martes, 27 de febrero de 2018

La forma del agua (2017)****

Dir: Guillermo del Toro
Int:  Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer, Richard Jenkins, Michael Stuhlbarg, Lauren Lee Smith, David Hewlett, Nick Searcy, Morgan Kelly, Dru Viergever, Maxine Grossman, Amanda Smith, Cyndy Day, Dave Reachill.

El guion de Guillermo del Toro y Vanessa Taylor ha recibido recientemente serias acusaciones de plagio. Al parecer la obra teatral Let Me Hear You Whisper, de Paul Zindel, que además de su pertinente estreno pudo verse en una cadena de televisión de los USA en 1969, guarda ciertas semejanzas con esta historia concebida por Guillermo del Toro que, por otro lado, y de modo consciente, hace citas un directas e indirectas a varias películas de serie B de indudable encanto como La mujer y el monstruo (Creature from Black Lagoon, 1954) y La venganza del hombre monstruo (Revenge of the Creature, 1955), ambas de Jack Arnold y que según el mismo Del Toro (y parece evidente) han inspirado directamente el diseño de la criatura acuática; o al cuento de hadas francés de La Bella y la Bestia, que podría inspirarse a su vez en una historia del escritor romano Apuleyo (siglo II d. C.), que se publicó en Francia en el siglo XVIII, teniendo luego múltiples versiones cinematográficas, por ejemplo de la mano de Jean Cocteau (en 1946), de los Estudios Disney, en una reconocida versión "muy bien animada" de 1991 y recientemente (2017) transfigurada en imagen real, dirigida por Bill Condon, con un antecedente inmediato en la serie Bella y Bestia (2012-2016), creada Sherri Cooper-Landsman, Ron Koslow y Jennifer Levin.


Las razones para no ir más allá en esa cuestión del plagio están muy bien justificadas en el artículo de Jorge F. Hernández publicado en El País (puede consultarse en el siguiente enlace: https://elpais.com/internacional/2018/02/26/mexico/1519665442_779378.html) y por esa razón no volveré a insistir en ellas.




Estamos ante la que me parece, por ahora, la más lograda película de Guillermo del Toro, en la que ha conseguido poner toda su habitual parafernalia decorativa y de ambientación al servicio de una historia repleta de sensibilidad en la que predomina una delicada historia de amor, añadiendo además, sin romper nunca el relato más de una llamada de atención, denunciando el evidente racismo y el odio hacia los diferentes, muy evidente en la América de la época en la que se ambienta el film, pero que dista mucho de haber desaparecido en la actualidad. La sociedad norteamericana (y por extensión la del resto del mundo capitalista, ¿el único posible?) parece más infectada que nunca del virus del odio y el totalitarismo, al estilo Trump.




Elisa (Sally Hawkins) es una joven muda que trabaja como conserje en un laboratorio en 1963, en plena Guerra Fría, donde se enamorará de una criatura anfibia (Doug Jones) que se encuentra ahí recluido. Dicho así, parece poca cosa, pero el realizador mexicano ha logrado construir una bella (e inquietante) fábula. 

Del Toro hace muchos otros homenajes personales y explícitos al género musical. Les cito los títulos más evidentes y les propongo que se entretengan en rastrearlos durante el visionado: La pequeña coronela (1935), de David Butler (con Shirley Temple y Bill Robinson bailando), Sigamos la flota (1936), de Mark Sandrich (con Fred Astaire y Ginger Rogers), That Night in Rio (1941), de Irving Cummings (con Carmen Miranda), Tú serás mi marido (Sun Valley Serenade, 1941), Hello Frisco, Hello (1943),  de H. Bruce Humberstone (con Alice Faye) y Martes de carnaval (1958), de Edmund Goulding. Por si fuera poco, buena parte de la acción transcurre en el edificio que alberga un cine de la época dorada de Hollywood en el que se está proyectando La historia de Ruth (1960), de Henry Koster, de resonancias bíblicas en Cinemascope y en un esplendoroso Color by De Luxe.




