sábado, 23 de octubre de 2021

Maixabel (2021)***

 Dir: Icíar Bollaín

Int: Blanca Portillo, Luis Tosar, Urko Olazabal, María Cerezuela, Arantxa Aranguren, Mikel Bustamante, Bruno Sevilla, Jone Laspiur, David Blanka.



El guion de Maixabel es de Icíar Bollaín e Isa Campo, colaboradora habitual de Isaki Lacuesta y se inspira en la historia real de Maixabel Lasa, que perdió en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre fría con la vida de quien había sido su compañero desde los dieciséis años.


El personaje de Maixabel ha sido incorporado, con la habitual sobriedad y eficiencia, por Blanca Portillo y el de Ibon 
Etxezarreta, uno de los "ex-etarras", por Luis Tosar que también cumple de modo excelente al recrear a un ser humano capaz de asesinar y de transitar con entereza su camino hacia el arrepentimiento.


Creo que toda la polémica creada por la película es muy artificiosa, o en todo caso, responde a la poca o nula madurez 
democrática de nuestra sociedad que parece derivar cada vez más hacia la sinrazón y el esperpento. Curiosamente, el mayor problema de la película de Icíar Bollaín, tiene que ver con su estilo que pasa por una cierta blandura, por la constante búsqueda de un equilibrio extremo en los aspectos formales e igualmente en los temáticos por complejos que fueran. O lo que es lo mismo, por su falta de riesgo que, por otro lado, le ha dado casi siempre buenos resultados como en Flores de otro mundo (1999), Te doy mis ojos (2003), Mataharis (2007) o El olivo (2016). 

Esta historia, una vez más se encamina en busca del equilibrio y de la paz, pero olvida que hay muchas heridas que cerrar y que se remontan a un pasado traumático no resuelto que es negado, precisamente, por muchos de los herederos políticos de un sistema político (el franquismo) regido por asesinos (no encuentro otra manera de definirlos). Las cifras, oportunamente borradas del recuerdo, son imprecisas y seguramente se quedan cortas, pero su mera cita resulta escalofriante: 30.000 desaparecidos entre los 150.000 muertos por causas políticas, medio millón de internos en campos de concentración, miles de prisioneros de guerra y presos políticos empleados como mano de obra forzosa para trabajos de reconstrucción y obras públicas, decenas de miles de personas empujadas al exilio y 300.000 encarcelado. Es fácil pensar que unos sucesos de tal magnitud no terminaran por potenciar reacciones igualmente condenables como el terrorismo de ETA. Es evidente que la cuestión nacionalista, los comportamientos mafiosos de la banda y su violencia asesina son condenables, pero sólo desde la reflexión y la oportuna contextualización pueden entenderse los extremos y las reacciones que provocan.


Y es, precisamente, en la exposición del problema de la inserción de los antiguos terrorista (a pesar del excesivo "buenismo") donde triunfa la película de Icíar Bollaín, que ciertamente siempre se ha acercado a temas que albergan cierta complejidad. Además, ¿Quién ha dicho que el cine no pueda proponernos temas políticos y sociales? Yo me atrevería a decir que una cinematografía que no sea capaz de tratar todas y cada una de las cuestiones sociales y políticas que nos han afectado y nos afectan, no existe, o es otra cosa que seguramente se parece más a un producto audiovisual de usar y tirar que poco o nada que ver con la creación artística y que fundamentalmente está pensado para inutilizar y "atontar" el criterio de sus consumidores.

Roberto Sánchez


No hay comentarios: