viernes, 27 de abril de 2018

Thelma (2017)**

Dir: Joachim Trier
Int: Eili Harboe, Kaya Wilkins, Ellen Dorrit Petersen, Henrik Rafaelsen, Anders Mossling, Grethe Eltervåg, Vanessa Borgli.

Thelma (interpretada con brillantez por Eili Harboe) no es una chica normal. Desesperada, le pregunta insistentemente a Dios por qué la ha hecho así. Sus padres tampoco son de gran ayuda, sino dos personas misteriosas que se muestran tranquilas ante los poderes que muestra su hija, que, cada vez que siente algo, causa desastres. Cuando Thelma inicie una relación con una compañera, las emociones propias del amor harán estragos. 

Al final, esta historia escrita por Eskil Vogt y Joachim Trier se parece demasiado a algunos clásicos del terror (con adolescentes o jóvenes) como Carrie, una novela de Stephen King, llevada al cine por Brian De Palma en 1976 y que tuvo su remake en 2013 a cargo de Kimberly Peirce. 

De los noruegos Eskil Vogt y Joachim Trier yo ya había visto su interesante, aunque irregular, El amor es más fuerte que las bombas (2015). Confieso que su modo de trabajar las historias, desde una cierta frialdad a la que no le falta complejidad psicológica, me atraía. Que se aplicara a una historia que como ya he dicho le debe bastante a Carrie, aunque añadiéndole notas lésbicas e integrismo nórdico-luterano, también aportaba, a priori, elementos morbosos, muy queridos por el género.



En ocasiones, la frialdad nórdica viene bien para contar una historia marcada por el tremendismo y la fantasía, pero no vayan a pensar que estamos ante otro Benjamin Christensen (aquel danés que nos dio en 1922 la magistral Häxan). Joachim Trier es un cineasta interesante pero no logrará trascender con esta película que tuvo cierta aceptación en el último Festival de Sitges, pero que ha tenido una mínima repercusión entre el público y críticas muy variadas que van del entusiasmo a la indiferencia.



En definitiva, un drama de corte fantástico para pasar el rato, pero nunca tan trascendente como pretenden sus creadores al dotarlo de una parsimonia y engolamiento quizás excesivos para una historia que además no resulta tan novedosa ni sorprendente.

Roberto Sánchez

-Pudo verse en Aragonia-

El aviso (2018)**

Dir: Daniel Calparsoro
Int: Raúl Arévalo, Aura Garrido, Sergio Mur, Belén Cuesta, Luis Callejo, Aitor Luna, Julieta Serrano, Antonio Dechent, Juan López-Tagle, Hugo Arbués, Antonio Durán, Alfredo Villa, Patricia Vico, Javier Perdiguero, Jon Bermúdez, Mateo Jalón, Ignacio Herráez, Víctor Castillo.

Nico (Hugo Arbués), un niño de diez años, recibe una carta con una amenaza de muerte, pero nadie en su entorno parece creerle. Jon (Raúl Arévalo), un joven obsesionado con los números, investiga una serie de muertes ocurridas a lo largo de los años en el mismo lugar y que parecen tener un patrón en común. Descifrar esta secuencia quizá sea lo único que podrá salvar a Nico. El guion de esta película, firmado por Chris Sparling, Jorge Guerricaechevarría y Patxi Amezcua, adapta una novela editada en 2011, del joven y exitoso escritor español Paul Pen (nacido en Madrid en 1979).


Daniel Calparsoro, que tenía reciente el éxito de Cien años de perdón (2016), con guion de Jorge Guerricaechevarría (habitual colaborador de Álex de la Iglesia), quería volver al thriller policíaco, añadiéndole ahora algunas gotas de misterio. Aunque la construcción de la trama es solvente y el trabajo de actores convincente, no logra superar la endeblez de una historia que se apoya demasiado en lo inexplicable como solución a los sugerentes enigmas que plantea en su inicio.

Roberto Sánchez

-Ya no está en cartelera de Zaragoza

jueves, 26 de abril de 2018

Un lugar tranquilo (2018)***

Dir:John Krasinski
Int: Emily Blunt, John Krasinski, Millicent Simmonds, Noah Jupe, Cade Woodward, Leon Russom, Doris McCarthy.

Cuando el silencio es más terrorífico que los gritos.
     
Últimamente, el cine de terror estaba bastante pocho, con segundas y terceras partes y flojos remakes que intentaban aprovechar la nostalgia de los aficionados (como en el caso del Amityville: El despertar , de  Franck Khalfoun, en 2017).

