sábado, 26 de mayo de 2018

Sansón (2018)***

Dir: Bruce Mc Donald.
Int: Jackson Rathbone, Billy Zane, Taylor James, Rutger Hauer, Caitlin Leahy, Lindsay Wagner, Frances Sholto-Douglas, Greg Kriek, Ares Afonso.

El género péplum sobrevive            

El diccionario de la RAE recoge perfectamente el término “péplum” para definir a aquellas películas ambientadas en la antigüedad clásica. El término fue acuñado por el crítico francés Jacques Siclier en el número de mayo de 1962 de la revista Cahiers de Cinéma en su artículo "L'âge du péplum", empleando el nombre de una prenda de vestuario muy frecuente en tales películas, el llamado "péplum", y que era una especie de túnica sin mangas que se abrochaba al hombro. Un género que el público español identificó siempre como “una de romanos”, sobre todo a partir de los años cincuenta del pasado siglo XX. 

Pues bien, de un tiempo a esta parte, este subgénero de connotaciones bíblicas, ha tenido diversos intentos de revitalización con no mucha fortuna. Atrás queda ya la fabulosa Furia de titanes (1981), de Desmond Davis, estrenada a comienzos de los ochenta, sin duda una de las mejores de las últimas décadas y que tuvo un espantoso remake en 2010 (dirigido por Louis Leterrier). En la última década, ya en pleno siglo XXI, al calor de la exitosa y sangrienta 300 (2006), de Zack Snyder, que también tuvo una segunda parte en 2014 (300, El origen de un imperio, dirigida por Noam Murro). Ese mismo año (2014), le tocó el turno a otro legendario forzudo mitológico llamado Hércules (Heracles, según los griegos) revisado por partida doble por Brett Ratner en Hércules y por Renny Harlin en Hércules: El origen de la leyenda, sin  mucho éxito. 



Ahora le ha tocado el turno a Sansón, y pensaréis,...otro truño bíblico. Pues, sorpresa. A pesar de algunas malas críticas que ha cosechado, es una película que hay que ver sin prejuicios. Yo iba con las expectativas bastante bajas y me he encontrado un filme que, primero, es muy fiel a la historia original. Está concebido como una película de aventuras que resulta muy entretenida y que, además, rinde un homenaje a los péplums clásicos en cuanto a su concepción, tratamiento del color y  fotografía. Sin duda, medirse con el Sansón y Dalila (1949)del gran Cecil B. De Mille, no era tarea fácil. El  de Cecil B. De Mille tuvo 5 nominaciones a los Oscar y se llevó 2: mejor dirección artística y mejor fotografía. 

La historia de Sansón y de Dalila (que aquí por supuesto también es clave, y está bien encarnada por la norteamericanaCaitlin Leahy, una de las actrices más hermosas que he visto en mucho tiempo), es bien conocida por todos. Un fornido danita llamado Sansón (que en la versión clásica fue interpretado por Victor Mature) quiere casarse en contra de los deseos de su familia con la filistea Semadar (Angela Lansbury, en la versión de De Mille), pretendida también por Ahtur. Tras la cacería de un león, Sansón conseguirá el beneplácito del líder filisteo Sarán de Gaza para contraer matrimonio con Semadar, ante los celos de la hermana menor de ésta llamada Dalila (una tremenda Hedy Lamarr en la versión de 1949). La historia es una adaptación del famoso relato bíblico del forzudo Sansón y la bella Dalila, ambientado en la Palestina del año 1000 A.C.  

En esta remozada versión del 2018, dirigida por Bruce Mc Donald, con guion de Jason Baumgardner, Galen Gilbert, Timothy Ratajczak y Zach Smith, la historia apenas varía, salvo en algunos pequeños detalles (como la escena de la lucha entre Sansón y el león). La actualización de los efectos especiales no ha impedido sin embargo que éstos sean utilizados con mesura y para darle además al filme una pátina clásica que se agradece (sobre todo en las escenas del templo filisteo). Al servicio de ese aura clásica están también la fotografía, a cargo de Trevor Michael Brown y Brian Shanley, y la banda sonora de Will Musser. El fornido actor británico Taylor James encarna a este Sansón actualizado de forma correcta, aunque se echa en falta un actor con mayor carisma. Es en la parcela de los malvados donde el reparto se crece, con un despiadado rey filisteo Balek encarnado por Billy Zane (el ricachón malo malísimo del Titanic de Cameron), al que no le va a la zaga, sino que incluso le supera en crueldad, su hijo y príncipe Rallah (brillantemente encarnado por el joven actor Jackson Rathbone, norteamericano pero nacido en Singapur). La crueldad con la que disfruta y hace gala el personaje de Rallah, recuerda en algunas secuencias a ese magnífico y terrible Cómodo interpretado por el gran Joaquín Phoenix en Gladiator (Ridley Scott, 2000). 



Las actrices tampoco chirrían, cumpliendo con su cometido, tanto la ya citada y bella Dalila, como Taren, la inicial novia, en esta nueva versión, de Sansón, (Frances Sholto-Douglas), en la que si encontramos una clara divergencia con el personaje de la versión de De Mille, en la que la prometida era Semadar, hermana de Dalila. Además, podemos disfrutar del gran actor Rutger Hauer (inolvidable replicante Roy Batty del Blade Runner (1982), de Ridley Scott, que aquí interpreta a Manoah, un venerable anciano, a la sazón padre de Sansón. 



No estamos, desde luego, ante un coloso como el Gladiator de Scott, pero sí ante, como digo, un filme de aventuras bíblicas entretenido, que nos hace rememorar esas sesiones de cine de sábado tarde cuando éramos pequeños, o de las películas clásicas que se proyectaban en Semana Santa (y que hoy día se siguen repescando con buena audiencia, como La túnica sagrada, Rey de reyesBen-Hur, etc.). Un personaje con hazañas muy reconocibles (la pelea con el león, la quijada de asno con la que lucha contra mil filisteos, la escena del templo, etc.) y un filme bastante fiel al texto bíblico del Libro de los Jueces. Cine de palomitas o de tarde de sábado, pero desde luego, muy disfrutable. Muchos héroes de cómics (La Cosa, La Masa, Superman) basan su carisma, precisamente, en su gran fuerza física y sobrenatural...ahí lo dejo, sin más.

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Palafox, Yelmo-

viernes, 25 de mayo de 2018

Maria by Callas (2017)****

Dir: Tom Volf

Apasionante retrato de la vida y el trabajo de la cantante de ópera Maria Callas (1923-1977). Con testimonios de la propia Callas, Onassis, Marilyn Monroe, Alain Delon, Yves Saint-Lauren, John Fitzgerald Kennedy, Luchino Visconti, Winston Churchill, Grace Kelly, Liz Taylor y otras personalidades que conocieron a la inmortal diva del bel canto. 

La habilidad del documentalista francés Tom Volf ha consistido en aproximarnos a la figura de la Callas, recogiendo, fundamentalmente, sus testimonios en primera persona (entrevistas y cartas), a los que hay que añadir
algunas imágenes inéditas de grabaciones domésticas, tanto en su vida cotidiana como de actuaciones y entre bambalinas. El ritmo en el montaje, la poderosa expresividad, cantando o "simplemente" transmitiendo sus opiniones e impresiones, son suficientes atractivos, incluso para quien esté alejado de la magia de la ópera.



Era hija de Evangelia Dimitriadis y George Kaloyerópulos, una pareja de emigrantes griegos que llegaron a Estados Unidos en agosto de 1923, asentando su domicilio en la ciudad de Nueva York. Tras la separación de sus padres, María viajó a Grecia en 1937 con su madre y su hermana Yacinthy, volviendo a adoptar su apellido original, Kaloyerópulos y sufriendo la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Comenzó su formación en el Conservatorio Nacional de Atenas, y para inscribirse tuvo que falsear la edad, ya que no tenía los 16 años mínimos. Estudió con la soprano Maria Trivella, y después bel canto con Elvira de Hidalgo, que la formó en la tradición del belcanto romántico italiano. Uno de los fragmentos de entrevista más interesantes tiene lugar, precisamente con su maestra española, nacida Elvira Juana Rodríguez Roglán, magnífica soprano de origen turolense (nacida en Valderrobres, en 1891 y fallecida en Milán, en 1980), que pronto descubrió sus cualidades y contribuyó a formar a una de las más grandes en el canto...




A parte de sus indudables calidades técnicas y vocales, que le permitieron ser una de las más versátiles sopranos de la historia, también destacó por ser una gran intérprete. Una gran actriz, que fue muchas veces tentada por el cine, pero que reservó sus energías para un puñado de apariciones. La primera fue para la televisión en Adieux de Tabarin (1966), de Marcel Achard y después, dos trabajos cortos de 1968 (de cariz experimental) con el alemán Werner Schroeter (1945–2010), cineasta siempre próximo al ambiente operístico, titulados Mona Lisa (de 35 minutos) y Callas Walking Lucia (de 3 minutos). Aunque tuvo una buena relación con otros cineastas, como Luchino Visconti, que la dirigió en alguna ópera, sería Pier Paolo Pasolini quien la convirtió en su personal Medea (1969), personaje al que aportó su intensa interpretación y poderosa presencia. Nada mejor que una tragedia griega clásica para dejar su impronta en la historia del cine.



Otro aspecto muy cuidado, y que además está tratado con delicadeza y claridad, es el de su relación con Aristóteles Onassis (1906-1975), el famosos magnate griego, que fue el amor de su vida, en una relación con altibajos, al estilo de una apasionada trama romántico-operística, con las suficientes gotas de alegría y dolor.



Por encima de los documentales anteriores, Maria Callas: La Divina-A Portrait (1988), hecho para la televisión por el británico Tony Palmer, y Callas assoluta (2007), de Philippe Kohly, este nuevo trabajo es capaz de retratarnos a la persona apasionada (Maria) que tenía que convivir con la diva (Callas), mostrando, en primera persona a través de entrevistas y la lectura de sus cartas (con la voz de Fanny Ardant), su rica personalidad y los sacrificios y dureza de una vida entregada por completo a la música. 

Además, es todo un placer disfrutar de los fragmentos de Norma, Madame Butterfly, Un ballo in maschera, Carmen, Macbeth, La traviata, La sonnambula y Tosca,  con la voz y presencia de La Divina.

Roberto Sánchez

-Aragonia, Palafox-

martes, 22 de mayo de 2018

El taller de escritura (L´Atelier, 2017)**

Dir: Laurent Cantet
Int: Marina Foïs, Matthieu Lucci, Florian Beaujean, Mamadou Doumbia, Mélissa Guilbert, Warda Rammach, Julien Souve, Issam Talbi, Olivier Thouret, Charlie Barde, Marie Tarabella, Youcef Agal, Marianne Esposito.