Todo el reparto está soberbio. Destacan especialmente la inglesa Sally Hawkins, y los siempre eficientes actores norteamericanos Richard Jenkins y el peculiar Michael Shannon, que lleva una carrera inmensa construyendo "malos" especialmente insidiosos y repulsivos;con una cota brillante y destacada en su personaje de la serie Boardwalk Empire (2010-2014) a la que hay que sumar, ahora, su composición del agente Richard Strickland para The Shape of Water

Todo brilla en este film y contribuye a creer que la magia del cine todavía puede conjurarse. La banda sonora del francés Alexander Desplat, con su poderoso tono evocador y romántico, la fotografía colorista pero con un sesgo expresionista del danés Dan Laustsen, la dirección artística de Nigel Churcher o el vestuario de Luis Sequeira nos transporta de inmediatoa los años sesenta, pero también a sus ensoñaciones, su cine y a sus publicaciones "pulp", repletas de misterio y romanticismo, intensos como el Color De Luxe... 

Película que demuestra que Guillermo del Toro puede trascender su afición por el cómic o  la serie B fantástica, y que puede ir mucho más allá de sus tebeos y mangas, entiéndanse por tales Hellboy (2004) o Pacific Rin (2013), sin duda aceptables. Sólo la brillante El laberinto del fauno (2006), estaría cercana a la nueva y apasionada declaración de amor al cine que supone La forma del agua, pero allí todavía no había sabido superar su adicción al formalismo algo gratuito y superficial. Ahora la historia ya no está al servicio del decorado, sino todo lo contrario.   

Roberto Sánchez 

-Aragonia, C. Grancasa, Cervantes, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

The Florida Project (2017)****

Dir: Sean Baker
Int:  Willem Dafoe, Brooklynn Prince, Bria Vinaite, Caleb Landry Jones, Mela Murder, Valeria Cotto, Christopher Rivera, Macon Blair, Sandy Kane, Karren Karagulian, Lauren O'Quinn, Giovanni Rodriguez, Carl Bradfield, Betty Jeune, Cecilia Quinan.


Sean Baker es un director neoyorquino (nacido en 1971) que se mueve en una óbita bastante independiente con relación a Hollywood. Quizás por esa razón no he visto ninguno de sus seis largometrajes anteriores. En The Florida Project nos muestra sin tapujos el otro lado del sueño americano, una realidad molesta y cotidiana que nadie, o casi nadie, se molesta en retratar.

Moonee (Brooklynn Prince) es una niña de 6 años que pasa el verano con sus jóvenes amigos en un pequeño motel muy próximo a Disneyworld, mientras sus padres y el resto de adultos que les rodean sufren de modo muy directo los efectos de la crisis. Willem Dafoe es Bobby el encargado de un Motel en el que viven temporalmente unos personajes arrastrados por los vaivenes de un sistema económico que parece dejar de lado a todos aquellos que caen en desgracia. Un sistema que vuelve la cara a los maltratados por la fortuna.




La película oculta trás su mirada limpia y aparentemente despreocupada, un análisis realista y profundo de este país todopoderoso que sigue albergando bolsas importantes de pobreza y a personas que se ven avocadas a la prostitución, al tráfico de drogas o a trabajos basura mal pagados y que desde luego no favorecen la integración ni el desarrollo personal.




La habilidad de los guionistas (Chris Bergoch y Sean Baker) es contarnos con naturalidad las aventuras y desventuras de un grupo de niños que con su inocente mirada contemplan el sueño americano, envuelto y adobado por esa tierra de la fantasía (Disney World Florida) que tienen a unos metros nada más. Casi pueden tocar con sus manos las mieles del placer y la diversión, pero se tienen que conformar con merodear por urbanizaciones cochambrosas y ruinosas, mendigar o robar unos helados o chuches y contemplar cómo sus padres (sobre todo las madres) intentan construir ese sueño tan americano de una vida maravillosa y despreocupada sobre una glamurosa nada, sustentada por las mentiras que las televisiones y el próximo parque de atracciones difunden a saldo. Un presente y futuro deseados, pero que no existen, más allá del juego y la ficción que eficientemente inocula el sistema.




Sorprende la calidad interpretativa de los niños (sobresaliente la joven Brooklyn Prince), el siempre eficiente trabajo de Willem Dafoe, Bobby, una especie de conserje para todo y casi un padre-protector para los numerosos chiquillos que pueblan el motel; y el trabajo naturalista y poderoso de la casi desconocida Bria Vinaite, Halley, la desastrada madre de Moonee.




