jueves, 28 de octubre de 2021

Pleasure (2020)****

Dir: Ninja Thyberg

Int: Sofia Kappel, Kasia Szarek, Casey Calvert, Evelyn Claire, Maja Kin, Ester Uddén, Benjamin Schnau, Jason Toler, Yoshi Nurijumi, Bidisha Larsson, Dan Worthington, Pryde Pierce, Sean Stearley, Parker Stuart, Anthony Elias Contreras, Mana Afshar.



El "back stage" del porno

El titular de este artículo bien podría haber sido también: "No es porno todo lo que reluce". Ser actor o actriz porno... fama, dinero...y que te paguen por practicar sexo con especímenes humanos bellos y morbosos. Un sueño... una fantasía hecha realidad que, a muchos y muchas, se les ha pasado alguna vez por la cabeza o ha fantaseado con ello. Porque el éxito del porno reside precisamente en eso: Crear un mundo de fantasía y de morbo en torno a las relaciones sexuales convirtiéndolas además en un mito estético a alcanzar en las sociedades modernas y libertarias. Una realidad paralela que logra que las relaciones sexuales sean siempre imaginativas y fantásticas, morbosas y perfectas. Un mundo ideal. 



En Pleasure, Jessica, una chica nórdica de 19 años se pone el mundo por montera, abandona su pueblo natal en Suecia, coge su coche y se planta en Los Ángeles, la meca del porno de Estados Unidos, con el objetivo de convertirse en una estrella del porno mundial con el nombre artístico de "Bella Cherry". Condiciones no le faltan. Es joven, bella, atrevida y tiene un cuerpo perfecto. Además tiene una fuerza de voluntad a prueba de bomba, es valiente, aguerrida, y tiene la cabeza bien amueblada. 

Lo que en un principio parecía un camino de rosas, sin embargo, se va sembrando de espinas conforme se adentra en un mundillo repleto de ambición, tipos poco recomendables, compañeras competitivas que van exclusivamente a lo suyo y prácticas sexuales cada vez más complicadas, exigentes y degradantes. 


A medio camino entre el documental y el drama humano y con un aire de "road movie", Pleasure es un 
filme valiente, original y diferente, con una extraordinaria interpretación de su actriz protagonista, la joven Soffia Kapel, y dirigido también por una mujer, la sueca Ninja Thyberg, que en el año 2013, dirigió su primer corto de idéntico título y premisa argumental, y que ahora ha convertido en un largometraje más que estimable. 


Seleccionada en el Festival de cine independiente de Sundance para la sección oficial, y galardonada 
con el premio FIPRESCI en el festival de Cine de Göteborg (Suecia), Pleasure es una más que notable ópera prima, una ensayo expositivo que, próximo al documental, exhibe una pátina naturalista, exenta de prejuicios, juicios morales o posiciones a favor y en contra de lo que se narra, un ejercicio difícil y que resulta muy equilibrado por parte de la cineasta y directora Ninja Thyberg. Otro filme no apto para todos los paladares fílmicos pero muy interesante e ilustrativo de un mundillo mitificado que esconde en sus cloacas multitud de manipulaciones y artificios.

GONZALO J. GONZALVO 

martes, 26 de octubre de 2021

Titane (2021)***

 Dir: Julia Ducournau

Int: Agathe Rousselle, Vincent Lindon, Garance Marillier, Myriem Akeddiou, Dominique Frot, Nathalie Boyer, Théo Hellermann, Anaïs Fabre, Mehdi Rahim-Silvioli, Lamine Cissokho, Céline Carrère, Mara Cisse.


La mujer y la máquina: el eterno femenino.

En 2011, con su primer cortometraje Junior, Julia Ducournau ya apuntaba maneras e introducía personajes ambiguos y andróginos para componer una truculenta historia que le valió su primera mención en el importante festival de Cannes. Nacida en París en los ochenta, esta directora y guionista, iconoclasta y provocadora dio la campanada, de nuevo en Cannes, en 2016, con su primer largometraje Crudo, filme que le valió, además del premio de la crítica en dicho festival, tres premios más en el prestigioso festival de Sitges de cine fantástico, amén de seis nominaciones a los premios César del cine galo y diversos galardones más en Europa y EEUU. 


Galopando ya a lomos del caballo de la fama y el éxito, la Ducournau, convertida en nueva “fille terrible” 
del cine del siglo XXI, no podía defraudar a su legión de seguidores/as con su nuevo y esperado trabajo. Y me refiero (en cuanto a no defraudar), a que tenía que entregar un filme aún más "gore", epatante, provocador, "destroyer" e incómodo para el espectador medio. Y... que duda cabe... Titane no se queda corto en ninguno de esos parámetros... más bien, muy al contrario, se pasa de frenada en más de una curva.