Afortunadamente, de vez en cuando aparecen propuestas inteligentes y más originales que suponen un soplo de aire fresco dentro del género como ocurrió no hace mucho tiempo con la estupenda No respires (Don't Breathe, de Fede Álvarez, en 2016). 

En esta ocasión, Un lugar tranquilo (traducción literal del título original), con guión de Scott Beck, Bryan Woods y John Krasinski, ya nos remite directamente a un juego de intenciones que, tratándose del género de terror, no podía ser sino de doble sentido. 




El director de esta propuesta, John Krasisnki, realiza con éste su tercer largometraje tras Los Hollar (2016), un drama con toques de comedia negra. Actor de largo recorrido en la televisión norteamericana, se ha estrenado en el género de terror con una propuesta que da una vuelta de tuerca a algo fundamental en el género: el sonido y los ruidos. En este “lugar tranquilo”, la tensa calma y el forzado silencio con el que se ven obligados a vivir los protagonistas, sumerge al espectador en una desazón y mal rollo que te mantiene en vilo desde el principio hasta el final, aprovechando a tope un metraje más que suficiente (hora y media) que resulta perfecto para el tempo de la terrorífica historia que se nos narra.




La trama es sencilla, una familia adorable con tres hijos  vive en una casa en medio de un bosque, pero pronto descubriremos que su vida se aleja mucho de ese ideal de paz y felicidad que correspondería a ese arquetipo familiar norteamericano. Con una mezcla de géneros, a caballo entre el terror y la ciencia ficción, Un lugar tranquilo contiene múltiples referencias, en especial al cine de M. Night Shyamalan, en títulos como El bosque (2004) o Señales (2002), aunque también hay guiños a El incidente (2010), del mismo director hindú. Hay también en el diseño de las “criaturas” un guiño al Alien (1979), de Ridley Scott, y a otros extraterrestres poco amables, como los que se pudieron ver en Independence Day (de Roland Emmerich, en 1996) o en Life (de Daniel Espinosa, en 2017) que recordaba bastante al Alien  original, casi un inconfeso remake, que no me dejó mucha huella.




Un lugar tranquilo usa el silencio como resorte, como si fuesen los clásicos de chirridos de puertas, gritos y ruidos de tormentas en los filmes clásicos, recurso al que el espectador actual no está tan acostumbrado y que, por tanto, resulta igual o más efectivo a la hora de crear inquietud y desasosiego en el espectador. En cuanto al reparto, Emily Blunt está francamente bien, al igual que los niños Noah Jupe y Millicent Simmonds. El propio Krasisnki hace de pareja de Blunt y padre protector con solvencia. Las interpretaciones están por encima de la media en un filme de este género, que últimamente, como dije al principio, está bastante flojo. La buena fotografía, de Charlotte Bruus Christensen, combinada con golpes de efecto que surgen cuando es preciso pero sin abusar, se combina con una buena partitura de Marco Beltrami para componer un ambiente tan natural como desasosegante y que se aleja con acierto de los ya muy vistos escenarios urbanos post apocalípticos. Así que, ármense  de valor, déjense atrapar por el terrorífico silencio de Un lugar tranquilo y agárrense bien a la butaca, porque darán más de un respingo sobre la misma.

Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

martes, 24 de abril de 2018

Tomb Raider (2018)**

Dir: Roar Uthaug
Int: Alicia Vikander, Daniel Wu, Dominic West, Walton Goggins, Kristin Scott Thomas, Alexandre Willaume, Adrian Collins, Hannah John-Kamen, Nick Frost.

Lara Croft renueva su imagen. El personaje diseñado por Toby Gard, que incorporó en el cine Angelina Jolie en 2001 y 2003, ahora es interpretada por Alicia Vikander, una joven actriz sueca muy de moda gracias a trabajos como Ex_Machina (2014), de Alex Garland, o La chica danesa (2015), de Tom Hooper. 

Lara Croft es la independiente hija de un excéntrico aventurero que desapareció cuando ella era apenas una adolescente, ahora se ha convertido en una joven de 21 años sin ningún propósito en la vida. Se abre paso por las caóticas calles del East London, el barrio de moda, como mensajera en bicicleta, un trabajo que apenas le da para pagar el alquiler. Decidida a forjar su propio camino, se niega a tomar las riendas del imperio empresarial de su padre, con la misma firmeza que se niega a reconocer que él se ha ido para siempre. Un día Lara decide dejar atrás todo e ir en busca del último paradero conocido de su padre: una legendaria tumba en una isla mítica que podría estar en algún lugar de la costa de Japón...