Creación literaria y suspense en un thriller de baja intensidad

Laurent Cantet es un director francés que lleva casi veinte años de trayectoria. Con su ópera prima, Recursos humanos (1999), ya se llevó el César al mejor filme revelación y algún otro premio del cine Europeo. Con su siguiente trabajo, El empleo del tiempo (2001), comenzó a consolidar una carrera en la que su preocupación por los temas sociales era ya patente, temática que tratará de forma recurrente en varios títulos más, como en la sólida y naturalista La clase (2008), película por la que se lleva la Palma de Oro de Cannes y es nominado al Oscar. La clase bien podría considerarse el origen o germen de El taller de escritura, pues en ese trabajo fílmico Cantet trata ya las dificultades de integración de un grupo de chavales conflictivos y la complejidad de impartirles educación y conocimientos. 




En L´atelier, el director francés, junto a su inseparable guionista Robin Campillo (al que ya hemos conocido como realizador en la reciente 120 pulsaciones por minuto) nos lleva hasta “La Ciotat”, una localidad del sur de Francia que, antaño, fue floreciente gracias a sus  astilleros y hoy vive sumida en una decadencia social y económica. Antoine, un muchacho rebelde y callado acude a un taller de escritura en el que un grupo de jóvenes con problemas de integración han sido seleccionados para escribir conjuntamente un thriller policíaco con la ayuda de Olivia, una famosa novelista especializada en novela negra. 



El proceso creativo hace hincapié en el pasado industrial del pueblo, un tipo de nostalgia que deja indiferente a Antoine. El joven irá teniendo sucesivos encontronazos con el grupo y con la profesora que lo imparte, muy bien encarnada por la actriz francesa Marina Foïs. 

Las historia que nos proponen Cantet y Campillo, hace una curiosa y extraña fusión entre un filme de suspense, con un ritmo excesivamente sosegado, y un filme de temática social en el que, recuperando como decía antes los cimientos de La clase, vuelve a tratar los problemas de una juventud multicultural, menos favorecida socialmente, para integrarse en una sociedad francesa con evidentes problemas de inmigración en algunas de sus zonas. El elemento más perturbador que hace que ese suspense vaya “in crescendo” (como ya he dicho, de un modo demasiado lento) está representado por Antoine, un extraño y reservado alumno también muy bien interpretado por el joven actor Matthieu Lucci. Entre éste y Olivia, se establece un duelo tácito en el que ese “toma y daca” podría terminar con unas consecuencias imprevisibles. 



Es evidente que el cine de Cantet es inteligente, y que es un buen director de actores, pero mezclar las cuestiones inherentes a la creación literaria con una trama real de suspense, aunque a priori parece (y lo es) una original idea, al apostar por ese ritmo axfixiantemente lento (con una excesiva duración de los diálogos por parte de los jóvenes, que a veces no aporta nada a la historia) hace que el público, en su mayor parte, pierda la empatía, desconecte y se aleje de los personajes e incluso de la propia historia. 

Laurent Cantet, quizás se ha pasado con esa excesiva recreación,  con una autocomplacencia propia del “cine de autor” que lastra en buena medida a la película. Un thriller de suspense ha de mantener la atención del espectador con una cierta garra y giros argumentales, de los que adolece este filme casi de la “nouvelle vague” que, a los que somos críticos y escritores, nos puede resultar interesante de un modo analítico y narrativo, pero que para la gran parte del público resulta terriblemente aburrido, máxime cuando se tienen ciertas expectativas ante un filme de ese género Noir que tan bien han manejado siempre los cineastas franceses. Una lástima porque, con un poco más de mordiente, podría haber sido una película de esas de gran nivel con las que en más de una ocasión nos obsequia el cine galo gracias a su gran elenco de actrices, actores y directores.
                 
Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia-

Operación: Huracán (The Hurricane Heist, 2018)*

Dir: Rob Coen
Int: Toby Kebbell, Maggie Grace, Ryan Kwanten, Ralph Ineson, Ben Cross, Melissa Bolona, Natacha Karam, Christian Contreras, Mark Rhino Smith, Patrick McAuley, Stuart McQuarrie, Brooke Johnston, Ed Birch, Jamie Andrew Cutler, James Barriscale, Jimmy Walker, Moyo 
Akandé, Mark Basnight, Keith D. Evans, Veselin Troyanov, J.R. Esposito.

¿Thriller de catástrofes...? Catástrofe asegurada 


Famoso entre sus fans por haber realizado A todo gas (2001) y Triple X (2002), Rob Cohen es un director que no posee en toda su filmografía un título de calidad destacable, exceptuando el biopic sobre el ya legendario luchador y actor oriental Bruce Lee (Dragón, la  vida de Bruce Lee, 1993) y, la que más me gusta, una película de espada 
y brujería con otro dragón incluido (este con escamas) titulada Corazón de dragón (Dragonheart,1996). Sorprende por otra parte, la cantidad de guionistas (hasta cuatro: Carlos David, Jeff Dixon, Anthony Fingleton y Scott Windhauser) y el lío que se han hecho con esta Operación: Huracán, que junto al propio Cohen, han perpetrado un experimento fílmico tan catastrófico como su propia temática. 