Julia Ducournau (Julie, seguramente, le parecería demasiado cursi) no cabe duda de que es una cineasta 
imaginativa e inteligente, y que ha devorado, pese a no alcanzar aún los cuarenta, mucho cine, especialmente del género fantástico. Los que somos perros cinéfilos aún más viejos, y que también hemos devorado cine desde que teníamos dientes de leche, nos damos cuenta que, como ocurre siempre respecto a lo “aparentemente nuevo y original”, que no es oro todo lo que reluce, o, más bien, parafraseando al Eclesiastés, “No hay nada nuevo bajo el sol” ("Nihil novum sub sole"). 

A este respecto, voy a referirme a dos claras referencias de las cuales la cineasta francesa se vale para construir este Titane. Por orden cronológico, la primera de ellas sería el filme oriental Tetsuo: el hombre de hierro (Shinya Tsukamoto, 1989) y su saga, extraño filme del fantástico nipón, con numerosas coincidencias temáticas. La segunda, y más reconocible, es Crash (David Cronenberg, 1996), una película que ya trataba la atracción entre máquina y humano y la parafilia por el excitante metal que ello conllevaba. Con estos mimbres, más una estética y colorido peculiares, fruto del trabajo de fotografía de Ruben Impens y un peculiar montaje a cargo de Jean-Christophe Bouzy, Ducournau construye una extraña fábula en la que el afecto y el amor consiguen la redención final del personaje malvado. Un malvado que, en este caso, es “Bella y Bestia” al mismo tiempo. Una máquina mortal de naturaleza femenina. Respecto a esta cuestión, no se puede olvidar también un guiño, aunque lejano, a la María de la futurista Metrópolis (1927) de Fritz Lang.


Titane, flamante y reciente Palma de Oro del último festival de Cannes 2021, es pues una película 
extraña, no apta para todos los paladares, ni todos los públicos. Quien decida ir a verla ha de tener en cuenta de que va a tener que soportar algunas escenas que ponen al espectador al límite de lo digerible, pues estamos ante un filme que juega, entre sus bazas fundamentales, precisamente con eso, con la incomodidad y estupefacción del espectador. Con una base de thriller con “asesino en serie”, Titane se mueve con soltura entre el "gore" más descarnado, el surrealismo posmoderno y el drama humano. Con un poco más de contención, sutileza y un menor regodeo en lo "bizarre", Ducornau podría haber logrado un filme aún mejor, pero ese no es precisamente su estilo. 

Un filme tan inclasificable como su directora: Julia Ducornau. Recuerden bien este nombre porque, sin duda, con tan solo dos largometrajes, ha conseguido dinamitar las salas y los festivales de cine. ¿Quién sabe que nos estará preparando ya la nueva “fille terrible” del cine francés?

GONZALO J. GONZALVO

lunes, 25 de octubre de 2021

Las leyes de la frontera (2021)****

 Dir: Daniel Monzón

Int: Marcos Ruiz, Begoña Vargas, Chechu Salgado, Pep Tosar, Daniel Ibañez, Guillermo Lasheras, Jorge Aparicio, Carlos Oviedo, Cintia García, Xavier Martín, Víctor Manuel Pajares, Diego Molina Garau.

Vivir...deprisa...deprisa... 

No podría comenzar este artículo sin citar algunos de los referentes con los que Daniel Monzón ha construido una excelente película que revitaliza el llamado “cine quinqui” de finales de los 70 y principios de los años 80, época convulsa que, precisamente, este escritor vivió en plena adolescencia marcada por un lenguaje y una estética propios. Aquellos salones recreativos que llamábamos "futbolines", los coches de entonces, tan duros como los pandilleros que se hacían con ellos haciéndoles “el puente” para dar sus “palos”, las cazadoras de piloto...Los pantalones acampanados...las gafas... Entonces, las calles de las grandes ciudades era tan duras como el asfalto... y los que vivían en los extrarradios tenían que ser así para intentar sobrevivir. Sus leyes no eran las que regían para la mayoría... porque ellos estaban al otro lado de la frontera que les separaba de las clases medias y altas... 


De ahí lo acertado del título, tanto de la notable novela de Javier Cercas como de esta estupenda adaptación 
que ha realizado el cineasta Daniel Monzón. En este contexto, nos encontramos con una serie de personajes entre los que destacan Nacho, Tere y “El Zarco". Viajamos en el tiempo y nos vamos al verano de 1978. Ignacio Cañas (interpretado por Marcos Ruiz) es un estudiante de diecisiete años, tímido e introvertido, que vive en Gerona. Al conocer al “Zarco” (Chechu Salgado) y a Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, se ve inmerso en una imparable carrera de robos y atracos que va “in crescendo” en potencia y peligrosidad, lo que le lleva a cruzar la difusa línea que separa el bien y el mal. 