Qué quieren que les diga, la nueva Lara Croft parece más humana e inexperta (por algo el film intenta explicar los orígenes del personaje), pero Alicia Vikander todavía está lejos de dotarla de una personalidad impactante y poderosa, algo que sí logró Angelina Jolie, superando la mediocridad de los dos vehículos que protagonizó, Lara Croft: Tomb Raider (2001), de Simon West, o Lara Croft Tomb Raider: La cuna de la vida (2003), de Jan de Bont, que intentaban convertir en producto cinematográfico lo que originalmente sólo era un videojuego que, a su vez, le debía mucho al personaje de Indiana Jones, sólo que convirtiendo en mujer al arquologo/aventurero de la saga inventada por Spielberg, Lawrence Kasdan, George Lucas y Philip Kaufman. 



El nuevo equipo de guionistas de origen británico  formado por Geneva Robertson-Dworet, Alastair Siddons y Evan Daugherty, junto al realizador noruego Roar Uthaug, intentan reinventar al personaje, pero las cartas para este nuevo juego ya están marcadas desde hace mucho tiempo. Por mucho que hayan intentado crear una nueva Lara Croft/Alicia Vikander, cuando empieza la aventura, volvemos al escenario virtualizado de los juegos, a una mínima verosimilitud y a la superficialidad.



Cumple esta película con la misión de construirle un pasado a un personaje cuya única historia está ligeramente sugerida en dos largometrajes anteriores y que importa muy poco (o nada) a los que ya la conocían como personaje principal del videojuego Tomb Raider, creado en 1996 y con sucesivas entregas en los últimos años. Los que primero la adaptaron (Simon West y el equipo formado por Sara B. Cooper, Mike Werb, Michael Colleary, Patrick Massett y John Zinman), marcaron unas pautas que se han seguido en la nueva reinvención del personaje.
Las casi dos horas, tienen un prólogo en el que Roar Uthaug, el director noruego, ha intentado aportar alguna novedad, convirtiendo a Lara Croft, en una joven mortal de carne y hueso, pero cuando "se inician las pantallas", cuando arranca la misión, Croft/Vikander, se vuelve a ser una combinación de digitos indestructibles, ya que siempre puede vovlverse a comenzar el juego...

Parece que el cine quiere aprovecharse de nuevo de Lara Croft,  esta Indiana Jones metamorfoseada en avezada e indestructible ladrona de tumbas...

Roberto Sánchez

-Aragonia,C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

Ready Player One (2018)***

Dir: Steven Spielberg
Int: Tye Sheridan, Olivia Cooke, Ben Mendelsohn, Mark Rylance, Simon Pegg, T.J. Miller, Hannah John-Kamen,  Win Morisaki, Philip Zhao, Julia Nickson, Kae Alexander, Lena Waithe, Ralph Ineson, David Barrera, Michael Wildman, Lynne Wilmot, Carter Hastings, Daniel Eghan.

Estamos en 2045. Wade Watts (Tye Sheridan) es un adolescente al que le gusta evadirse del cada vez más sombrío mundo real a través de una popular utopía virtual a escala global llamada "Oasis". Un día, su excéntrico y multimillonario creador muere, pero antes ofrece su fortuna y el destino de su empresa al ganador de una elaborada búsqueda del tesoro a través de los rincones más inhóspitos de su creación. Será el punto de partida para que Wade se enfrente a jugadores, poderosos enemigos corporativos y otros competidores despiadados, dispuestos a hacer lo que sea, tanto dentro de "Oasis" como del mundo real, para poder hacerse con el premio.


Ernest Cline, es el escritor responsable de la novela de la que parte la historia de esta película y Zak Penn, guionista en X-Men 2 (2003), de Bryan Singer, El increíble Hulk (2008), de Louis Leterrier, o Los Vengadores (2012), de Joss Whedon, son los que han elaborado el guion para esta  nueva aventura de Steven Spielberg que llevaba unas cuantas películas "sin tocar la pasta" y ha debido pensar que tenía el mismo derecho que otros a llevarse los cuartos. Después de dar con la historia de Ernest Cline, ha puesto a trabajar la maquinaria de Amblin, ha reunido unos cuantos actores poco conocidos para incorporar a sus jóvenes protagonistas y ha facturado un film-resumen de lo que han sido, desde los años ochenta, los universos escapistas de media humanidad. El público que ahora tiene en torno a la cuarentena, que ha crecido con las películas de Spielberg, casi como referente único, entrará de lleno en el juego que plantea con su habitual virtuosismo. 



