jueves, 17 de febrero de 2022

Belfast (2021)*****

 Dir: Kenneth Branagh

Int: Jude Hill, Caitriona Balfe, Jamie Dornan, Judi Dench, Ciarán Hinds, Lewis McAskie, Lara McDonnell, Gerard Horan, Turlough Convery, Sid Sagar, Josie Walker, Chris McCurry, Colin Morgan, Freya Yates, Nessa Eriksson, Charlie Barnard, Frankie Hastings, Máiréad Tyers, Caolan McCarthy, Ian Dunnett Jr., Drew Dillon, Michael Maloney, Rachel Feeney, Elly Condron, Samuel Menhinick, James O'Donnell, Leonard Buckley, Estelle Cousins, Scott Gutteridge, Bill Branagh.



Las eternas y malditas guerras 

Ahora que tan de actualidad está el conflicto, y posible enfrentamiento bélico, entre Rusia y Ucrania, el último filme del cineasta irlandés Kenneth Branagh viene que ni al pelo para narrar y ejemplificar los horrores, la sinrazón y las terribles consecuencias que tiene un conflicto armado. 

De entre todas las guerras, la que enfrenta a personas de un mismo territorio y, además, potenciada por un conflicto religioso es especialmente violenta para la población civil (como fue a finales de los 60 y década posterior el conflicto del Ulster con Gran Bretaña, origen además del terrorismo del IRA). En Belfast se nos narra este virulento conflicto fratricida (que duró casi treinta años) a través de los ojos de un niño, Buddy, un joven amante del cine que, inmerso en el estallido de esta vorágine de violencia, intentará sobrellevarlo con el apoyo de sus adorables abuelos y de la abnegación de sus padres.


El propio Branagh, nacido en 1960 en Belfast, se transmuta. Sus ojos, sus miedos y la pasión por el 
cine son también los de de su alter ego cinematográfico, un chaval inquieto que, en medio de este terrible conflicto, siente por primera vez el amor por una compañera de clase mientras intenta destacar académicamente para acercarse a su pupitre en el aula. 

Como en todas las grandes obras, Kenneth Branagh se sirve de lo más cotidiano y vital para narrar una situación de conflicto social y político, logrando así universalizar lo individual y personal. De este modo, el cineasta irlandés, logra que el espectador se introduzca de lleno en la mirada de ese niño soñador y enamorado que disfruta de series de la televisión de la época como la mítica Star Trek (los nacidos en los años 60, la generación del Baby Boom, se sentirán especialmente identificados con Buddy, y ya no digamos los que somos cinéfilos como él).


 El metacine (tratamiento del séptimo arte dentro del cine), es otro soporte troncal de Belfasttanto para construir el personaje protagonista del niño, como para ambientar la época a través del cine y de sus estrenos. Filmes como El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962), Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952), con evidentes guiños a la situación a la que se enfrenta Buddy y su familia, o comedias como Chitty, Chitty, Bang, Bang (Ken Hughes, 1968), tienen sus momentos y escenas dentro del filme, dando fe de la pasión y el amor de Branagh por este maravilloso arte visual que los cinéfilos compartimos con extremo placer junto con el cineasta.



Nada menos que siete nominaciones a los Oscar y a los Globos de Oro, amén de seis BAFTA y numerosos galardones ya obtenidos (como el de Mejor Película en el Festival de Toronto), auguran que Belfast puede ser una de las grandes triunfadoras de esta, igualmente convulsa, década pandémica del siglo XXI. 


La maravillosa fotografía en blanco y negro de Haris Zambarloukos, la banda sonora, con predominio 
de temazos de Van Morrison, más fragmentos musicales de compositores de cine como Dimitri Tiomkin y otros, le aportan a “Belfast” un nivel artístico realmente insuperable. El cuidado montaje, el trabajo de guion, de producción artística, todo se ha tratado con mimo, haciendo de este filme uno de los mejores trabajos (si no el mejor) de Kenneth Branagh. Un cineasta que, desde el comienzo de la década de los noventa del pasado y añorado siglo XX, tiene en su haber títulos tan destacados como Los amigos de Peter (1992), Mucho ruido y pocas nueces (1993), Frankenstein de Mary Shelley (1994) o Hamlet (1996). 

En cuanto al reparto, el soporte de veteranos de gran peso y trayectoria como Judy Dench (la abuela), Ciarán Hinds (el abuelo), arropan a la pareja de actores (Caitriona Balfe y Jamie Dornan) que encarnan a los padres del pequeño Buddy (Jude Hill) con solidez y acierto, logrando esa química de pareja que logra traspasar la pantalla.



Kenneth Branahg, impregnándose de sus propios recuerdos, de sus raíces, y con una cuidada traslación del entorno social, político y económico de la época, ha logrado con Belfastteniendo en cuenta el nivel general del cine de hoy en día, un trabajo que se podría calificar de obra maestra. Una película que, además de homenajear al cine clásico de los años dorados, hace gala de esa misma pátina de clásico inmortal que solo exhiben algunas grandes obras por su calidad artística y trascendencia universal. 

Belfast se convierte así, por derecho propio, en un clásico instantáneo que, sin duda, perdurará en la memoria de todos los cinéfilos independientemente de los premios que coseche, en unas pocas semanas, en esa ceremonia hollywodense de oropel cinematográfico, llena de alfombras rojas, que conocemos como los premios “Oscars”.



