cine) y casi siempre con éxito. 

Aunque irregular y quizás algo desmedida en su duración, logra mediante la magia del texto (Made in Sorkin) y la brillante interpretación de Jessica Chastain, seducirnos y meternos de lleno en la  apasionante vida de esta super- tahúr profesional, Made in USA.

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia-