miércoles, 29 de noviembre de 2017

La higuera de los bastardos (2017)**

Dir: Ana Murugarren
Int: Carlos Areces, Karra Elejalde, Jordi Sánchez, Pepa Aniorte, Ylenia Baglietto, Andrés Herrera, Ramón Barea, Mikel Losada, José Luis Esteban.


Ana Murugarren es una cineasta experimentada que realiza con éste que comentamos su segundo largometraje de ficción. Como montadora ha recibido numerosos premios y ha trabajado con directores como Enrique Urbizu o Pablo Berger. También ha sido reconocida con el Premio Iris por sus películas para la televisión, por la Academia de Televisión Española y ha sido nominada en Festivales como el de Montecarlo. Su primer largometraje fue Tres mentiras (2014), con guion de Luis Marías, y ahora se ocupa personalemente del guion en su segundo largometraje para las salas, adaptando La higuera, una novela de Ramiro Pinilla.

Recién terminada la Guerra Civil Española, cuatro falangistas son destinados a Guetxo, reclamados por el líder local del Movimiento y llevados en su ansia de venganza, matan a sangre fría a unos cuantos republicanos, entre ellos a un padre (maestro. de escuela) y a su hijo. Durante la detención, la mirada de un niño, hijo y hermano de los asesinados, se cruza con la de Rogelio (Karra Elejalde), el ejecutor.




Convencido de que el niño lo matará cuando crezca, Rogelio abandona a sus camaradas y se dedica a cuidar de la higuera que el crío ha plantado sobre la tumba con los restos de su padre y hermano. Cipriana (Pepa Aniorte), la mujer de Benito (Jordi Sánchez), el nuevo alcalde, acrecienta la fama de Rogelio como ermitaño y santón, y convierte el lugar en centro de peregrinaciones. Ermo (Carlos Areces), el codicioso chivato que denunció a la familia, no se separa de Rogelio, convencido de que bajo la higuera se esconde un tesoro.




Confieso que al ver el tráiler promocional del film sentí una gran curiosidad por comprobar si se confirmaba la sensación de estar ante una cineasta muy a tener en cuenta. El tráiler mostraba unos atractivas y muy expresivas secuencias que prometían una visión esperpéntica, colorista, ácida e hiriente con un estilo que recordaba a lo mejor de Álex de la Iglesia e incluso a Emir Kusturica. Por una vez, y no es lo más habitual, un tráiler español, logra engañar (parcialmente, claro) sobre las virtudes del film al que promociona.





La decepción es evidente. Sí se guarda el aire esperpéntico, y algunas secuencias del tráiler tienen sombras de un cierto realismo mágico, pero los trabajos de Carlos Areces y Karra Elejalde con personajes semejantes, en otras ocasiones siempre eficientes,  construyendo personajes tan decisivos como Ermo y Rogelio, resultan tan caricaturescos y repetitivos (sin apenas matices) que se agotan en sí mismos muy pronto. Por otro lado, la realización, lejos de ser original, brillante y explosiva, resulta  muy plana y convencional,  sin ningún tipo de mordiente o de impacto visual. El lenguaje está más cercano al de cualquier producción televisiva eficiente, que al de una producción cinematográfica que quiera impactar no sólo por la historia.




Sólo salvaría el retrato inicial grueso y esperpéntico de los falangistas ávidos de sangre, seres deformes, pero terribles y más reales, en nuestro reciente pasado, de lo que nos gustaría reconocer. Por cierto, está impecable y eficiente en uno de esos personajes, el actor aragonés José Luis Esteban, hombre de teatro, pero que suele dar fuerza y verosimilitud a cualquier personaje, por desagradable que sea, como aquí deja demostrado.

Roberto Sánchez


-Aragonia, Yelmo-

lunes, 27 de noviembre de 2017

En realidad, nunca estuviste aquí (2017)***

Dir: Lynne Ramsay
Int: Joaquin Phoenix, Alessandro Nivola, John Doman, Judith Anna Roberts, Alex Manette, 
Ekaterina Samsonov, Kate Easton, Jason Babinsky, Frank Pando, Ryan Martin Brown, Scott 
Price, Dante Pereira-Olson, Jonathan Wilde, Leigh Dunham, Vinicius Damasceno.

Joe (Joaquin Phoenix), ex marine y antiguo veterano de guerra, es un tipo solitario que dedica su tiempo a intentar salvar a mujeres que son explotadas sexualmente. No se permite tener ni amigos ni amantes y se gana la vida rescatando jóvenes de las garras de los tratantes de blancas. Un día recibe la llamada de un político porque que su hija ha sido secuestrada. 

El guion de Lynne Ramsay adapta una novela de Jonathan Ames. Muchos han dicho que recuerda a Taxi Driver (1976), de Martin Scorsese (dirección) y Paul Schrader (guion), y es evidente que hay conexiones entre las dos historias en las que un justiciero, con no pocos desequilibrios emocionales, afrontará la venganza y el rescate de una joven adolescente de las garras de la prostitución infantil. A esa historia, que coincide en algunos aspectos con la contada por Schrader y Scorsese, se añaden tramas de conspiración política y la influencia sobre el protagonista, y su comportamaiento, de un pasado reciente vinculado a la estancia en la guerra de Afganistán y otro más lejano (y quizás más decisivo) de maltratos infantiles y desajustes familiares.




Lynn Ramsay hace una apuesta bastante arriesgada para contar sobre todo en imágenes. Intencionadamente entrecorta, casi suprime, los diálogos y da un protagonismo enorme  (más todavía que el que tenia Robert De Niro, metamorfoseado en Travis Bickle paraTaxi Driver) a Joaquin Phoenix, un actor no menos dotado para este tipo de personajes enajenados, marcados por un trauma infantil. Incluso en el modo de contarnos su pasado, unos breves, casi subliminales, flashbacks nos aproximan a esa infancia difícil que incide en su presente, precisamente con esas visiones que también nosotros contemplamos.



La primera película que vi de esta realizadora  fue la inquietante y brillante, a veces, Tenemos que hablar de Kevin (2011). No ha dirigido nada nuevo hasta el 2017 con este largometraje que ahora comento y que vuelve a incidir en personajes con profundas heridas emocionales, limítrofes con la locura y la violencia extrema.



Una película llena de recovecos inquietantes, que resulta violenta e hiriente, pero sin ser demasiado explícita, demostrando el valor del fuera de campo en el thriller, y el buen hacer de esta realizadora escocesa. No puede, ni debe, despreciarse.  

Roberto Sánchez

-Aragonia-

La librería (The Bookshop, 2017)****

Dir: Isabel Coixet
Int: Emily Mortimer, Patricia Clarkson, Bill Nighy, Honor Kneafsey, James Lance, Harvey Bennett, Michael Fitzgerald, Jorge Suquet, Hunter Tremayne, Frances Barber, Gary Piquer, Lucy Tillett, Nigel O'Neill, Toby Gibson, Charlotte Vega.  


Cine de verdad


Isabel Coixet, es sin duda alguna una de las realizadoras españolas con una personalidad creativa más marcada, y que hace de su cine y de sus películas una experiencia audiovisual que las hace reconocibles y portadoras de ese genuino “sello Coixet” que las identifica. Nacida en 1960 en San Adrián del Besós (Barcelona), se inicia en el cine en 1984 con el cortometraje Mira y verás (1984), título que parece toda una declaración adictiva hacia el  rico universo que “el mirar” nos puede aportar si hablamos de cine. En 1988, mientras compagina el cine con la publicidad creativa, hace su primer largo Demasiado viejo para morir joven, que a pesar de su fracaso comercial consigue la nominación a mejor dirección novel en 1989 en los Premios Goya. Tardará ocho años en estrenar su segundo trabajo: Cosas que nunca te dije, que sorprende a crítica y público con una historia cotidiana llena de sensibilidad. Ese es precisamente uno de los terrenos en los que la Coixet se mueve como pez en el agua, sacando petróleo de situaciones sencillas que logran la identificación inmediata del espectador con los personajes. En el 2003, con Mi vida sin mi, logra el que es para mí uno de sus mejores trabajos. Un drama cotidiano protagonizado por una Sarah Polley en estado de gracia que contiene todas las virtudes de esta realizadora: sensibilidad, sutilidad, elegancia e inteligencia narrativa y visual de primer orden. Todas estas virtudes volverán a estar presentes en La vida secreta de las palabras (2005), en Invisibles (2007, documental), Mapa de los sonidos de Tokio (2009), la fabulosa Nadie quiere la noche (2016) y ahora en ésta recién estrenada La librería (2017).  