Resulta que, durante una terrible tormenta tropical que pasa a convertirse en un huracán terrible, una banda de facinerosos tiene la brillante idea de asaltar un edificio Federal del Tesoro en el que se van a destruir 600 millones de dólares de dinero tan viejo como válido. Como decían algunos profesores en la escuela primaria, “los experimentos, con gaseosa”, que viene a decir: “Ten cuidado con los que vayas a mezclar no sea que te vaya a explotar en las narices”. El origen de esta curiosa frase nació en un bar restaurante, y viene de la mano del escritor y filósofo Eugenio d´Ors (1881-1954), que estaba celebrando algún acontecimiento en compañía de unos amigos. Pidieron una botella de champán y el camarero, al abrirla, derramó una gran parte sobre sobre la ropa del pobre Don Eugenio que, enfadado, le espetó al torpe camarero: “Los experimentos con gaseosa, joven”.  

Pues bien, esta Operación: Huracán (no confundir con “Operación bikini”, que ya está en marcha) es una extraña mezcla entre películas de catástrofes tipo El día de mañana (2004), de Roland Emmerich, Twister (1992), de Jan de Bont, Huracán (500 MPH Storm2003), de Daniel , etc. y las policíacas pertenecientes al subgénero de “robos y atracos” o “caper movies” (pueden consultar sobre este punto mi libro sobre el Cine Neo Noir). 

Así pues, entre uno y otro subgénero, ventoso uno y con ladronzuelos el otro, se mueve este raro filme de acción que, ni siquiera mediante ese recurso (hay algunas buenas secuencias con efectos especiales digitales) logra  mantener el tipo. 



Tenemos un malo de pacotilla como protagonista que imita (incluso se parece físicamente) 
al de la original La jungla de cristal (de John  McTiernan, 1988). Por supuesto, los malos usan también walkie-talkies para comunicarse, y hay una agente federal, Casey, (interpretada por Maggie Grace) que se erige en una especie de “Jane McLane”, alter ego del Bruce Willis de “La jungla”. No es ésta la primera película en intentar copiar al fabuloso filme de acción de los 80, otros títulos como Pasajero 57 (de Kevin Hooks, 1992) o Alerta máxima (de Andrew Davis,1992) ya lo hicieron con mejor fortuna. 



Dentro del reparto, ninguna figura destacable (cualquier actor o actriz de peso saldría corriendo ante esta película firme candidata a los premios Razzie de Hollywood), destacando muy por encima de la media el ya veterano actor británico Ben Cross (con títulos como Carros de fuego o El primer caballero). Cross interpreta a un sheriff corrupto más cercano al western que otra cosa, personaje parecido al que hemos visto en otros filmes (como en el maravilloso Sin perdón, de Clint Eastwood, encarnado por Gene Hackman). 



La película decae de forma instantánea en las escenas de diálogo que carecen de acción, resultando insulsas y de relleno, lo que evidencia la poca garra del reparto y un guión en el que sólo faltaría ver tiburones voladores traídos por el huracán para que el filme fuera una serie Z en toda regla. Finalmente, ni la feroz tormenta nos atrapa, ni la ejecución del robo tampoco (hay filmes de robos y atracos infinitamente mejores). La historia se queda en tierra de nadie, con esa extraña mezcolanza de géneros que, gracias a los efectos especiales, se convierte en un pasatiempo digerible. Aún así, y no teniendo un metraje elevado, se mira el reloj varias veces para ver cuando acaba esta tormenta argumental que, cinematográficamente, es todo un despropósito. Totalmente olvidable.                        

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Puerto Venecia, Yelmo-

martes, 15 de mayo de 2018

Rebelde entre el centeno (Rebel in the Rye, 2017)**

Dir: Dani Strong


Int: Nicholas Hoult, Kevin Spacey, Zoey Deutch, Sarah Paulson, Hope Davis, Victor Garber, Brian d'Arcy James, Lucy Boynton, Evan Hall, James Urbaniak, Amy Rutberg, Eric Bogosian, Adam Busch, Bernard White, David Berman

Rememorando la figura de Salinger 
Llevar al cine la vida de un escritor no es fácil. Los escritores somos “rara avis”. Personas con un mundo interior propio la más de las veces insondable. Pensar que uno puede llevar al cine la vida de un escritor como Salinger, sin apenas rascar en el mundo interior y personal del creador, es casi un fracaso anunciado. Y eso precisamente es lo que le ocurre al filme de Dani Strong, que a pesar de estar correctamente ambientado y contar con una brillantísima interpretación de Kevin Spacey (que se come literalmente, plano a plano, a Nicholas Hoult en las escenas que comparten juntos), se queda en un biopic insulso e igualmente plano que poco o nada nos descubre de un personaje tan inexplorado y enigmático como Jerome David Salinger (Nueva York, 1919 - Cornish, New Hampshire, 2010), escritor estadounidense que empezó su carrera literaria en 1940 con la publicación en diversas revistas de su país de relatos y piezas teatrales que había escrito durante una estancia en Europa. 