Es difícil aburrirse (no imposible) en una película de Spielberg. Todos los parámetros, la edición de Sarah Broshar y Michael Kahn, la música de Alan Silvestri (ha sustituido aquí, con brillantez, al veterano John Williams), la fotografía del maestro polaco Janusz Kaminski, los numerosos y eficaces miembros de los equipos para efectos especiales (incluidos los digitales), dirección artística, vestuario y maquillaje, y, por supuesto los intérpretes, siguen al pie de la letra, la partitura y las instrucciones del siempre espabilado Steven...



Yo hecho en falta (y mucho) una visión más crítica de esa sociedad que sólo parece vivir en la 
virtualidad y en la evasión que les proporciona "Oasis", que tan sólo es apuntada en los primeros momentos del film y que se diluye por completo al ajustarse a las "medidas" de lo que no deja de ser otro videojuego (aspira a que aparezcan "todos" y añade además múltiples referencias fílmicas) adaptado al cine. 



Me cuesta aceptar el entusiasmo fanático de algunos en relación a este film casi vacío de contenidos, y repleto de fuegos artificiales y universos virtuales (era inevitable, claro), pero reconozco la solvencia de Steven Spielberg al plantear el film, justo en estos momentos. 

Para mi es una obra menor, de un gran maestro que parece avisarnos de que no se quedará atrás inventando y proponiendo esos nuevos ¿paraísos? del ocio que amenazan con terminar con el mundo analógico tal y como lo conocemos... 

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-


sábado, 21 de abril de 2018

La muerte de Stalin (2017)***

Dir: Armando Iannucci
Int: Steve Buscemi, Olga Kurylenko, Andrea Riseborough, Jason Isaacs, Paddy Considine, Jeffrey Tambor, Michael Palin, Rupert Friend, Simon Russell Beale, Paul Whitehouse, Dermot Crowley.

La noche del 2 de marzo de 1953 murió Josef Stalin (interpretado, con una cierta brevedad por exigencias del guion, por Adrian McLoughlin), dictador, tirano, carnicero y Secretario General de la URSS. Lo que significa que se iniciaba una cruenta lucha por el poder y el control del Soviet Supremo. Los más próximos al tirano, sabían que si jugaban bien tus cartas, el puesto podía ser suyo.

El guion está firmado por Armando Iannucci, David Schneider y Ian Martin, se aprovecha del guion original de Fabien Nury para la novela gráfica del mismo título, obra de los franceses Nury y Thierry Robin. 


Estamos ante una eficiente sátira, muy "british" sobre los días previos al funeral del padre de la nación. Dos jornadas de duras peleas por el poder absoluto a través de manipulaciones, lujurias y traiciones.



Armando Iannucci nació en Glasgow en 1963 y aunque están claros sus orígenes, es un realizador que puede encuadrarse sin problemas entre los mejores de la sátira británica. Se graduó en Literatura inglesa por la Universidad de Oxford, trabajó en programas humorísticos de radio en la BBC Radio 4, en la televisión protagonizó The Armando Iannucci Shows (2001), creó la comedia de situación The Thick of It, en 2005, que fue exhibida hasta 2012, participó como guionista y director en la serie Veep (2012-2015), y en el cine su primer largometraje fue In the Loop (2009), en la que eran objeto de eficiente y severa sátira sus compatriotas y los Estados Unidos.



No debemos incluir este film (¿o sí?) en el actual y beligerante conflicto entre Reino Unido y Rusia, pero hay que reconocer que los guionistas han afilado sus garras convenientemente. Se nota (y mucho) que el tratamiento visual le debe mucho al cómic citado y la elección de intérpretes no ha hecho otra cosa que potenciar ese lado burlesco, pero aplicando sin restricciones la regla del ataque sin resquicios a comportamientos tan deplorables como las de estos personajes ávidos de poder, capaces de todo tipo de vilezas. No tienen desperdicio el personaje de Nikita Khrushchev (interpretado con su habitual eficiencia por el norteamericano Steve Buscemi), o el manipulable Vyacheslav Molotov (Michael Palin, superviviente de los recordados y añorados Monty Python), o el del responsable de comunicación Andreyev (Paddy Considine) que demuestra hasta donde puede llegar el servilismo de los periodistas al servicio del poder, al servicio de los intereses de los que "mandan".



Si creen que el cine debe servir para la sátira histórico-política, si creen que puede ser un vehículo oportuno para criticar los desvíos de los sistemas políticos, para denunciar y perseguir las posturas autoritarias, esta es su película. 