Basada en la novela homónima de Penélope Fitzgerald, The Bookshop, y con guión conjunto de ésta y de Isabel Coixet, La librería nos cuenta la historia de Florence Green, una mujer viuda que decide iniciar una nueva vida embarcándose en la aventura de montar una librería en la pequeña localidad de Hardborough (Inglaterra). A las dificultades de montar un negocio y ponerlo en funcionamiento se tendrán que añadir las rencillas y la animadversión de Violet Gamart (una dama de la alta sociedad local) hacia su persona que, con ayuda de sus principales aduladores, pondrá a todo el pueblo en su contra. Sólo el solitario y empedernido lector Elmund Brundisch (encarnado a la perfección por el veterano Bill Nighy) se pondrá a su lado en esta lenta pero incansable y terrible batalla que deberá librar esta maravillosa librera. 



Con un duelo interpretativo de altura entre una maravillosa Emily Mortimer y una mordaz y venenosa Patricia Clarkson y perfectamente ambientada, La librería me ha recordado bastante a aquel cuento llevado al cine que fue Chocolat (2000), de Lasse Hallström, en el que una desconocida y misteriosa Juliette Binoche (otra de mis actrices preferidas) llegaba a una pequeña localidad para montar de la nada una, en esa ocasión, chocolatería. Como aquella, La librería es toda una fábula sobre la pérdida y la derrota, pero también sobre la capacidad innata del ser humano para levantarse tras la caída y seguir adelante. 



Isabel Coixet ha conseguido un filme maravilloso, muy grande dentro de su aparente sencillez, elegante y lleno de detalles sutiles. Una película conmovedora sin recurrir en ningún momento a la lágrima fácil como es habitual en la gran mayoría de historias dramáticas comerciales lanzadas a bombo y platillo por productoras mediáticas. Un trabajo que rubrica todas las características y bondades de su cine. Lo dicho,...no se lo pierdan. Cine de verdad.

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Cervantes-

sábado, 25 de noviembre de 2017

El autor (2017)****

Dir: Manuel Martín Cuenca
Int: Javier Gutiérrez, María León, Antonio de la Torre, Adriana Paz, Tenoch Huerta, Adelfa Calvo, Rafael Téllez, Craig Stevenson, Miguel Ángel Luque, Carmelo Muñoz Adame, Domi del Postigo.


Álvaro (Javier Gutiérrez) se separa, después de descubrir la flagrante infildelidad de Amanda (María León), su mujer, una exultante escritora de best‐sellers, y decide afrontar su propio sueño: escribir una gran novela.

Pero está boqueado y desesperado; no parecen acompañarle ni el talento ni la imaginación. Guiado por su profesor de escritura (Antonio de la Torre), indaga en los pilares de la novela, hasta que un día descubre que la ficción se escribe hechando mano a la realidad. Álvaro deja su antiguo domicilio y pierde su trabajo. Lo único que le interesa es escribir su gran novela y para ello comienza a desarrollar una estrategia que le permita manipular a sus nuevos vecinos, y convirtiéndolos en sus personajes, crear una historia, una historia real que superará, para su sorpresa, a la ficción inventada.

Manuel Martín Cuenca y Alejandro Hernández han adaptado El móvil, la primera novela de Javier Cercas, publicada en 1987. Colaboran de modo habitual y ya lograron un éxito notable en su anterior largometraje, Canibal (2013), en la que de nuevo adaptaron una novela (en este caso de Humberto Arenal). La trayectoria del director andaluz Manuel Martín Cuenca (nacido en Almería en 1964) ha sido irregular pero constante. Su primera dirección es el cortometraje El día blanco (1990), luego realiza una serie de documentales, de cortos y largometrajes de ficción que demuestran su solvencia, pero no logran un impacto apreciable ni entre el público ni en la crítica, aunque en La flaqueza del bolchevique (2013) y en Malas temporadas (2005), ya se vislumbra al realizador de Caníbal.




En El autor, la mejor apuesta ha sido contar con Javier Gutiérrez, un actor en estado de gracia que construye con este Álvaro, proyecto de escritor, un personaje memorable. Al igual que Carlos (Antonio de la Torre), el sastre caníbal de su anterior filme, es un ser inquietante y al mismo tiempo reconocible, cercano y vulgar...Ahora es un simple y gris empleado de una notaria, hastiado de su trabajo y del éxito de su mujer. La búsqueda desesperada por ser un nuevo Hemingway, le lleva a extremar los consejos de su profesor de escritura, y a manipular a las personas de su entorno. En ese juego, pronto descubrirá que él mismo es un personaje más de una trama que se desarrolla sin que pueda ejercer ningún control sobre ella.