J. D. Salinger se alistó en 1942 y participó en diversas acciones bélicas, entre ellas el cruento desembarco de Normandía. Durante su época de combatiente inicia la redacción de su obra más conocida: El guardián entre el centeno (1951), novela escrita desde el punto de vista de un adolescente enfrentado a la hipocresía del mundo adulto que contiene grandes dosis de ironía. La obra obtuvo un éxito espectacular y fue rápidamente traducida a diversos idiomas. Le siguieron algunos volúmenes de relatos (Fanny y Zooey, 1961; Levantad, carpinteros, la viga del tejado, 1963; Seymour: una introducción, 1963), escritos desde un buscado  aislamiento en una granja, donde vivió junto con su esposa y sus hijos. 



En el filme de Strong, se deja caer que El guardián entre el centeno fue su última obra publicada (aunque si es cierto que fue su única novela), y que el “raro” de Salinger se enclaustró en una casa aislada en medio de un bosque para seguir escribiendo para sí mismo, sin intención de publicar nunca más.



Todo el filme, dirigido y con guion de Dani Strong (adaptando el libro sobre Salinger de Kenneth Slawenski), transcurre con corrección pero sin especial garra, dejando al espectador (al menos a mí) con ganas de saber mucho más sobre el personaje protagonista; sobre sus demonios interiores y sobre lo que nos quiere transmitir a través de Holden Caufield, el protagonista de su novela. Personajes secundarios como Oona O´Neil (una joven y encantadora Zoey Deutch que parece la reencarnación de una veinteañera Jennifer Connelly) o el padre del propio Salinger (interpretado por otro secundario de oro, Victor Garber, al que muchos recordarán como el ingeniero del Titanic, de Cameron), tienen más atractivo y presencia fílmica que el propio Hoult (Salinger), y vuelven a eclipsarlo cuando se enfrentan a él en pantalla. 

A mí, como escritor, me interesa a priori un filme en el que se trata de la creación literaria, de obras tan enigmáticas, transgresoras e influyentes en la literatura posterior como El guardián entre el centeno  y esta película, al menos,  me ha despertado las ganas de revisarla. Me interesan bastante menos las juergas, desengaños amorosos y otras circunstancias más propias de las revistas del corazón y del “papel couché, que se muestran de la vida de este joven Salinger (quizá hubiese sido mucho más interesante verlo madurar e incluso envejecer dentro del filme, porque seguro que nos hubiera aportado muchas más cosas). 

No obstante, sólo por disfrutar en versión original de la que podría ser última interpretación de ese maravilloso actor (no entro aquí a juzgar su vida personal, sino su arte y su trabajo) que es Kevin Spacey, interpretando magistralmente al profesor de escritura y editor Whit Burnett (profesor de la Universidad de Columbia que a través de su revista Story editó el primer relato corto de Salinger), merecería la pena ir a ver este “Guardián entre el centeno”. Y sigan también de cerca a esa adorable criatura fílmica que es Zoey Deutch (que tuvo un pequeño papel en la curiosa y reciente The Disaster Artist (2017), de James Franco, como he dicho antes, una nueva Jennifer Connelly del siglo XXI, pues seguro que va a dar mucho de qué hablar. Respecto a descubrir cosas sobre Salinger y su memorable novela El guardián entre el centeno, mejor léanla este verano con calma. Al menos eso es lo que voy a hacer yo.                                        
Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia-

jueves, 10 de mayo de 2018

Lucky (2017)****

Dir: John Carroll Lynch
Int: Harry Dean Stanton, Ed Begley Jr., Beth Grant, James Darren, Barry Shabaka Henley, Yvonne Huff, David Lynch, Hugo Armstrong, Bertila Damas, Ron Livingston, Ana Mercedes, Sarah Cook, Amy Claire, Ulysses Olmedo, Mikey Kampmann, Otti Feder, Mouse, Pam Sparks, Tom Skerritt.

En el cine, en ocasiones, suceden pequeños milagros. O quizás no tan pequeños. Mi fe, mi pasión por el cine, por ese 7º Arte que conmovió y definió todo un siglo (el XX), sigue inquebrantable. A pesar de los numerosos reveses, de vez en cuando suceden cosas. Harry Dean Stanton (nacido un 14 de julio de 1926, en  West Irvine, Kentucky, USA), falleció el 15 de septiembre de 2017 en Los Angeles. Con más de 200 intervenciones como actor en el cine y la televisión, que se remontan a 1954 (la primera fue en un episodio de la olvidada serie de terror de la NBC norteamericana titulada Inner Sanctum) volvió, gracias a la magia del cine, a darnos una lección de interpretación. Un moribundo, y sin embargo muy vivo, Lucky, en la piel de Harry Dean Stanton, brilla de modo inusitado en esta parábola que  transcurre en territorios fronterizos...



Harry Dean Stanton se había convertido, en papeles casi siempre secundarios, en todo un fetiche para directores especialemente valiosos como David Lynch (interpreta en esta película a Howard, un buen amigo de Lucky) que recientemente contó con él en cinco episodios de la que quizás sea su obra maestra, la tercera entrega de Twin Peaks (2017); o en títulos tan destacados como Alien, el 8º pasajero (1979), de Ridley Scott, La milla verde (1999), de Frank Darabont, o en Paris, Texas (1984), una de las más brillantes aportaciones del alemán Win Wenders a la historia del cine, en la que Harry Dean Stanton coprotaganizó el film al lado de Nastassja Kinski. En fín, un actor de 91 años que merecía un homenaje en forma de película y "milagrosamente" lo ha tenido.