Con esta premisa, base de toda buena novela o película de género negro, Daniel Monzón, con guion propio, en colaboración con el novelista Cercas y con Jorge Guerricaechevarría (un especialista en el género, autor de guiones como Perdita Durango, 800 balas, Celda 211 o Cien años de perdón), ha construido un filme sólido, trepidante, que recuerda a lo mejor de ese subgénero tan exitoso, décadas atrás denominado “cine quinqui”, y que dio obras tan notables como la maravillosa Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1981), que se llevó ese año el Oso de oro de Berlín. Otras referencias importantes serían: Perros callejeros (José  Antonio de la Loma, 1977), Yo, "El Vaquilla” (Antonio de la Loma, 1985), El pico (1983) o La estanquera de Vallecas (1987), estas dos últimas de un más que reivindicable (y un tanto olvidado) Eloy de la Iglesia . 


Con el final de los años ochenta y la llegada de los 90, este subgénero quedó caduco y obsoleto, la sociedad 
estaba cambiando y avanzando demasiado rápido, y los viejos quinquis se convirtieron en dinosaurios encarcelados o en víctimas de la heroína y el sida. 

Con una ambientación excelente, que te transporta directamente a finales de los 70, apoyada en un montaje ágil y vibrante, una buena fotografía de Carlos Gusi y una cañera banda sonora de Derby Motoretas y Burrito Kachimba, que reconstruyen el sonido de la época (el de Los Chunguitos, por ejemplo), Las leyes de la frontera supone una revisión con una calidad más que notable de un subgénero que, muchos de los que hoy día pasamos de los cincuenta, contemplamos con nostalgia, pues nos retrotrae a esa adolescencia irrecuperable, a los paraísos perdidos, a la libertad y la obscena juventud de los 14 a los 18 años. 


Destacar, como no, un reparto muy bien elegido, con actores y actrices no demasiado conocidos pero a los 
que se les ve buen oficio, destacando Begoña Vargas (Tere), Marcos Ruiz, el inefable “Gafitas”, y Chechu Salgado, el peligroso e indómito “Zarco”. El resto de secundarios también da la talla. 

Las leyes de la frontera es un filme adrenalítico, de género, pero estamos ante un "cine con mayúsculas" de Daniel Monzón, un cineasta curtido y con oficio, que nos devuelve a un tipo de películas de puro entretenimiento pero que eran, además, un fiel retrato social y vital de su momento. Un cine que, por desgracia, ha desaparecido casi por completo . Por eso, fogonazos como el que Monzón nos ofrece en Las leyes de la frontera bien merecen el regreso a las salas de cine y a volver a disfrutar del cine en la pantalla grande. 

El cine quinqui ha vuelto... abróchense los cinturones y cuidado...que vienen curvas... y balas.

GONZALO J. GONZALVO

sábado, 23 de octubre de 2021

Maixabel (2021)***

 Dir: Icíar Bollaín

Int: Blanca Portillo, Luis Tosar, Urko Olazabal, María Cerezuela, Arantxa Aranguren, Mikel Bustamante, Bruno Sevilla, Jone Laspiur, David Blanka.



El guion de Maixabel es de Icíar Bollaín e Isa Campo, colaboradora habitual de Isaki Lacuesta y se inspira en la historia real de Maixabel Lasa, que perdió en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre fría con la vida de quien había sido su compañero desde los dieciséis años.


El personaje de Maixabel ha sido incorporado, con la habitual sobriedad y eficiencia, por Blanca Portillo y el de Ibon 
Etxezarreta, uno de los "ex-etarras", por Luis Tosar que también cumple de modo excelente al recrear a un ser humano capaz de asesinar y de transitar con entereza su camino hacia el arrepentimiento.


Creo que toda la polémica creada por la película es muy artificiosa, o en todo caso, responde a la poca o nula madurez 
democrática de nuestra sociedad que parece derivar cada vez más hacia la sinrazón y el esperpento. Curiosamente, el mayor problema de la película de Icíar Bollaín, tiene que ver con su estilo que pasa por una cierta blandura, por la constante búsqueda de un equilibrio extremo en los aspectos formales e igualmente en los temáticos por complejos que fueran. O lo que es lo mismo, por su falta de riesgo que, por otro lado, le ha dado casi siempre buenos resultados como en Flores de otro mundo (1999), Te doy mis ojos (2003), Mataharis (2007) o El olivo (2016). 