Manuel Martín Cuenca ha tomado algunas decisiones a priori arriesgadas. Por ejemplo, contar en la banda sonora con dos canciones de José Luis Perales y música compuesta por el hijo del conocido cantante y compositor, y  lograr que todo adquiera sentido. Su canción Algunas veces, que inicia el film, supone una contextualización brillante que permite aproximarnos a la personalidad de nuestro autor. El espacio desnudo, casi vacio, fotografiado con frialdad y eficiencia por Pau Esteve Birba, nos lleva al universo de este personaje desesperado por crear.





Otro de los ingredientes que funcionan, y muy bien, es un sentido del humor muy negro en el que Javier Gutiérrez, y todo el reparto hay que decirlo, se mueven con habilidad. De hecho, todas las situaciones ganan en verosimilitud gracias a ese añadido, que hace más asequible una historia con no pocos  vericuetos e inquietantes planteamientos. 


Habrá que seguir con atención la trayectoria de Manuel Martín Cuenca.   


Roberto Sánchez


-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia-

lunes, 20 de noviembre de 2017

Hacia la luz (Hikari, 2017)***

Dir: Naomi Kawase

Int: Masatoshi Nagase, Ayame Misaki, Tatsuya Fuji, Kazuko Shirakawa, Mantarô Koichi, 
Noémie Nakai, Chihiro Ohtsuka, Saori, Nobumitsu Ônishi.

Naomi Kawase es una directora japonesa, activa desde 1992 (año en el que dirigió su primer cortometraje Ni tsutsumarete). Su trayectoria empieza a resultar ya muy llamativa y personal. Coincide en intereses con el español Isaki Lacuesta, con el que grabó en 2009 el vídeo de corta duración Sinergias: Diálogos entre Naomi Kawase y Isaki Lacuesta, en esa apuesta por formas narrativas que fusionan sin problemas apariencias documentales y ficcionales. 

El bosque del luto (Mogari no mori, 2007) y Aguas tranquilas (Futatsume no mado, 2014), me resultaron especialmente atractivas y sugerentes, y ahora apuesta por una película que reflexiona sobre el  valor emocional del cine. Que logra diseccionar mediante la combinatoria de la voz en off y las imágenes, algunas de las esencias del séptimo arte. 

La excusa argumental es casi perfecta: Misako (Ayame Misaki) se dedica a convertir en texto las imágenes de las películas para que puedan disfrutarlas los invidentes. En su obsesión por trascender el texto meramente descriptivo quiere introducir sentimientos e ideas que le sugieren las imágenes que contempla. Para afinar su "mensaje" se entrevista con el director del film que transcribe, prueba y ensaya con algunos invidentes, que le transmiten sus impresiones ante las propuestas. Uno de ellos (Masaya Nakamori, interpretado por Masatoshi Nagase, habitual en el cine de Kawase), especialmente sensible y receptivo, le hace algunas precisiones sobre la necesidad de la objetividad en la descripción, que afectan a la sensible Misako. Luego, descubrirá que Nakamori fue un fotógrafo de éxito, que lamentablemente está perdiendo su vista de modo acelerado e inevitable.




La primera parte de la película (lenta, contemplativa y reflexiva) es de una belleza incuestionable, acompañada de una honda (y nada pesada) reflexión sobre la complejidad de la relación del texto con la imagen. Además, utiliza con inteligencia el desenfoque y el tratamiento visual para aproximarnos algo a la desesperación de ese creador de imágenes que se está quedando huérfano de ellas.





Luego, la película deriva hacia un lado más sensiblero que sensible. Parece que de un modo inevitable (muy tópico, para mi gusto) la historia se transforma en la descripción del amor que surge entre Nakamori y Misako. Como metáfora de la historia de amor que debe existir entre texto e imagen, en el cine, es un poco simplista, y en definitiva todo resulta demasiado previsible.

El resultado final es una película apreciable, estéticamente bella (algo constante en el cine de Kawase), lastrada por esa historia de amor algo sensiblera, que nos impide colocarla entre sus mejores trabajos, pero no por ello sigue siendo recomendable para ltodos los que aprecien un cine marcado por la sensibilidad y buen hacer de la que ya puede considerarse con justicia una de las maestras del cine japonés.

Roberto Sánchez

-Aragonia-

The Square (2017)***

Dir:  Ruben Östlund 
Int: Claes Bang, Elisabeth Moss, Dominic West, Terry Notary, Christopher Læssø, 
Marina Schiptjenko, Elijandro Edouard, Daniel Hallberg, Martin Sööder, Linda 
Anborg, Emelie Beckius, Peter Diaz, Sarah Giercksky, Jan Lindwall.