Ha sido otro actor que debuta como director, Jon Carroll Lynch, el que ha creado el vehículo adecuado, junto a Logan Sparks y Drago Sumonja (ambos se habían movido más en el campo de la producción y la actuación) que han escrito el guion. Cine fronterizo en todos los sentidos. Además de David Lynch (aquí como actor, ya lo dijimos), otros brillantes intérpretes, que son sobre todo efectivos secundarios, acompañan a Stanton: Ed Begley Jr. es el Dr. Christian Kneedler, Tom Skerritt es Fred, otro veterano de guerra (como él), Barry Shabaka Henley es Joe "el barman", o Beth Grant, Elaine, la propietaria del bar dónde ceremoniosamente Lucky lleva años desayunando. 


El paisaje, el territorio desértico, desolado y fronterizo, es otro personaje clave sin el que no se entendería a Lucky, y probablemente tampoco a Stanton. Personaje y actor se fusionan a la perfección. En ese sentido, los paseos rituales, por los paisajes que ya retrató con una poética y melancólica mirada Wenders, vuelven a ser los protagonistas. Y a vueltas con la frontera (y el ritual de la vida), nuestro Lucky/Stanton, despierta todas las mañanas con una ranchera (en la voz de Pedro Infante, por ejemplo), los mariachis suenan, el director añade un tema de Johny Cash y el mismo Lucky, se enamora de una bella dama a la que dedica la canción "Volver, volver", cantada por él mismo, con mucho estilo y sentimiento y debidamente acompañado por mariachis,...la frontera es permeable y la que limita Estados Unidos y México, a pesar de los muros levantados por los integristas yankees, está llena de conexiones y relaciones. Inglés y castellano conviven en esa frontera y la gente normal se entiende y sobrevive por encima de la sinrazón, aunque las puertas de la muerte estén ahí al lado para Lucky, la vida sigue...

Roberto Sánchez

-Aragonia-  

miércoles, 9 de mayo de 2018

7 días en Entebbe (Entebbe, 2018)***

Dir: José Padilha
Int: Rosamund Pike, Daniel Brühl, Eddie Marsan, Ben Schnetzer, Kamil Lemieszewski, Denis Menochet, Mark Ivanir, Natalie Stone, Andrea Deck, Vincent Riotta, Peter Sullivan, Lior Ashkenazi, Flynn Allen, Brontis Jodorowsky, Angel Bonanni, Noof McEwan, Ingrid Craigie, Yiftach Klein, Omar Berdouni, Uriel Emil, David Annen, Frida Cauchi, Laurel Lefkow, Daniel Ben Zenou, Antonella Axisa, Jonathan Pyatt 

El terrorismo hippy de los 70.

El revival de los años sesenta y, sobre todo, de los setenta, es un filón para el cine actual, especialmente en 
cuanto al drama político y, de modo destacado, para el thriller de acción y policíaco. Y a esta moda de recuperar historias basadas en hechos reales, como ya hizo Ben Affleck con la sensacional Argo (2012), con memorables secuencias aeroportuarias, se ha apuntado el brasileño José Padilha, a la sazón director de la reciente y exitosa serie Narcos de Netflix, sobre la figura de Pablo Escobar. 

Padilha realizó un excelente thriller sobre el BOPE, batallón especializado de la policía brasileña que hacía incursiones en las peligrosas favelas de Río de Janeiro en Tropa de élite (2007), y que tuvo una exitosa continuación en 2010. Su protagonista era el actor Wagner Moura, que también curiosamente encarnó magistralmente a Pablo Escobar en la ya citada Narcos. José Padilha es, por tanto, un director que conoce los resortes del thriller, demostrándolo con creces en esos títulos que he citado, por lo que 7 días en Entebbe podría haber sido un filme excepcional. Digo excepcional, porque a pesar de las malas críticas que ha recibido, a mí no me parece una mala película. Es cierto que Padilha ha intentado hacer un filme más introspectivo que de pura acción, quizá intentando emular a ese maestro llamado Clint Eastwood haciendo una extraña mezcla entre Sully (2016) y El francotirador (2014), y con ese toque setentero de la también ya citada Argo. El resultado es un retrato excesivamente “happy flower”, naíf y hippy de los terroristas pertenecientes a la banda alemana setentera “Baader-Meinhof” (o Rote Armee Fraktion o RAF; Facción del Ejército Rojo, en Español).



La historia que nos cuenta Padilha tuvo lugar en 1976. Ese fatídico año de secuestros y accidentes aéreos, un avión de Air France, con 248 pasajeros a bordo, fue secuestrado por dos palestinos del Frente Popular para la Liberación de Palestina y dos alemanes de las células revolucionarias alemanas (la citada "Baader-Meinhof"), siendo desviado al Aeropuerto Internacional de Entebbe, en Uganda, país caótico, regido entonces por el dictador militar y caníbal declarado Idi Amín Dada. Los secuestradores exigieron la liberación de más de 50 terroristas palestinos detenidos en diferentes países. 



7 días en Entebbe está bien hecha, bien rodada. Cuenta con escenas de acción (sobre todo en su tramo final) y abundante tensión política en toda la preparación de la operación militar, gestionada por Israel, un país que cuenta desde hace décadas con un ejército y un servicio secreto brillantes, y alberga un reparto de actores y actrices de la talla de Rosamund Pike, el español, con raíces alemanas, Daniel Brühl, el gran secundario francés Denis Menochet, recientemente visto en la excelente Custodia compartida, o el siempre sólido actor judío Lior Ashkenazi. 