Ya le queda muy poco tiempo en la cartelera de Zaragoza, así que si quieren disfrutarla en salas, tendrán que apurarse...

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox-

100 días de soledad (2016)***

Dir: Gerardo Olivares y José Díaz
Int: José Díaz

José Díaz se recluye en su cabaña en el Parque Natural de Redes (Asturias) durante un largo periodo de cien días, siendo autosuficiente y desconectándose absolutamente del mundo real y sus avances. No tiene electricidad, ni móvil, ni televisión, ni ordenador, ni reloj... Sólo el hombre con la naturaleza. 

Un reto que para sorpresa de todo el mundo ha logrado estrenarse en las salas de cine de casi todo el territorio español. Cierto es que sumando los apoyos económicos del Gobierno del Principado de Asturias, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Radio Televisión Española y Wanda Films, la aventura (y el reto personal) de José Diaz ha podido culminarse con éxito. 




Durante 100 días José Diaz está solo, y cuenta para documentarlo, eso sí, con todo tipo de cámaras de vídeo (hasta 5) y un dron. En parte, su odisea consiste en utilizar con solvencia toda esa tecnología para documentar su estancia y retratar ese maravilloso entorno natural (duro, bello y salvaje) que le rodea.




Seguramente una buena parte del mérito es del experimentado Gerardo Olivares (nacido en Córdoba en 1964), director de películas como La gran final (2006), 14 kilómetros (2007), Entrelobos (2010) o El faro de las orcas (2016), que fusionan con gran habilidad la ficción dramática y el tono documental. Gerardo Olivares ha construido con el material que filmó José Diaz, un filme con una factura impecable que, precisamente, mezcla con sentido el drama y el documental con unos resultados excelentes.




José Diaz es un protagonista brillante. Se enfrenta a una supervivencia extrema buscada, una prueba física y psicológica compleja, un rito iniciático (de retorno a la naturaleza) marcado por la pureza de unas montañas que conoce muy bien y en las que todavía es posible encontrarse la pureza de unos ritmos vitales no distorsionados por los medios de comunicación.




La contradicción surge cuando este "hombre natural" debe rodearse de tecnología punta (dron, cámaras de video) para poder contarnos la experiencia y supongo que dado el esfuerzo que costó grabar alguna de las bellas secuencias que inundan el film, fue difícil, incluso para los eficientes editores Juan Barrero y Clara Martínez Malagelada (los responsables del montaje), suprimir y reducir algunas de ellas. 

Un gran (y sorprendente) espectáculo visual que demuestra que puedes encontrarte con un cine de calidad donde menos te lo esperas. 

Pudo verse en Zaragoza, hace unos meses, en las salas Aragonia.

Roberto Sánchez. 

Juego de ladrones: el atraco perfecto (Den of Thieves, 2018)***

Dir: Christian Gudegast
Int: Gerard Butler, Pablo Schreiber, O'Shea Jackson Jr., Curtis '50 Cent' Jackson, Sonya Balmores, Maurice Compte, Evan Jones, Brian Van Holt, Jordan Bridges, Eric Braeden, Jermaine Rivers, Meadow Williams, Michael Papajohn, Lewis Tan, Oleg Taktarov, Mo McRae, Kaiwi Lyman, Patti Schellhaas, Michael Bisping


Duelo de tipos duros en la jungla de asfalto    

"Cueva de ladrones” sería la traducción de esta “caper movie”, subgénero del Neo Noir norteamericano especializado en películas de planificación y ejecución de “robos y atracos” (se puede consultar ese capítulo concreto  en mi libro especializado Balas, sirenas, patillas y jazz: las décadas del Neo Noir, Vivelibro 2016). 

Primer trabajo en el largometraje del director, y sobre todo guionista, Christian Gudegast, terreno donde este cineasta de Los Angeles sí que tiene ya un cierto recorrido, especialmente en el género del thriller, que es donde parece encontrarse cómodo. Así lo demuestran sus trabajos para Beyond the City Limits (2001), de Gigi Gaston, Diablo (2015), de Lawrence Roeck, Pink Panther Mafia (2015) y Objetivo Londres (London Has Fallen, 2016), de Babak Najafi, aún sin estrenar y donde ya contó con el duro Gerard Butler. 