Si les gusta el cine, si lo aman de verdad, no pueden perderse Belfast, porque es CINE con mayúsculas, porque demuestra que, dos siglos después de su nacimiento, el séptimo arte está aún muy vivo, y que puede seguir emocionándonos y haciéndonos vivir, con los cinco sentidos, otras vidas, otras épocas, de un modo que ninguna otra disciplina artística puede lograr. Gracias Míster Brannagh por habernos regalado esta joya cinematográfica a todos los cinéfilos.

Gonzalo J. Gonzalvo

lunes, 7 de febrero de 2022

Licorice Pizza (2021)***

 Dir: Paul Thomas Anderson

Int: Alana Haim, Cooper Hoffman, Sean Penn, Tom Waits, Bradley Cooper, Ben Safdie, Maya Rudolph, Joseph Cross, Emma Dumont, Skyler Gisondo, Mary Elizabeth Ellis, Emily Althaus, Anthony Molinari, Craig Stark, Fatimah Hassan, Bottara Angele, Deana Molle', Jeff Willy, Zoe McLane, Nate Mann, Destry Allyn Spielberg, Devon Knopp, Mary Eileen O'Donnell, Lakin Valdez, Louis Delavenne, Zachary Chicos, Rogelio Camarillo, Joe Don Harris, Steven Herrera, Trent Longo, Rosie Valdiva, Christine Ebersole, Sasha Spielberg, Joann Coleman, Charlotte Townsend


¿Dónde estabas tú en el 73...? 

Comienzo este artículo parafraseando la frase-eslogan del filme American Graffitti (1973) de George Lucas. Una hilazón muy oportuna para introducirnos en esta historia de comienzos de los años 70 en la que un adolescente emprendedor de 15 años llamado Gary Valentine y Alana Kane, una chica que le lleva casi 10 años, se conocen en Los Ángeles, en el valle de San Fernando, en un inolvidable verano que marcará sus vidas para siempre. 

Esta es la premisa argumental, aparentemente sencilla, con la que Paul Thomas Anderson regresa a su década favorita, la de los años 70, en la que ha ambientado otros títulos importantes de su filmografía como Boogie Nights (1997) o Puro vicio (2014) y en la cálida California. En ese mismo valle de San Fernando ambientaba también Anderson una  de las que, para mí, es de sus mejores obras, y me refiero a Magnolia (1999), filme en el que se valía de un entramado de trayectorias vitales entrecruzadas al más puro estilo de Robert Altman en sus Vidas cruzadas (1993), cuyos personajes, curiosa coincidencia, también vivían y se relacionaban en la ciudad de Los Ángeles. 


En cuanto a referencias, además de la ya citada de Altman, en Licorice Pizza hay ecos indudables, 
principalmente, del American Graffiti (1973) de George Lucas, rodada precisamente en ese mismo año en que se desarrolla la historia de Anderson, pero también, aunque más lejanos, de esa otra obra maestra titulada The Last Picture Show (Peter Bogdanovich, 1971), filme que, además, tiene otra coincidencia temática, y que es el tratamiento y la importancia del cine dentro del cine. 




Con todos esos mimbres, Paul Thomas Anderson, ayudado por una estupenda banda sonora de Jonny Greenwood y la estudiada fotografía del propio Anderson y de Michael Bauman, compone un fresco cinematográfico en celuloide y en 70 mm (un verdadero lujo que solo se puede disfrutar en los cines Palafox de Zaragoza y en los Phenomena de Barcelona) que nos traslada directamente a los comienzos de la década de los 70. 

En esta historia, la cantante Alana Haim da vida a su homónima Alana Kane (a la qué Anderson ha realizado diversos videoclips en los últimos años), una pizpireta joven con mucha personalidad que, con casi 25 años, se resiste a abandonar una adolescencia que la llevará irrevocablemente a emprender el camino de una madurez que la trasladaría sin remedio a un mundo adulto lleno de interrogantes. El título del filme, Licorice Pizza,  que significa literalmente "pizza de regaliz", es un nombre coloquial que se da en USA a los discos de vinilo,  lo que también es un guiño a la importancia de la música y la banda sonora en la película. 

Con el esquema sencillo de "chico conoce chica y se enamoran", Anderson muestra un retrato de la América de principios de los 70,  con el trasfondo político y social de la guerra de Vietnam, su música, su estética, sus locales, sus coches y la forma de vida americana en pos de ese sueño de enriquecimiento y triunfo económico. Ese "American Way of Life" tantas veces truncado e inalcanzable, pero que siempre triunfa en las pantallas de cine. 



Licorice Pizza es un canto a la vida y a la juventud, a esos paraísos perdidos añorados, que a los que 
fuimos adolescentes en esa misma década de los 70, nos llena de recuerdos y de nostalgia. Respecto a las interpretaciones, hay que decir que es todo un descubrimiento la pareja formada por el jovencísimo Cooper Hoffman (hijo del malogrado Philip Seymour Hoffman), y de Alana Haim. Esta última se come la cámara y se mueve ante ella de forma felina, encandilando al espectador en cada plano y en cada secuencia. Además, se ven arropados por un elenco de secundarios de lujo entre los que tenemos a Sean Penn, al músico y actor Tom Waits y a un excéntrico Bradley Cooper. 

Seguro que, tras ver Licorice Pizza, al llegar a sus casas, muchos de los que hoy pasan de los 40 irán directos a su colección de vinilos para rebuscar y encontrar ese tema de The Doors, de David Bowie o de Nina Simone. Y es que los años 70 nunca morirán en el recuerdo..., así que larga vida a los 70. 

Gonzalo J. Gonzalvo