De los 10 trabajos dirigidos por el sueco Ruben Östlund desde el año 2001, cinco son largometrajes de ficción, además de un documental largo, tres cortometrajes de ficción y un documental. Nacido en 1974, es un cineasta al que le gusta tratar temas polémicos y muy actuales, desde una cierta ironía y en un tono tan claro que puede rondar situaciones absurdas y casi surrealistas,  poco o nada complacientes con un espectador al que el visionado de sus películas les pone en una situación incómoda, tanto, en ocasiones, como la que atraviesan sus personajes. El bullying que sufre el protagonista de Play (2011), o el instinto de supervivencia (por no llamarlo cobardía) de un padre que se olvida de su familia ante un peligro evidente en Fuerza mayor (Turist, 2014), serían ejemplos de lo dicho un poco antes.  

En The Square el protagonismo recae en Christian (Claes Bang), el director de un museo de arte contemporáneo que se verá envuelto en una trama absurda, con tientes surrealistas, provocada en buena medida por la superficialidad de su planteamiento vital, por su absoluta irresponsabilidad frente al mundo "real", que por otra parte parece una norma de comportamiento muy difundida y aceptada en la sociedad de consumo actual. Los "otros", los "demás", son, como mucho, molestias a superar en un juego irresponsable, retos a superar para poder seguir manteniendo el estatus (sobre todo la apariencia) social sin "mancharse" demasiado.




Con una precisión de entomólogo, Östlund retrata las costumbres de una clase social ociosa y a la que le sobra el dinero. Con un planteamiento irónico evidente, nuestro protagonista, director de un museo de arte contemporáneo, se enfrenta a situaciones en las que se ve las caras con algunos mendigos, con un niño (con un edad parecida a la de sus dos hijas), al que ha acusado injustamente de robarle el móvil y la cartera, el niño vive en una zona marginal (el director y guionista de esta película deja claro que no todo es maravilloso en el "paraíso" sueco) y perseguirá al director del museo hasta en los sueños; o en su relación amorosa con Anne (Elisabeth Moss), una periodista norteamericana que también dejará claro el fracaso vital que oculta la fachada de este personaje que deviene arquetípico. 




De paso, también nos habla de la irresponsabilidad del arte actual, que parece haber olvidado su potencial como herramienta de denuncia y reivindicación social, para quedarse en mera recreación y producto de mercado, pensado sobre todo para entretener al burgués ocioso y ofrecerle enigmas que resolver, en un juego absurdo y superficial.




En esta película, hay un momento especialmente brillante, reflejado incluso en el cartel publicitario, pero que al mismo tiempo parece demasiado artificioso, y que sólo termina por encajar a nivel simbólico. Se trata de la celebración de una cena multitudinaria con el fin de recaudar fondos para el museo que será "amenizada" mediante una "estimulante" performance protagoniza por Oleg (Terry Notary), un auténtico hombre-mono. Estupenda, en sí misma, incide tanto en la demostración de las terribles carencias que asolan al ultracapitalismo moderno, irracional y egoista, que parece independizarse del resto del film. Termina por parecer una pieza única (una performance en sí misma) que está por encima de la propia historia de Christian, el director yuppie (y posmoderno) que intenta controlarla sin éxito... 

Película incómoda e irregular, pero estimulante. No deberían dejarla pasar...    

Roberto Sánchez

-Aragonia-

sábado, 18 de noviembre de 2017

Oro (2017)***

Dir: Agustín Díaz Yanes
Int: Raúl Arévalo, José Coronado, Bárbara Lennie, Óscar Jaenada, Luis Callejo, Juan 
José Ballesta, Antonio Dechent, Andrés Gertrudix, José Manuel Cervino, Juan Diego, 
Juan Carlos Aduviri, Anna Castillo, Diego Paris, Josean Bengoetxea, José Manuel Poga.


El guion de Oro, parte de una historia de Arturo Pérez Reverte. Firmado por Agustín Díaz Yanes y el conocido escritor, con el que ya colaboró estrechamente en Alatriste (2006), discutida y discutible adaptación de la serie de novelas de éxito del escritor citado. 