Con un comienzo trepidante, esta película al más puro estilo de “policías y ladrones”, está plagada de referencias que pasaré a desglosar, pero me ha recordado especialmente a la reciente Ciudad de ladrones (Town, 2010, de Ben Affleck) y, salvando mucho las distancias de calidad, a esa maravilla dirigida por Michael Mann en 1995 titulada Heat. El Atraco perfecto que lleva como subtítulo en España remire directamente al filme homónimo de Stanley Kubrick, sin duda una referencia dentro del film noir de finales de los cincuenta. Además de éstas, podría nombrar más de una película donde el furgón blindado es un elemento clave, pero si hay una clara similitud en la trama en dos títulos del género, es entre el edificio de la aduana de Montreal (de The Score) y el de la Reserva Federal de Los Ángeles de Den of Thieves, en cuanto a que son dos fortines inexpugnables que tanto en este estreno como en la también magnífica The Score (2001, de Frank Oz) suponen un verdadero reto a los ladrones profesionales.




En Juego de ladrones, Christian Gudegast nos cuenta la historia de una banda, o mejor dicho, de dos bandas, la de unos ladrones por un lado y la de unos polis bastante peculiares por otro, liderados por  El Gran Nick. La banda de ladrones se propone nada más y nada menos que robar 120 millones del edificio de la Reserva Federal. Un lugar blindado rodeado de cámaras, controles de acceso y policías y guardias armados hasta los dientes. Por si fuera poco, la banda de duros y pendencieros polis liderados por Gran Nick anda tras la pista de estos ladrones, produciéndose a lo largo del filme (de dos horas y media de metraje) un enconado duelo entre Big Nick O'Brien (Gerald Butler) y Ray Merrimen, el líder de los atracadores (interpretado con solvencia por el actor canadiense Pablo Schreiber). Es este duelo entre los dos machos alfa de las manadas, junto con un tiroteo espectacular, lo que más la acerca al Heat de Mann, aunque la profundidad y riqueza de los personajes, (así como el peso de dos monstruos como Robert De Niro y Al Pacino) de Heat es muy superior a estos 
arquetípicos policía y ladrón del filme de Gudegast. 



A pesar de que las comparaciones siempre son odiosas, este Juego de ladrones mantiene el tipo y nos ofrece algunas escenas de acción tremendas con un sonido contundente y espectacular, que hace que los disparos pasen a nuestro lado con un realismo brutal. Para ser un primer largometraje, no cabe duda de que  Christian Gudegast ama el género y lo respeta, y ha conseguido un Neo Noir del siglo XXI que, a pesar de ser una historia conocida, posee momentos de clavarnos en la butaca. Sólo por eso ya merece un visionado. Acción y adrenalina asegurada para quien se atreva a visitar esta “Cueva de ladrones” en la que ni los policías son tan “buenos” ni los ladrones tan “malos”. En realidad ambos solo pretenden sobrevivir en la jungla urbana de Los Ángeles, como aquella jungla humana que ya retrató Don Siegel en 1968. Lo dicho, puro Neo Noir. 

Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-  

sábado, 14 de abril de 2018

Aniquilación (2018)****

Dir: Alex Garland
Int: Natalie Portman, Óscar Isaac, Jennifer Jason Leigh, Gina Rodriguez, Tessa Thompson, David Gyasi, Sonoya Mizuno, Crystal Clarke,  Kumud Pant, Tuva Novotny, Cosmo Jarvis, Mairead Armstrong.



No busquen en las salas este segundo largometraje como director de Alex Garland. Este londinense, nacido en 1970, adapta en este trabajo la novela de Jeff VanderMeer que no he podido leer, aunque al parecer, como ocurre en el film, hace un evidente homenaje a la novela corta de 1972 Picnic na obóchine (título traducido al español como "Picnic al borde del camino" o "Picnic extraterrestre"), escrita por los maestros rusos del género fanta científico Arkadi y Boris Strugatski, y que el cineasta, también ruso, Andrei Tarkovski convirtió en la inquietante e irregular Stalker (1979). 

Decía al principio que no la buscasen en salas ya que estamos ante una producción de la plataforma Netflix y, al 
menos en España, no podrá verse en ellas. Alex Garland, el guionista de 28 días después (Danny Boyle, 2002),  Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010), adaptando una novela de Kazuo Ishiguro, o Dredd (Pete Travis, 2012), a partir de los personajes creados por John Wagner y Carlos Ezquerra, ha dirigido sólo una película anterior, Ex_Machina (2014), notable en muchos aspectos, también con guion propio y que reflexionaba, dentro del género de la ciencia ficción, sobre la inteligencia artificial y la cibernética.