Esta historia, una vez más se encamina en busca del equilibrio y de la paz, pero olvida que hay muchas heridas que cerrar y que se remontan a un pasado traumático no resuelto que es negado, precisamente, por muchos de los herederos políticos de un sistema político (el franquismo) regido por asesinos (no encuentro otra manera de definirlos). Las cifras, oportunamente borradas del recuerdo, son imprecisas y seguramente se quedan cortas, pero su mera cita resulta escalofriante: 30.000 desaparecidos entre los 150.000 muertos por causas políticas, medio millón de internos en campos de concentración, miles de prisioneros de guerra y presos políticos empleados como mano de obra forzosa para trabajos de reconstrucción y obras públicas, decenas de miles de personas empujadas al exilio y 300.000 encarcelado. Es fácil pensar que unos sucesos de tal magnitud no terminaran por potenciar reacciones igualmente condenables como el terrorismo de ETA. Es evidente que la cuestión nacionalista, los comportamientos mafiosos de la banda y su violencia asesina son condenables, pero sólo desde la reflexión y la oportuna contextualización pueden entenderse los extremos y las reacciones que provocan.


Y es, precisamente, en la exposición del problema de la inserción de los antiguos terrorista (a pesar del excesivo "buenismo") donde triunfa la película de Icíar Bollaín, que ciertamente siempre se ha acercado a temas que albergan cierta complejidad. Además, ¿Quién ha dicho que el cine no pueda proponernos temas políticos y sociales? Yo me atrevería a decir que una cinematografía que no sea capaz de tratar todas y cada una de las cuestiones sociales y políticas que nos han afectado y nos afectan, no existe, o es otra cosa que seguramente se parece más a un producto audiovisual de usar y tirar que poco o nada que ver con la creación artística y que fundamentalmente está pensado para inutilizar y "atontar" el criterio de sus consumidores.

Roberto Sánchez


El buen patrón (2021)****

 Dir: Fernando León de Aranoa

Int: Javier Bardem, Manolo Solo, Almudena Amor, Óscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Tarik Rmili, Rafa Castejón, Celso Bugallo, Yaël Belicha, Martín Páez, Daniel Chamorro, María de Nati, Mara Guil, Pilar Matas.


Fernando León de Aranoa (nacido en 1968) se está convirtiendo en uno de los mejores cineastas españoles. Viene 
destacando su buen hacer como guionista, quizás uno de los oficios cinematográficos más necesitado de talento y originalidad que al madrileño no le faltan. Así lo demuestran trabajos como Familia (1996), Barrio (1998), Los lunes al sol (2002) o Un día perfecto (2015). Una de sus constantes temáticas es el análisis de la situación social y un cierto sentido crítico. El buen patrón, tiene, además, un sentido del humor bastante ácido y es complicado encariñarse con sus personajes que resultan, casi siempre, despreciables y, en general, suponen un retrato duro del mundo empresarial, pero que no olvida mostrarnos las miserias de los trabajadores, avocados en la mayoría de los casos a funcionar con la misma falta de solidaridad que sus patrones y reproduciendo, a diferente escala, estructuras mafiosas. 


Julio Blanco (Javier Bardem), el carismático propietario de una empresa que fabrica balanzas industriales en una 
ciudad española de provincias, espera la inminente visita de una comisión que decidirá la obtención de un premio local a la excelencia empresarial. Todo tiene que estar perfecto para la visita. Sin embargo, todo parece conspirar contra él. Trabajando a contrarreloj, Blanco intenta resolver los problemas de sus empleados, cruzando para ello todas las líneas imaginables, y dando lugar a una inesperada y explosiva sucesión de acontecimientos de imprevisibles consecuencias.


La elección del reparto era fundamental para lograr construir a personajes verosímiles, con sus equivalentes en 
una realidad que todos conocemos, por desgracia. Es fácil encontrarlos en casi todos los ámbitos profesionales. Brillan los trabajos de su habitual Javier Bardem, pero también el de Manolo Solo, uno de los mejores secundarios del cine español actual y la debutante Almudena Amor (a la que también veremos en La abuela, de Paco Plaza) cuya inquietante belleza será una parte fundamental de esa sucesión de acontecimientos que, es posible, no fueran tan imprevisibles.


Hay películas que convencen por sus pequeños detalles, por una mirada, por un gesto... Aranoa, es "el buen 
guionista" que sabe situarlos en los mejores momentos de la trama. La complicidad con sus actores es fundamental y quizás todavía no sea el mejor director (por aquello de que su "puesta en escena" es algo plana, y poco expresiva) pero el resultado es espléndido. ¡Ah!, su escena final (compartida por Bardem y Celso Bugallo) no tiene desperdicio. Ya me contarán, qué les sugiere...


Roberto Sánchez