¿Qué le ocurre a Entebbe para no ser un filme sobresaliente? Pienso que Padilha, al que muchos acusaron de excesiva dureza y violencia en Tropa de élite, ha querido dulcificar y hacer más asequibles a los “malos” y se ha perdido en la caracterización de los personajes con un idealismo y unos clichés que, sin embargo, me parecen bastante acertados tanto en la descripción de Shimon Peres, como en la encarnación del robusto y manipulador líder ugandés por parte del actor inglés de origen africano Nonso Anozie. 

A pesar de no ser perfecta, 7 días en Entebbe entretiene y se disfruta con agrado. Se echa en falta algo más de pegada en este thriller de acción con secuestros aéreos, pero está bien realizada aunque no pasará a la historia por ser de los mejores trabajos de un director, productor y guionista, llamado José Padilha, que seguro que aún nos ofrecerá buenos trabajos en el futuro. 

Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, Palafox-  

sábado, 5 de mayo de 2018

Barbara (2017)***

Dir: Mathieu Amalric
Int: Jeanne Balibar, Mathieu Amalric, Vincent Peirani, Fanny Imber, Aurore Clément, Grégoire Colin.

Yves Zand, director de cine, interpretado por Mathieu Amalric, que en la realidad es un reconocido director (con 7 largometrajes a su cargo entre el cine y al televisión) y actor francés (más de 100 intervenciones lo avalan) quiere hacer un biopic sobre la cantante Barbara, magistralmente incorporada por Jeanne Balibar, actriz quizás poco seguida en España, pero que ya tiene más de 50 trabajos en su haber (para Arnaud Desplechin, Olivier Assayas o Jacques Rivette, entre otros). 

El director (Yves) y la actriz (Brigitte) trabajan juntos, con cercanía y Amalric y Balibar, nos proponen una estructura un tanto compleja, en la que parecen interpretarse a si mismos, para aproximarnos obsesivamente a la figura de la compositora y cantante Barbara, nacida en Paris en 1930 y fallecida en Neuilly-sur-Seine, un 24 de noviembre de 1997. Su verdadero nombre era Monique Andrée Serf e inició su carrera en pequeños cabarets de Bélgica, para debutar en Paris en 1958. Sus versiones de las canciones de Georges Brassens y Jacques Brel siempre fueron espléndidas y además con Brel tuvo una buena amistad y un serio compromiso artístico, que le llevó a coprotagonizar junto a él la película Franz (1972), dirigida por el mismo Brel. Recuperó y reinterpretó las canciones de autores franceses de principios de siglo, sobre todo Xarnof (autor del Fiacre) y Fragson, componiendo además unas cuantas canciones, como Ma plus belle histoire d’amour, convertidas en símbolos imperecederos de la Chanson y que la película recoge con delicadeza y pasión.



Amalric y Balibar logran que conozcamos un poco mejor la poderosa figura de Barbara, su capacidad lírica y dramática, su puesta en escena brillante e impactante, aunque en el escenario sólo estuvieran ella y su piano. Esa estructura compleja, una suerte de puzzle que escenifica el guion de Mathieu Amalric y Philippe Di Folco (a partir de una idea original de Renaud Legrand y Pierre Léon) va adquiriendo sentido poco a poco y termina por tener gran solidez dramática y transmitir un evidente goce estético y musical. Jeanne Balibar comienza siendo Brigitte, la actriz, pero en el proceso de asimilación de lo que fue la persona y la cantante, elegántemente contado por Amalric, termina por ser también Barbara. Amalric, con una lógica narrativa más consistente de lo que aparenta la estructura entrecortada, incluye fragmentos documentales en los que vemos y escuchamos a la verdadera Barbara, y comprobamos que la metamorfosis de Jeanne Balibar es perfecta, disfrutando y sufriendo en el proceso, junto a ella y al director. Cine, dentro del cine, proceso creativo en efervescencia...



En Zaragoza, pudo verse en las salas Aragonia, también en versión original (no debería hacerse de otro modo) y supuso todo un regalo para los sentidos y el intelecto. El cine francés, más allá de sus productos comerciales (los que más nos llegan), bastante mediocres, muestra ocasionalmente apuestas por el buen gusto y la calidad artística (en su sentido más amplio). 

Mathieu Amalric ha demostrado sobradamente su capacidad como actor (incluso en el sector internacional) y habrá que empezar a valorarlo también como realizador. La película que nos ocupa, Tournée (2010) y El cuarto azul (2014), que pudieron verse en Zaragoza, demuestran que tendremos que seguir muy atentos su trayectoria.

Roberto Sánchez.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Vengadores: Infinity War (2018)***

Dir: Anthony Russo y Joe Russo
Int: Robert Downey Jr., Chris Hemsworth, Benedict Cumberbatch, Chris Evans, Mark Ruffalo, Scarlett Johansson, Chris Pratt, Tom Holland, Josh Brolin, Elizabeth Olsen, Chadwick Boseman, Pom Klementieff, Terry Notary, Dave Bautista, Karen Gillan, Tessa Thompson, Zoe Saldana, Gwyneth Paltrow, Tom Hiddleston, Cobie Smulders, Paul Bettany, Sebastian Stan, Peter Dinklage, Samuel L. Jackson, Benicio del Toro, Danai Gurira, Benedict Wong, Anthony Mackie, Don Cheadle, Idris Elba, Vin Diesel, Bradley Cooper, William Hurt.

El todopoderoso Thanos (aunque muy transformado por la magia del maquillaje y el trucaje digital, detrás del personaje tenemos a Josh Brolin, capaz de aportarle unos cuantos matices) ha despertado con la promesa de arrasar con todo a su paso, portando el Guantelete del Infinito, que le confiere un poder incalculable, al ir reuniendo las diferentes gemas del infinito (que suponen controlar: poder, tiempo, alma, realidad, mente, y espacio). Los únicos capaces de pararle los pies son los Vengadores y el resto de superhéroes de la galaxia, que deberán estar dispuestos a sacrificarlo todo por un bien mayor. Capitán América (Chris Evans) e Iron Man (Robert Downey Jr.) deberán limar sus diferencias, Black Panther (Chadwick Boseman) apoyará con sus tropas desde Wakanda, Thor (Chris Hemsworth) y los Guardianes de la Galaxia (es decir: Gamora/Zoe Saldana, Star-Lord/Chris Pratt, Drax/Dave Bautista, Groot/la voz de Vin Diesel y Rocket/la voz de Bradley Cooper) e incluso Spider-Man (Tom Holland) se unirán antes de que los planes de devastación y ruina pongan fin al universo.¿Serán capaces de frenar el avance del titán del caos?




Los hermanos Russo, en la dirección y los guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely, que vienen colaborando en la elaboración de Capitán América y Vengadores y en su metamorfosis cinematográfica, han construido un film mastodóntico, pero sorprendentemente ágil. Con el que han logrado varias hazañas complejas, siendo fieles a los personajes del cómic y a sus reelaboraciones. 




Siguiendo la senda de Stan Lee (que tiene, cómo no, su cameo habitual), coordinando a Jack Kirby, Joe Simon, Jim Starlin, Steve Englehart, Steve Gan, Bill Mantlo, Keith Giffen, Larry Lieber o Don Heck, entre otros muchos de los guionistas y creadores de la mayoría de los superhéroes de la factoría Marvel, los Russo (y sus guioistas) organizan un concierto con una pléyade casi infinita de personajes, que al igual que el soporte de papel, terminan por coincidir de un modo sorprendemente coherente en más de una de las aventuras . Con un impulso semejante, Marvel Studios lleva ya unos años tejiendo en el cine un tapiz de superhéroes muy parecido al de los cómics. 

En el caso que nos ocupa, la inspiración parte de La Guerra del Infinito, una serie limitada de historietas de seis números publicados por Marvel Comics en 1992. La serie fue escrita por Jim Starlin y dibujada por Ron Lim, Ian Laughlin, Al Milgrom, Jack Morelli y Christie Scheele. La historia es una secuela directa del crossover de 1991 Guantelete del Infinito, y fue seguido por Cruzada del Infinito en 1993. Lograr que ese galimatías de tramas, subtramas y personajes adquiera sentido en las 2 horas y 29 minutos del film, se antoja milagroso. Los hermanos Russo, apoyándose firmemente en los guionistas ya citados, lo han logrado.




Ayuda mucho a asimilar toda la parafernalia de situaciones, personajes, diálogos y acciones espectaculares, el sentido del humor que aporta el soberbio Robert Downey Jr., al que secundan con habilidad, Mark Ruffalo y el jovenzano Tom Holland. Hay más chistosos en el reparto, como Chris Pratt (y en general casi todo el equipo de Los Guardianes de la Galaxia), el musculoso Chris Hemsworth, y los trascendentes Dr. Strange (Benedict Cumberbatch) o Visión (Paul Bettany), con un halo a lo Shakespeare, que refuerzan estos sólidos actores  ingleses. Además, las relaciones complejas y tormentosas entre los personajes (Capitán América con Iron Man, Gamora con Thanos, etc.), el amor sin futuro pero entregado  entre Visión y La Bruja Escarlata, nos aproxima igualmente al melodrama en su más alta gama, y mejor que peor todo va encajando en un engranaje que aparentaba ser demencial, pero que termina siendo memorable en muchos sentidos. De hecho, incluso el supervillano parece tener sentimientos y ambivalencias, o, en todo caso, podemos llegar a vislumbrarlos en algunas de sus actitudes...




Mi etapa de lector de cómics Marvel quedó muy atrás en el tiempo, y siempre lamenté que durante mi adolescencia las adaptaciones al cine fueran escasas y, permítanme la expresión, "cutres de solemnidad". Ahora, en general, suelen ser bastante pueriles e infantiloides, pero la sofisticación en los trucajes digitales, y de vez en cuando la habilidad de los guionistas, han logrado hitos cinematográficos para mi atractivos y sugerentes. Al menos desde X Men (2000), de Bryan Singer, no había tenido esa sensación de contemplar un espectáculo cinematográfico Marvel con un "algo de trascendencia" y que aún durando más de dos horas transcurriera como un suspiro. Seguramente, los más jóvenes, o aquellos que han continuado consumiendo las sagas de cómics y, ahora también, sus adaptaciones cinematográficas pertinentemente seriadas, habrán disfrutado mucho y por supuesto esperaran la próxima entrega con pasión, casi tanta como la que pusieron en sus primeros pases en las salas de todo el mundo (o casi)...

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-