La historia de Annihilation se inicia cuando Kane (Oscar Isaac), el marido de Lena (Natalie Portman), desaparece durante una misión secreta para regresar sin recordar nada, y con evidentes y profundos cambios en su comportamiento...Lena es militar y bióloga, y pronto es reclamada para unirse a una expedición con destino a una misteriosa región acordonada por el gobierno de los Estados Unidos. El grupo, compuesto por 5 mujeres científicas, investiga la zona X, un intrigante lugar controlado por una poderosa fuerza alienígena. La zona X es un lugar al que han ido otras expediciones, pero del que ninguna ha vuelto. 



Las referencia a la "La zona" de Stalker, son evidentes pero Alex Garland (y supongo que VanderMeer hace lo mismo), además de apostar por darle un gran protagonismo a las mujeres, quiere crear un espectáculo que vaya más allá del intimismo y la interiorización de los filmes de Tarkovski, Garland pertenece a una cultura más vitalista y "pop", lo que no impide que haya notas de seriedad y reflexión semejantes a las de la reciente La llegada (2016), de Denis Villeneuve, que tiene en común con ésta un tratamiento maduro y serio de un género que deriva en demasiadas ocasiones, en su versión cinematográfica, hacia la superficialidad y el infantilismo.



En esta película de Alex Garland, como ocurrió en Ex_Machina, hay siempre un buen equilibrio entre contenidos serios y amenidad aventurera. Tiene, además, las necesarias secuencias de acción y los efectos y trucajes digitales de recibo, pero siempre en función de la historia y no al revés. Por cierto, no debemos olvidar que Garland, antes de ser cineasta, ha sido un reputado novelista cuyas obras tuvieron sendas adaptaciones. Por ejemplo, The Beach (llevada al cine por Danny Boyle, en el 2000) o The Theseract (en este caso, adaptada con menos fortuna por el hongkonés Oxide Chun Pang en 2003), en las que ya aparece esa fusión entre la ciencia y la aventura pop-psicodélica, las alteraciones en la percepción, inducidas por el viaje a lo desconocido ("eso" que está entre nosotros), bien por el progreso tecnológico descontrolado, bien por la búsqueda de nuevas experiencias en los límites de la 
percepción y de las costumbres establecidas...



Buen cine de género (ciencia ficción) que tendrán que buscar más allá de las salas. Y es una pena, por que creo sinceramente que tendría un rendimiento excelente si pudiera disfrutarse en una gran pantalla...

Roberto Sánchez

domingo, 8 de abril de 2018

El justiciero (Death Wish, 2018)***

Dir: Eli Roth
Int: Bruce Willis, Vincent D'Onofrio, Elisabeth Shue, Dean Norris, Kimberly Elise, Beau Knapp, Mike Epps, Jack Kesy, Ronnie Gene Blevins, Ian Matthews, Melantha Blackthorne, Nathaly Thibault, Alex Zelenka, Sway, Dawn Ford


Bruce Willis versus Charles Bronson      


El revival del cine de los setenta y ochenta (en especial si hablamos del thriller de acción y del cine Neo Noir), es más que patente. Ello da lugar a numerosos trabajos fílmicos con aroma evocador de estas décadas prodigiosas del cine policíaco y, también, a los inevitables remakes de filmes que en su momento rompieron las taquillas y se convirtieron además en películas de culto, como Harry el sucio (Dirty Harry, de Don Siegel, 1971), Fríamente, sin motivos personales (The Mechanic, de Michael Winner, 1972) o la ya mítica El justiciero de la ciudad (Death Wish, de Michael Winner, 1974), estas dos últimas protagonizadas por Charles Bronson en su década gloriosa y si lo dudan, valoren este listado de películas que protagonizó sin pestañear un ápice: América violenta (The Stone Killer, de Michael Winner, 1973), Teléfono (Telefon, de Don Siegel, 1977),  Chato el apache (Chato´s Land, de Michael Winner, 1972), etc. 




En este caso hablamos de El justiciero de la ciudad, filme basado en la novela de Brian Gardfield que, debido a su éxito comercial, dio lugar a tres entregas más: Death Wish 2, 3 y 4 (todo aquel que desee ampliar información sobre este cine policíaco puede consultar mi libro especializado Balas, sirenas, patillas y jazz: las décadas del Neo Noir”, Ed. Vivelibro, 2016).

En la versión original de 1974, Bronson encarnaba a un arquitecto, buen profesional y amante padre y esposo que, de repente, ve cercenada su  vida cuando una banda de delincuentes asalta su casa y termina con la vida de su mujer, dejando a la hija en un estado vegetativo. En este remake de 2018 dirigido por Eli Roth, director caracterizado por algunos títulos salvajes dentro del terror como la saga Hostel (2005-2007) o Infierno verde (2013), Kersey ejerce como cirujano en lugar de arquitecto, lo que da lugar a una implicación mayor del personaje en el acto trágico ocurrido a su familia, que llegan a urgencias gravemente heridos cuando él está aún de servicio. Su pericia para curar heridas, así como para ejercer daño en la anatomía humana y saber dónde duele más, va a dar un juego añadido con el personaje en este aspecto. 



El humor socarrón y la ironía característica de los personajes duros encarnados por Willis (sin duda uno de los duros del cine de acción de los ochenta y noventa), amén de su pericia como actor (menos hierático y tosco que Bronson), compiten contra un Paul Kersey que, sin embargo, resiste inalterable al paso del tiempo como uno de los mejores y más duros justicieros urbanos del cine de los 70 y 80. Y es que en El justiciero de la ciudad, de 1974, Charles Bronson demuestra por qué era uno de los más duros de Hollywood junto con Lee Marvin y James Coburn en aquellas décadas doradas del thriller policíaco y de acción (con títulos como A quemarropa, Código del hampa, Taxi Driver, Harry el sucio o El Padrino). Su rostro pétreo y tallado a cuchillo y su firme determinación para ejercer de vigilante urbano y “limpiar” las podridas calles neoyorquinas de delincuentes conforman para Bronson un papel a su medida. 

Ni el original de 1974 ni éste de 2018 están exentos de ciertos momentos de humor y parodia del propio personaje de Kersey como vigilante-justiciero, aunque el ambiente gris y ominoso del Nueva York de los años setenta, nada tiene que ver con el del actual Chicago, una ciudad que, aunque pueda tener su índice de delincuencia, parece de postal si la comparamos con esas calles y parques neoyorquinos poblados de yonquis, navajeros, camellos y bandas callejeras extremadamente violentas que campaban a sus anchas en los convulsos años setenta del “Sexo, Droga y Rock&Roll”. 

El Death Wish de 1974 se estrenó el 24 de julio y, con un presupuesto de 3 millones de dólares, recaudó 22 sólo en USA. En Alemania del Este fue un auténtico fenómeno de taquilla (3,6 millones de dólares de la época). La  excepcional fotografía terrosa y granulosa del veterano Arthur J. Ornitz (que también trabajó con Sidney Lumet) y la electrizante banda sonora de Herbie Hancock, dotaban al filme original de un ambiente inquietante y pesadillesco que lo impregnaba de principio a fin. Quizá sea esto de lo que más adolece esta nueva versión (digna y entretenida), que funciona como un buen filme de acción, correcto y con un Bruce Willis que cumple con su papel (como no podía ser menos). 



Digamos que El justiciero de la ciudad de 1974 se hizo en su momento ideal y refleja también unas ciudades y una sociedad convulsa por las drogas, la delincuencia y las consecuencias de la guerra de Vietnam que son, tanto cronológica como social y políticamente, irrepetibles. Quizá la política dura de Richard Nixon con su máxima “Ley y Orden”, posea algunas coincidencias con la actual política de mano dura de Trump. En ese sentido, este Death Wish de 2018 ejerce una mayor dosis de crítica social en el aspecto puntual del bajo control y facilidad de acceso a las armas de la sociedad norteamericana, pero sin profundizar tampoco demasiado en esa guerra interna que afecta a la seguridad personal de los estadounidenses de una manera alarmante, y no precisamente porque la delincuencia sea mayor ahora en ciudades como Nueva York, Chicago o Los Ángeles que en los años setenta. Sin duda ahora estas metrópolis son mucho mas seguras que entonces a pesar de sus problemas. 

Si les gusta el cine de acción, desean comparar por curiosidad o nostalgia ambas versiones, o simplemente aman el thriller y el policíaco de los 60, 70 y 80, pasarán un buen rato con el duro de Willis emulando al Charles Bronson de los setenta. Si tienen en un altar la versión original de 1974, así como su potente secuela Death Wish 2: Yo soy la justicia (de Michael Winner, 1981) no quedarán demasiado satisfechos con la comparación, pero seguro que esbozan unas sonrisas tan socarronas como las de Bruce Willis y Charles Bronson en ese plano final en el que, con los dedos, dan forma a una pistola, apuntan a un macarra, guiñan un ojo, disparan con la boca y lo fulminan...Imaginariamente claro.


Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-