Películas como esta permiten abrir algo los ojos y comprobar que en ese maravilloso país llamado USA no es oro todo lo que reluce y que de vez en cuando alguno de sus cineastas se atreve a contarlo. Además, Sean Baker lo ha hecho con la calidad de un cineasta sensible, claro y que muestra una gran clarividencia simbólica al ambientar su historia a las puertas del Walt Disney World Resort, en Orlando, Florida; quizás uno de los emblemas más conocidos del American way of life. 

Agradecer, una vez más, que Zaragoza Urbana nos permita disfrutar de esta gran película en pantalla grande. En Zaragoza son los únicos que se han atrevido a proyectarla en su complejo de salas Aragonia.

Roberto Sánchez

-Aragonia-

lunes, 19 de febrero de 2018

15:17 Tren a París (2018)**

Dir: Clint Eastwood
Int: Spencer Stone, Anthony Sadler, Alek Skarlatos, Judy Greer, Jenna Fischer, Ray Corasani, Tony Hale,  Thomas Lennon, Sinqua Walls, Paul-Mikel Williams, Max Ivutin, Bryce Gheisar, Cole Eichenberger, William Jennings, Jaleel White, P.J. Byrne, Robert Pralgo, Steve Coulter, Gary Weeks, Timothy Carr, Cecil M. Henry, Lillian Solange Beaudoin, BreeAnna Marie, Ethan Rains, Mariam Vardani, Jeanne Goursaud, Irene White, Seth Meriwether, Matthew Barnes. 

Clint Eastwood ha cumplido 88 años. Ha logrado, como director, ser una de las figuras indiscutibles del cine norteamericano y mundial. Con más de 70 apariciones como actor, su carrera se inició en 1955 y sus interpretaciones nunca fueron ni sutiles, ni sofisticadas, ni de calidad, pero sí muy inteligentes, creando algunos arquetipos de hombre duro (el de Harry Callahan, por ejemplo, tuvo mucho impacto), policía justiciero, militar implacable o personaje más allá del bien y del mal, desde los primeros westerns de Sergio Leone, a los eficientes filmes de Don Siegel, uno de sus maestros, sin duda.




Su carrera como realizador se inició en 1971 con Escalofrío en la noche (Play Misty for Me) y ha ido dejando un ramillete de películas magistrales como El jinete pálido (1985), Bird (1988), Sin perdón (1992), Un mundo perfecto (1993), Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997), Mystic River (2003), Million Dollar Baby (2004), Cartas desde Iwo Jima (2006), o Gran Torino (2008). Precisamente, desde esa película, la calidad de sus producciones ha decaído bastante, aunque debe quedar claro que siempre cumpliendo con unos estándares mínimos y destacando ante cierta mediocridad de sus contemporáneos. Además, nunca ha ocultado su ideología conservadora y algo recalcitrante que defendió simbólicamente con el mencionado personaje de Harry Callaghan, justiciero algo chistoso, políticamente incorrecto (diríamos ahora) y de gatillo fácil. También, cuando hizo falta, hizo sus particulares campañas a favor de los militares norteamericanos y sus indudables virtudes como adalides de las libertades y la democracia en el mundo entero: El sargento de hierro (1986), Banderas de nuestros padres (2006), El francotirador (2014), y ahora The 15:17 to Paris, un filme que intenta aunar la propaganda política, con el verismo más absoluto al convertir a los protagonistas de ese acto, sin duda heroíco, en los personajes de la reconstrucción del mismo hecho que protagonizaron no hace mucho.  




Es como si Eastwood y todos tuviéramos una gran deuda con Spencer Stone, Anthony Sadler y Alek Skarlatos, y él considerara que la merecida Legión de Honor concedida por la República de Francía (que no conlleva recompensa económica) fuera insuficiente. Con este filme de estreno mundial puede recompensarlos con mayor justicia al difundir con un énfasis especial una noticia que desde luego no pasó desapercibida. Y, además, puede pagarles por un lado los derechos de autor por su libro y por otro sus sueldos como actores. 

De paso, demuestra al mundo lo necesarios que son los soldados norteamericanos (auque estén de vacaciones, siempre están de servicio por el bien común)  para defendernos de los yihadistas y otros terrores. 

En la tarde del 21 de agosto de 2015, tres jóvenes americanos que viajaban por Europa se enfrentaron a un terrorista en un tren con destino a París, con 500 pasajeros a bordo. Eastwood, de la mano de la guionista Dorothy Blyskal, que a su vez ha tomado como base el libro que estos héroes, inspirados por los Dioses Olímpicos (perdón, del Capitolio, de Washington, para más señas) fueron capaces de escribir después de su meritoria acción, narra el curso de las vidas de estos amigos, desde los avatares de su niñez para encontrar su destino manifiesto, hasta la serie de eventos que precedieron al ataque. Por cierto, ni Eastwood, ni Blyskal, han logrado insuflar algo de entretenimiento a este largísimo preludio (ni utilizando los viejos y ya clásicos recursos del flashforward y el flashback). Pocas veces me he aburrido tanto con una película de un director del Olimpo Fílmico, que hasta en sus productos menos recomendables desde el punto de vista ideológico sabía resultar vigoroso, divertido y siempre eficientemente clásico. Por si fuera poco, estos héroes no son actores y las posibilidades dramáticas de una brillante interpretación desaparecen, supongo que por mantener la máxima pureza en la reconstrucción de los acontecimientos. Eastwood ha querido inventar el cinéma vérité de propaganda y ha dado uno de los más espectaculares patinazos de una carrera brillante, como ya expliqué un poco más arriba.




Sólo la eficacia en la narración de la escasa acción del film nos devuelven al mejor Eastwood, pero no es suficiente. Los maestros también pueden equivocarse, y este es un buen ejemplo. 

Nada, ni nadie, se  molesta es explicar quién es el "malo" y qué razones o sinrazones le han llevado a intentar cometer esa matanza. Ya saben, el mejor indio es el que está muerto...Además, en un film de propaganda traicionaría la misma esencia del género. ¿A ver si me lo pienso mejor y la valoro como obra maestra por aquello de ganar seguidores...?

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

viernes, 16 de febrero de 2018

El cuaderno de Sara (2018)***

Dir: Norberto López Amado
Int: Belén Rueda, Manolo Cardona, Marián Álvarez, Enrico Lo Verso, Florín Opritescu, Malcolm Sitté, Iván Mendes, Marta Belaustegui, Nick Devlin, Ramón Barea.


Después de firmar Nos miran (2002), un thriller con elementos fantásticos y de terror, protagonizado por Carmelo Gómez, los trabajos del gallego Noberto López Amado han estado casi siempre al servicio de unas cuantas series como El tiempo entre costuras (2013-2014), o El Príncipe (2014), entre ellas ha sacado adelante sólo dos interesantes largometrajes más, ¿Cuánto pesa su edificio, Sr. Foster? (2010), codigido junto a Carlos Carcas, un documental sobre el conocido arquitecto inglés Norman Foster y La decisión de Julia (2015), con un buen trabajo interpretativo de Marta Belaustegui. 

En El cuaderno de Sara, apuesta, con guion de Jorge Guerricaechevarria, por transportarnos a Äfrica, retratada como una tierra convulsa y sobrecogedora. 

Los personajes con los que comunica está española que busca a su hermana desaparecida en la selva del Congo son Omar (Malcolm Sitté), un joven negro al que su hermana ha enseñado algo de español y puede comunicarse con él sin demasiados problemas, con Sven, interpretado por el actor irlandés Nick Devlin, que fue compañero de su hermana Sara durante algún tiempo y habla español con soltura, pero que cuando desapareció hacía bastante que ya no lo era, y que resultará herido ayudándola al acercarse a la zona donde ha sido vista por los reporteros belgas que difundieron su fotografía, gracias a la que ha emprendido la búsqueda.






También encuentra algunas misiones, como la dirigida por el Padre Salvio (Enrico Lo Verso), el cura italiano que le habla de los niños soldados deshauciados, incluso con otros españoles cooperantes,  o el oportunista Sergio (Manolo Cardona), que intenta embolsarse la mayor cantidad de dinero posible trabajando para ella y a la vez para  otros reporteros belgas, interpretado por un actor colombiano que tiene un cierto acento sudamericano. Estamos ante un nuevo buscador de oro, pero a costa de los blancos que se interesan por esta zona en conflicto. De hecho, los cooperantes que proceden de la Europa y América más "civilizadas" y de múltiples organizaciones desde Médicos Mundi a variadas misiones religiosas, están dibujados como personas bastante pragmáticas, poco generosas y muy estrictas a la hora de dar oportunidades al niño soldado negro, considerado como un peligro y un desahuciado para su integración social, ya que se ha producido más de un caso con traiciones y las consecuentes matanzas provocadas por esos niños refugiados en alguna misión u organización.




Esta película trata sobre la búsqueda de la protagonista, en el Congo, de su hermana desaparecida y su punto de partida, como dijimos,  ha sido un reportaje hecho por periodistas belgas sobre el coltán y el control que los "Señores de la Guerra" locales ejercen sobre su explotación y venta, en lo más profundo de la selva congoleña. El alzheimer galopante del padre de ambas desencadenará la decisión de Laura (Belén Rueda) de intentar encontrar a su hermana Sara (Marián Älvarez) por todos los medios, yendo en persona y acompañando al contacto que conoce la zona aún a riesgo de la propia vida.





Este mundo nuevo, con unos códigos incomprensibles para nuestra protagonista, en el que la gente muere al instante siguiente de haberla conocido, donde el aliado se convierte en traidor y vuelve a ser aliado por la naturaleza de sus misiones, dónde mueren todos los acompañantes y predomina el azar que le permite escapar de la muerte en varias ocasiones, incluida una mordedura de bamba, la "cuatro pasos". Un universo en el que las leyes de la selva parecen tener su propia lógica, en el que la vida y la muerte adquieren un sentido muy diferente al que tienen en un entorno urbano organizado según las normas del occidente capitalista. El azar y la insistencia por permanecer en este lugar eterno y primigenio, aunque manchado por los retorcidos intereses de algunas "corporaciones", pasan a ser una necesidad, en la que los personajes y situaciones que se buscan terminan por encontrarse, por duras, difíciles e imposibles que parezcan. 


Aunque con irregularidades, Jorge Guerricaechevarria, en el guion, y Norberto López Amado, en la dirección, han logrado conducirnos con habilidad a este territorio de sueños y muerte, en el que el azar, la guerra y los intereses espurios se enmarañan en una trama, en la que las dos hermanas (las dos protagonistas) harán su propio recorrido iniciático para descubrir su verdadera vocación y pagar las deudas que tienen con su inmediato pasado.


Antonia Bordonada

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

miércoles, 7 de febrero de 2018

El hilo invisible (2017)****

Dir: Paul Thomas Anderson
Int: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville, Richard Graham, Bern Collaco, Jane Perry, Camilla Rutherford, Pip Phillips, Dave Simon, Ingrid Sophie Schram.

En el Londres de la posguerra, en 1950, el famoso modisto Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) y su hermana Cyril (Lesley Manville) están a la cabeza de la moda británica, vistiendo a la realeza, a estrellas de cine y a toda mujer elegante de la época. Un día, el soltero Reynolds encuentra a Alma (Vicky Krieps), una joven que pronto se convierte en su musa y amante. Y su vida, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la irrupción del amor.

Paul Thomas Anderson es un director norteamericano (para más señas de California), nacido en 1970. Ha dirigido muchos videos musicales (para Radiohead, Alana Haim, Joanna Newson, Fiona Apple o Aimee Mann, entre otros) y se inició dirigiendo algunos capítulos de la serie de humor Saturday Night Live. Con el tiempo ha logrado crear un estilo propio, una manera de contar sofisticada, pero que no se opone frontalmente a los modos más clásicos de la narrativa actual del cine americano de entretenimiento. Por sus temáticas o tratamientos originales de temas de siempre, ha llamado la atención en unos cuantos títulos. A mi me parecen muy recomendables: Boogie Nights (1997), Magnolia (1999), Pozos de ambición (2007) y The Master (2012).

Entre largometraje y largometraje se toma su tiempo y desde Puro vicio (2014), se había dedicado a los vídeos y documentales musicales. Casi siempre sus personajes son peculiares, obsesivos, geniales pero viviendo en mundos aislados, creadores, líderes carismáticos con pies de barro, etc...Reynolds Woodcock es todo eso y mucho más. Paul Thomas Anderson, que suele escribir sus historias y guiones, parece haber resumido en este personaje, genialmente interpretado por Daniel Day Lewis (actor perfeccionista y "raro" donde los haya), a varias figuras de la moda internacional en los  años 50, aunque hay algunas referencias claras al vasco Cristóbal Balenciaga, uno de los maestros incuestionables de la llamada alta costura en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX. Pero a mi me parece que también hay elementos biográficos entresacados de la vida de Alfred Hitchcock, mago de la imagen, obsesionado en buena medida también por las "rubias", genial, extraño y muy celoso de su relación con la que fue su esposa Alma Reville, en buena medida modelo de Cyril, la hermana de Reynolds.



En medio de esa estecha relación (de colaboración íntima también en la creación) aparecerá Alma que, mira por donde, se llama igual que Lady Hitchcock, y desplazará con una curiosa artimaña que entra de lleno en la perversión y el sadomasoquismo, a Cyril. Hay uno apasionada historia de amor, pero muy alejada de las convenciones. La antigua camarera (Alma), pasará a convertirse en una musa implacable y a pesar de la aparente dureza y disciplina del modisto-artista, terminará por imponerse y dominar esta extraña y sugerente relación.



Paul Thomas Anderson ha construido de nuevo un bello y retorcido artefacto, en el que las costuras encajan a la perfección. Después de todo, la clave está en el hilo invisible que pone en relación, sin hacerse evidente, lo ricas y complejas que pueden ser las relaciones entre los humanos.



Cine de alta costura.

Perderse la dicción e interpretación de Daniel Day Lewis, de Lesley Manville y a la sorprendente, emergente y brillante Vicky Krieps (nacida en Luxemburgo y de habla alemana) es un sacrilegio que ningún cinéfilo debería cometer.



Roberto Sánchez

-Aragonia, Cervantes, Palafox-

lunes, 5 de febrero de 2018

El pasajero (The Commuter, 2018)***

Dir: Jaume Collet-Serra
Int: Liam Neeson, Patrick Wilson, Vera Farmiga, Sam Neill, Jonathan Banks, Elizabeth McGovern, Dean-Charles Chapman, Clara Lago, Florence Pugh, Letitia Wright, Shazad Latif, Killian Scott, Andy Nyman, Roland Møller, Colin McFarlane, Dilyana Bouklieva, Adam Nagaitis, Kingsley Ben-Adir, Kobna Holdbrook-Smith

El tren de la acción     

Jaume Collet Serra es un  joven director español nacido en 1974 (catalán ya se presupone por los apellidos) afincado e instalado en el complejo Star System de Hollywood. Su forma de dirigir y pericia técnica lo han colocado en lo más alto del cine comercial de thriller de acción y terror. Se dio a conocer internacionalmente en 2005 con La casa de cera, un filme de terror con psico-killer que causó revuelo por aparecer en él la “famosa” Paris Hilton. Con La huérfana (2009) consigue un filme de terror-suspense más que notable (quizá su mejor trabajo hasta la fecha) con la ayuda de la maravillosa Vera Farmiga que, junto al actor Liam Neeson, se van a convertir en colaboradores habituales y puntales de su cine. Collet Serra encadena y acumula ya varios éxitos comerciales con buenas cifras de recaudación que lo han consolidado como un director de éxito a nivel mundial. Con Sin escalas (Non Stop, 2014), logra recaudar 92 millones en USA y más de 222 a nivel mundial. Con El pasajero, Serra ya ha doblado en tan sólo dos semanas de su estreno con creces los treinta millones de presupuesto del filme. 



El pasajero une suspense y acción en un thriller trepidante con más de una referencia al cine del mago del suspense (con guiños a Falso culpable,  y especialmente a Extraños en un tren). Nos cuenta la historia y peripecias de un hombre maduro que, a pocos años de poder jubilarse, se deja la piel en su profesión. Un día recibe esa terrible noticia que nadie  desea. El encuentro fortuito con una atractiva mujer (Vera Farmiga) en el tren que toma todos los días para ir y volver de su trabajo, le abrirá una ventana de salida a sus problemas económicos pero le sumergirá en una espiral de intrigas, poder, violencia y asesinatos. Collet Serra dirige sin dar tregua al espectador apoyado en la siempre contundente presencia fílmica de Liam Neeson. Vera Farmiga, siempre espléndida, es otro peso pesado dentro del reparto. La película tiene además la gracia de contar con un cameo de la actriz española Clara Lago. La partitura del también laureado español Roque Baños, sirve de complemento perfecto a la historia. 



No faltan en el filme elementos de crítica social y dilemas morales, con alusiones a la interminable ansia depredadora de las empresas a la hora de hacer dinero a costa de lo que sea, sin que sus empleados les importen un bledo y siendo capaces de dejarlos tirados como una colilla cuando son más vulnerables dentro del brutal y competitivo mercado laboral. También la transformación y reacción del hombre vulnerable ante el sistema (uno de los pilares fundamentales del thriller y el Neo Noir de las décadas 60, 70 y 80) que busca una salida desesperada a su situación y se verá atrapado por la violencia, la corrupción y la deshumanización del sistema son elementos vitales de la trama y desarrollo de El pasajero. En cuanto a los guiños a lo que podríamos denominar “Subgénero de trenes y metros”, además de los ya citados, es inevitable no acordarse de ese Asesinato en el Orient Express dirigido por el maestro del thriller Sidney Lumet en 1974 sobre un guión de Paul Dehn que adaptaba la famosa novela de la gran escritora de misterio Agatha Christie. 



Es en este punto (el del guión) donde más flaquea el filme debido a la poca experiencia de sus guionistas noveles Byron Willinger y Philippe De Blasi, aunque la película es tan eficaz atrapando al espectador en ese carrusel se suspense y acción que se le puede perdonar. Si hubiese contado con unos guionistas brillantes estaríamos hablando de una obra maestra del thriller de acción. 

No obstante, si son amantes del género negro, del thriller y del cine de acción, El pasajero debe estar en su lista de películas que no deben perderse. Disfrutarán de principio a fin de ella.

Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

viernes, 2 de febrero de 2018

Call Me by Your Name (2017)****

Dir: Luca Guadagnino
Int: Timothée Chalamet, Armie Hammer, Michael Stuhlbarg, Amira Casar, Esther Garrel, Victoire Du Bois

Elio Perlman (Timothée Chalamet), un joven de 17 años, pasa el cálido y soleado verano de 1983 en la casa de campo de sus padres en el norte de Italia. Se pasa el tiempo holgazaneando, escuchando música, leyendo libros y nadando hasta que un día el nuevo ayudante americano de su padre llega a la gran villa. Oliver (Armie Hammer) es encantador y, como Elio, tiene raíces judías; también es joven, seguro de sí mismo y atractivo. Al principio Elio se muestra algo frío y distante hacia el joven, pero pronto ambos empiezan a salir juntos de excursión y, conforme el verano avanza, la atracción mutua de la pareja se hace más intensa. 

De este siciliano, nacido en Palermo en 1971, y activo como director desde 1997, sólo había visto la prescindible Melissa P. (2005), con María Valverde, la inquietante Yo soy el amor (2009), de la mano de la no menos inquietante Tilda Swinton, y Cegados por el sol (2015), remake de la francesa La piscine (1969), de Jacques Deray. A pesar de que todas ellas tienen detalles que indican que Guadagnino tiene personalidad y buen gusto, nada hacia indicar que alcanzara la belleza y perfección narrativa que tiene Call Me by Your Name



Tomando como punto de partida la novela homónima de André Aciman, el ilustre y veterano James Ivory ha escrito un guion que recuerda, por cierto, su añorada y delicada Maurice (1987), en la que junto a Kit Hesketh-Harvey adpataban la novela de E. M. Forster. La época cambia, pero el idílico paisaje italiano (ahora Cremona, Bergamo y otras localidades de la Lombardia italiana) vuelve a ser el marco en el que se desarrolla la "love story" de Elio y Oliver.



Luca Gaudagnino se ha dejado seducir por la belleza de la juventud y de los paisajes, por la antiguedad clásica (el padre de Elio es un especialista en arqueología), las piezas de música clásica, que ocupan al mismo Elio (que estudia piano) y que inundan su vida de sugerentes impulsos sensuales. En la casa de Elio, se habla indistintamente de arte, arqueología , literatura y política en inglés, italiano, francés, hebreo o alemán. Todo parece ser posible. 

Para completar las sensaciones, Luca Guadagnino hace que la banda sonora se complete con temas de Sufjan Stevens, Franco Battiato,  The Psychedelic Furs, Ryuichi Sakamoto, John Adams, Bach, Satie, Ravel y muchas canciones de moda (cantables y bailables de los 80) que logran, junto al director de fotografía tailandés Sayombhu Mukdeeprom (habitual de Apichatpong Weerasethakul), trasadarnos a un territorio de ensueño más deseado que naturalista, pero en el que de vez en cuando, conviene perderse. Esa es la propuesta que nos hace Guadgnino.



Luca Guagnadino, con todas esas herramientas y el buen trabajo de todo el reparto (en especial la pareja Timothée Chalamet-Armie Hammer) ha logrado seducirnos a todos los demás. Más allá de la defensa de una relación homosexual, la historia habla de la magia de los primeros amores, casi inesperados, y tan necesarios para entender que somos mucho más que simples bestezuelas dispuestas a consumir lo que sea..., que el amor sigue siendo uno de los principales combustibles de la creatividad, de la vida...

Por cierto, verla doblada es un riesgo innecesario. Los que han  sufrido su ridículo doblaje nos recomiendan la versión original con subtítulos.


Roberto Sánchez

-Aragonia-

Sin amor (Nelyubov, 2017)****

Dir: Andrey Zvyagintsev
Int: Maryana Spivak, Aleksey Rozin, Matvey Novikov, Marina Vasilyeva, Andris Keishs, Alexey Fateev 

Andréy Zvyágintsev es un cineasta ruso de 54 años nacidoen Novosibirsk. En los últimos años ha mostrado una trayectoria impecable, pero que no es especialmente prolífica. El regreso (Vozvrashchenie, 2003) fue su primer largometraje y dejó huella imborrable en todos los que pudimos verla. Paisajes poderosos, fotografía con tendencia al blanco y negro, y complejas relaciones paternofiliales. Un cuidado en el encuadre que adquiere valores metafóricos y un trabajo con actores en profundidad, ahondando en los sentimientos y la psicología de sus personajes. Esos aspectos vienen definiendo todos sus filmes. La carga de análisis sobre una cierta realidad y presente de la Rusia actual era muy evidente en Leviatán (2014) y con tintes más urbanos sigue estando en esta historia de una pareja rota, en la que cada uno intenta rehacer su vida, pasando por encima de la del hijo común.



Una pareja en profunda crisis, en fase de divorcio, que provoca la huida de su hijo, casi sin darse cuenta por culpa de la refriega, su hijo desaparece poco después de una sus constantes peleas y entonces aflora un sentimiento de culpa que ni siquiera compartirán.



Ante la ineficacia policial, un colectivo civil, ayudará en la desesperada búsqueda, tapando las profundas grietas de un sistema político neo-capitalista que parece más deshumanizado todavía que el ¿olvidado? stalinismo. Ahora, como se contaba también en Leviatán, hay una alianza no reconocida entre las mafias y los popes de la religión ortodoxa que parecen campar a sus anchas con gobiernos que asumen con naturalidad la corrupción del sistema (¿qué otra cosa es el capitalismo?, parecen preguntarse). Las cuestiones socio-políticas aparecen de soslayo en Sin amor (al menos no de forma tan clara como en Leviatán), pero explican y definen este mundo sin amor que parece rodear a sus personajes. Sorprende el cruel retrato de algunas madres (además de la protagónica Zhenya, incorporada por Maryana Spivak) que parecen estar vendiendo a sus jhijos al mejor postor, o simplemente librándose de las responsabilidades.



Si las películas de Zvyágintsev son un reflejo de la sociedad rusa actual, creo que conviene hacer una profunda reflexión sobre los beneficios de un sistema político en el que ya no existe el concepto del amor. Todo se mide por el rendimiento que tendrá en una economía de mercado todopoderosa,  ¿libre? y que ha puesto en el trono a un nuevo zar llamado Vladímir Putin.

Roberto Sánchez

-Aragonia-