Yanes empezó escribiendo guiones para otros (José Luis García Berlanga, Rafael Moleón, Eduardo Campoy y Juan Sebastián Bollaín), hasta que en 1995 dio el salto a la dirección con la estupenda Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, que para mí sigue siendo, con diferencia, su mejor trabajo. Dïaz Yanes es un realizador poco prolífico, quizás marcado por el fracaso económico de Alatriste (alta inversión, mínimo beneficio) que ha hecho complejo armar nuevos proyectos. De hecho, hasta 2008 no retornó a la dirección, y lo hizo con Solo quiero caminar, una secuela bastante recomendable de Nadie hablará..., pero que al parecer tampoco lo resituó en el mundo de la producción regularizada de nuestro país. Hasta el 2017 no ha logrado estrenar un nuevo trabajo. Nueve años son muchos en este mundo marcado por la inmediatez y un ritmo vertiginoso en el consumo, así que parece haber moderado sus ambiciones y ahora nos ofrece, de nuevo mano a mano con Reverte, un regreso al SigIo de Oro y a la España de los "Conquistadores", pero ahora con planteamientos algo menos ambiciosos que en Alatriste.

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El mismo Agustín Díaz Yanes, ha reconocido que preparando el film analizó con atención dos de las películas que ya trataron el mismo tema: Aguirre, la cólera de Dios (1972), de Werner Herzog y El Dorado (1988), de Carlos Saura; y que, por supuesto, conocía bien la interesante novela de Ramón J. Sender La aventura equinoccial de Lope de Aguirrepublicada en 1964 y reeditada en múltiples ocasiones. Con Reverte a su vera, como ideólogo, Yanes nos muestra con crueldad y eficiencia como estos ambiciosos españoles llegados a América en busca de El Dorado, continúan con los enfrentamientos entre ellos, en una especie de guerra civil eternizada, que parece aferrada a nuestros genes por muchos siglos que transcurran.




De modo intencionado la película es oscura e inquietante. Más cerca de las pinturas negras de Goya en el aspecto visual (con un excelente trabajo del director de fotografía Paco Femenia) y , en lo temático, de la serie de los grabados de los Desastres de la guerra, también del aragonés. El vestuario y la ambientación son sobresalientes y el trabajo de actores es igualmente muy apreciable. El retrato simbólico de España, de nuestros miedos, y de nuestros logros, parece latente, aunque, desde luego, con esa mirada oblicua de Reverte (y en buena medida también de Yanes) que parece recuperar el pesimista e hiriente ojo crítico de Francisco de Quevedo para mostrar en carne viva lo peor de todos nosotros. Es verdad que ante las adversidades que llegan de "fuera" podemos unirnos, pero terminado el "peligro" volvemos al enfrentamiento fratricida. Esa idea se repite varias veces en el film (uno parece estar leyendo literalmente a Reverte, en esos momentos), pero los hechos y la acción parecen desementirla continuamente.




En definitiva, una pelícual irregular, pero muy  recomendable que, como me comentaba Fernando Gracía, un amigo de la Tertulia Cinematográfica Perdiguer y colaborador de medios en esto del cine, si hubiera sido una producción anglosajona, nos hubiera parecido estupenda y maravillosa por que sí, pero llevados por ese espíritu algo cainita, que como muestra la película sigue estando ahí, tendemos a menospreciarla. 

Un esfuerzo más que digno por seguir contando historias en el cine de nuestras propias aventuras equinocciales, mucho más atractivas (con sus luces y sombras, claro) que la mayoría de los westerns o esas aventuras de super-héroes entresacadas de los cómics que hoy inundan nuestra cartelera.

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

viernes, 17 de noviembre de 2017

Musa (2017)****

Dir: Jaume Balagueró
Int: Elliot Cowan, Franka Potente, Ana Ularu, Leonor Watling, Christopher Lloyd, 
Manuela Vellés, Joanne Whalley. 


Decir “Balagueró” es sinónimo de cine fantástico y de terror de calidad. Sin duda, es uno de los directores españoles con una más interesante filmografía, convertido ya desde hace años en una figura relevante dentro del género a nivel internacional. 

Conviene observar la evolución de este cineasta (cuyo éxito ha ido paralelo al enorme crecimiento y relevancia del Festival de Cine Fantástico de Sitges de la última década) para observar también la evolución del género y sus rupturas o fidelidades con respecto a las etapas clásicas: desde el terror de la Universal, pasando por el terror gótico de la Hammer en los setenta, y el gore de los ochenta y noventa. 

Balagueró, tras un par de cortometrajes llamativos a mediados de los 90 (AliciaDías sin luz, el primero de los cuales ganó el premio al mejor cortometraje en Sitges 1994) se estrena en el largometraje con la impactante Los sin nombre (1999), donde ya introduce ese mundo de oscuridad y de pesadilla que se presenta de nuevo y sin avisar en la vida de los protagonistas para arrastrarlos a él. Con Darkness (2002), continúa en esa línea con una tremenda fuerza visual, componiendo otro filme atmosférico marca de la "casa Balagueró” que sume al espectador en una espiral desasosegante hasta el final. Su pasión por esos edificios fantasmagóricos (como dije antes), llega a la cumbre con Frágiles (2005), en el que la actriz Calista Flockhart tuvo que enfrentarse a malignas fuerzas que campaban a sus anchas por las estancias del hospital infantil de Mercy Falls. De nuevo un filme atmosférico de factura técnica impecable, pero más de consumo popular. Pasarán dos años hasta que llegue REC (2007), todo un fenómeno que revoluciona al público del Festival de Sitges (yo estaba ese año allí) y, posteriormente, al resto del país. Con una propuesta chocante e impactante (usando la cámara al hombro y el estilo de falso documental), consigue de nuevo enlazar a la perfección el mundo de maldad y pesadilla con la realidad, introduciendo además una crítica social soterrada y unas pinceladas de humor impagables que lo convierten en un éxito que logra el acuerdo de crítica y taquilla. 

Su último gran trabajo hasta ahora, ha sido para mí el filme Mientras duermes (2011), una fábula tan real como aterradora en la que el terror viene de la mano de lo más cotidiano, lo que supone otra visión del cineasta y un nuevo camino para introducir el miedo al espectador. Dejo aparte las secuelas de REC que sólo suponen una franquicia para exprimir hasta el límite el éxito de la primera y que nada aportan al original. 




En Musa (adaptación de la novela homónima de José Carlos Somoza), Balagueró nos narra la historia de Samuel Salomon, un profesor de literatura que sufre de cerca la trágica e inesperada muerte de su novia. Tras ese incidente, cae en un abismo vital que le aleja de la Universidad y de las aulas, y sufre una recurrente pesadilla en la que aparece una mujer brutalmente asesinada en un extraño ritual. De repente, la misma mujer que aparece todas las noches en su mente es hallada muerta en idénticas circunstancias a las de su sueño. Esta es la premisa argumental de la que parte una película que es plenamente afín al universo de lo fantástico, pero que huye de los caminos trillados últimamente y apenas recurre a los efectos especiales (especialmente a los digitales). Jaume Balagueró consigue con esto, de nuevo, salirse de lo habitual y componer un filme fiel a sus temas característicos: lo oculto, el mundo pesadillesco e irreal que transcurre paralelo al real hasta que se funde con éste con consecuencias imprevisibles. Esto lo conecta directamente con la filosofía de ese mundo de pesadilla creado por Wes Craven en los 80, aunque el clima y ambiente general donde se mueve Musa la entronca mucho más con títulos de los 60 y 70 con ingredientes de suspense y escenarios de grandes caserones u hospitales abandonados que hacen las veces de inquietantes platós (como Al final de la escalera, de 1980, de Peter Medak o La mansión encantada, de 1963, de Robert Wise). 




Balagueró es, sin lugar a dudas, un cineasta inteligente, con un gran dominio de la técnica y con una potencia narrativa visual sobresaliente. El género fantástico y de terror no es nada fácil, y se puede caer en el mal gusto, en lo típico y tópico, sin nada más que dar algún susto y entretener un buen rato al espectador fanático del género (cuyo buen talante y benevolencia le ayudan a tragarse todo o casi todo lo que se estrena). Los últimos años son la prueba patente de propuestas comerciales bastante vacías de contenido que poco o nada han aportado a este género. No es el caso de Jaume Balagueró, que con Musa consigue nuevamente un filme impecable que logra recrear sus mundos y temas favoritos ya nombrados con eficacia, ayudado por un excelente reparto en el que destacan especialmente su protagonista masculino (Elliott Cowan), pero también, unas estupendas Franka Potente (aquella jovencita compañera de El caso Bourne que ha madurado fenomenalmente), Manuela Vellés, la actriz rumana Ana Ularu y  Leonor Watling. 




Visto el panorama actual, Balagueró ha conseguido un filme más que notable, con ese componente literario adicional que lo dota de una pátina de terror romántico y cuasi gótico, pero siendo a la vez una película actual y moderna. Con múltiples referencias a filmes clásicos del género pero con indudable personalidad propia. Quizá no sea su mejor trabajo hasta la fecha pero, sin duda, es un filme imprescindible para amantes del género fantástico que nos recuerda al Amenábar de Los otros, otro de los grandes directores españoles que, como Balagueró, han sabido llevar al espectador a los terrenos más oscuros del mundo de las pesadillas y la maldad. 

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

domingo, 12 de noviembre de 2017

American Assassin (2017)**

Dir: Michael Cuesta
Int: Dylan O'Brien, Michael Keaton, Taylor Kitsch, Sanaa Lathan, Scott Adkins, Shiva Negar, 
Trevor White, Mohammad Bakri, Alaa Safi, Tolga Safer, Aso Sherabayani, Gioacchino Jim 
Cuffaro.


El espía que surgió del calor playero ibicenco

En pocas ocasiones se conserva el título original en inglés de una película del mercado norteamericano o anglosajón, aunque en este caso la traducción literal es bastante obvia. 

Firma este thriller de acción trepidante Michael Cuesta, un director neoyorquino  de ascendencia latina cuyo trabajo ha estado centrado en series de televisión como la excelente A dos metros bajo tierra, Dexter, la policíaca Blue Bloods o Homeland y, más recientemente, Elementary, donde ha ejercido como productor ejecutivo además de director. 

Hubo que esperar hasta el 2014 para descubrir su primer largometraje, Matar al mensajero, notable trhiller, protagonizado por Jeremy Renner, que ya relacionaba a la CIA y a sus objetivos con las consecuencias “colaterales” de sus sucias tácticas. Antes de poder visionar su siguiente largometraje, que es este American Assassin, Cuesta volvió a realizar un episodio de una serie de televisión de calidad, Billions, que de nuevo entraba a explorar temas como la corrupción y los entresijos del poder político. 

El thriller de acción, con tintes de cine de espionaje y aderezado con unas gotas de intriga política y social, parecen ser pues los ingredientes del cóctel cinematográfico predilecto de Michael Cuesta. No Obstante, en éste su segundo largometraje, aunque se observan ramalazos de el estilo del agente Jason Bourne, y contiene estimables escenas de acción, no llega ni mucho menos al nivel de ésta y, tampoco, al del primer largometraje de Cuesta (Matar al mensajero), mucho más interesante que el American Assassin que nos ocupa, adaptación, por otra parte, de la novela del mismo título escrita por Vince Flynn, un guión que ha sido elaborada por Stephen Schiff, Michael Finch, Edward Zwick y Michael Herskovich. 

La bella Shanaa Lathan ofrece belleza y competencia en su papel de alto cargo de la CIA,  al igual que Michel Keaton (quizá lo mejor de la película a nivel actoral), que con un personaje lleno de claroscuros, se mueve como pez en el agua sobre la delgada y difusa línea que separa de forma borrosa el bien del mal, circunstancia esta que caracteriza a todos los grandes personajes de historias o filmes de cine negro. La joven pareja formada por el díscolo agente Mitch Rapp (interpretado por Dylan O´Brien) y la joven y hermosa  actriz turco canadiense Shiva Negar (que podría componer una magnífica y malvada chica Bond) cumple con su cometido, a pesar de no desarrollar una excesiva química entre ellos. Incluso hay más de una escena en la que ella se lleva el interés del espectador  fagocitando la pantalla y a su partenaire. 



El comienzo de esta truculenta historia que arranca en las españolas playas de Ibiza (seguro que nos va a restar turismo norteamericano), impacta y sacude al espectador ya de por sí sensibilizado con los recientes ataques de los bárbaros terroristas del Estado Islámico. Tras ese comienzo sísmico da la impresión de que el filme nos va a ofrecer mucho más de los que finalmente hace. Con eso y con todo,  la película resulta entretenida a pesar de que la historia se reduce a un guión bastante plano y lineal y podría haber sido mucho más aprovechada. Da la impresión de que Cuesta ha perdido gran parte de ese punch inicial que poseía, quizá anestesiado por tanto trabajo televisivo de encargo. En esta misma línea de filmes, trabajos como La sombra del reino (2007, Peter Berg), Zero Dark Thirty (Kathryn Bigelow, 2012) o Espías desde el cielo (2015, Gavin Hood), ofrecen al espectador mucha más calidad e incluso aporte adrenalítico. Esperemos que este American Assasin no se convierta en una franquicia al estilo de la protagonizada por el superagente Jason Bourne, pues su protagonista carece del carisma y potencia de este.




Un filme de acción más que correcto y que hace pasar un buen rato en el cine, pero que no pasará a los anales del thriller político ni de acción. Existió un espía, Alec Leamas, que surgió del frío magnificamente interpretado por el soberbio actor Richard Burton y de la mano del gran director Martin Ritt. Otros en cambio prefieren el cálido sol de Ibiza...esto de la guerra fría ya no es lo que era...

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia-